Cuando fui editor, hace de ello siglo y medio, más o menos, pues fue a principios de los 90 del siglo XX, me fijé en algunos lugares donde ensayar las presentaciones de los libros, para percibir cómo serían recibidos éstos en los distintos lugares de España adonde fuéramos luego con los autores. Me fijé en Oviedo, especialmente, porque allí había un periodista que ejercía también de agitador cultural, Miguel Munárriz, cuyo entusiasmo por la literatura se cifra en uno de los acontecimientos que propició allí y que alguna vez le imitamos fuera de allí: Viva la literatura viva!
La sensibilidad de Munárriz, para la literatura, para la poesía y para la gente lo convirtió entonces en un cómplice necesario para nuestro trabajo editorial, que entonces empezaba y era tan incierto como el reinado de Witiza. Su entusiasmo, unido a su olfato, fue esencial para ir viendo cómo conducir aquel barco de palabras en el que estaban, en distintos camarotes, Amaya Elezcano, Lola Díaz, Ramón Buenaventura, Manuel de Lope, Rodolfo González Villahoz, Marta Donada, Rosa Junquera, Nuria Barrios..., nombres propios con los que yo sigo relacionando mi aventura editorial, truncada al fin para regresar al periodismo, en cuyos recintos sigo transitando.
A esos amigos se unió, en cierto modo como delegado absoluto de la sensibilidad de Alfaguara en el Atlántico norte, Miguel Munárriz. Al cabo del tiempo él se vino a Madrid, hizo un trabajo excelente en El Mundo, coordinando y dirigiendo su suplemento literario, luego (cuando yo había dejado ya aquel barco) trabajó en Alfaguara y finalmente montó con Palmira Márquez una activísima agencia de comunicación y literatura de la que se desgajó para seguir haciendo otros trabajos, el último de los cuales, el de dirigir el espacio cultural Fernando Fernán Gómez en la plaza de Colón de Madrid, parece un anillo para su dedo. Ha levantado ese centro, que depende del Ayuntamiento de Madrid, a cotas importantes de percepción del público, organizando espectáculos, conferencias y coloquios, y ahora acaba de poner en circulación una serie de escenificaciones que ponen voz a poetas con los que él (y tantos) tiene tanto que ver. Al ciclo lo ha llamado Los martes, milagro, y empieza mañana martes en el citado centro.
Como empieza el ciclo con Ángel González, empieza este Los martes, milagro con el legendario título que recoge la obra del gran poeta, Palabra sobre palabra. La escenificación correrá a cargo de dos actrices, Iria Márquez (que dirige la dramaturgia también) y Ana Alonso. La música la pondrá la chelista Cary Rosa Varona. Miguel me cuenta que habrá imágenes con la voz de Ángel González recitando; esas imágenes corresponden a una entrevista en video realizada por el propio Munárriz para la televisión asturiana en los años 80, hace siglo y medio también. El coordinador del ciclo es Carlos Jiménez. Las próximas entregas serán el 12 de marzo (Que están respirando amor, a partir de la poesía de Zorrilla) y 5 de marzo (Amor oscuro, en torno a los Sonetos del amor oscuro, de Lorca).
Munárriz, como su tocayo de apellido, el editor Jesús Munárriz, con quien solo tiene esa concomitancia, es un gran lector de poesía, imagino, además, que será poeta secreto; su colección de poesía es enorme, y bien utilizada, muy fatigada, como decía Borges que tenían que ser los libros. Pues esa colección, un tesoro que ha ido construyendo con paciencia y devoción, está ahora en el Aula de las Metáforas, una biblioteca pública de Grado (Asturias). A esa biblioteca ha donado Munárriz lo mejor de su biblioteca, la poesía, lo más querido de sus libros. Es una manera de aventar, y de alentar, la pasión que lo conmueve.
Mientras me hablaba, este sábado, de este hecho y de aquel proyecto, y apareció en su memoria y en su palabra el nombre de Ángel González, supe algo que ocurre a veces sobre las personas que uno ha admirado y ya no están. A él, como a muchos amigos, aún se le rayan los ojos cuando dicen el nombre del poeta que hizo de la palabra una posibilidad abierta y honda de comunicación. Mañana aventará Munárriz esos versos, una vez más. Martes y milagro. Con M de Munárriz, por cierto.
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