Como les dije ayer, me encontré con Norman Manea, el excelente escritor rumano cuando salía de mi entrevista en un hotel cercano a la Feria del Libro con Claudio Magris, el escritor italiano.
Magris me dijo, como Fuentes meses atrás, que no entendía nada, que todo le resultaba oscuro, que estábamos atravesando la cuarta guerra mundial, una guerra económica, de poderes económicos enfrentados, pero que era optimista a largo plazo.
Le dije a Manea que quería saber su opinión. Él tenía sobre la mesa su libro último, La guarida, publicado por Tusquets, en el que traza su memoria de lo que fue vivir en el exilio tras la traumática experiencia de la dictadura de Ceaucescu, que dio lugar a tantos disimulos y a traiciones tan imborrables. Pero no me habló del libro, me habló en seguida de lo que había dicho su amigo Magris.
Él cree que, en efecto, se entienden pocas cosas, pero algunas sí sabe. Sabe, por ejemplo, que si estos territorios mediterráneos (España, Italia, Grecia..., le añadí Portugal, y él asintió) se empeñaran en imponer la alegría con la que afrontan el desastre, el contagio será muy positivo para Europa. Europa está ahora, me dijo, vestida con un traje gris pesado, plúmbeo, triste, insoportable.
El continente, la Unión Europea, necesita recuperar la alegría, contagiarse de Grecia, sobre todo. Me dijo que todos los que vienen de Grecia le dicen lo mismo: la gente va a manifestaciones, protesta por la desgracia del desempleo, pero cuando hay que reír ríe y esa risa es la esencia de la civilización mediterránea, capaz, como decía Magris que decía Brecht, de cantar en los tiempos oscuros...
Pero, me dijo Manea, ¿qué se creen estos europeos que es Grecia? ¿Cómo pueden despreciarla, cómo pueden decir que la van a dejar fuera de Europa, si ese es el origen de Europa? Le conté que ayer había leído en El País un excelente artículo de Torreblanca en el que comparaba la renta per cápita de los estados pobres de Estados Unidos con la renta de los griegos, que están por encima de Alabama, por ejemplo, y a nadie se le ocurriría pensar que Estados Unidos dejaría caer el Estado de Alabama. Y entonces él saltó como impulsado por un resorte para contarme que había sabido que el año pasado el número de traducciones de literatura extranjera en Estados Unidos fue el mismo que las que hubo en Grecia. Y me preguntó, desafiante y confiado: Pero, ¿qué se cree Estados Unidos, que es más fuerte que Grecia?
Cuando pidió el café nos atendió una muchacha morena a la que le pregunté de dónde era. Es rumana, se llama Kety, es de origen greco-macedonio, lleva aquí ocho años y en seguida trabó conversación con su paisano. Gran maestro del diálogo en sus libros, Manea demostró ser, también, un maestro de la conversación en directo, pero confieso que no entendí nada. Cuando nos despedimos me invitó a su próxima conferencia en la Royal Literary Society de Londres, donde firmará con la pluma de Dickens. "¡Para un bárbaro de los Balcanes no es poco honor!", exclamó.
Hay 2 Comentarios
Cuando he visto a Javier Krahe en el banquillo de los acusados he sentido verdadera vergüenza.
http://mapadeutopias.blogspot.com.es/2012/05/javier-krahe.html
Publicado por: ARojas | 29/05/2012 17:12:09
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Publicado por: Nights | 28/05/2012 6:16:07