Mira que te lo tengo dicho

Sobre el blog

¿Qué podemos esperar de la cultura? ¿Y qué de quienes la hacen? Los hechos y los protagonistas. La intimidad de los creadores y la plaza en la que se encuentran.

Sobre el autor

Juan Cruz

es periodista y escritor. Su blog Mira que te lo tengo dicho ha estado colgado desde 2006 en elpais.com y aparece ahora en la web de cultura de El País. En cultura ha desarrollado gran parte de su trabajo en El País. Sobre esa experiencia escribió un libro, Una memoria de El País y sobre su trabajo como editor publicó Egos revueltos, una memoria personal de la vida literaria, que fue Premio Comillas de Memorias de la editorial Tusquets. Otros libros suyos son Ojalá octubre y La foto de los suecos. Sobre periodismo escribió Periodismo. ¿vale la pena vivir para este oficio?. Sus últimos libros son Viaje al corazón del fútbol, sobre el Barça de Pep Guardiola, y Contra el insulto, sobre la costumbre de insultar que domina hoy en el periodismo y en muchos sectores de la vida pública española. Nació en Tenerife en 1948.

Eskup

Domingo Pérez Minik. Una luz en la isla

Por: | 16 de marzo de 2011

Dice Manuel Morales hoy en elpais.com que Domingo Pérez Minik era un sabio cosmopolita. Autodidacta, desde Tenerife irradió una luz universal, en sus críticas literarias o teatrales, en sus libros y en su conversación diáfana, curiosa y entusiasta. Tuvo muchos amigos, muchísimos, en Canarias y fuera de las islas, desde la época en que se radicó en Tenerife la pasión surrealista, que compartió (a regañadientes a veces, pues él no era realmente un surrealista) con sus compañeros José Arozena, Pedro García y Eduardo Westerdahl; este último fue el motor de aquella generación que dio de sí la legendaria revista gaceta de arte. Un grupo de las personas que lo conocieron y admiraron su actitud y su carácter, además de su magisterio, intervienen en la película Una luz en la isla, que se presenta esta tarde a las ocho en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, con la intervención del director del documental, Miguel García Morales, un joven cineasta tinerfeño, Fernando Delgado, periodista y amigo de don Domingo, y Emilio Lledó, que trató al maestro cuando él fue catedrático de Historia de la Filosofía en La Laguna. Los que quieran saber de la huella de este sabio cosmopolita pueden ir esta tarde al cine del Círculo.

Algo va mal

Por: | 15 de marzo de 2011

Muchas veces los actos públicos son cáscaras vacías. Y hay excepciones. Estuve en una, en la Fundación Mapfre de Madrid; hablaban el poeta Luis García Montero, Mercedes Cabrera, ex ministra de Educación, historiadora, y José Andrés Rojo, periodista y poeta; el asunto era Toni Judt, el historiador británico que acaba de fallecer a los 62 años, después de una enfermedad cruel que le postró pero que no fue capaz de doblegar ni su memoria ni su ímpetu intelectual. El acto se celebraba para profundizar en su obra, pero fue inevitable que se hablara de su vida, de sus orígenes judíos, de su decisión de regresar de Israel a Europa para tratar de entender este continente, a cuya posguerra dedicó un libro célebre y también imprescindible, y de esa lucha contra la enfermedad, de cuyas aristas más difíciles lo alivió la memoria. En ese tiempo de su postración escribió, por ejemplo, Algo va mal, ese libro cuyo título no es sólo una constatación sino una premonición de cómo han de ir aún las cosas. La tarde en que se hablaba de ese libro en aquel marco sobre todos nosotros persistia una bruma, la de Japón, que se fue agravando a medida que pasaron las horas; algo va mal allí, muy mal, y algo va mal en todas partes; la sociedad se ha hecho, como avisó Judt en todos sus libros, cada vez más insolidaria y menos comunal, o comunicativa; el egoísmo marca los gestos de los hombres, las sociedades y los países; y cada vez es menos frecuente encontrar ideales porque el sendero de las ideologías se ha convertido en un semillero de compromisos fugaces entre los cuales el más notable es el de la economía, que lo enmarca todo y que lo encharca todo porque pone en la gloria lo banal, lo que se va, y lo ha hecho tan útil como atosigante. De eso hablaron los tres escritores en cada uno de los parlamentos en que consistió el coloquio, cuyo corolario público no pude seguir, porque el tiempo se me hizo escaso. En un momento de su vida tan abruptamente interrumpida, Judt decidió aprender checo; de ahí, dijo Rojo, aprendió la duda, la incertidumbre cultural, la facultad de reírse de sí mismo; y aprendió a entender el pasado y el porvenir de Europa, explicó Mercedes Cabrera; y, además, aprendió a desconfiar de los nacionalismos y de otras identidades que en un momento determinado convirtieron Europa en un infierno, vino a decir García Montero... En una época en que se dibuja el réquiem por los intelectuales, dijo la historiadora, es bueno rendir reverencia a un intelectual como este, de raíces difusas y de pensamiento diverso, preocupado por la identidad del hombre pero también por el compromiso de éste con la comunidad... Saltaron nombres (Camus, Levi, Said, Koestler...) y conceptos (independencia, conciencia, antitotalitarismo, ideologías, revolución... "Fuimos una generación revolucionaria; lástima que nos perdimos la revolución", dijo Judt), y en general flotó en el ambiente esa sensación de que los que hablaban (y los que escuchábamos) necesitábamos precisamente entonces, y para siempre sin duda, las palabras de los que ya no están pero van dejando como una extraña luz que los distingue en la sombra que vivimos. Me fui de allí con esa sensación, que merecía la pena escuchar para leer, y para leer por dentro lo que ya Judt vio que nos sucedía y que nos sucedería.  

Japón

Por: | 14 de marzo de 2011

Vivimos ahora la incertidumbre de Japón, que se convierte en una desgracia mundial. Japón, capital mundial de la desgracia, escuché esta mañana. Escuché también elogios a la capacidad de sufrimiento y de organización en medio del sufrimiento de ese pueblo. El accidente nuclear que ha venido aparejado a la tremenda consecuencia del seísmo y del tsunami convierte ahora el debate sobre ese tipo de energía en un endiablado conflicto que no se liquidará tan solo con las seguridades científicas acerca del control que se establece sobre los peligros que entrañan estas centrales. Japón saldrá de su atolladero, pues tiene fuerzas para hacerlo, y además cuenta con la tradición del éxito en sus empeños desde abismos aún mayores, o similares en la grandeza de su tragedia. Pero el daño que se supone irreversible, el de las fugas nucleares, tendrá mucho menos remedio; es un daño de consecuencias universales, que pone en cuestión uno de los tópicos que se han abierto en nuestra época: que el riesgo está controlado, que todo hace daño, que nada es seguro. La vida está marcada por la incertidumbre, es cierto; nada se salva de la incertidumbre, pero el hombre tiene derecho a preferir energías alternativas cuyos riesgos son mucho más manejables y en todo caso menores. El hombre tiene derecho a preferirlo y por tanto tiene derecho a decirlo. Se ha avanzado demasiado ya en la organización nuclear de la energía, es difícil volver atrás, eso está claro, pero ahora hay muchísimos ciudadanos que deploran que se haya avanzado tanto.  

Joaquín Ibarz

Por: | 13 de marzo de 2011

Ha muerto Joaquín Ibarz, corresponsal y enviado especial de La Vanguardia en América Latina, con sede principal en México. Maite Rico y Pablo Ordaz escriben hoy acerca de él en El País. No le conocí mucho, le vi pocas veces, en América, en España. Le leí muchísimo en su periódico. De él conocía su exhaustivo amor por este oficio, su competitividad sana, que le llevaba a tener el don de la ubicuidad que provenía de una curiosidad generosa. Era el perfecto corresponsal, el enviado especial minucioso, que se enteraba de todo en nombre de sus lectores; y luego elegía los datos, las impresiones, también en nombre de los lectores. Ibarz es miembro de esa tribu de la que Manu Leguineche es el jefe de filas: el que jamás cesa en su oficio mientras está despierto, el enviado especial permanente. Esa manera de ser ha hecho que este sea un oficio legendario, y la leyenda se basa tan solo en la única realidad posible: sólo se es buen periodista si quieres serlo a todas horas. E Ibarz era un periodista a todas las horas en que estuvo despierta. Su capacidad de trabajo lleva a pensar que jamás tuvo mucho sueño, pero sí muchísimos sueños.

La entrevista indeseada

Por: | 12 de marzo de 2011

El 12 de marzo de 2004, cuando la versión oficial sobre los atentados del 11M era totalmente favorable a la tesis de que ETA había cometido esa barbaridad, el corresponsal de TVE en Washington consiguió un documento muy importante que advertía al gobierno español de que no había que reducir tanto el espectro de las sospechas. Ese documento era una entrevista, de más de 10 minutos de duración, con George W. Bush y su esposa; el Presidente de Estados Unidos, concedió esta entrevista en la embajada española, y la embajada luego la transcribió. Esa transcripción está en la red, en esta dirección:

http://georgewbush-whitehouse.archives.gov/news/releases/2004/03/20040312-7.html

Televisión Española, cuyos informativos entonces dirigía el renombrado Alfredo Urdaci, emitió poco más de un minuto de este documento. En las memorias que acaba de publicar el entonces embajador de España en Washington, Javier Rupérez, el diplomática se extraña de que TVE renunciara a dar íntegra la entrevista. Al corresponsal también le resultó extraño. Siete años después ya no resulta raro nada.  

La maldad a secas/ 2

Por: | 11 de marzo de 2011

Los que han agitado la mentira de la conexión etarra en el atentado terrorista que causó la matanza del 11 M, hace ahora siete años, han aprovechado este nuevo aniversario, el séptimo, para destapar (para seguir destapando, en realidad, pues no han parado desde entonces) la tesis que entonces enmarcaron y que les ha seguido sirviendo para sus portadas extemporáneas y para sus columnas desvergonzadas. Ahí están, haciendo lo que ellos llaman periodismo, acusando a los políticos y a los periodistas y a los jueces que les contradicen, esgrimiendo sus argumentos mellados para hacer de la teoría de la conspiración un elemento más de la difícil convivencia española. En el sentido más literal del término, no tienen vergüenza, no se han parado en duda alguna, han tenido desde el primer día la certeza de que este hueso les favorece, pues esgrimiéndolo reactivan el ánimo que causó en este país aquel drama horrendo. Hacen portadas, editoriales, programas especiales, interrumpen la historia para sentirse singulares y únicos, esparcen una verdad que ellos saben que es mentira, pero les beneficia esta manipulación incesante. ¿Qué hay detrás? ¿Periodismo? Detrás hay maldad, burla, deseo de sobresalir haciendo lo contrario de lo cierto, que siempre ha sido un buen alimento para los que no tienen respeto por la historia y por tanto tratan de hacerla a su manera. Maldad a secas, ciertamente, a partir de un drama cuyo olvido es imposible, y que, como todo recuerdo tan difícil, merece el respeto que esta gente no muestra.

La maldad, a secas

Por: | 10 de marzo de 2011

Entre los comentaristas españoles hay algunos que hacen de la maldad el señuelo, o la seña de identidad, de su inteligencia. Cometen juegos de palabras a favor de su casa, ensuciando la casa ajena, burlándose de la enfermedad e incluso de las consecuencias más perversas de la enfermedad, que desean aún peores para sus adversarios o enemigos. Es, en realidad, no sólo la seña de identidad del mal gusto, expresada muchas veces anónimamente, sino la explicación pública de una mezquindad que les convierte en muñecos de sí mismos. Hoy comenta David Trueba en EL PAÍS el trato que algunos medios han dado, por ejemplo, a la enfermedad de Rubalcaba, que desde hace algunos días es motivo de noticias periódicas; algunas de las expresiones que hemos leído van más allá del insulto, son la expresión de un deseo que califica al que lo manifiesta. Esta degradación del lenguaje público en nombre de la gracieta y del chiste es la evidencia de una maldad que avergüenza incluso al que la perpetra; acaso por ello proliferan, aquí y en tantas partes, tantos nicks vergonzantes, tantos anónimos que no se atreven a decir su nombre precisamente porque hasta su nombre se avergonzaría de su apestosa grafía.

Como en Berna, pero ganando

Por: | 09 de marzo de 2011

Soy del Barça desde que era un niño; la primera impresión externa que azotó mi adolescencia fue la derrota del equipo en Berna, en la final de la Copa de Europa ante el Benfica, en 1963. Perdió el Barça, por tres goles a dos, después de un partido accidentadísimo que se jugó, como ocurría entonces, cuando aún había luz natural. Estuve lamentando esa derrota durante algunos días, y la vergüenza que produjo en mi ese fracaso futbolístico me hundió la moral hasta límites que hasta entonces no había conocido. Anoche pudo pasar una tragedia similar, pero tantos años después. ¿Qué tiene el fútbol que nos hace conservar esos sentimientos de pasión, derrota y victoria sucesivamente, y siempre con la misma intensidad con que uno lo vivió el primer día? Anoche pudo ocurrir perfectamente lo mismo que pasó en Berna: un equipo que se defiende bien, y que tiene como aliados la suerte e incluso la paciencia tozuda de atrincherarse, y delante hay un conjunto que trata de abrir espacios, lo logra finalmente, y en un momento determinado cae en el pozo de su propia mala suerte, agigantada por ese cabezazo inadecuado de uno de sus mejores futbolistas. Se heló el campo y nos helamos nosotros, los que lo veíamos en casa y tenemos esa pasión que dura desde la adolescencia; cuando acababa el partido y el resultado era próspero, se rozó otra vez el drama, y fue Mascheranno, que acabó cojo en ese lance precisamente, quien salvó a Valdés de un nuevo gol que hubiera sido decepcionante y decisivo. Finalmente, el Barça se salvó, tras un partido que ahora recordaremos como se recuerdan, en este plano de la vida, las gestas heroicas alimentadas por un sentimiento del que quizá los futbolistas no son conscientes, pero que resulta de las metáforas que desata ese deporte: todo el conjunto parecía batallar para que Busquets no lamentara toda su vida aquel cabezazo voluntario pero erróneo que dejó a Valdés (y al equipo) sumido en los abismos de la derrota. Cuando acabó el partido me llamó Manuel Vicent, el escritor mediterráneo, que a mediodía me había dicho que era del Valencia, del Villarreal y del Barça, por ese orden, y que anoche era del Barça en primer lugar. "¿Por qué ha de ser siempre el Barça un equipo al borde del drama?" Entonces no le respondí, me fui a escribir; pero ahora lo digo, es porque tiene instalado en el alma el espíritu de Berna. Lo que pasó es que anoche fue al revés, ganó la eliminitaria, pero nos dio un espectáculo parecido, de lucha y de patetismo. Hasta que celebraron el pitido final del controvertido árbitro y respiramos como si hubiéramos ganado, todos, la victoria del año. Vendrán más partidos así, pero lo que tiene el fútbol es que siempre parece que vamos a vivir una pasión nueva y definitiva. Es lo bueno del fútbol, por cierto, que lo de siempre es siempre una novedad. 

Santo y la maldad

Por: | 07 de marzo de 2011

[Antes, una fe de errores. En la entrevista que publiqué ayer en elpais.com con el editor Peter Mayer se deslizaron muchos errores y muchas erratas que algunos lectores pusieron de manifiesto. Ayer ya pedí disculpas por ello. Fue mi responsabilidad. Tenía que haber enviado una copia corregida de la entrevista completa para ser publicada en la versión digital. Pero envié la copia equivocada. Esta mañana he corregido esa versión, que ahora podrán ver ustedes en elpais.com, espero que ya mucho más legible. Lo lamento mucho, y pido de nuevo mis disculpas a los lectores que se sintieron heridos por estas incorrecciones].

El ser humano se compone, quizá a partes iguales, de santidad y de maldad; lo que decía Emilio Lledó: dentro de todo sí hay un pequeño no, y dentro de todo no hay un pequeño sí. Somos buenos y malos, aunque ambos lados de la naturaleza no se manifiesten simultáneamente, y quién sabe. Además, creemos hacer el bien cuando estamos haciendo el mal, o creemos que somos buenos cuando somos en realidad rematadamente malos. La virtud es una pulsión, igual que es una pulsión la maldad, e igual que es una pulsión, menos frecuente, el arrepentimiento. La vida nos va llevando a un lado o al otro, y generalmente al malvado no le parece que lo esté siendo, igual que el virtuoso no está tan seguro de serlo. El asunto es complejo porque el asunto es la vida misma. Anoche vi en el Teatro Español de Madrid una obra de teatro (dividida en tres cuadros, de tres autores diferentes) sobre este asunto tan espinoso, tan duro y tan complejo, que marca nuestra vida para bien y para mal, y además absolutamente. La obra tiene tres autores (Ignacio García May, Ignacio del Moral, Ernesto Caballero), la dirige Ernesto Caballero, y la interpretan, en la sala pequeña de dicho teatro, Aitana Sánchez-Gijón, José Luis Esteban, Esther Acevedo y Borja Luna. Los cuatro hacen distintos personajes (una monja, una santa, una prisionera que es filósofa, santa y reclusa judía; un cura, un hombre sometido a la maldad, un oficial nazi; una mujer, una figura, una reclusa; un hombre, una figura, un recluso) en una sucesión incesante de historias, decorados y situaciones, todas las cuales tienen que ver con esa frontera tenue que hay entre el sueño y la pesadilla y también entre la aspiración de la virtud y la tremenda realidad de la maldad. La obra se titula Santo, el decorado está presidido por una enorme fotografía de un cordero que se presta ya al sacrificio, y el escenario, al que asistimos los espectadores como si formáramos parte de la trama, se transforma sin solución de continuidad en una celda llena de chinches en un valle suramericano, en el cuarto de un hotel de lujo en el que el sadismo alcanza los límites de la humillación completa, en una celda monástica que es a la vez el lugar donde se ejecuta sin freno la maldad nazi... El asunto está ahí, como un escalofrío, casi siempre, aunque alguna vez se asome algún abrazo; los actores (y por la envergadura de su trabajo citemos en primer término a Aitana Sánchez-Gijón y a José Luis Esteban) han adecuado su expresión, con una ductilidad ejemplar, a cada uno de los momentos de ese proceso que va de la bondad a la maldad, de la santidad virtuosa a la maquinación de la que es capaz el cinismo. Sale uno del teatro, hora y media hora después del inicio, como si hubiera vivido en la carcasa de un apólogo, envuelto en la ceniza del desastre, pero también animado por la evidencia de lo que puede ser santo y puro. ¿Hay un término medio? Quizá. Por la calle entré en una librería nueva, que han abierto en las inmediaciones, estuve ojeando libros viejos y nuevos; vi que algunos bares de mi juventud ya no existían, escuché voces extranjeras, voces más cercanas, estuve caminando bajo el frío de la noche de Madrid, como un personaje de los que había contemplado en el teatro, consciente de la dualidad que habita en nosotros, obligado por la experiencia de la vida a sentir que, en efecto, dentro de nosotros alienta una pulsión que aspira a la nobleza pero otra nos arrastra, nos arrastra a todos, a sentir que el mal también acecha. Uno de los autores, Ignacio del Moral, dice hablando de su parte en la obra (que yo siento como una unidad): "¿Puede ser el bien uno de los disfraces del mal? Dicho de otro modo, ¿puede la santidad ser la otra cara de la maldad? Sobre esos temas habla, sin ánimo de pontificar, Mientras Dios duerme [el primer tramo de la obra]. Que ustedes lo disfruten". Lo disfrutamos, si se puede decir así, y como uno es dos partes de la misma ecuación una de esas dos secciones en que se divide el alma quedó, me parece, profundamente conmovida. 

Juan Cueto contra la simpleza

Por: | 05 de marzo de 2011

Va En este país que está entre profidén y el grito escuchar --leer-- a Juan Cueto resulta un reconstituyente; aunque ya no escriba columnas, sigue siendo uno de los mejores pensadores españoles cuya tribuna ha estado instalada durante decenios en la prensa, y en concreto en el diario EL PAÍS.

El periódico publica hoy en Babelia una interesantísima entrevista que le ha hecho Fietta Jarque con motivo de la aparición del libro Cuando Madrid hizo pop. De la posmodernidad a la globalización, publicado por Trea y compilado por el joven escritor y periodista Miguel Barrero. Ya he tenido ocasión, aquí y en la edición digital de EL PAÍS, de hablar de esta edición, y de su presentación, realizada por Manuel Vicent, en el Museo Evaristo Valle, a dos pasos de donde vive Juan en Gijón.

Ahora esta entrevista subraya algunos de los aspectos que hacen imprescindibles, para el lector de hoy, para el lector de periódicos y para el lector de la vida, las opiniones de Cueto. Durante años generó en nosotros, los que le hemos seguido en la prensa y en la vida, la sensación de que siempre nos iba a mostrar una esquina nueva, una energía distinta, un sendero que nos hiciera caminar por fuera de las sendas trilladas. Su mirada (una mirada distraída, como le gusta decir) ha tenido siempre la virtud de convertirse, con el tiempo, en la mirada natural, a veces para tachar y a veces para subrayar lo que está ocurriendo, las tendencias que vienen y se quedan, o aquellas que vienen y se diluyen como se diluyen las olas violentas en arenas más sabias.

Siempre ha estado contra lo simple, y también contra lo simple disfrazado de llano; ha preferido la complejidad, se ha enfrentado a lo progre que se retrogusta, y se ha enfrentado a lo supuestamente grandioso y verdaderamente vacío.

En esta época del famoseo a ultranza, en el que glamour equivale a pensamiento, en que 140 vale más que 1140, o al menos se difunde más y se requiere más, Cueto vuelve a apostar por la complejidad, y lo dice con la lucidez que ahora se concentra en este libro que es el resumen de una mirada distraidísima, dicho sea en el sentido que él le da al ahora muy conocido sintagma.

Dice Cueto en la entrevista con Fietta Jarque, advirtiendo sobre la rapidez con la que el ciudadano desenfunda su opinión como si usara un estilete: "Ahora vivimos una tiranía del ´opine usted`. El problema del periodismo es que cada vez hay menos sitio para respuestas complejas. Es decir, que todo el periódico esté basado en unas respuestas de 140 caracteres empieza a ser un disparate. No hay tiempo para analizar en tan poco espacio. Falta el análisis. En definitiva, una columna de opinión es coger un tema y exprimirlo hasta llegar al meollo del asunto. Al drambuie, como dicen los que le gusta el whisky. El drambuie de las columnas debe remitirte a algo más serio. Y de ahí la importancia de los intelectuales. No vale con la noticia en sí".

Estamos en la era del descrédito, del opine usted para oponer, a la opinión ajena, la desautorización del exabrupto, dicho, además, con la ligereza del insulto, la descalificación o el váyase usted a paseo que a mi me viene muy bien estar gritando aquí desde este seudónimo... Lo vemos en las tribunas de radio o televisión, lo vemos también en estas privilegiadas mansardas de la comunicación que son los nuevos medios digitales, que deberían ser púlpitos del debate y sin embargo están siendo cada vez más balcones para el insulto mutuo sobre la base de que lo que aquel ha dicho al otro no le gusta, y como me gusta te lo digo sin decir quién soy, a ver si lo adivinas.

La reflexión de Cueto, la que contiene el libro, la que hay en esta interesante entrevista que le hace hoy Fietta Jarque, abre la puerta para muchas reflexiones. Es como si, como en los viejos tiempos, cuando le llamaba los sábados para saber qué pensaba de la vida, hoy hubiera vuelto Juan Cueto a decirme, con su rapidez legendaria, por dónde iban y venían los vientos.

Ahora no escribe columnas; está ese libro suyo, que es como una enciclopedia de su pensamiento, y está él, claro, diciendo estas cosas que me permito subrayar este sábado en el que parece que empieza a remitir el frío. Acaso sea porque ha llamado Juan Cueto.

El País

EDICIONES EL PAIS, S.L. - Miguel Yuste 40 – 28037 – Madrid [España] | Aviso Legal