El auto judicial emitido ayer en Palma a partir de las declaraciones de Jaume Matas, ex presidente balear y ex ministro, va a ser ahora la pieza a la que se agarren los que dicen que respetan a los jueces hasta que los tocan a ellos. Como el lenguaje se entiende, expresa la arrogancia del político en sede judicial, y explica cómo a cada pregunta había una suma más de desprecio hacia el sentido común jurídico o civil, los que buscan en el juez al culpable ya han empezado a movilizar su correa de transmisión: no hay derecho a un auto así. Debe ser porque se entiende. De modo que ahora se desplaza la mirada hacia el dedo y se quiere olvidar la luna. Atención a ese auto, que hoy publica íntegramente EL PAÍS en internet: es un compendio interesante de lo que algunos políticos desaprensivos consiguen que sea su idea del servicio público, a partir de la cual lo organizan todo para que nada les vaya mal, ni el sueldo, que a fin de cuentas resulta fraudulento porque se hace sumando lo que no se dice, lo falso, lo oscuro y lo opaco. En el auto se pone en claro lo que el ex presidente quiso difuso, y el juez logra esa filigrana a pesar de la escasa cooperación que el político le prestó, confundido quizá por la creencia de que el cinismo es también una respuesta. Matas ordenó y mandó como el supremo hacedor, y luego le echó la culpa a sus subordinados, lo cual añade mezquindad a su cinismo. El del juez Castro es mucho más que un auto, es un relato sobre la falta de sustancia de Jaume Matas, que ejerció el poder de manera impune y ahora ha querido explicar en sede judicial que así es como se hacen las cosas.
Ribeiro, Ribeyro: Gracias al señor Klassen por subrayar el error. No me importaría que cambiaran mi zeta por una ese, pero tiene usted razón, no es correcto poner y donde es i. Si hay algún descargo (espero que no como los de Matas), debo decir que fui editor de Ribeyro el peruano y de Ribeiro (Joao Ubaldo, el brasileño; este era un hombre grande, divertido, ruidosamente risueño: todo lo contrario que Julio Ramón) y desde entonces se me bailan las letras, como algunas vez se me bailan los nombres, pero esta es ya otra historia. Agradezco mucho su comunicación, señor Klassen. Por cierto, con y o con i, lean a Ribeyro, y luego lean a Ribeiro, o viceversa.