Los árboles de Regent´s Park

Por: | 23 de enero de 2011

Estoy en Londres, para hacer mañana una entrevista para EL PAÍS. Esta mañana he preparado el trabajo y luego he ido a caminar al parque cercano, Regent´s Park. He visto niños con sus padres, he visto loros en el Zoo, he visto perros persiguiéndose, he visto, desde Primrose Hill la impresionante vista del sur de Londres, hacia la Tate Modern, he visto padres con sus niños y he visto árboles, muchísimos árboles deshojados, azotados por el inclemente invierno inglés, que actúa sobre cada uno de los árboles con una implacable meticulosidad, hasta convertirlos en esqueletos de sí mismos, en una metáfora de lo que es un árbol. Siempre he tenido una gran pasión por el esqueleto de los árboles, desde mi infancia, cuando veía los árboles de la Montaña de Las Arenas, en el Puerto de la Cruz, e imaginaba que eran personas, locos que explicaban a gritos su discurso desde aquella altura que entonces me parecía descomunal. Algún tiempo después identifiqué esos árboles de melena extraviada con la apariencia y con la escritura, hecha de arañazos, de Miguel de Unamuno, y mucho más tarde, cuando ya viajé, asocié la idea de los árboles a las fantásticas sabinas de El Hierro, que parecen mujeres al borde de un suicidio o de cualquier otra decisión abrupta o inesperada. Ahora, en Regent´s Park, he visto esos árboles pacíficos y he vuelto a ver en ellos todos esos árboles con los que he ido asociando la palabra árbol así como el hecho mismo del árbol, su apariencia interiorizada. He dado la vuelta al parque, he regresado al punto de partida, he hecho memoria de todo lo que he visto, he hecho incluso memoria de mis recuerdos londinenses, que tanto tienen que ver con mi vida, y me ha vuelto a venir a la mirada ese aire desolado, y deshojado, de los árboles que me han recibido en los distintos tramos del camino. José Saramago decía que su abuelo se despidió de los árboles, antes de morir; creo que en los árboles hay algo de insólitamente humano, un aire de familia que traspasa su propia esencia arbórea para comunicar a los hombres algún mensaje misterioso de la tierra. Como si en esa soledad magnífica que representan mostraran también la soledad de quien los mira.

Hay 14 Comentarios

" he visto árboles, muchísimos árboles deshojados, azotados por el inclemente invierno inglés, que actúa sobre cada uno de los árboles con una implacable meticulosidad, hasta convertirlos en esqueletos de sí mismos, en una metáfora de lo que es un árbol. Siempre he tenido una gran pasión por el esqueleto de los árboles"

Hoy he leído esto http://es.noticias.yahoo.com/9/20110329/tsc-la-recuperacion-del-tajinaste-azul-g-268c425.html

Me gustó.

Hace poco escribí en un comentario que yo creo que los animales también tienen alma. Pensé entonces que no había terminado la frase, pero me contuve, porque el tema de los árboles no había surgido. Intento limitarme a lo que dice el post, o alguno de sus comentarios. Ahora sí, ahora puedo decir que yo creo que los árboles también tienen alma. Lo creo porque me encariñé con uno y sentí su pérdida de una forma diferente a como se siente la pérdida de un objeto material. No he llegado a abrazarlos, pero cuando nadie me ve extiendo la mano y la voy pasando por los troncos como cuando era niña.

He tenido dos sueños con tacto, y en los dos me despertó el tacto de mi mano en la madera.

John, espero que no hayas tenido nada que ver con la depresión de Juan ahora que lo tienes por ahí. Un abrazo muy fuerte, camarada.

Creo que los árboles están tristes porque saben que nosotros nos vamos antes que ellos. Ven pasar a generaciones y generaciones de hombres sin apreciar grandes cambios y por eso sienten pena por nosotros.

Por cierto, a los amantes de los paseos nostálgicos les recomiendo un paseo por Cumberland Terrace, entre Regent's Park y Albany Street.

Juan querido:¡Qué belleza de texto! Gracias por compartirlo. Besos, Angeles

Si existe una semejanza estructural entre el árbol y nuestro sistema circulatorio, por ejemplo. Pero lo maravilloso es que se perciba sin saberlo. Y que cuando un niño lo ve dibujado por primera vez en su libro, no piense en los árboles. Ni se relacione en las habitación del hospital, pero se piense en ellos cuando se mira por la ventana. O el que tras un período de mucha tensión, con mucha carga, se piense en marcharse el fin de semana al bosque o al campo.
Yo los iba mirando esta tarde desde la ventana del autobús. Hay tantos en las medianas... Tan fuertes frente al cemento, acogiendo nidos, esperando a los perros, saludando al tiempo.
Me gusta ir a los parques a tumbarme, bajo un árbol. Sólo para ver la luz pasar a través de las hojas. Es como una orquesta.
Esperar a que salgan otra vez.

Llegué a esta nota buscando comentarios acerca de M.E.Walsh. Una descendiente de emigrantes del Reino Unido. Amo los árboles y en mi país y sobre todo en mi zona que es el Gran Buenos Aires hay poquita conciencia del aporte de estos gigantes inmóviles, Se los aprecia en ciertas circunstancias, pero la gran tarea de forestación de nuestros abuelos, muchísimos europeos, se va perdiendo incluso por la política del ladrillo. Gracias por tu comentario. salvemos a los que nos quedan y repogamos los que se van vencidos por las autopistas,ampliaciones de calles que los dejan con apenas una mezquina porción de tierra y agradezcámosles también su ayuda en que el aire sea respirable para nuestra especie!

Maestro Cruz
Decía el Maestro Saramago que su abuelo al despedirse de los arboles lloró,me imagino que aunque no lo nombres que Cabrera Infante siempre que estas en Londres te viene a la memoria. Hoy en tu comentario en El PAIS,Maestro Cruz vuelves a dejar un motivo de reflexión sobre la intolerancia imperante en este país, impulsada por un partido que vende intolerancia para obtener el poder.
P.D.Entran en ocasiones algún bloquero a llamarles a otros, cosas desagradables y luego ellos entran a no decir nada,como hoy en este blog

Londres significa para mí algo más que una capital turística llena de lugares interesantes para conocer, museos para visitar, musicales para ver... Londres forma parte de mi vida tanto a nivel personal como profesional. Cada vez que voy a Londres me siento como en casa, me siento acogida en su grandiosidad, su inmensidad, su diversidad, su vital intensidad. Pasear un domingo a cualquier hora del día te permite encontrarte contigo mismo y a su vez no sentirte solo. Sus gentes anónimas te acogen, te invitan a pasear con ellos y disfrutar de la vida....bien visitando el Museo Británico y tomando un café o un té en ese gran hall que te ilumina cuando el sol brilla sobre la grandiosa cúpula de cristal.....bien sentado en el bar en la planta séptima del Tate Modern y observando el ajetreo de vida que fluye por el puente Milenio, o en los barcos que cruzan el Támesis....bien sentado en un banco o en el césped en cualquiera de sus parques...
Londres es vida y desafía continuamente el clima gris y áspero que frecuentemente acompaña a sus habitantes.
Nunca había pensado en los árboles como protagonistas de ese Londres que tan bien conozco y me parece un excelente punto de partida para mi próxima visita a Londres.
Estos árboles londinenses te han permitido (nos han permitido al leerte) viajar contigo desde Regent's Park a la Montaña de las Arenas y a las fantásticas sabinas de El Hierro, a la escritura de Unamuno y al abuelo de Saramago y a tus propios recuerdos londinenses. Un buen viaje. Gracias, Juan.

Los árboles están siempre ahí, fieles, acompañándonos, con su música y su danza imposible pero veraz. Es cierto que se les ve solos, con esa digna fuerza de sujetar la tierra a la roca dura para que no nos arrastre el viento ni se lleve nuestras cosechas. A veces los he visto sufrir, he escuchado su lamento mientras subía a la Sierra, cuando se les quema y crujen como atacados de un dolor inimaginable. Pero bastan cuatro gotas de lluvia para que nos devuelvan la sonrisa de unas hojas en primavera. Son agradecidos, pacíficos y nobles. La primera vez que escuché una entrevista a Saramago contó la bella historia de su abuelo y su abrazo a los árboles. Me llenó de ternura y de tristeza. Y cómo no impactaría este hecho en José que se lo he oído contar siempre empapado de melancolía y con infinita ternura. El abuelo era sabio, como el nieto. No queremos lo suficiente a los árboles. Si te fijas bien en ellos, despiertan ternura.

La poesía navega por tus palabras como un río sonoro que se desborda desde esta fontana íntima que nace de esa fragilidad que te hace humano. Mi hijo está en Luton, cerca de donde has ordenado esta música que hoy nos donas. Se la recomendaré.

bonito post Juan, un saludo

Le envidio sanamente su estancia en Londres, su cercanía con los árboles y los paseos solitarios en el parque.
Me ha gustado la carga poética del post.

PD.
Kensington Gardens es mi favorito.

Un saludo,
Eugenio

Completamente de acuerdo con tu interiorización de los árboles, no exenta de vena poética, cosa que agradecerá cualquier lector con buen gusto. Pero los árboles, Juan, también causan pavor, con esas ramas esqueléticas de invierno que parecen los brazos de personas atormentadas del más allá.

Tenemos una profesión bonita, Juan, la de ejercer el periodismo (hoy, a ti, te toca Londres). Aunque a algunos les haya agriado un poco el carácter, como a Pérez Reverte, como explico hoy en mi blog.

Si ve a la señora Dalloway salúdela de mi parte.

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Sobre el blog

¿Qué podemos esperar de la cultura? ¿Y qué de quienes la hacen? Los hechos y los protagonistas. La intimidad de los creadores y la plaza en la que se encuentran.

Sobre el autor

Juan Cruz

es periodista y escritor. Su blog Mira que te lo tengo dicho ha estado colgado desde 2006 en elpais.com y aparece ahora en la web de cultura de El País. En cultura ha desarrollado gran parte de su trabajo en El País. Sobre esa experiencia escribió un libro, Una memoria de El País y sobre su trabajo como editor publicó Egos revueltos, una memoria personal de la vida literaria, que fue Premio Comillas de Memorias de la editorial Tusquets. Otros libros suyos son Ojalá octubre y La foto de los suecos. Sobre periodismo escribió Periodismo. ¿vale la pena vivir para este oficio?. Sus últimos libros son Viaje al corazón del fútbol, sobre el Barça de Pep Guardiola, y Contra el insulto, sobre la costumbre de insultar que domina hoy en el periodismo y en muchos sectores de la vida pública española. Nació en Tenerife en 1948.

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