Mira que te lo tengo dicho

Sobre el blog

¿Qué podemos esperar de la cultura? ¿Y qué de quienes la hacen? Los hechos y los protagonistas. La intimidad de los creadores y la plaza en la que se encuentran.

Sobre el autor

Juan Cruz

es periodista y escritor. Su blog Mira que te lo tengo dicho ha estado colgado desde 2006 en elpais.com y aparece ahora en la web de cultura de El País. En cultura ha desarrollado gran parte de su trabajo en El País. Sobre esa experiencia escribió un libro, Una memoria de El País y sobre su trabajo como editor publicó Egos revueltos, una memoria personal de la vida literaria, que fue Premio Comillas de Memorias de la editorial Tusquets. Otros libros suyos son Ojalá octubre y La foto de los suecos. Sobre periodismo escribió Periodismo. ¿vale la pena vivir para este oficio?. Sus últimos libros son Viaje al corazón del fútbol, sobre el Barça de Pep Guardiola, y Contra el insulto, sobre la costumbre de insultar que domina hoy en el periodismo y en muchos sectores de la vida pública española. Nació en Tenerife en 1948.

Eskup

Javier Gurruchaga al mando del ferrocarril

Por: | 06 de junio de 2010

Javier Gurruchaga regresa al ferrocarril, donde estuvieron su abuelo y su padre, como maquinista de la general. Así se llama su nuevo disco, El Maquinista de la General. Un homenaje, a la vez, a dos de sus más admirados directores de cine, Buster Keaton y Luis Buñuel; y un homenaje también a su gran descubrimiento reciente, México, su literatura, su música, sus personajes, y también, en el lado duro del espejo, una indagación en la oscuridad de la violencia, de las relaciones difíciles. Gurruchaga es un mundo, un universo lleno de objetos y de memorias que sepultan, uno a uno, memorias que luego van resurgiendo para convertirle a él, otra vez, en el adolescente que fue y que de algún modo sigue al pie del cañón, con su gorrita y sus ojos de muchacho asombrado, aunque ya no sé si él sabe de qué se asombra. Su orquesta, la Orquesta Mondragón, vuelve a acompañarle en este viaje, en el que combina el rock con los aires de las rancheras, y ciertas concesiones, habituales en él por otra parte, a las nostalgias del blues. Ayer fue a la feria, allí le vimos, a comprar el libro de Gay Talese en el que el gran periodista norteamericano escribe sobre la gripe de Frank Sinatra, ídolo máximo, con Elvis Presley, de este adolescente eterno de Donosti. Gurruchaga mantiene su fe de ferrocarrilero en la vida, en lo que se ve mientras se viaja; con esa ingenuidad corrosiva que conserva hizo algunos de los programas de televisión más célebres de los ochenta. Da rabia observar ahora que ese talento suyo para caricaturizar la realidad no esté siendo aprovechado en este momento gris, o azuligris, de la televisión en España, donde todo se parece a todo, donde se grita y se insulta para conseguir más audiencia a partir de rumores o de naderías. Hay excepciones, claro, pero que Gurruchaga no sea una excepción sólo dice cosas en contra de la sensibilidad nacional con respecto a sus creadores. Este hombre pudo haber sido nuestro Monty Python, pero ahí está, como dice él, disponible, como un objeto de lujo que alguien, o algunos, decidieron usar y tirar. Pero él persiste, con la fe del ferrocarilero. 

Los libros peor vendidos

Por: | 05 de junio de 2010

Uno de los grandes aciertos de la Feria del Libro de Madrid fue, hace años, la cancelación de una idea que se probó nefasta: las listas de los libros más vendidos. Editores y libreros competían, a veces, para falsificar los datos, y convirtieron lo que hubiera sido una lista más en una lucha sin cuartel para colocar en ella, inflando cifras, a sus autores mejor colocados, hasta hacerlos líderes de ventas. Eso ya no existe, y es saludable. Un grupo de jóvenes editores pusieron en marcha el año pasado una iniciativa irónica, pero que tiene su calado y además es posible que mueva a reflexión a los libreros de este país y a los gestores del sistema bibliotecario. Estos editores se han expuesto al público mostrando los que son sus propios libros peor vendidos. 

    Son libros excelentes, cómo no, o muy bien editados o muy bien traducidos, y se venden mal, o no se venden en las cantidades que serían satisfactorias para que ellos recuperen los gastos (los numerosos gastos) que hay detrás de cada proyecto editorial. Estuve ayer tarde en la reunión en la que estos editores (Nvesky Prospects, Escalera, Artemisa, Salto de Página) se juntaron para exponer esos libros cuyas ventas no han sido las mejores en el último año, en los casos concretos de sus propias editoriales. Los libros son, respectivamente, Historias de Belkin, de Alexander Pushkin; Una vida menos ordinaria, de Baby Halder; Gaspard de la Nuit, de Aloysius Bertrand, y Chamamé, de Leonardo Oyola. De todos esos autores, el único contemporáneo (de 1973) es Oyola, que en su país, Argentina, tiene mucho éxito, y probablemente lo tendrá aquí, porque es un excelente escritor y porque además tiene buenos editores. El resto son autores del pasado. 

    Les pregunté a los editores qué hubiera pasado si todos los que llevaban a esta reunión fueran autores vivos. Claro, para los escritores no es fácil asumir sus cantidades, ni para los editores supone una satisfacción reconocer esas cifras. Estos editores al menos han tenido la valentía de salir a la calle de la feria a contar la experiencia de editar y tirar, que no es en absoluto placentera. Ahora hay un sistema de medición casi automática de la venta de libros, e imagino qué sucedería en el negocio y entre los autores del negocio si estas cifras se pusieran de manifiesto. 

    Aparte de competiciones, lo que es importante de esta iniciativa es que expone ante la gente la meritoria labor de editores, sobre todo jóvenes, capaces de arrostrar todo tipo de dificultades, en épocas del monocultivo editorial de los grandes éxitos, y de publicar libros que en otros tiempos o en otros países serían asumidos en seguida por las librerías de fondo o por el sistema bibliotecario. Y no sólo pone de manifiesto esa contradicción que hay entre el entusiasmo y los resultados, sino que resalta el sentido del humor (y de la realidad) de editores cuya franqueza contrasta con la reserva de otros que tampoco venden pero que van por la feria y por la vida como si ellos fueron el pico de los best sellers. Por cierto, a estos libros menos vendidos los llaman Worstsellers. Les dije que eso parecía una marca de salchichas. Y les sugerí que los llamaran los peor vendidos, que es la traducción literal y que se entiende mucho mejor. Por cierto, cómprenlos, desmientan que sean los peor vendidos.  

Asmilla

Por: | 03 de junio de 2010

Van a prohibir que se fuma en lugares (públicos) cerrados, y van a dejar que se fume en lugares públicos grandes y muy abiertos, como los estadios. Los que somos asmáticos seguimos este debate con mucho interés, porque uno de los elementos que causan esta enfermedad, sobre todo los ataques más difíciles de controlar, es el humo del tabaco, se fume éste en privado, en público, en grandes superficies o en espacios abiertos y públicos. En el que fuma hay un hábito que parece marcarle una manera de hacerlo, dejando que el tabaco haga lo que quiera. Y da igual que esté permitido o prohibido, fuma sin tener en cuenta que el humo sigue un camino que va directamente hacia la nariz del otro, y que el otro no tiene por qué respirar su tabaco. Por fortuna, ahora te preguntan (a veces) si se puede fumar o no a tu lado; pero en la misma pregunta hay una trampa, porque la pregunta esconde un chantaje: ¿es que vas a ser tan borde como para no dejarme fumar, aunque aquí esté prohibido? Cuando me lo preguntan, suelo recordarles a los amigos que lo hacen que soy asmático, pero con el tabaco ocurre el mismo pecado social que con el alcohol: hombre, ¿cómo no te vas a tomar una copita? Esa pregunta, ¿puedo fumar?, espera siempre una respuesta positiva, o al menos se hace habitualmente con el aire de esperar una respuesta positiva. Anoche decía una diputada en Radio Nacional que ella permitía siempre que se fumara a su lado "porque yo no soy fanática del no fumar". Pues habría que ser fanático del no fumar si el fumar perjudica (seriamente) la salud del que está a tu lado. Permitir que se fume en grandes lugares públicos (como estadios o plazas de toros) también nos perjudica a los que no podemos aspirar el humo de los otros (ni el nuestro, claro), porque la gente no "gobierna" el humo, y éste avanza siempre en contra de aquel que no lo tolera. Me parece que esta legislación no tiene en cuenta que hay aire, y viento, y gente desconsiderada que, si le permiten molestarte, te molestará aunque tú le recuerdes que tu nariz está en su camino. Ayer tarde traté de explicarle a un amigo en Burgos qué es el asma, qué se siente cuando ocurre; es cierto que no se puede explicar, o no muy bien, cuando no estás afectado por el ataque, leve o fuerte. Le dije, en todo caso, que es algo que no puede explicar sino el que lo padece, el que sabe qué es la falta de aire en los pulmones. De vuelta a Madrid, a la altura de mi casa, a causa del polen o quizá a causa de los esfuerzos que hice para explicar qué es el asma, tuve un ataque del que me salvó, como siempre, el viejo Ventolín. Esta mañana he despertado con la secuela de esa falta de aire, y me han preguntado cómo estoy ahora. Dije, simplemente: "Asmilla". Es cierto, ya no es asma, realmente, sino asmilla. Mientras trataba de recordar la noche, y ese sofoco, me acordé otra vez del tabaco, y me sofoqué imaginando a alguien, en un espacio grande y público, dirigiendo, sin querer, claro, siempre es sin querer, su cigarrillo contra mis narices. 

Zubizarreta, una leyenda viva

Por: | 02 de junio de 2010

Andoni Zubizarreta, el legendario portero del Athetic, del Barcelona y de la selección, dice que en Inglaterra los grandes futbolistas son leyendas, verdaderamente; se les trata como a seres a los que se debe gratitud pública y admiración y por tanto honores, privilegios cotidianos que hacen que ellos mismos noten que se les trata como maestros que alegraron sus vidas con sus hazañas. En España a los futbolistas, y no sólo a los futbolistas, pero ahora estamos hablando de fútbol, se les llama ex jugadores. Zubizarreta es una leyenda, para mi y para muchos de mi generación o más jóvenes. Anoche lo conocí en persona, gracias a mi compañero, y amigo, José Sámano, que lo llevó a un coloquio a la Feria del Libro, con John Carlin y con Jorge Valdano. No conocía a Zubizarreta personalmente; le leo en EL PAÍS; sus artículos contienen la cantidad de metáfora suficiente para saber, además, que no sólo conoce la psicología honda de los jugadores, sino que es un buen lector; imagino que lee poesía y lee novela, pero sobre todo es un agudo observador de la naturaleza de los famosos y de los que quisieran serlo. Le recuerdo en la portería, la seguridad que transmitía con sus gestos sobrios y esenciales; al contrario que otros porteros que han hecho de su supuesto genio (o locura) una manera de expresar la singularidad extrema que tienen los porteros, él ocupó esa demarcación como si estuviera haciendo un monumento personal, humano, a su maestro, la otra leyenda de las porterías, José Ángel Iribar. Su manera de hablar de Iribar (y de otros grandes a los que conoció, como Ramallets, y a los nuevos, como Casillas o Valdés) muestra que, al contrario que la mayoría de los españoles que considera a los grandes ex futbolistas, él sí sabe qué contiene la leyenda de Iríbar, por ejemplo, y en general todo lo que de legendario (o valioso) que tiene el fútbol. Recuerdo que me produjo una enorme decepción cómo el Barça le quitó del equipo cuando ya no lo necesitó. Se lo comenté ayer. No hay rencor. No cabe rencor cuando piensas hondo, y este personaje al que tanto he admirado no tiene esa facultad perversa, recordar para despreciar. Así escribe, con esa nobleza. Me emocionó mucho conocerlo, porque entre las pocas que soy de veras una es un aficionado al fútbol que le tiene una enorme gratitud a los que lo han practicado o lo practican. Como dice Valdano, el fútbol da felicidad. Otra cosa es el mercado del fútbol, pero de eso no hablábamos, hablábamos de fútbol y del gran Zubizarreta.

Con un nudo en la garganta

Por: | 01 de junio de 2010

Escuché a Shlomo Ben Ami; Israel ha cometido una torpeza, se ha dejado meter en un trampa. Y añadió: "La buena noticia es que no se interrumpirán las (precarias) conversaciones de paz". Parece una ironía de tan importante político. La torpeza tarda en llegar a los hechos diplomáticos. Si las conversaciones siguen, y en este momento la palabra de Ben Ami es una palabra creíble, es porque los que se sientan a la mesa de negociaciones hacen abstracción absoluta del nudo que se le ha puesto a todo el mundo en la garganta. Lo que hoy cuentan Enric González y Ana Carbajosa en EL PAÍS es sobrecogedor: de qué manera Israel preparó el desastre, con qué minucioso detenimiento se equipó para perpetrar esta torpe algarabía de horror. Después de situaciones así, en la vida terrible de los errores se pide perdón, y no se ve ni que la diplomacia judía esté preparada para ese gesto y tampoco es previsible que Netanyahu esté preparado para pedir perdón. No serviría tampoco de mucho, ni de nada, hasta que Gaza no deje de ser un puñado desesperado de rehenes que no pueden vivir la libertad que, por otra parte, merecen los palestinos, los judíos y todos los pueblos. Un nudo en la garganta. Es probable, como se dice en muchos sitios, que otra tragedia, u otros hechos, hagan variar el curso de la memoria y de las conciencias, e instalar de nuevo el olvido circunstancial sobre lo que pasa cada día, pero haría bien Israel, por Israel y por el mundo, de rectificar, de pensar que no todos los que critican (o criticamos) su acción son (o somos) furibundos antisemitas que quieren (o queremos) su extinción. Desde esa posición han construido un sentimiento de paranoia con el que es imposible tratar o dialogar. 

El País

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