Mira que te lo tengo dicho

Sobre el blog

¿Qué podemos esperar de la cultura? ¿Y qué de quienes la hacen? Los hechos y los protagonistas. La intimidad de los creadores y la plaza en la que se encuentran.

Sobre el autor

Juan Cruz

es periodista y escritor. Su blog Mira que te lo tengo dicho ha estado colgado desde 2006 en elpais.com y aparece ahora en la web de cultura de El País. En cultura ha desarrollado gran parte de su trabajo en El País. Sobre esa experiencia escribió un libro, Una memoria de El País y sobre su trabajo como editor publicó Egos revueltos, una memoria personal de la vida literaria, que fue Premio Comillas de Memorias de la editorial Tusquets. Otros libros suyos son Ojalá octubre y La foto de los suecos. Sobre periodismo escribió Periodismo. ¿vale la pena vivir para este oficio?. Sus últimos libros son Viaje al corazón del fútbol, sobre el Barça de Pep Guardiola, y Contra el insulto, sobre la costumbre de insultar que domina hoy en el periodismo y en muchos sectores de la vida pública española. Nació en Tenerife en 1948.

Eskup

Sosiego de la niebla

Por: | 30 de octubre de 2010

Estoy en Jerez; anoche tuve una conversación con don Emilio Lledó en la clausura del congreso anual de la Fundación José Manuel Caballero Bonald. Inmediatamente después entró el otoño en Andalucía; ahora mismo el otoño está en la calle, jugando a su gusto con los árboles, mojando sin piedad el empedrado, y el sonido de los coches desprende también el ritmo del agua, que es la música del otoño. Ahora hace frío y está entrando por la ventana que cerraré pronto para irme esta neblina de otoño. Esta mañana, cuando he ido a desayunar, en el pasillo del hotel me detuvo la voz del poeta José Ramón Ripoll, que llevaba en la mano su libro de poemas La neblina de los barcos; era para mi, estaba ya dedicado, y lo abrí en el ascensor, antes de que Ripoll y yo llegáramos a la planta baja, a la planta de los yogures, donde estaba esperándonos también el profesor Lledó. En ese breve trayecto sólo pude leer los versos con los que Ripoll abre el libro, unos versos de Auden, que parecían escritos para esta mañana en que me dio sus poemas. Escribió Auden: "Nuestra tierra es un lugar triste,/ pero esta tregua especial,/ tan sosegada y sin embargo tan festiva,/ gracias, gracias, gracias, niebla". En el desayuno Ripoll se dio cuenta de que yo no bebo leche; no bebo leche desde 1982, porque entonces veraneé en Penagos (Cantabria) y allí olían a leche hasta los papeles, y desde entonces adquirí una enorme repugnancia por este alimento. Pues Ripoll, que además de músico es sabio, me contó que los naturistas aconsejan que se tome leche tan solo en la época de lactancia, y que no tomarla prolonga la juventud. Le dije que lo que a mi me mantendría joven, si acaso, es la niebla, y nos tomamos el yogur, que al fin y al cabo también es leche. Ahora repaso esos versos y miro la calle. Hermoso sosiego trae la niebla, tenía razón Auden, y Ripoll hizo bien en despertar mi memoria de los barcos y de la niebla con este libro que puso en mis manos antes de llegar al salón de los yogures.

Marcelino Camacho

Por: | 29 de octubre de 2010

Manuel Vázquez Montalbán dijo una vez, y convirtió ésta en una frase de la época, que contra Franco vivíamos mejor. En aquella época en que la unidad democrática tenía el objetivo de hacer más llevadera la dictadura, contra la que luchaba un ejército común de almas afines al menos en eso, la figura de Marcelino Camacho, sindicalista perseguido en su fábrica y en la calle, alcanzó los niveles ideales de un héroe. Su lucha era la lucha de millones de españoles, y no sólo de los que estaban afiliados o cercanos a su sindicato. Había en él, y sobre todo lo hubo luego, un afán idealista que le dio a su identidad política ribetes ingenuos que lo hicieron especialmente querido cuando ya dejó el poder sindical y se integró en la numerosa nómina de españoles que lucharon por la democracia en las fábricas, en las universidades, en las calles... En ese cuadro de honor democrático tiene, tuvo siempre, un sitio muy preferente, en el que figura no sólo por ese trabajo sindical que con tanta pasión defendió, sino porque sobre todo entregó con generosidad una energía que nunca utilizó para sí mismo sino para la defensa de los derechos de los otros. Su estela se fue apagando porque el tiempo es implacable; ahora que ha muerto se puede verificar cuán larga es su buena sombra en la historia de la España que esperó décadas para decir, sin que esa fuera una causa de persecución, la palabra libertad. 

La discusión

Por: | 28 de octubre de 2010

En España florece de vez en cuando una discusión vieja, la discusión sobre el porvenir de Eta. Escucho en la radio el debate, empieza a surgir, otra vez, en el Parlamento; se pone de manifiesto, una vez más, el disenso nacional sobre el modo de acelerar el final del más doloroso remanente de la historia de los últimos cincuenta años de este país. Desapareció Franco pero aún no ha desaparecido el franquismo, lo que supura aquella manera de entender este país; y ha desaparecido la política dictatorial, la del ordeno y mando, se ha abierto la posibilidad de un entendimiento a través de las instituciones y no a través de los puños y de las pistolas; se ha ido limando el fascismo mental que domina en algunas mentes (también en las mentes de los que prefieren entender que son de izquierdas) cuya manera de ver la vida quieren que sea la única manera de ver la vida. La Eta es lo que queda del fascismo en Europa, la política cruenta del chantaje y la amenaza. Que la Eta siga es una anomalía; ojalá este camino que parece ya irreversible sea irreversible cuanto antes. Euskadi no se merece esa lacra, no se la merece nadie; y España no se merece esa lacra, no se la merece nadie. Pongamos a refrescar las uvas con las que se va a hacer el champán con el que mucha gente de buena voluntad brindará por esa tan ansiada despedida. 

Amanecer de Estocolmo

Por: | 27 de octubre de 2010

A mi casa llegaba, cuando yo era un niño, el almanaque de Santa Lucía. Mi madre lo colocaba ante una vela, y cada día abríamos los días señalados por las fiestas mayores de Suecia, hasta llegar a la conmemoración de la santa de la luz. Este último rito es celebrado cada año por los premios Nobel en el Grand Hotel de Estocolmo. Entonces para nosotros, los niños de mi casa, era un rito propio, heredado de la familia sueca que vivió junto a nuestra casa durante algunos de aquellos años de posguerra. Un día me regalaron un coche rojo (un MG, me ha dicho ahora el padre, un pintor bohemio que llegó a Tenerife en busca del sur), y ese fue el primer juguete que tuve en mi vida. Cuando se fueron de la isla, con sus hijos Tamara y Gofio (que nació en la isla), entonces niños aún, le enviaron a mi madre un libro en el que aparecían fotos de Tamara (Trulsa en el libro) y textos de su madre, Anna de Laval, que era y es escritora. Ese fue el primer libro que llegó a mi casa, Tamara de niña y en todas las posturas, un libro que veíamos porque era imposible que leyéramos sueco. Años después me encontré con Gofio; habíamos perdido todo contacto con ellos desde la muerte de mi madre. El reencuentro con Gofio fue muy especial: había olvidado el nombre cristiano que le habían impuesto, además de los nombres de Gofio y Taoro. Recordé que también se llamaba Sebastián porque lo asocié al nombre del atleta Sebastian Coe que me encontré en un titular de prensa, en diciembre de 1982, cuando vine a cubrir la entrega del Nobel a Gabriel García Márquez. Lo busqué en la guía, y lo encontré. Cuando le pregunté en inglés si conocía a Gofio, Sebastián respondió: "Gofio is me". Fue un hermoso reencuentro, que es, todavía, como el reencuentro con los recuerdos imborrables de la infancia. La memoria es, dice Vicent, el sustento de la vida. Y ese es uno de los recuerdos que me han regalado la memoria y la vida. Ahora amanece en Estocolmo; acaso el primer nombre propio de un sitio del extranjero que se pronunció entre las cuatro paredes de mi casa.

La fiesta del Chivo y la fiesta de Mario

Por: | 25 de octubre de 2010

Hace once años, cuando Günter Grass ganó el premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa había entregado a Alfaguara, editorial para la que yo seguía trabajando, el manuscrito de La fiesta del Chivo. Me llevé las páginas, aún folios, de la voluminosa novela a Estocolmo, y en medio del ajetreo de aquellas jornadas en las que hice de acompañante del Nobel (Alfaguara era, y es, su editorial en español) y de periodista. Como ya estaba enganchado a La fiesta del Chivo, una de las grandes novelas de Vargas Llosa, deseaba cada día, fervientemente, que acabaran los actos relacionados con el premio para quedarme libre y seguir la lectura de aquella historia que relata la corrupción interminable del régimen medieval de Trujillo. Pues once años más tarde ahora estoy viajando a Estocolmo, invitado por el Instituto Cervantes, y rememoro, es inevitable, aquel momento espléndido de lector, cuando un libro me tenía agarrado por el cuello, pendiente de una historia cuyo desenlace conocíamos todos pero que Mario Vargas Llosa convirtió en una extraordinaria novela de suspense, por su manera de narrarla, por su modo de sorprenderse él mismo del desarrollo de los disparates del dictador. Estocolmo me espera, pues, y tremendo frío.

La bicicleta de Ana

Por: | 24 de octubre de 2010

El Día de Reyes Eva, mi hija, le regaló una bicicleta a su amiga Ana, actriz que estudió con ella cuando ambas hacían el bachillerato. Me emocionó mucho el momento; ya habíamos hecho todos los regalos, que en esta casa, como en tantas, siguen dándose el 6 de enero, y Eva guardó para el final la sorpresa que tenía reservada para Ana, una muchacha vivaz y juvenil, que mantiene la frescura melancólica de la adolescencia. Como era de esperar, el gesto de Ana y el regocijo de todos los que contemplamos su expresión de alegría constituyeron un momento inolvidable de aquel día de Reyes, el 6 de enero de 2010. Para mi fue una expresión genuina de amistad, un encuentro de dos amigas que se expresan así, con un regalo, la lealtad y también la tradición de la estima. Un regalo. Ahora he llegado a casa, de despedir a un buen amigo, y me encuentro con la noticia de que que a Ana le han robado aquella bicicleta. Ayer le comentaba a alguien aquellos versos de Neruda que son útiles para definir tantas situaciones de pérdida, o de despedida, tantos momentos en los que se interrumpe la felicidad para siempre o para un rato. Las cosas rotas, las cosas que nadie rompe pero se rompieron. La vida nos va envolviendo en noticias así, que tienen que ver con las personas, con los objetos, con lo que se recuerda o se conserva; lo que se rompe o lo que se va, lo que ya no puede existir sino en la memoria. Decía Neruda también que el destino del hombre es amar y despedirse. Así es. El tiempo va haciendo verdad ese verso también. El robo del que fue objeto Ana tiene que ver con una cosa, con algo que ella atesoraba, pero en la esencia ese objeto era también la consecuencia de un gesto, tenía más consistencia que una cosa. El que robó no sabe lo que rompía, y no sólo lo que le rompía a Ana: lo que rompía en el recuerdo a todos aquellos que estábamos allí viendo su expresión de júbilo cuando Eva le señaló el rincón de la casa donde guardaba la bicicleta que es ahora un hueco en la memoria común. Malditos ladrones robando alegría. 

El pez en el agua

Por: | 23 de octubre de 2010

Muchos amigos me preguntan qué libro de Mario Vargas Llosa deberían leer del último premio Nobel de Literatura. Anoche recibí un mensaje de un antiguo amigo mío, traductor y profesor de español ahora en Quebec; ya había leído La verdad de las mentiras, que he recomendado aquí alguna vez, y que me parece uno de los grandes libros de Mario, donde está el Mario lector en todo su apogeo. Me pregunta qué más debe leer. Y esta vez le he aconsejado El pez en el agua; esa autobiografía tan peculiar apareció en un momento muy especial de la biografía personal (y política) de Vargas Llosa, y creo que de algún modo se quedó en la cuneta de sus libros. Y a mi me parece el mejor, el más lúcido, y también el más íntimo de sus libros. Se lo he aconsejado a este amigo, y se lo aconsejo a todos aquellos que quieran adentrarse en la obra de Mario Vargas Llosa. Por cierto, mañana, en EL PAIS Semanal, sale la prepublicación de su novela (El sueño del celta), centrada en todo lo que en ella escribe Vargas Llosa acerca de la maldad en la azarosa vida de Roger Casement, y además aparece el reportaje que hicimos con él en Nueva York Gorka Lejarcegui (excelentes fotografías de Mario en Manhattan) y yo mismo, que escribí el texto. Y ahora me voy a zambullir en Canarias, en un libro que debo acabar sobre mi tierra. Como aquel Georgia on my mind, ahora será para mi Canarias on my mind. Cuando salga de la zambullida les cuento. En cierto modo, siendo canario, y teniendo como tengo tanta estima por las islas en las que nací, es un poco como sentirme a partir de ahora, durante las horas que me quedan del fin de semana, un pez en el agua. No se pierdan el libro (de Mario).

El sentido del insulto

Por: | 22 de octubre de 2010

El insulto del alcalde de Valladolid a Leire Pajín no es tan solo un exabrupto; es la consecuencia de una costumbre que ya se ha instalado en la vida española: en los medios, en los blogs, en la política, en la conversación cotidiana. En las discusiones televisadas, en las intervenciones públicas. El insulto es, lo hemos dicho alguna vez aquí, una manera de chantaje que ahora prolifera animado, además, por el anonimato. Emitido seguramente por gente de mucha valía profesional que se olvida de los modos educados de la conversación en cuanto se coloca el parapeto de sus máscaras, personas inteligentes que consideran que pueden olvidar su inteligencia detrás de las babas anónimas del insulto. Lo que ha hecho el alcalde de Valladolid al menos tiene el valor de declarar su estupidez desde su nombre propio. Pero no es atenuante, es pernicioso también, genera un desagrado social que no se puede ocultar, que es preciso denunciar porque no es aislado, ya es el síntoma de una (mala) costumbre que todos tenemos la obligación civil de denunciar. Tolerancia cero frente al insulto y frente a la burla. Tolerancia cero.

Gobierno de salvación socialista

Por: | 20 de octubre de 2010

Gran excitación política y mediática desde que esta mañana al alba Carlos Yárnoz, compañero que ha madrugado con esfuerzo la noticia que alumbró ELPAIS.com, anunció que en el Gobierno de Zapatero cambiaba casi todo. Y esta vez no parece que cambia casi todo para que todo siga igual. Una gran noticia. Las radios la han vomitado a placer, algunos citando la fuente de la primicia y otros ignorándolo. Pasa ahora; antes había ese prurito viejo de citar. Radio Nacional lo dijo en seguida; Juan Ramón Lucas se ha portado. Decir que lo que decimos lo han dicho otros honra a quien lo repite. La instantaneidad tiene estas cosas: Vargas Llosa comentaba el otro día en Nueva York, cuando supo de la repercusión instantánea de su noticia, la del Nobel, si no habría algún inconveniente en esta globalización instantánea de la información, quién sabe dónde se origina la noticia. Él estaba asombrado: claro, no usa internet, vive pendiente de que el quiosco de la esquina le provea de EL PAÍS de cada mañana allí donde se encuentra, y ahora ha visto, casi por primera vez, las pantallas de los ordenadores. ¡Todo todo se puede saber al mismo tiempo en todo el mundo! Me recordó a José Luis Coll cuando comentó, después de ir a El Escorial: "Oye, tío, estuve en El Escorial y es cojonudo". Pues Vargas Llosa tuvo idéntica sorpresa ante Internet: "Oye, es impresionante, todo ahora es instantáneo". Hombre, todo no es instantáneo, todo tiene su origen, y muchas veces el origen es un esfuerzo individual, una mano que se cuelga el teléfono de la oreja, una fuente bien tratada que se confía en un periodista que lleva siglos trabajando esos regueros; realmente, el primero que lo dijo fue EL PAÍS, y esa historia imagino que queda ahí para honor del periodista que lo hizo, y para el medio que le sustenta. Me hizo gracia lo que escuché en la radio que se santigua: como Rubalcaba aparece hoy en la portada de nuestro periódico, eso significa que el periódico apuesta por Rubalcaba y que además fue Rubalcaba el que se lo dijo a EL PAÍS. Así se van escribiendo las circunferencias de la historia, las que quieren hacer transparente, o inexistente, el trabajo de los periodistas. Como te lo dijeron, ya tú no eres nadie. Podrían haber aludido al Abc (y en esa tertulia estaba el director de Abc, por cierto), que titula en primera página precisamente hoy: "Un Gobierno sin aire". Pues a lo mejor esa era una indicación a Zapatero, que cogiera aire. En otras radios (en esRadio) escuché burlas, parecidas a las burlas que le escuché a Ussía (sobre Moratinos, que cesa) en la Cope, emisora que no me acuerdo ya sí he citado. A Barreda, el presidente castellanomanchego, lo escuché en la Ser diciendo que Iglesias (que va de Leire) es buena persona, que no es mal bagaje en este mundo de cacaoinstant; y ahí mismo escuché a Eduardo Sanmartín, que es también manchego, diciendo que esta de Zapatero es una rectificación en toda regla. Ya cuando llegué al periódico (en un taxi que me obligó a escuchar a Federico como en los tiempos en que yo aún escuchaba a Federico) escuché lo mejor sobre esta crisis. Lo dijo Lluis Bassets, que a lo mejor lo dice en su propio blog, y lo apunté para robárselo: es un gobierno de salvación... socialista. Cuando dijo eso me acordé de Ramón Jáuregui, que se sube al Gobierno, y de su rabia melancólica cuando Zapatero le envió a Bruselas. Lo rescata y hace bien. Rescatar a Jáuregui es hacer una buena obra no sólo para los socialistas sino para este país. Y acabo aquí, que en algún momento he temido meterme en el lugar que con tanto acierto domina mi compañero José María Izquierdo, con su ojo zurdo.

Los diarios de Félix Francisco Casanova

Por: | 19 de octubre de 2010

Los diarios expresan siempre un temblor, y estos de Félix Francisco Casanova que me llegaron ayer al periódico son aún más representativos de esa herida tranquila o violenta que son las confesiones, los cuadernos personales. Los ha editado, 36 años después de haber sido escritos, con un prólogo entusiasmado o estupefacto de Luna Miguel, la editorial Demipage, que recientemente dio a la estampa, otra vez, El don de Vorace, la novela del gran poeta joven que nos dejó repentinamente, en Santa Cruz de Tenerife, a principios de 1976. Cuando apareció El don de Vorace, Elsa Fernández-Santos alertó desde EL PAÍS sobre esta novedad editorial que ponía a los lectores de ahora en estado de alerta sobre un escritor que hizo poesía para entonces y para el futuro. Ahora vienen sus diarios, a los que me he asomado ahora, muchos años después de que su propio padre, poeta también, Félix Casanova de Ayala, hubiera decidido hacer una primitiva publicación de estos materiales. Tienen todavía, la tendrán siempre, la impronta de aquel muchacho de ojos confiados y glaucos que miraba a todos los lados con la curiosidad de un estudiante eterno, como un apasionado lector de Rimbaud o de Baudelaire o de los surrealistas, y que vivió también confiadamente una alegría que muchas veces desmienten estas piezas insólitas de amor y desdén por la vida. Es, en ocasiones, un vademecum de sus descubrimientos, libros que le hicieron regocijarse de felicidad o de otros con los que no pudo porque eran sucedáneos de la literatura. Yo hubiera o hubiese amado, que él, dice su padre, estampó en sus páginas manuscritas, es de nuevo el título de los diarios, que Demipage publica al tiempo que sale su antología poética: Cuarenta contra el agua, cuya portada rescata ese ojo con el que Félix Francisco todo lo veía. Me da un placer muy melancólico dar noticia hoy de ambos libros, y espero que ustedes se hagan con ellos y los lean. Es como abrazar a aquel joven que iba a ser, lo era ya, el escritor más entusiasta del Archipiélago del que yo también vengo.

El País

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