Homenaje a la maestra

Por: | 11 de abril de 2011

De todos los homenajes que se merece Josefina Aldecoa el  que le hubiera emocionado más, el más justo, el que tiene que ver más hondamente con su personalidad, es el que le dedican esta tarde en el Círculo de Bellas Artes de Madrid los padres de los alumnos que estudiaron bajo su batuta firme y dulce a la vez. Ella fue una maestra, sobre todo; escribió libros muy bellos, enraizados en la melancolía de las pérdidas que la vida le mostró, ahondó en la figura de su marido Ignacio Aldecoa, cuya muerte temprana la dejó en el gran desconsuelo de la soledad, y cuidó de su hija, Susana, hasta que ésta cuidó de ella, con devoción y desvelo, hasta el último instante, en Mazcuerras, Cantabria. En todo momento, esta mujer delicada y elegante, a veces hasta demasiado delicada y demasiado elegante, demasiado cuidadosa de todos los detalles, obsesiva en su cuidado de las relaciones con los otros, fue una maestra; su preocupación por los alumnos y por el colegio, por lo que aprendían y por cómo lo aprendían, está en la tradición de las mejores escuelas españolas del siglo XX. Muchos jóvenes madrileños se beneficiaron de esa pasión por enseñar que era, a la vez, pasión por aprender, una herencia del siglo XIX que le tuvo a ella como una de las felices continuadoras. Esta tarde hay ocasión de reivindicar esa trayectoria, y siempre habrá sitio en la memoria para recordar a esta mujer noble que miraba como si jamás se fuera a perder de vista el horizonte al que ella iba con sus ojos bellos.

Hay 14 Comentarios

Juan querido: ¡Qué bonito! Gracias, Angeles

A veces tengo "prontos" con los libros. He vuelto al post, porque me ha vuelto a la cabeza la imagen de Josefina Aldecoa, y he buscado en la estantería un libro que me acompaña: "Historia de una maestra". Lo he abierto al azar por una página cualquiera y voy a copiar el fragmento sobre el que he posado la vista inicialmente:

"En febrero las lluvias arrasaron la escuela. El techo de nipa falló a pesar de su inclinación, a pesar del amplio alero que protegía una zona alrededor del edificio. El agua se filtró con violencia a través de las fibras vegetales y su impetuoso fragor me impedía oír nuestras propias voces. Una tabla mal ajustada se vino abajo y arrastró toda la estructura del tejado. Los niños no tenían miedo. Me miraban con sus grandes ojos risueños y trataban de ayudarme a recoger mis papeles mojados, los objetos que la riada arrastraba dentro de la clase. "Lluvia, lluvia" repetían entusiasmados de su conocimiento de mi idioma."

Sirva como homenaje para ellas y para todos los maestros y maestras que, en estos momentos, están alfabetizando el mundo en circunstancias muy similares a las que se describen en este párrafo.

Como siempre me entero tarde de casi todo. Me enteré de la existencia de una maestra llamada Josefina Aldecoa que, además, escribía bellos libros, cuando murió y en todas las fotos que vi, le vi ojos y mirada delicadas y un aspecto por demás elegante.
Aunque sin conocerla, lamenté la muerte de una maestra que, más que la tradición del S XIX creo que arrastraba -como desgraciadamente ya poca gente más- la tradición republicana que, en educación, fue un privilegio que, inexplicablemente, nos negamos a resucitar.
Pero quería detenerme en algo que usted dice: "la melancolía de la pérdida". Porque más allá de las pérdidas fatales, los maestros sufrimos cada fin de año la pena de la pérdida: de esos alumnos que igual seguiremos viendo o no, pero que sea como fuere se alejan de nosostros. Sabemos que ya no seremos su referencia cotidiana ni ellos la nuestra; y todos los fines de año nos queda una pequeña herida.
Bibiana Fernández Simajovich

PD: De haberme enterado antes hubiera ido a ese homenaje

Hermosas, y merecidas, palabras dedicadas a una maestra. Gracias, de parte de un maestro.

Un dia en esas cenas a las que se van después de un Congreso, recuerdo que un catedrático de una Universidad, dijo que no se había agradecido nunca la tarea de una maestra, en las condiciones de una postguerra. Recordé a Josefina Aldecoa, porque era la única que me venía a la mente. Pero hay miles no reconocidas a las que llevaron a lejanos pueblos, y a las que nunca se recordaron.
Creo que tuve suerte con los profesores que me han tocado, desde niña , la Universidad y los que conpletan la formación cuando aún estás verde. Aqui 1º las monjas, recuerdo algunas que casualmente se salieron de monjas, los del Instituto, teníamos a varios , que precisamente los enviaban lejos por no ser muy del régimen. Otros porque me fueron despertando la curiosidad por aprender, aprendí muchas cosas que luego amplié en La Universidad de La Laguna, porque aqui no teníamos Universidad.
En La Laguna me enseñaron a amar el Arte, la Filosofía, eran tiempos revueltos en los que me impliqué, pero estudié y amé Medieval, tb influyó ese profesor que además nos lo imaginábamos con su armadura.
Supongo que ellos tampoco olvidarían aquellos alumnos, porque llegaban muy jóvenes para alcanzar otra plaza y se iban con nostalgia, la misma que puedo tener ahora al recordarlos , y pienso en algunos que ya no están, pero nos dejaron su sello.
También pienso en quien ocupa sillón en la RAE con Pérez Reverte, por ser antónimos. Pero si quiero dejar un recuerdo especial a D. Benito, Rector de la Universidad elegido por el alumnado, creo que fue un caso único, el nos protegía de los grises cuando querían entrar en el recinto.

MAESTRO CRUZ
Si la derecha y los fachas nos tiene que dar clases sobre el liberalismo, sector arruinar al mundo, mejor apaga y vamonos.El P.P.sector liberal ,Aguirre y su faldero González se dicen liberales (dan miedo, pregunten que sanidad liberal están implementando en Madrid).
Saludos Paco

Me parece bien que se recuerde a Josefina Aldecoa, estupenda mujer de espíritu liberal -lo que ustedes, como la caverna catolicona, odian-, ilustrada y humanista. Sólo una precisión: su fundamento nada tiene que ver con el siglo XIX, sino precisamente con el rompimiento de éste: levemente krausista, profundamente humanista y, sobre todo, liberal e ilustrado. Es decir, todo lo contrario de lo que representa actualmente la Falange Franquista -uy, perdón, el PSOE- y ZP.

Estudié en colegio nacional, público en los 70. Mis maestras, más que a Josefina Aldecoa, se parecían a la señora que llevaba un crucifijo gigante en la manifestación contra ETA y contra ZP.
No he podido llevar a mis hijos ni al Estilo, ni al Estudio, por falta de flus, pero sí a un colegio público laico, gracias a Dios, y a ZP.

En un mundo como en el que vivimos ahora, es necesaria esa pasión por acercarse a los alumnos, son tiempos distintos pero puedo imaginar que la técnica del maestro no ha debido de cambiar demasiado desde entonces hasta ahora. Yo también tuve un profesor de ciencias naturales que pertenecía a esa escuela de maestros de carácter delicado y espléndidos en la conversación en la que convertían su clase de ciencias en un lugar de remanso, gracias a él tomé la decisión de dedicarme desde un punto filosófico a la concepción de la vida a través de la naturaleza. Son personas como Josefina que arrastrando una tradición en el método consiguen lo que a veces parece imposible con el alumnado, consiguen que se adentren por si mismos hacia el eterno abismo de la comprensión, es un placer hacer honor hoy a Josefina y a esa persona que representaba su carácter, su interés por el aprendizaje, su interés por la enseñanza.

Es curioso que sean los padres de los alumnos los que brinden este homenaje y no los alumnos mismos.

En cualquier caso, como dice Graviela, qué envidia haber tenido la oportunidad de ir a un colegio dirigido por Josefina Aldecoa. La enseñanza religiosa que he tenido que desaprender no me sirvió nunca para nada más que para vivir angustiado y con temor.

También me resulta extraño que en pleno nacional catolicismo pudiera desenvolverse aunque imagino que el franquismo necesitaba válvulas de escape para que la olla no estallara.

Un saludo y gracias por tu hermoso post.

Bartolomé.

Qué envidia de maestra. Josefina es la meestra que se sueña. Qué envidia haber sido de sus alumnos. Impagable es tener maestros que te quieren. Se les nota en la forma en que te enseñan. No olvidaré nunca a los míos ni la mirada de Josefina Aldecoa.

Nunca hasta ahora he querido parecerme a nadie, pero al leer este retrato he tenido ese sentimiento por primera vez.

Yo tuve un excelente maestro. De filosofía, en COU. Nos abrió el apetito por la materia y consiguió que los resultados más altos de mi clase en la selectividad los consiguiésemos en su asignatura. Recuerdo su manera de dar clase, dialogando y planteando las mismas preguntas que en su día se plantearon los filósofos. Salvo en los exámenes en que "ensayábamos" la selectividad, el resto eran con apuntes y el libro en la mano. No servía de nada "saberse" la materia, había que pensarla.

Qué maravilla de sensación. Buenos días.

Yo tuve una maestra formidable. La tengo grabada. Hasta mi familia llegó. Todos la queremos.

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¿Qué podemos esperar de la cultura? ¿Y qué de quienes la hacen? Los hechos y los protagonistas. La intimidad de los creadores y la plaza en la que se encuentran.

Sobre el autor

Juan Cruz

es periodista y escritor. Su blog Mira que te lo tengo dicho ha estado colgado desde 2006 en elpais.com y aparece ahora en la web de cultura de El País. En cultura ha desarrollado gran parte de su trabajo en El País. Sobre esa experiencia escribió un libro, Una memoria de El País y sobre su trabajo como editor publicó Egos revueltos, una memoria personal de la vida literaria, que fue Premio Comillas de Memorias de la editorial Tusquets. Otros libros suyos son Ojalá octubre y La foto de los suecos. Sobre periodismo escribió Periodismo. ¿vale la pena vivir para este oficio?. Sus últimos libros son Viaje al corazón del fútbol, sobre el Barça de Pep Guardiola, y Contra el insulto, sobre la costumbre de insultar que domina hoy en el periodismo y en muchos sectores de la vida pública española. Nació en Tenerife en 1948.

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