Mira que te lo tengo dicho

Sobre el blog

¿Qué podemos esperar de la cultura? ¿Y qué de quienes la hacen? Los hechos y los protagonistas. La intimidad de los creadores y la plaza en la que se encuentran.

Sobre el autor

Juan Cruz

es periodista y escritor. Su blog Mira que te lo tengo dicho ha estado colgado desde 2006 en elpais.com y aparece ahora en la web de cultura de El País. En cultura ha desarrollado gran parte de su trabajo en El País. Sobre esa experiencia escribió un libro, Una memoria de El País y sobre su trabajo como editor publicó Egos revueltos, una memoria personal de la vida literaria, que fue Premio Comillas de Memorias de la editorial Tusquets. Otros libros suyos son Ojalá octubre y La foto de los suecos. Sobre periodismo escribió Periodismo. ¿vale la pena vivir para este oficio?. Sus últimos libros son Viaje al corazón del fútbol, sobre el Barça de Pep Guardiola, y Contra el insulto, sobre la costumbre de insultar que domina hoy en el periodismo y en muchos sectores de la vida pública española. Nació en Tenerife en 1948.

Eskup

Fernando Vallejo

Por: | 29 de agosto de 2011

Fernando Vallejo acaba de recibir el premio de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara y en la conferencia de prensa posterior a la lectura del fallo ha explicado muchos de los asuntos que a lo largo de una vida que nació en 1942 han sido la arquitectura metafórica y vital de su existencia: la religión, los animales, la política, la corrupción, la lengua, las contrariedades del cuerpo, la literatura, la música. Salvador Camarena, nuestro compañero en México, estaba en la conferencia de prensa, que se hizo por teléfono, de modo que él les tendrá al tanto. Como miembro de un jurado en el que me honré en participar, debo declarar mi satisfacción por haber estado entre los que firmamos el acta que subraya la literatura de uno de los hombres que, con su literatura del yo, ha estimulado más el pensamiento en el nosotros, en la mezquindad del nosotros, ese pronombre que está más pendientes de los intereses del nosotros que de la generosidad con se deben afrontar los dramas colectivos. Vallejo,como aquel personaje de Hemingway, conoció la angustia y el dolor, en Colombia, en México, en el mundo, pero no ha estado triste una mañana; es un ser humano que traslada en privado la armonía de su nobleza radical mientras que en público, y en sus libros, es como un mandoble unamuniano lanzando denuestos que parecen rejos del animal humano de la conciencia. Aquí se le acaba de escuchar así, como el rejo de una conciencia que uno escucha como el fondo musical de su voz diciendo rasguños de José Alfredo Jiménez.

El Formentor de Fuentes

Por: | 28 de agosto de 2011

La prensa mexicana de hoy dedica buen espacio al premio Formentor que ha resucitado en Formentor, Baleares, en la figura de Carlos Fuentes. El premio Formentor, que ganaron Borges, Sábato y Semprún, entre otros, estuvo en silencio muchos años, y ahora lo restituye, con buena onda, el Hotel Formentor, donde durante años se celebraron unas conversaciones que restituyó recientemente Basilio Baltasar, un intelectual balear que junta silencio y mesura con inteligencia y tino. Las conversaciones de Formentor y el premio Formentor que ahora revive en la persona (y en la personalidad) de Fuentes son, juntas, noticias que animan a pensar que el pasado no está del todo perdido como factor del presente. Fuentes tenía que estar en esa nómina, pues su obra es la síntesis que se propusieron Barral y Salinas cuando pusieron en marcha aquel ambicioso proyecto balear: juntar el mundo en el pañuelo de Formentor, hacer hablar al mundo (al de la literatura, primordialmente) con una sola voz doble y ambiciosa: la voz de la ficción y, entonces, la voz del compromiso. En Fuentes se dan la mano la ficción y el compromiso; es, entre los autores latinoamericanos que leíamos cuando éramos muy jóvenes, una altísima representación de la ambición europea y universal de los escritores del boom sin perder la esencia americana, y es, sin duda, uno de los grandes escritores de este lado, el lado de América. Él es, en su identidad civil, un hombre preocupado (desde siempre) por lo que ocurre en su país, México, y su intervención aquí es bienvenida y sujeto de controvertida; pero es también, en el sentido en que lo pensaba y lo decía Susan Sontag, un intelectual universal y también europeo, por su formación literaria y por la síntesis, ideológica, sentimental, cultural, que ha logrado completar gracias a sus dos pertenencias, la latinoamericana y la europea. Formentor responde a esa síntesis, a la que él mismo aludía ayer en el texto con el que presentó, en Babelia, su canon literario latinoamericano y la ideología que marca el nuevo libro que ahora presenta. Así pues, en tiempos tan turbulentos para su país y para el mundo, bienvenido sea el Formentor para Fuentes y ese nuevo libro en el que revisita la literatura de América, en la que él es un factor aglutinante y también singular.

La maldad absoluta

Por: | 26 de agosto de 2011

La maldad es desearle mal a alguien y hacer algo para que sufra. La maldad absoluta es matarlo. El pueblo mexicano sufre desde hace años la maldad y la maldad absoluta. Ayer unos sicarios destruyeron el Casino Royale de Monterrey y hoy las cenizas son la expresion de la crueldad que cometieron: mataron a 54 personas, empleados o usuarios de aquellas instalaciones; rociaron con gasolina el inmueble y el humo asfixio a los concurrentes. Las cronicas recogen detalles dramaticos de todo el proceso, que se sigue con pavor y con naturalidad, pues ni es la primera masacre de estas caracteristicas mafiosas ni lamentablemente sera la ultima. Mexico vive en estado de sitio, los narcos se han apoderado de algunas de las mas importantes poblaciones y el temor a una escalada ya no tiene ni horizonte ni frontera. El presidente de un festival cultural que se celebra en Puebla (la casa natal de nuestra querida Angeles Mastretta) explica en la prensa de hoy las dificultades que estan teniendo organizaciones como la suya para traer aqui a artistas y a personalidades de la cultura, e imagino que reticencias parecidas hallaran otros organizadores de otros eventos. Digamos que esa es la punta de un drama mucho mas profundo, que es la inseguridad de los propios mexicanos, sometidos a este chantaje del que es capaz la organizacion minuciosa y despiadada del mal absoluto. Solidaridad con los mexicanos, sin duda, deben tener la seguridad nuestros amigos de que este drama cotidiano se vive en otros lugares como un drama propio, porque Mexico es tierra nuestra, nuestra sangre y no solo nuestra lengua: Mexico es lo mejor de nuestros sueños. La maldad absoluta quiere poner sombra (y humareda) sobre este pais. En la lucha contra la maldad, la esperanza de un pueblo admirable y generoso.  

Un largo viaje

Por: | 24 de agosto de 2011

Como me sucede siempre que voy a hacer un largo viaje recuerdo nombres propios, rostros, personas que me comunican, desde lugares misteriosos o ignotos, sucesos o palabras que fueron importantes o inolvidables y cuyo eco sigue siendo la línea que da continuidad a cada jornada de la vida. En el curso de la agitada operación de introducir en la maleta aquello que ha de acompañarme, además, me intereso hasta por lo que seguramente no podré leer, por aquello que es imposible que llegue a consultar en el trayecto; pero lo llevo todo, todo lo que cabe en el equipaje; esta tarde le decía a un buen amigo que este síndrome de infinitud del tiempo lo padezco desde la niñez, y sigo padeciéndolo cuando estoy a punto de cumplir 63 años. ¿En qué radica esta esperanza retrospectiva, esta rara querencia por destrozar el tiempo y hacerlo a mi gusto? Mañana por la mañana voy a México, por algunos días; en el equipaje van libros que no he podido leer este verano, libros que ya leí, cuadernos en los que guardo conversaciones con algunas de esas personas que rodean mis recuerdos siempre que emprendo trayectos así. Como si en el aire que surcan los aviones de ida y de vuelta me fuera a encontrar con la necesidad de completar estos retazos de conversación que constituye al fin y al cabo el diario de un día en que consiste la vida.

El dolor de los otros

Por: | 22 de agosto de 2011

Garitano, diputado foral de Vizcaya, ha indignado a la gente con mucha razón; incluso los suyos, los de Bildu, están indignados, o por lo menos eso es lo que se deduce de algunas deducciones de prensa. La raíz de la indignación es razonable y lleva a aumentar el nivel propio de la indignación. Enfrentado al dolor de las víctimas del terrorismo dijo el político independentista vasco que ya habría tiempo para ocuparse del dolor de los otros. Y más adelante afirmó que era deplorable y mucho más que un error que Eta atentara en Catalunya. Lo que le afean, y le estoy afeando ahora con toda la indignación posible, es la beatitud con que trata Garitano a los próximos que han causado dolor, y de qué manera olvida que el dolor de los otros es el dolor de muchísima gente, y en ese sentido es el dolor propio, el dolor de un país, el dolor de la humanidad entera. Una herida al otro es una herida causada a todos. Nadie sufre más que quien ha recibido el dolor en su propia alma y en su propio cuerpo, pero la colectividad siente un dolor real, simbólico pero de una simbología tangible, cuando se agrede a una sola persona. Una sola persona es metáfora de todas las personas. Garitano no se ha disculpado aún, ni ha abandonado su cargo, para el que fue elegido, ni quienes lo han elegido le han pedido que abandone, con vergüenza, el sitio público que ostenta. Esa relatividad moral con la que se oyen los disparates causados a la esencia de la libertad de las personas es un remanente viscoso del terrorismo que parece que se acabe. El terrorismo es el insulto por otros medios, también, y Garitano ha insultado. Debe disculparse y limpiar su barbaridad marchándose del sitio público para el que lo han elegido.  

Exorcismos de estío

Por: | 20 de agosto de 2011

Tomo ese título del inolvidable y querido Guillermo Cabrera Infante, cuyo Tres tristes tigres siempre es una música en mi cabeza, para referirme a la impresión que tuve anoche cuando vi a Benedicto XVI paseando en papamovil a lo largo de los pasos del Via Crucis que le prepararon al Papa en la ciudad de Madrid. Las imágenes, mucho más opulentas y poderosas, desde el punto de vista de la asistencia y de la calidad de las obras allí presentadas, joyas sin duda de la imaginería religiosa española, me recordaron la sensación que guardo de la tarde en que el obispo de Tenerife acudió a mi barrio a exorcizarnos. Algo había ocurrido, que mi memoria no retiene, que condujo a la autoridad religiosa a buscar la manera de quitarnos los demonios, y esa tarde hubo una especie de exorcismo. Ahora se ha producido en Madrid, en puridad, lo que podría llamarse un exorcismo de estío (Exorcismos de esti(l)o tituló Cabrera Infante su libro): en medio de lo más profundo del verano, en el ferragosto madrileño, un gentío ocupa las calles para festejar a su Dios y a su religión, en el ecuador de unas celebraciones que el Papa inauguró condenando como a diosecillos a aquellos que se atreven a poner en duda el arquitrabe de su propia fe. A partir de ahí, ha sometido a la población (también a la población institucional y política) al dictado de sus admoniciones, siguiendo la manía de dar lecciones también a los que no comparten sus creencias, y ha marcado con su impronta religiosa discusiones civiles (sobre el destino del Valle de los Caídos, por ejemplo) que dependen tan solo del poder político, delegado por la ciudadanía a través de las elecciones libres. También se ha interesado, y esta no es una palabra leve en su caso, por el porvenir de la educación y de la moral, como si éstas no fueran dependientes de la conciencia civil de cada uno. La religión, decían esta mañana en la radio, ha marcado este país a lo largo de siglos, y en los 40 años del mandato dictatorial de Franco, que fue bendecido por los obispos, la Iglesia mandó y manipuló las conciencias. Es hora de que la Iglesia renuncie a estar en todo. Y ahora, además, como han hecho en otros momentos la iglesia y la política conservadora española, para repudiar el matrimonio homosexual o el aborto, ha ocupado la calle para dedicarse un Via Crucis. Tienen derecho, como dicen, pero tenemos derecho también, los no creyentes, a decir que la sensación que queda es la de que han querido exorcizar este país.

El éxtasis

Por: | 19 de agosto de 2011

Uno de los análisis más ponderados y, desde mi punto de vista, más lúcidos que se han hecho de la presencia del Papa, pero no en España, en la sociedad en general, fue el que publicó ayer en El País Juan Arias. No es extraño. Arias, que ahora es corresponsal del periódico en Brasil, fue uno de los más destacados analistas del Concilio Vaticano II; escribió crónicas apasionantes de aquel momento crucial del cristianismo católico en el diario Pueblo, y luego fue durante años el periodista que contaba los secretos del Vaticano en las páginas de El País. Siguió las visitas de los sucesivos papas por el mundo, y escribió libros muy lúcidos sobre la política vaticana, además de otros que tienen que ver con la felicidad, la soledad o la escritura, a partir de experiencias que él ha compartido con otros. Es un hombre noble y muy bien informado, un poeta del periodismo, pues aquilata los adjetivos como si éstos hubiera que comprarlos en farmacias para usar muy delicadamente. Así que no resultó extraño que, coincidiendo con esta visita papal, fuera él quien pusiera de manifiesto las contradicciones que la conducta de Benedicto XVI y de sus antecesores plantea con respecto a la conducta de Cristo. El Vaticano es un Estado, persigue a los pecadores por pecados que no existían en la mente de Cristo, y se manifiesta en contra de libertades contra las que no habló nunca el fundador del cristianismo. Tenía en mente ese artículo cuando vi por la noche las imágenes del éxtasis que manifestaban vivir jóvenes de todo el mundo en el Madrid abarrotado de catolicismo. Y me pregunté del origen de ese éxtasis, la razón por la que un hombre provisto de esos ropajes que vienen a ser una usurpación de la sencillez que Jesús predicó desata entre los cristianos una admiración que debiera ser recóndita e íntima y ser referida, tan solo, al Dios en el que creen y al Cristo que está en la esencia de su fe. Reitero aquí, desde mi agnosticismo, el respeto que me producen todas las creencias que no comparto, y desde ese respeto me hago esas preguntas sobre el origen verdadero del éxtasis que anoche retransmitía la televisión.

El porvenir y la calle

Por: | 18 de agosto de 2011

Ahora el porvenir se debate en la calle, y está bien que sea así. Un apunte en esta mañana de tantas emociones encontradas. Esta sociedad será otra el día en que unos y otros se junten para defender en la calle la inteligencia, la razón, la duda y la ciencia; cuando unos no les griten a otros sus verdades, y cuando todos, como quería Antonio Machado, anden juntos en busca de una verdad que sólo existe al final de un camino lleno de incertidumbres al final del cual crecen otra vez las dudas. Como en los tiempos de los grandes filósofos griegos, esa sería una gran manifestación, saludable para el porvenir de la conversación española.

La intimidad y el teléfono

Por: | 17 de agosto de 2011

Telefónica, y todas las compañías telefónicas, tienen la posibilidad más inmediata de entrometerse en la intimidad de las personas, de las familias y de las casas. Claro, tienen el teléfono a mano, y ahora toda la casa tiene teléfono, móvil, fijo, a través del ordenador, en el televisor, en la cocina; habrá teléfono en el cuerpo, decía ayer en EL PAÍS un gurú de Internet. Así que la pasión de las compañías telefónicas por dominar con sus productos la inmensa gama de gadgets que se asocian a sus respectivas marcas tiene el terreno inmensamente abonado. En los últimos meses se ha intensificado, a mi manera de ver, esta pasión por vender que es connatural con el espectro de las ambiciones humanas, desde la Iglesia a las empresas y a las personas; todo el mundo vende, y vende constantemente, y los que no vendemos también vendemos en algún momento, muchas veces inconscientemente. Pero esta es otra historia. De lo que quería hablar es del libro de estilo que habría de existir para regular esas llamadas que se hacen con la aviesa o noble manía de vender. Ese libro de estilo no existe. Las telefónicas (y sobre todo la Telefónica, con todos sus derivados) llaman a cualquier hora del día, sobre todo del día, pero te abordan también al atardecer; en cada llamada ofrecen un producto distinto, o una rebaja en el precio del producto que ya te habían ofrecido. Y a veces la intromisión tiene que ver radicalmente con algunos datos de tu vida privada. Ayer tarde, a la hora de la cena, Telefónica se interesó por mi situación laboral, y luego por mi edad; la señorita que hizo la indagación, cuando obtuvo los datos que requería, y que yo le facilité como un autómata, me dijo que creía, y que por eso me había hecho la llamada, que yo era mucho mayor. Pues, no, bastante mayor, pero no muchísimo mayor. Cuando acabó la llamada, en la que me sugería, por enésima vez este verano, que cambiara la velocidad del ADSL (e ignoro qué velocidad tiene mi ADSL), me quedé pensando en la necesidad de ese libro de estilo para el uso público e incluso privado de los teléfonos, tanto los fijos como los móviles. A estas alturas de la proliferación telefónica ya es difícil que ese libro de estilo se enseñe con provecho en las escuelas. Pero no vendría mal. Mientras tanto, cuidado con el teléfono (móvil o fijo), sobre todo si la llamada viene de un teléfono de muchas cifras o de un número que no se muestra.  

El viaje de Oliver

Por: | 16 de agosto de 2011

Oliver vino a las islas hace quince días. Estuvo en La Gomera; fue muy interesante su respuesta a los ruidos del barco; después de muchos años de navegación, él descubrió por primera vez en su historia propia esos sonidos como una novedad absoluta, pues eran para él una noticia de la que no podía reponerse de manera fácil o inmediata. Le sucede con esos sonidos, y le pasa con el silbido o con otros exabruptos guturales que le dejan pensativo o risueño. En La Gomera descubrí no sólo esa sonrisa que le producen las novedades, rítmicas o gestuales, sino también su modo de afrontar la noche y el día. Se acostumbró a la oscuridad y nació en él la curiosidad por los otros, por las caras de los que lo saludaban, por el pelo, por los dedos ajenos, por los labios, por las orejas; descubrió ahí, entre las plantas del patio, que el ser humano, con sus formas y sus sonidos, es el primer juguete, y fue haciéndose a nosotros como uno, a cierta edad, se hace a los demás, aceptando, concediendo, entendiendo que el otro existe para que nosotros seamos también quienes somos. Luego vino a Tenerife; disfrutó de las inclemencias del viento, sintió estupor ante el tamaño de las olas, y siguió inspeccionando el estado de la cara ajena para ir entendiendo (eso es lo que yo mismo imagino) el propio cuerpo. Se sintió, en las noches, asustado por el viento, y abría los ojos como si estuviera haciéndose preguntas que resolvía llorando, sollozando o pidiendo que alguien viniera a su lado a responderle lo que no se sabíamos que le resultara ininteligible. Se ha ido este mediodía en un avión, e imagino que allá arriba, en el aire, junto a sus padres, se habrá sentido igual de curioso ante los sonidos, las caras, esa sensación de ingravidez que debe disfrutar un niño que está a punto de cumplir cinco meses. Y ahora la casa está como vacía. Se fue Oliver, ya hizo su primer viaje largo de ida y vuelta. 

El País

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