Mira que te lo tengo dicho

Sobre el blog

¿Qué podemos esperar de la cultura? ¿Y qué de quienes la hacen? Los hechos y los protagonistas. La intimidad de los creadores y la plaza en la que se encuentran.

Sobre el autor

Juan Cruz

es periodista y escritor. Su blog Mira que te lo tengo dicho ha estado colgado desde 2006 en elpais.com y aparece ahora en la web de cultura de El País. En cultura ha desarrollado gran parte de su trabajo en El País. Sobre esa experiencia escribió un libro, Una memoria de El País y sobre su trabajo como editor publicó Egos revueltos, una memoria personal de la vida literaria, que fue Premio Comillas de Memorias de la editorial Tusquets. Otros libros suyos son Ojalá octubre y La foto de los suecos. Sobre periodismo escribió Periodismo. ¿vale la pena vivir para este oficio?. Sus últimos libros son Viaje al corazón del fútbol, sobre el Barça de Pep Guardiola, y Contra el insulto, sobre la costumbre de insultar que domina hoy en el periodismo y en muchos sectores de la vida pública española. Nació en Tenerife en 1948.

Eskup

De la venganza al odio

Por: | 30 de octubre de 2011

He visto pocas veces en mi vida a Baltasar Garzón; he leído libros suyos, le he entrevistado una vez (sobre su afición al Barça), y he encontrado siempre que es una persona reservada, cuya notoriedad pública no ha eliminado de su manera de ser una cierta timidez ambivalente, pues a veces sobrepasa esa timidez y es capaz, incluso, de hacer mítines públicos, y a veces la traslada a todos los elementos físicos de su ser, y se retrae hasta los límites del más implacable pudor. De modo que poco puedo adivinar de lo que sentirá ante el hecho cierto de que compañeros suyos de oficio judicial le estén persiguiendo con tanta saña. Pero uno se lo puede imaginar. La controversia nació, formalmente, de su instrucción de una causa contra el franquismo; otro pretexto ha sido la escucha que ordenó para averiguar qué estaban haciendo los protagonistas del caso Gürtel para irse del caso guardando los muebles que tuvieran en sus cajones. Pero no hay que ser muy malintencionado para advertir en estos tejemanejes formales la esencia de una venganza; quisieron rodearlo de sospecha para señalarlo luego como culpable; lo que le hacen, y que ahora lo lleva al banquillo de los acusados, es un ejercicio pleno de venganza sañuda, es decir, una aplicación silenciosa, y sinuosa, de la peor expresión del odio. Ese odio visceral del que hablaba César Vallejo, ese odio de golpes sordos que van cayendo uno a uno, como torturas aviesas, sobre una personalidad de la que no han soportado ni su brillo ni sus ideas. Escribo estas palabras con la certeza de que Garzón, en este caso, es la metáfora de muchas otras venganzas nacidas del odio que ha marcado y marca la historia de los hombres. Es probable, ojalá sea probable, que el proceso al que le someten sus propios compañeros acabe en el humo que subyace en la denuncia misma; pero los peritos de la injuria, dentro y fuera de la carrera judicial, ya han hecho su trabajo de menoscabo, y lo hacen con la pericia que les da la experiencia de hurgar en hechos que ellos mismos saben que no significan maldad en la instrucción del juez Garzón; han mirado a ver si se ha equivocado simplemente porque desde hace años deseaban que se equivocara, y han buscado en una esquina de sus instrucciones con el objetivo de sentarlo ahí, donde lo querían ver. Ignoro cómo se tomará Garzón eso, pero por si le sirve para algo le diré desde este modesto lugar en el mundo de los blogs que la venganza y el odio avergüenza a quien ejerce esa vileza y ennoblece a quien la sufre. 

Bandrés

Por: | 28 de octubre de 2011

Con otros, tengo en mi memoria a dos personajes de la transición siempre en mi memoria. Alberto Iniesta, que hace años que decidió el silencio, o al menos no he sabido más de él, que luchó por hacer del cristianismo un ejemplo de esfuerzo, tolerancia y amistad, y de respeto, y Juan Mari Bandrés, un  hombre de gran nobleza, que derramó su energía, sin cicatería alguna, a favor de la reconciliación en su pueblo, el País Vasco. En momentos especiales de esa historia, renunció a su propio protagonismo, al protagonismo de las ideas, para salvar a las personas, y luchó como un forzado contra el tiempo mezquino con el que le tocó bregar. Su enfermedad le recluyó en el silencio, también, él que tanto hubiera aportado a la conversación incesante, y tantas veces torrencialmente nefasta, sobre España y el País Vasco. Hoy se ha producido la noticia de su definitivo descanso, entra en el silencio tremendo de la otra parte de la vida, y queda aquí su voz respetuosa, atenta, la voz de un hombre de verdades abiertas, de incertidumbres compartidas. Un ejemplo que he tenido muchas veces sobre mi conciencia, todas las veces que he pensado en el martirio, el porvenir y la vida de Euskadi al que Bandrés le dio su alegría contenida, su preocupación generosa, su estatura de hombre de bellas emociones tranquilas.

Conversación con Iñaki

Por: | 25 de octubre de 2011

Mucho que hablar, de periodismo, de la vida, con Iñaki Gabilondo. Hoy viene a Tenerife, donde estoy, a mantener un diálogo sobre lo que pasa. He estado repasando su libro El fin de una época, publicado por Barril y Barral, que salió hace unos meses. Muchas emociones al mismo tiempo: que el periodismo, en efecto, está en el final de una época. Pero que ese final no significa el final del periodismo; el final del periodismo sería la aniquilación de algunos valores (la credibilidad, el esfuerzo por confirmar, la búsqueda del rigor) sobre cuya supervivencia se tiene que volver a edificar el oficio. Cambian los soportes, pero eso no significa que esos valores a los que él alude a menudo como los instrumentos acosados del periodismo vayan a cambiar. El periodismo del futuro se parecerá al periodismo del pasado en lo esencial: en que se tiene que basar en esos presupuestos de dignidad y de honestidad con que hay que desarrollar cualquier oficio, desde la medicina a la abogacía y a la albañilería. Estos días Iñaki Gabilondo ha empleado muchas energías, y toda su experiencia, en analizar lo que ha pasado con el comunicado de Eta, en el que la banda terrorista anuncia que deja las armas. Han sido los suyos comentarios extremadamente honestos, que reclaman responsabilidad para el momento, decoro intelectual, paciencia, respeto para las víctimas y respeto para las diversas opiniones, encontradas, diferentes, radicalmente opuestas, que ahora se pondrán sobre la mesa. Es el tiempo de las palabras, el futuro se hará con palabras y no con armas. Esto es lo que hay que celebrar, y de eso imagino que hablará esta tarde Iñaki Gabilondo en su conversación en el salón de actos de Caja Canarias, en Santa Cruz. 

Rafael Azcona

Por: | 24 de octubre de 2011

Una de las personas de las que más podíamos aprender entonces; murió en 2008, hoy hubiera cumplido 85 años. Rafael Azcona. Esta semana José Luis García Sánchez muestra la película que ha hecho con uno de los textos del maestro, Los muertos no se tocan, nene, producida por Juan Gona. Los dos eran grandes amigos de Rafael. La amistad de Rafael era hermosa e inhabitual; consistía en ayudar lo más posible molestando lo mínimo imprescindible. Una necesidad tuya, por insignificante que fuera, era asumida por él y resuelta, si estaba en su mano, sin aspavientos de ninguna clase. Estaba buscando yo en cierta ocasión un bello poema de Pablo Neruda. Era antes de la época de Google. Le dije de qué poema se trataba, Regreso en tren a Cautín, y al cabo de pocas horas apareció la referencia, el poema; no sé dónde la habría encontrado Rafael, pero allí estaba; no se la había pedido exactamente, le dije tan solo que la buscaba. Era discreto hasta las últimas consecuencias, por tanto podíamos confiar en él secretos y ultrasecretos. Siempre tenía una palabra noble, o un silencio ennoblecido, para sus adversarios, para aquellos que, por unas razones o por otras, le habían perjudicado o entorpecido. Narraba con mucho entusiasmo sus años en Ibiza, cuando le tocó la bohemia (que fue larga) a su generación, pero mantenía un mutismo sin excepción para momentos por los que había pasado alguna sombra. Era radical en sus juicios cinematográficos o literarios, y también periodísticos, pero emitía sus opiniones como lo hacía su amigo Fernando Fernán-Gómez, de modo indirecto, preguntando al interlocutor si no él mismo no estaría equivocado diciendo lo que iba a decir. Era un hombre sin trampas, un amigo verdadero, una persona de cuyo conocimiento salía uno ennoblecido, más cercano al orden que provoca el contraste con alguien valioso cuya opinión nos suscita autocrítica y aprecio por lo que piensan o hacen los otros. Tenía un enorme amor a la vida. En los últimos dos años, acompañado de Susi, su mujer, sus nietas y sus hijos, aguardó con una dignidad emocionante el instante inexorable de la despedida, y durante ese tiempo dejó fuera de ese circuito de evidencias dolorosas a quienes habían sido sus amigos, con los que se comunicaba a través del correo o los mensajes. Hasta que un día José Luis García Sánchez les comunicó a todos la noticia fatal: "Teníais un amigo que se llamaba Rafael Azcona". Nunca me olvidaba de su cumpleaños. No iba a ser hoy una excepción, cuando acabo de ver en el cielo del sur de Tenerife esos amaneceres rojos que él recordaba como si los estuviera viendo.

¿Venganza democrática?

Por: | 23 de octubre de 2011

Venía de París el domingo último. Con españoles. Y en primera clase viajaba Elena Salgado, la vicepresidenta de Economía. La saludé, seguí camino hacia el vientre del aparato, y al situar las maletas una española exclamó a mi lado:

--¡Y no la hemos abucheado!

¿Por qué tendría que abuchearla?, le dije. La señora hizo un gesto con la mano: “Yo no he dicho nada”. Y un español gritó desde el sitio que ya había ocupado: 

--¡Y se lo pagamos los españoles!

Se refería, seguramente, al asiento de primera clase de la ministra. Me quedé lleno de preguntas. Sobre este país, sobre la consideración que se tiene de la política, sobre los tópicos que caen sobre los servidores públicos. La vicepresidenta venía del G-20, con ese cansancio melancólico que hace rato que arrastra Elena Salgado. Sólo por ese esfuerzo merece ir cómodamente, ya que por dentro debe sentir la incómoda los aullidos del huracán.

Días después escuché decir al presidente de Extremadura que Zapatero era culpable de “la puñalada trapera” que habían sufrido los extremeños, aislados, según su información, que resultó ser mala, de la malla de los ferrocarriles que recorrerán España. Desde esa misma instancia se escuchó decir que Zapatero y los suyos “ponen el culo” para favorecer a catalanes. Monago puso en evidencia la ilusión con la que había amasado los desatinos para añadir: “Ojalá venga el 20N y se vayan de una vez”.

Esta aversión por el adversario, expresada en diferentes estadios de la vida, lo privado y lo público, es una perversión civil, conduce a una especie de venganza democrática, valga la aberrante paradoja, y consiste en desear que al otro le vaya muy mal para que prosperen los propios, para que los suyos tomen el poder en medio del más aberrante de los desprestigios. Ahora que la Eta ha anunciado que deja la lucha armada ha habido medios que han ido lo más lejos posible de la mesura para poder justificar, todavía, la supuesta venta que el Gobierno ha hecho de los intereses de la Patria, y han llegado a las más aberrantes de las mentiras, basadas en datos falsos o supuestos con el único fin de demoler, aún más, la figura de sus adversarios, entre ellos la figura del presidente del Gobierno y su antiguo ministro del Interior.

Ignoro si ese rostro de profunda melancolía, una melancolía herida que no le hace perder una sonrisa que la distingue, representaba este domingo en Elena Salgado el espanto ante este clima de demolición persistente con que unos tratan de llevar al ánimo ciudadano las mismas jaculatorias que Monago expresaba después de exhibir su verbo tan fluido como insultante. Teoría del abucheo continuo, del pertinaz desprecio del otro, para ir dibujando en el aire popular este sentimiento de liquidación por derribo. Como si hablaran, con regocijo, de un país que sólo se hubiera podido salvar si estuvieran ellos.

 

Euskadi y la luz de una vela cuando está apagada

Por: | 22 de octubre de 2011

Cuando se produjo la noticia de que Eta anunciaba que cesaba en la lucha armada definitivamente me encargaron en EL PAÍS que hablara con personalidades de la cultura, las artes y las ciencias en Euskadi para buscar en ellos reacciones ante semejante noticia. En seguida busqué nombres propios, luego hice las llamadas para tenerlos localizados al día siguiente, y durante todo el viernes último estuve hablando con ellos, hasta la noche, cuando cerré el trabajo que verá la luz este domingo. Comprendo a aquellos que han visto con escepticismo esta novedad que a muchos ha emocionado. A mi mismo me ha emocionado. Los que tenemos mi edad hemos vivido siempre con la sombra de Eta en España, todos los días y todas las décadas, a veces con unos efectos, aquella Eta que era estimada como una organización que quería derribar la dictadura, hasta esa Eta que ha despreciado la democracia pero sobre todo ha seguido despreciando la vida humana, la Eta que ha matado a centenares de inocentes y se ha jactado de hacerlo, que ha causado miles de víctimas, las que ha matado y aquellas a las que ha herido con su acción aborrecible, aquellas a las que ha sumido en la tristeza y en el desaliento para toda su vida rota. Y los que han vivido en carne propia y en primer lugar ese efecto perverso de la mirada abyecta de Eta sobre la realidad del país han sido los habitantes de Euskadi, una sociedad sometida al chantaje y al dolor, sometida también a la posibilidad del rencor y del odio. Ese periodo acabó, o va a acabar. El escepticismo de alguno no me ha tocado, a pesar de que lo comprendo, a pesar de que Eta ya dio demasiadas muestras de cinismo, rompiendo treguas y promesas. Pero necesitamos creer, Euskadi necesita creer, España necesita creer que esta vez es verdad, y que esas décadas de oprobio social, político, humano, van a cesar definitivamente. Y me sumo a los que, entre mis contertulios de ayer, expresaban alivio desde la perplejidad o la decepción, o incluso desde el entusiasmo; alivio y esperanza. Vivir bajo el chantaje del miedo, como vivir bajo el más fatídico de los insultos, el insulto del asesinato, es la peor de las muertes civiles. Y esa sombra (una palabra muy repetida entre los que han hablado para este reportaje-encuesta que he hecho) parece que se desplaza del cielo del País Vasco, y del cielo del resto de España. Que ahora se pueda hablar sin que el vecino te escuche para denunciarte o para matarte, que la palabra sea el porvenir y no el silencio, es una novedad que para muchos supone la mayor alegría de su vida, y esa alegría merece una esperanza y un abrazo. Me preguntaron cómo quería titular mi reportaje. Les dije esa frase que Cabrera Infante rescató de las bellas líneas de Lewis Carroll, "Me gustaría saber de qué color es la luz de una vela cuando está apagada", en Euskadi se ve ahora la luz de una vela que está apagada, empieza la luz, no se apaga la luz, empieza la luz. Y esto es tan serio como nacer. Al final el reportaje se titulará de otra forma, pero ese es el espíritu con el que me fui de las abundantes conversaciones. La luz de una vela que está apagada. A los que están contentos, mi abrazo; a los que no lo están, porque no se lo creen, el entendimiento que merecen los decepcionados. Ojalá el futuro les quite a éstos el escepticismo y les dé a aquellos la razón para su alegría.  

Que se acabe ya

Por: | 17 de octubre de 2011

Los reunidos en Euskadi para dirigirse a Eta pidiéndole que acabe de una vez por todas con la violencia han hecho un comunicado muy comprometido con las medias tintas. Este asunto me tiene muy confuso y muy preocupado, porque creo, como me decía esta mañana mi compañero Fernando Garea, que hay que tratarlo con muchos matices. En primer lugar, pienso, y sé que esto es políticamente muy incorrecto, que Eta no se va a acabar como se apaga la luz; se acabará, lamentablemente, cuando decida por su cuenta acabar con las armas, con todas las armas, una a una, porque un solo etarra armado, y también cargado del odio al que aluden los reunidos en la conferencia donostiarra, es capaz de desbaratar cualquier decisión que tome la banda con la apariencia de arrepentimiento unánime; y se acabará, seguramente, cuando la gente olvide las ofensas que estos terroristas han arrojado sobre víctimas que probablemente no superen jamás el dolor que ellos les han infligido. Así que es muy difícil, en un caso y en otro, que se acabe de veras la Eta. El comunicado que ha dado a la luz la gente reunida en Euskadi, todos ellos juntos por la buena voluntad, de eso no me cabe duda, es el ambiguo resultado de un cambio de impresiones que ahora irritará pero no convencerá. Claro que detrás de ese comunicado, que es como un cesto agujereado en el que entran las palabras como agua, habrá habido mucha discusión y seguramente mucha letra menuda que ahora no les llega sino a los que saben mucho; muchos habríamos esperado un texto lacónico y terminante. Que se acabe ya. Sin condiciones. La violencia no es negociable, con violencia no se negocia. Lo que el comunicado pide es negociación, me ha parecido leer, y ese es un muro cuya densidad no han medido los que se han reunido en conferencia. No se puede saber ahora qué recorrido tiene este empedrado de buenas intenciones (que para muchísimos serán intenciones irritantes), pero si esto es lo que buscaban, si ese es el comunicado con el que soñaban para empezar el fin de esta triste historia, me parece que se han quedado como a la distancia de la luna y sin los pies en la tierra. 

El equipo de Adriana Hidalgo

Por: | 17 de octubre de 2011

Conocí la editorial Adriana Hidalgo en forma de sorprendente y humanísimo libro de J. M. G. Le Clezio, el premio Nobel de Literatura al que entrevisté el año pasado en Guadalajara, México. Me pidieron que le hiciera una entrevista larga, lo había leído poco, me puse a leerlo y Lola Larumbre, de la Librería Alberti, me envió El africano, un libro autobiográfico en el que narra su vida en África cuando era un niño, con su padre médico. Me pareció un libro de una intensidad tan especial que casi toda la entrevista partió de ese texto que ahora recomiendo cada vez que puedo. No es común, pero entonces la editorial me lo agradeció, a través de César Solís, su joven representante en España. Y esta mañana he conocido a César, a Adriana y a parte de su equipo, que está en Madrid de vuelta a Argentina después de vivir pendientes de las citas y las escaleras en el maremagnum babélico de la Feria del Libro de Francfort. Los vi en el Hotel Wellington, que es un hotel de toreros y editores (y escritores). Además de Adriana y César estaban Fabián Lebenglik, director editorial (y periodista, estuvo entre los fundadores de Página 12, donde escribe) y Clara Huffmann, la responsable de literatura infantil. Me regalaron tres libros de su producción editorial más reciente. Juan entre sombreros, un libro para niños de más de diez años (a ellos no les gusta la divisón de edades, pero es para entendernos) de Gastón Ganza,con dibujos de Pablo Cabrera; Cementerios (Historias de lamentos y torturas) de Giuseppe Marcerano, y Una mancha más, una novela de Alicia Plante, una escritora que ya ganó en España el premio Azorín antes de que este galardón estuviera en la órbita de la editorial Planeta. Me encantó verlos, escudriñar en su catálgo, donde Hermann Broch se codea con Guimaraes Rosa... Decía Julián Ríos el sábado en Aix en Provence, en el curso de un homenaje a Carlos Fuentes, que ahora sería inencontrable la gran novela Gran Sertón: Veredas, del escritor brasileño, pues casi todo es deglutido en este momento por la avalancha de las novedades... Tiene razón, pero no toda, pues miren por donde ahí está, en Adriana Hidalgo, esa novela patricia del boom subterráneo, ese que pasó por Brasil y justamente por ese libro de Guimaraes Rosa que hace años publicó aquí Carlos Barral... Hablamos del porvenir de los libros, de la avalancha electrónica y de la coexistencia (pacífica) entre los libros que vienen y los libros que otros creen que se van... No se van, van a seguir pesando, en el mejor sentido de la palabra, gracias a aventureros como éstos que vienen de Francfort, esta mañana iban a irse de librerías y a mi me dejaron saboreando la inevitable de haber dejado ese oficio en el que tanta gente de buena voluntad espera aun que el libro sea el instrumento de la educación para vivir juntos mejor leyendo. De allí, donde los dejé, me fui a ver a mi nieto, que es una manera de leer.

Las mil frases más feroces de la derecha de la caverna

Por: | 14 de octubre de 2011

A lo largo de los últimos años José María Izquierdo ha ido cumpliendo una tarea, la de recopilar las perlas oscuras de la prensa cavernaria que se concentra en Madrid. Hasta ahora las ha publicado en su blog, El ojo izquierdo, que aparece en elpais.com y del que ofrece cada día un resumen de un minuto en la radio. Vistos así, uno a uno, esos blogs asustan pero no ahogan. Vistos ahora, en bandada, como sugiere Iñaki Gabilondo, sí que producen una psicosis como la que retrató Hitchcock en su incomparable película Los pájaros. Iñaki Gabilondo hace esa comparación (los pájaros, uno a uno, no meten miedo, pero juntos son una plaga) en el prólogo que ha escrito para el libro en el que Izquierdo acaba de recopilar ese insulto colectivo que supone la machacona insistencia de la caverna de convertir el periodismo en un basurero de insultos que interrumpen el diálogo normal del periodismo con la realidad. El libro es eso, una colección que recuerda la oscuridad de los pájaros de Hitchcock, pero sobre todo es una advertencia al periodismo, oficio amenazado por muchas crisis (de identidad, industriales, económicas, etcétera) pero sobre todo por la crisis que le supone la sujeción al insulto como método de trabajo. El libro se titula Las mil frases más feroces de la derecha de la caverna y del principio al fin te pone los pelos de punta porque lo que se dice en esa prensa cavernaria no se dice en pasquines clandestinos de la extrema derecha sino en diarios que se editan a la luz del día, forman parte del quiosco nacional y son leídos por lectores que terminan creyendo que la vida es como ese espejo de verdades absolutas. Izquierdo dedica el libro "a los miles de periodistas que ejercen su profesión con rigor y honestidad". No es una dedicatoria, es una declaración de principios que debe aliviarle del contacto cotidiano con ese material que oscurece el oficio como aquellas pájaros de Hitchcock oscurecían el cielo del pueblo asustado en el que ocurría el suspense.

Volver de cualquier parte

Por: | 12 de octubre de 2011

Volver es una palabra tan ambivalente, tan valiosa; es la palabra que anuncia el regreso y también la palabra que avanza el retorno al sitio que abandonas; ahora ya están en el avión, o camino de, las maletas que me han acompañado en este viaje latinoamericano, del sur al norte, de Argentina a México, y ahora la vuelta es a España, a Madrid, donde me esperan algunas de las sonrisas que más quiero, aquellas sonrisas que aún no saben quién es su destinatario. Volver: en Argentina fue Eduardo Falú quien nos ayudó a cantar el aroma melancólico, e inútil, del regreso, a qué volver, si han volteado hasta el recuerdo... Y en México cantamos Volver como si fuera una gloria y a la vez un destierro, Y volver, volver, volver... En todo caso, este es el retorno, esta vez a Madrid, pronto a las islas, en todo caso quedan atrás muchas razones para volver a andar este camino que me llevó a Buenos Aires, a Xalapa, a México... Ahora, en el aeropuerto, mientras escribo estas líneas, aparece Nubia Macías, la directora de la Feria del Libro de Guadalajara, la más importante del mundo de habla española, capaz, como me decía este mediodía Fernando Vallejo, de servir de puente universal para escritores hasta hace algún tiempo desperdigados en sus respectivas parroquias. Y delante de mi, y aun no nos hemos visto, pasa la novelista catalana Cristina Fernández Cubas, que acaba de estar con nosotros en Xalapa. Esta mañana estuve con Héctor Abad Faciolince y con su pareja Alexandra Pareja compartiendo libros y agua en la librería Rosario Castellanos; yo me compré un libro de José Emilio Pacheco y él se llevaba un cargamento de buenas traducciones de Sergio Pitol; y Héctor buscaba, porque se lo había recomendado Rafael Rojas, el ensayista cubano, el imborrable Informe contra mí mismo, de Eliseo Alberto, un recuento espeluznante de lo que es capaz de hacer la seguridad de un Estado para envilecer a sus ciudadanos. Con Héctor repasamos algunas historias que nos llevan a la nostalgia y al amor, y sobre todo al amor al padre, pues él es el autor de ese inolvidable El olvido que seremos, acaso el mejor retrato de un padre que se haya publicado en nuestra lengua en los últimos decenios. Luego él se fue al Zócalo y yo me quedé pensando, parapetado en los adoquines del barrio de la Condesa, en este viaje que me ha llevado a América como si nunca hubiera dejado de estar en América, pues ahora mismo si vuelvo a algún lugar, aunque vuelva a España, o a Canarias, es a América, ahí estoy volviendo siempre, a esa energía que a veces se convierte en excelente literatura.

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