Los editores que vos matáis gozan de buena salud

Por: | 23 de abril de 2012

Convendría decir dos o tres palabras hoy, Día del Libro Superviviente, acerca de los editores, la figura central del negocio, asaltada ahora por las dudas, reales o inventadas, que padece la industria del libro tal como la conocemos desde que Gutenberg hizo más fácil la fabricación y la comercialización de la cultura escrita.

En medio de la trifulca industrial en torno al porvenir del soporte de papel, esa figura, la del editor, ha sido señalada como si estuviera herida de muerte. Muerto el editor, el sector moriría también, y entonces ya sólo habría autores y público. ¿Y en medio? En medio, el vacío. Ese vacío dejaría sin sentido la mano del que prepara ahora los libros, el que los deja listos para que el lector los devore o los deseche.

Obviamente, eso no va a ocurrir, pero como se dice tanto parece que alcanza carta de naturaleza al menos en los niveles que deberían ser los mejor informados de la población, incluida la población periodística y la población lectora. Lo que esconde este momento del proceso es la intención de los que consideran que la figura del editor quedará obsoleta al hacer el negocio sin ese intermediario. El autor cree que puede llegar directamente al público, y el fabricante y distribuidor de los soportes estima que también puede hacer esa tarea sin encomendarse a nadie mientras tanto: escribes y publicas, y en medio el editor se siente como un árbitro de tenis, mirando a un lado y al otro, sin otra función que la de desaparecer dignamente.

La del editor es y será una figura fundamental en el negocio, incluido el negocio que convierte el soporte digital en la alternativa al ahora predominante. Desactivarlo sería uno de los grandes errores, que afectaría por igual a los fabricantes del producto que ahora trata de imponerse y al autor que tuviera la tentación de creer que él es el único factor en el ámbito creativo de los libros. El editor, desde Gutenberg al presente más rabioso, es el que ha conducido siempre al creador. Considerarlo una parte más del negocio y no la parte fundamental, después del autor, es un riesgo que la industria está divulgando demasiado alegremente, y en la industria del libro englobo también a los medios de comunicación.

Por fortuna, los editores no se están dejando llevar por las brumas que concurren a su alrededor y siguen tan campantes haciendo la labor esencial que se espera de ellos. Esta tarde, a las ocho, hablaremos de eso con dos de los editores más importantes que ha tenido y tiene la lengua española, Jorge Herralde y Mario Muchnik, en un homenaje que la Casa Sefarad le dedica a este último. Imagino que allí surgirán estos asuntos, y si me dejan yo diré eso que acabo de manifestar: los editores que vos matáis gozan de buena salud. Será a las ocho, en la calle Mayor, 69, de Madrid. Nos vemos, si van. 

Hay 5 Comentarios

Lo vemos todo como gente que se reparte el pastel. Cómo si no se merecieran ganar dinero por arriesgarse publicando, escribiendo, etc... Habrá casos mejores y casos peores pero el editor es un filtro necesario. Toda literatura tiene su público y, por ello, cada literatura debe tener su editor.
Deberíamos hacer un funeral en Irlanda por la muerte de la era Gutenberg el 16 de Junio durante el Bloomsday, como decía Vila-Matas en Dublinesca.
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Hoy he leído que el libro se divide en Autor, Editor,Libreria, como sujetos que se reparten el pastel.
Al parecer es una ecuación compartida por todos, y con esa base se proponen lanzar nuevos productos de nuevas tecnologias, nuevos, que tendrán que aparecer en los mercados para suplir o eliminar o ocupar el espacio que hoy ocupa el libro.
Buen día hoy, para adelantar la fecha de defunción del libro impreso, de la cultura del papel.
Se olvida facilmente la importancia que tiene en la evolución de los mercados, papel o tecnologico, el Marketing, y eso alguién lo debe trabajar, sino volveremos al siglo XVIII cuando el autor pasaba por las librerias para ver lo que se ha vendido para pedir el anticipo correspondiente.
Salud y Resistir.

Gracias por lazar una lanza por esos personajes trasparentes casí invisibles, mitad por cortesía hacia el autor mitad por no molestar. Pero siempre despues de el gran evento de la presentación, en donde todo es para el autor, ese que el editor recibió un día, timido con unos folios, escondidos en una funda de plastico y que casí le besa cuando le dijo, "Sí te lo vamos a publicar", hoy, el día del evento, queda al fondo de la muchedubre entre prensa, radio, televisión y espectadores deseosos de recoger su firma en ese libro, diseñado, creado e impreso por el editor. Que chasco se lleva el lector cuando piensa que el libro es obra del escritor.
El escritor escribio los folios, manchados y llenos de erratas, pero ese objeto de deseo, esa pieza admirada en los escaparates, es obra del editor, y con eso tiene bastante para conformar a su ego, el silencio.
Salud y Resistir.

Yo personalmente no creo en un mudo literario sin editores, como no creo en el mundo musical sin productores y compañías discográficas.
Y sin embargo la vorágine de la inercia nos impele a seguir las pautas de quienes han decidido que ciertos elementos son dispensables.
Mucha gente no se ha parado a pensar qué labor invocan para el mercado y la industria en general, que su conocimiento indispensable del sector ofrece unas vías por las que el lector o el oyente puede optar considerando que existe una calidad sopesada desde una posición ponderada y honorable.
Por lo tanto es esa honorabilidad, que está impresa en la personalidad del profesional (sea editor o sea productor) es el valor más importante que se puede apreciar de una profesión que está al servicio del público.
Como escritor, veo indispensable esa colaboración entre el editor y el creador, el problema que el mercado literario debe afrontar con las nuevas tecnologías es el de considerar los medios como una fuente más para vehicular la creatividad.
He comprobado que algunos escritores que tenían editorial se han pasado a la autoedicón, pero deben recordar que están donde han conseguido llegar gracias a la profesionalidad y el buen hacer de personas que anteponen el honor frente al beneficio.
También ha habido un hermetismo excesivo frente a los nuevos creadores, sobre sus curriculums, sobre su proyección profesional, y creo que los editores deben estar más atentos a los nuevos creadores y no dejarse llevar por el fenómeno del best seller, que tanto daño ha hecho a los creadores en general.
Por mi parte que sigan existiendo editores, pero que abran un poquito más las puertas de sus editoriales.

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Sobre el blog

¿Qué podemos esperar de la cultura? ¿Y qué de quienes la hacen? Los hechos y los protagonistas. La intimidad de los creadores y la plaza en la que se encuentran.

Sobre el autor

Juan Cruz

es periodista y escritor. Su blog Mira que te lo tengo dicho ha estado colgado desde 2006 en elpais.com y aparece ahora en la web de cultura de El País. En cultura ha desarrollado gran parte de su trabajo en El País. Sobre esa experiencia escribió un libro, Una memoria de El País y sobre su trabajo como editor publicó Egos revueltos, una memoria personal de la vida literaria, que fue Premio Comillas de Memorias de la editorial Tusquets. Otros libros suyos son Ojalá octubre y La foto de los suecos. Sobre periodismo escribió Periodismo. ¿vale la pena vivir para este oficio?. Sus últimos libros son Viaje al corazón del fútbol, sobre el Barça de Pep Guardiola, y Contra el insulto, sobre la costumbre de insultar que domina hoy en el periodismo y en muchos sectores de la vida pública española. Nació en Tenerife en 1948.

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