Mira que te lo tengo dicho

Sobre el blog

¿Qué podemos esperar de la cultura? ¿Y qué de quienes la hacen? Los hechos y los protagonistas. La intimidad de los creadores y la plaza en la que se encuentran.

Sobre el autor

Juan Cruz

es periodista y escritor. Su blog Mira que te lo tengo dicho ha estado colgado desde 2006 en elpais.com y aparece ahora en la web de cultura de El País. En cultura ha desarrollado gran parte de su trabajo en El País. Sobre esa experiencia escribió un libro, Una memoria de El País y sobre su trabajo como editor publicó Egos revueltos, una memoria personal de la vida literaria, que fue Premio Comillas de Memorias de la editorial Tusquets. Otros libros suyos son Ojalá octubre y La foto de los suecos. Sobre periodismo escribió Periodismo. ¿vale la pena vivir para este oficio?. Sus últimos libros son Viaje al corazón del fútbol, sobre el Barça de Pep Guardiola, y Contra el insulto, sobre la costumbre de insultar que domina hoy en el periodismo y en muchos sectores de la vida pública española. Nació en Tenerife en 1948.

Eskup

Aznar se carga de razón

Por: | 15 de enero de 2011

José María Aznar ha dicho en una reunión de su partido, el Partido Popular que preside, que España está intervenida, que el Estado de las autonomías debería ser revocado o corregido y que estamos en malas manos. Lo lleva diciendo desde hace tiempo, de una manera o de otra; él cree que desde que no está este país se ha ido deteriorando hasta los niveles insostenibles de la actualidad. Es su opinión. Creo que lo que molesta de Aznar no es que emita opiniones, está en su derecho; está en su derecho incluso a no hacer autocrítica, a omitir que en su administración se consolidó la burbuja inmobiliaria cuyo pinchazo ha desembocado en la dramática situación que vive el mundo de la construcción, que era la base del esplendor económico que él añora. No es eso lo que molesta del ex presidente; ni siquiera molesta que ahora hable, además, como consejero de una multinacional de los medios y de una empresa española de capital extranjero, y como ex presidente que sigue cobrando del erario público, igual que su colega Felipe González, que también ha abrazado semejantes consejerías. No, yo creo que lo que molesta de Aznar es el tono arrogante con el que expresa sus opiniones. No es su culpa: es su manera de ser. Él es un hombre arrogante que se cree en posesión de la verdad, y la lanza con descaro en medio de un estanque en el que él nadó como le dio la gana cuando fue presidente. No está dotado para la modestia ni para la humildad, igual que muchos seres que son incapaces de entender que para emitir una opinión uno tiene que mirarse antes a su propio espejo. Pero no todos son ex presidentes. Él tiene unos privilegios, los tuvo y los tiene, que deberían obligarlo a tentarse la ropa antes de enviar por el mundo el mensaje de que, faltando él, el desastre es total. En las filtraciones de WikiLeaks aparece que les dijo a los norteamericanos que si él percibía que España le necesitaba volvería. Pues la verdad es que, escuchándole, no sé a qué espera.

La existencia de Dios

Por: | 13 de enero de 2011

Díalogo de Ernesto Sábato y Jorge Luis Borges (Emecé, coordinado por Orlando Barone:

    Sábato: La idea de que el catolicismo se basa en la sensatez es un disparate. Se basa en el absurdo y por eso es inatacable. Pensar con lógica en la religión... Querer aplicar nuestras categorías humanas y sobre todo racionales a algo que las trasciende... Un disparate.

    Borges: Hecho ya censurado por Dios en El Libro de Job.

    Sábato: El primero que aparece en su propia obra (Se ríe). El primer escritor que hace una obra abierta.

    Borges: Creo que basta un dolor de muelas para negar la existencia de un Dios todopoderoso.

Nota bene. En este blog no se permiten descalificaciones ni insultos a las personas que intervienen en él ni a quienes no interviniendo sean tratados con desconsideración insultante. Se borrarán en cuanto se detecten. Está dicho antes reiteradamente, pero lo repetiré de vez en cuando.

María Elena Walsh

Por: | 12 de enero de 2011

Conocí a María Elena Walsh en Buenos Aires, hace tres años, cuando le hicieron un homenaje por su obra en la municipalidad de la capital argentina. Desde hacía años la perseguía una fragilidad que convirtió su cuerpo en un dolor perpetuo; iba en sillas de ruedas, y no había perdido ni la mala lecha ni la sonrisa. Ahora ha muerto; Soledad Gallego ha escrito una hermosa crónica de despedida en EL PAÍS y en Argentina la gente la ha despedido como una heroína de la literatura nacional. Fue un río constante de creatividad; su dedicación a la literatura infantil la convirtió en maestra de varias generaciones, que cantaron sus canciones y leyeron sus textos y se los fueron pasando hasta hacer de su voz un coro argentino que traspasó las fronteras. En España la cantó, sobre todo, Rosa León; son canciones sencillas, de enorme carga metafórica, símbolos cuya potencia no decayeron ni bajo la dictadura militar, contra la que se manifestó valientemente en tiempos en que el silencio fue la norma. Ayer por la tarde entré en una heladería italiana, descubrí que la joven que atendía era argentina, me dijo que era de Buenos Aires y entonces le conté que había muerto María Elena Walsh. La chica quedó consternada; sus padres cantaban las canciones de María Elena, su tía de sesenta años le cantaba canciones de María Elena y le había contado lo que ésta había hecho contra la dictadura en los años de Videla y sus secuaces. Esa emoción de la muchacha es, qué duda cabe, trasunto de la que luego escuché por teléfono hablando con su amiga, y editora, Julia Saltzman; fue Julia la que nos llevó a aquel homenaje a la frágil y potente María Elena Walsh de sus últimos años. Allí estaba, con ella, su editora de siempre, María Fernanda Maqueira, que habla de María Elena en el obituario de Sol. La noticia me llevó a aquel día lechoso, gris de Buenos Aires, en medio de la primavera austral. Era, sin duda, un símbolo, ahí estaba, en medio de un gentío que respetaba su dolor, que era un dolor verdadero, físico, que le impedía, incluso, dar la mano, ser tocada; su cuerpo frágil presidido por una sonrisa que ahora ya no estará para siempre. Pero me decía anoche Julia Saltzman algo que es muy cierto con algunos personajes de la literatura: su escritura es tan potente, tan duradera, ha cruzado tantas generaciones, está en tantas memorias, que el fin no existe nunca para ellos.

Lo que dijo Eta: parte de lo mismo

Por: | 11 de enero de 2011

El comunicado de Eta tiene muchos aspectos formales que producen estremecimiento. La puesta en escena, el tono, las capuchas. Desde el punto de vista de lo que dicen, el estremecimiento se convierte en asco. La organización terrorista expresa en sus palabras lo que logra con las armas: chantajear. Consideran que son los garantes de la paz y de la libertad de Euskadi, y paran tan solo para ver cómo se porta el Estado; si el Estado no se porta bien, volverán a las armas, que ahora no entregan, o ni siquiera anuncian que podrían entregar. A no ser que el Estado se porte muy bien. Detrás de la decisión de hablar para expresar el tono del chantaje otra vez está la presión de sus ramas políticas, que quieren regresar en paz a las instituciones vascas. Han dado medio paso en la dirección de las bases que los apoyan, pero no han avanzado ni un milímetro en la dirección en la que está yendo la sociedad vasca, harta ya de ese chantaje que dura décadas y dispuesta, como es obvio en las calles y en las instituciones, a vivir otra vida que aquella que quiere marcar con su uña negra la organización terrorista emboscada en formalismos supuestamente revolucionarios. No debo negar que la apariencia de los etarras que presentaron el comunicado ha influido mucho en mi estado de ánimo; verles me dio un escalofrío. Otra vez, estos modos, metiendo miedo a los que les vieran. Les faltaron las pistolas sobre la mesa, los símbolos en los que basan las ideas que expresan. Si hubieran enviado su comunicado por fax o por correo electrónico, sin esa escenografía tan reiterada, probablemente hubieran introducido una novedad. Así me pareció todo parte de lo mismo.

Los cornetas del apocalipsis

Por: | 10 de enero de 2011

José María Izquierdo presenta esta tarde a las ocho en el Círculo de Bellas Artes de Madrid su libro Los cornetas del apocalipsis. Lo hace en un diálogo con Iñaki Gabilondo. Quiero recomendar el libro y la asistencia, si ustedes están en Madrid y quieren escuchar ese diálogo sobre un asunto que debe preocupar al periodismo, al que lo hace y al que lo consume, en este momento en España. El núcleo del libro, que trata de algunos comunicadores que han hecho de la desconsideración y el grito su modo de comunicar, es la pregunta por la salud del periodismo tal como se enseña: ¿hay sitio en el periodismo para el que insulta, para aquel que desprecia al otro hasta el punto de desear su aniquilamiento? ¿Hay sitio para aquel que, en el uso de un medio de comunicación, desprecia los datos, e incluso los datos de la historia, con tal de conformar una opinión cuanto más agresiva mejor, es decir, peor? Izquierdo hace ahora en este lado de elpais.com un blog en el que expone cada día ese griterío que proviene de una zona bastante densa de la extrema derecha mediática española. Algunos de los protagonistas de esa exposición diaria de Izquierdo aparecen en su libro. Los cornetas del apocalipsis no es tan solo la opinión de Izquierdo, que casi no está, sino la historia de esos personajes que se han apropiado de los micrófonos y de las columnas para convertirlas en armas despiadadas que no tienen en cuenta ni la realidad ni la estima que toda persona merece. Recomiendo el libro porque lleva a reflexionar sobre un momento delicado de la información. Un momento, por cierto, que dura ya demasiados momentos; ahora, por ejemplo, ese momento se prolonga en la red, donde el anonimato que ampara el insulto y la desconsideración hace imposible el diálogo sereno entre ciudadanos que, al no saber quien se dirige a ellos, encuentran imposible una respuesta confiada y serena. Pero de este asunto hemos hablado mucho aquí, aunque no lo hayamos hablado todo, naturalmente.

Un tesoro nacional

Por: | 08 de enero de 2011

Núria Espert es un tesoro nacional; una energía, una tradición cultural de respeto al texto, de creatividad y de potencia. El monólogo que pone en pie en la sala pequeña del teatro Español, en Madrid, es una lección de contención dramática; a partir de un texto preñado de metáforas, La violación de Lucrecia, de William Shakespeare, la actriz que hizo Yerma de Lorca o que hizo Las criadas de Genet edifica un personaje múltiple, es una mujer, es hombres, expresa ternura, indefensión, violencia, cobardía, se manifiesta sobre el amor, la muerte, el odio, explica los símbolos del tiempo, y todo lo hace cambiando los registros en décimas de segundo; alcanza los límites de la perfección dramática, y todo lo hace, como bien dice el director de la función, el joven Miguel Ángel del Arco, como si eso que es tan difícil no le costara esfuerzo alguno. Hay un solo secreto: la energía de su vocación, que la acompaña desde la niñez, y que la persigue en los escenarios como un don. El público aplaudió con un enorme entusiasmo. Le dije a los que tenía al lado que Núria es un tesoro nacional, alguien que transmite orgullo sin que ella misma no se dé importancia alguna, manteniendo siempre la sencillez con que se presentó una vez a una audición ante el maestro Josep Maria de Segarra y éste dice: "Aquesta noia te uns collons de caballo". No sé si estará bien dicho en catalán, pero esa fuerza que vio el dramaturgo está ahí, intacta, han pasado los tiempos, pero a ella no le ha pasado el tiempo de su entusiasmo.

 

 

Elías: no he leído aun tu libro sobre Julio Cortázar. Discúlpame. He estado en un trabajo que debo terminar urgentemente. Pero prometo hacerlo.

Times New Roman: Por sugerencia de mi compañero, y amigo, José María Izquierdo vuelvo a esta letra tan socorrida. Espero que les resulte legible a todos.

La vida, la ley, el tabaco y el tipo de letra

Por: | 07 de enero de 2011

Ahora me dirán si esta letra es mejor. Se aceptan propuestas sobre el tipo de letra. Es que ya estoy harto de la Times New Roman, y de vez en cuando, me gusta variar; esta es la Verdana. Pero hay otras en la memoria de este bicho. Como la Arial, que es esta. Ya me dirán (esta es la Terminal).

En cualquier caso, he aquí lo que quería apuntar hoy.

Soy muy sincero diciendo que no esperaba, en absoluto, la respuesta que obtuvo mi entrada de principios de año, cuando me congratulé de la puesta en marcha de la ley contra el tabaco. No tengo animadversión contra los fumadores, sino contra el humo del tabaco, que durante muchos años me ha perjudicado a mi y ha perjudicado a muchísimas personas, en España y en todo el mundo. Es cierto que las personas pueden hacer con su libertad y con su salud lo que estimen oportuno. El problema con el tabaco (como con la libertad ajena) es que afecta a la salud de segundos y de terceros, los que están con el fumador y los que, estando lejos del fumador, se someten a los efectos perniciosos de su consumo. Como afecta a segundos y terceros se legisla, para proteger a aquellos que no quieren ser perjudicados por el humo del tabaco. Mucha gente se ha manifestado a favor de esta norma legal que limita como han estimado oportuno los legisladores el uso del tabaco en la calle y en los lugares cerrados. El Estado está en su derecho de legislar en este y en otros supuestos de salud pública. Y la gente está en su derecho de protestar. La gente no está en su derecho de saltarse la ley, pues la ley está hecha para todos, y la esencia de la democracia reside en la obligación de asumir estas decisiones cuando el Parlamento las aprueba por mayoría. No me esperaba tampoco la violencia con la que en algunos locales se ha expresado esa protesta. No me lo esperaba. Imagino que son incidentes de primera hora, que en algún momento las cosas irán por los cauces del respeto democrático y que nadie considerará lesionados sus derechos porque se quieran preservar los derechos de los otros. En todo caso, invito a los que fuman y a los que no fuman a entrar ahora en los locales que antes eran abiertos a los humos. Ya sólo falta que limpien los bares que se resisten a quitar del suelo las cáscaras de gambas, las pipas de aceitunas, las servilletas usadas y otros detritus. Cuando eso pase también este país podrá decir que entra en otra época, al menos en otra época más limpia de los bares, lo cual sería una satisfacción para consumidores que entran a muchos de estos locales (y a sus servicios) como quien va arrastrado a una penitencia. 


Día de Reyes

Por: | 06 de enero de 2011

Un día especial, rasguño de las autobiografías. Siempre hay una muesca que te lleva a lo más hondo de la melancolía, a la alegría más física, más evidente, los niños riendo en la calle, la tierra expulsando el olor del agua, la certeza infantil sobre el rastro de los camellos, las preguntas sobre el origen de las fantasías que preceden al temblor de la noche de Reyes. Un hombre, mi padrino, dice: "¿Qué haces con ese zapato? Aquí no hay ninguna zapatería". Y el niño regresa por las veredas y por las huertas a la casa, con una certidumbre destrozada; el padrino la rompió a pedazos. O sea que los Reyes Magos no van por las casas, no me dejarán allí nada. Es imposible reproducir el instante exacto en que uno pierde la inocencia, que es también el momento en que empieza a diluirse la confianza en los otros; la inocencia tiene su edad, ahí se acaba, la frontera se ha roto, ahora todo es como lo ves, ya nada está escondido detrás de un misterio. Aquella costumbre de creer, y de pronto todo se rompe, ya dejaron de existir, en ese instante, las miradas secretas de los Reyes Magos. Fue así como se destruyó un instante que duró hasta entonces, el instante en que los niños creemos que existe una mano grande que va repartiendo regalos. ¿Y las comparaciones? La cruel comparación de la escuela: lo que me dejaron, lo que te dejaron. Los Reyes Magos eran la ilusión y luego la melancolía. Iban a llegar, ya llegaron, pero se olvidaron de tu casa, pasaron de largo, o tan solo dejaron higos secos, un coche de juguete, no hubo más, el zapato se quedó ahí, descalzo. El mejor regalo que tuve fue un coche de alambres que hizo mi hermano, un camión perfecto que se convirtió en la casa en el objeto más codiciado por los otros niños. Pero ya no eran los Reyes Magos, ya sabíamos que los Reyes Magos eran los padres, y que sólo traían, o te dejaban, lo que estaba a su alcance. Ahora he paseado por Madrid, por las calles abarrotadas de compradores, y yo mismo he comprado juguetes, objetos que han de ser hoy parte de la tradición; y en todas partes he buscado aquellos juguetes que ya no fabricará nadie porque se fabricaban sólo porque no había más remedio. Los coches de alambres, los trompos, la tierra mojada en la que jugábamos a los boliches (trompos: peonzas; boliches: canicas). La vida se va haciendo con la ruptura sucesiva de creencias que se basan en misterios. Pablo Neruda tiene una buena metáfora de las inocencias perdidas en su oda a las cosas rotas, las cosas que nadie rompe pero se rompieron. Hoy era el día de la inocencia, cuando ésta acababa. Muchos niños están viviendo hoy la alegría más genuina, más inocente de sus vidas. Por ahí se oyen esos ruidos, mezclados con el sonido insistente de los papeles rotos. 

Cosa de la familia

Por: | 05 de enero de 2011

Cambio de viento en Cuba, parece. Pero de eso no iba a hablar; iba a hablar de un extraño record, el de la permanencia de la familia Castro en el poder; el mayor de los Castro dirige los destinos de la isla desde el 1 de enero de 1959, ininterrumpidamente. Desde hace unos años su hermano lleva las riendas, al menos aparentemente, aunque atendiendo sin duda el aliento al parecer omnisciente del pariente de mayor edad. Es extraño, tanto tiempo creyendo imprescindible su propia opinión, sus propias decisiones, su propia estima sobre la hacienda pública y sobre las personas que la revolución puso a su mando. Es extraño, además, que durante años (y aún ahora, sin duda) a muchos nos pareciera bien, que consideráramos que, en aras de la revolución, era bueno que lo inaceptable entre nosotros (el gobierno omnímodo de un hombre sobre los demás hombres) nos resultara perfectamente adecuado para los cubanos; que nos pareciera bien acusar de reaccionarios a los que nos contradijeran en nuestra manera de verlo: el mejor gobierno de Cuba es aquel que conduce Fidel. Fuimos guevaristas, fuimos fidelistas, fuimos procubanos, en el sentido de que éramos procubanos de la Cuba mandada por Fidel; la otra Cuba era la Cuba que no estaba en Cuba, o que al menos no merecía estarlo. A lo largo de la historia ha habido quiebras en esas vocaciones, y algunos, ay, las hemos perdido. En un tiempo perderlas, quebrarlas, era signo de debilidad y de impureza; eso ha cambiado a lo largo del tiempo, no ha habido manera de aguantar ese pantano sin que se derramara el agua empozada que contenía. Pero esto ya es política, o ética. Yo hablaba de otra cosa, de esa extraña apropiación del poder por parte de un apellido, quería hablar del poder de una familia, o de un jefe de familia, para atribuirse el mando como algo propio. Y no sólo del poder político, grande, enorme, el poder sobre los otros. Ni siquiera en el poder chiquito conozco una tan larga permanencia al mando. No tengo en la memoria ninguna esfera de la vida en la que un solo hombre lleve durante más de medio siglo los destinos de una sociedad, de una tienda, de una firma, a lo largo de más de medio siglo sin otra interrupción que la que él mismo administrara. Dudo que aquellos logros que muchos de nosotros defendimos a favor de la Cuba de los Castro (la educación, la medicina, etcétera) sirvan como datos suficientes para recordar ya como positivo tan largo periodo, pero todo este tiempo quizá sirva, me parece, para anotar a favor de esta familia un record mundial. Es triste que tanta historia se traduzca tan solo en un record, pero así son las cosas, a lo mejor lo que en algún momento se propuso Fidel fue cumplir años en el poder para poder exhibir un día el dudoso record que ahora ostenta. 53 años mandando. No está mal, estando, por cierto, bastante mal.  

Sigfrido y la época

Por: | 04 de enero de 2011

Hoy publica Boris Izaguirre en EL PAÍS una hermosa despedida del artista Sigfrido Martín Begué, fallecido el 1 de enero a los 51 años en Madrid. Sigfrido era catedrático, diseñador, pintor, arquitecto, era un hombre apasionado por la música y parecía estar predestinado a la que fue una de sus grandes pasiones, la ópera, en la que trabajó hasta el final abrupto de su vida, tan joven. Era un muchacho dotado de una enorme energía; cuando lo conocí desbordaba entusiasmo y conocimiento; desde la mañana a la mañana, vencía todas las resistencias del tiempo, y siempre estaba proyectando algo para el minuto siguiente, invencible hasta que le vino el vencimiento tremendo de la muerte. Boris relata esos tiempos, que han durado hasta ahora mismo, en que Sigfrido era un faro de la noche de Madrid, de La Movida, y siguió iluminando después de ese fenómeno que duró menos, aunque con muchísima intensidad, que lo que ahora dice la leyenda. La presencia de Sigfrido, como señala hoy Izaguirre en su espléndido apunte, era garantía siempre de idea y de ocurrencia, sucesivamente; era una persona extremadamente culta, así que su conversación estaba poseída por la urgencia pero también por la reflexión derivada del conocimiento deglutido en la lectura, su otra pasión. Aquellos tiempos, a los que ahora alude Boris con conocimiento de causa y también con devoción, estuvieron marcados por un sentimiento de compañía y de solidaridad, de generosidad entre artistas que buscaban juntos abrir caminos nuevos y a veces revolucionarios para un país que despertaba a una novedad a la que contribuyó con energía y con una generosidad que fue real, que no es leyenda. Y en ese entramado de personas que hicieron que aquel tiempo fuera inolvidable, Sigfrido, como dice Boris, resulta verdaderamente esencial. Personas como él hacían mejor no sólo la noche, que tuvo momentos espectaculares en ese tiempo, sino la vida, que no siempre discurrió como hubiéramos soñado.

El País

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