Los adioses suelen llenarse de lugares comunes, pero esta vez, tras la muerte de la periodista Concha García Campoy, se ha producido una de esas excepciones que se guardan en la memoria como un hecho emocionante que se une a lo inolvidable.
Concha era una periodista fuera de lo común, y creó a su alrededor un ambiente igualmente excepcional: la atmósfera del respeto y de la amistad. El respeto por su trabajo por parte de quienes eran los sujetos de su información o de sus entrevistas y la amistad que se generó naturalmente en su entorno, de la que ella era el centro de irradiación. Consiguió ese clima siendo una periodista, lo cual desmiente algunos tópicos y muchos malentendidos.
Existe la suposición, extendida por aquellos a quienes eso les interesa, que el periodista ha de ser un gruñón que además difunde su poderío –el de su palabra, el de su medio—hasta convertirlo en la base de su poder de amedrentamiento. Existe ese periodista, claro que sí, abunda en la grey, y se pone de manifiesto a todos los niveles, desde el nivel local al nacional; ese esquema le sirve a algunos –a muchos—para seguir mandando en función de la influencia que tienen sus medios y a la creencia extendida de que ante periodistas así es mejor manifestarse con prudencia y sumisión para no caer en sus invectivas. El chantaje tiene ese esquema y alcanza esas consecuencias.
Concha actuaba de otra manera radicalmente distinta. Ahora he leído en muchos sitios balances de su trabajo, cruelmente truncado por tan precipitada desaparición. Ella misma ha contado cómo lo hizo, desde su procedencia ibicenca hasta los diversos saltos que hizo de medios y de emisoras, hasta que se consolidó como una gestora de opiniones ajenas y como una entrevistadora de primera división. Y una sola vez leí (en las semblanzas ajenas y también en sus propias palabras) un reproche, una mirada airada hacia atrás. Fue cuando le preguntaron por un nombre propio, el del periodista deportivo, tan notorio en otros tiempos, José María García.
Cuando ella le hizo una célebre entrevista a Alfonso Guerra, que aún tenía poder, el tal García, para afear a Concha sus preguntas, extendió el rumor sin fundamento alguno de que la periodista era amante del más polémico y poderoso –entonces—de los socialistas. Ese rumor era gratuito y además García sabía que le iba a salir gratis, como le salieron gratis en otro momento algunas otras invectivas. Pero Concha lo recordaba ahí simplemente porque le pusieron en la bandeja de los balances, en una entrevista, ese nombre en concreto, junto con otros a los que ensalzó con adjetivos que correspondían exactamente a su manera de analizar, con comprensión y justicia, a los que la rodearon en el oficio.
Esa misma manera de ser, justa, considerada, amable, la usó fuera del oficio, para trabajar con otros, para intentar sacarles a sus entrevistados y a los periodistas que trabajaron con ella, que fueron muchos --desde Fernando Delgado, que la descubrió, Javier Rioyo y Lorenzo Díaz, que la acompañaron en lo más trascendente de sus primeros años--, lo mejor que tuvieran dentro. En el caso de los entrevistados, esa no sólo era una actitud: se convirtió en una técnica. Ella creía que la amabilidad y el sigilo podían ser, en el periodismo que practicó, mucho más eficaces que el ofuscamiento y el grito; ahora ella no estaría cómoda en este griterío en el que se han convertido los espectáculos televisados de la opinión a ultranza que no respeta y además impide la opinión sosegada del otro. Ella ahora optaría por el silencio y el sosiego, y el sosiego fue lo que practicó siempre. Como entrevistadora, como conductora de las conversaciones periodísticas sobre la actualidad. Y como amiga, en la vida diaria, en la mesa y en el paseo, siempre. El sosiego y el entusiasmo fueron dos normas de su vida.
Esas armas no eran estrategias o tácticas, eran armas humanas, profundamente humanas, que fueron las que la convirtieron en la gran amiga de todo el mundo, la que se manifestó siempre con entusiasmo, hasta en los momentos más oscuros, para que los demás no recibieran las noticias del sufrimiento sino el aliento de su esperanza. Así hizo amigos; ahora he visto las fotografías de la despedida de Concha. Ahí, entre muchos, que lloraban y se abrazaban, expresando una desolación que representa la incredulidad que produjo noticia tan terrible y tan temida, singularizo a uno que en las primeras crónicas no estaba identificado en los pies de foto. Es Luis Alegre. Aragonés polifacético al que algunas crónicas del pasado llamaron, con justicia, el amigo de todo el mundo, Alegre responde a su apellido; su manera de ser concita en su entorno la alegría y la amistad, la expresión personal del contento para que los otros estén contentos. Él es para muchos el amigo alegre, el amigo Alegre; para Concha lo era en grado sumo, para Concha y para los amigos de Concha. El llanto de Alegre simboliza, me parece, el mejor subrayado de amistad que tiene la esencia de esta despedida emocionada de Concha García Campoy, periodista.
Hay 11 Comentarios
muy bueno!
Publicado por: artemuertopunkcontentomagazine | 19/07/2013 21:26:26
Escriba por favor, que llevamos ya muchos días con este triste oxímoron.
Publicado por: María Dolores | 19/07/2013 21:11:34
Maestro Cruz
Una gran periodista,en un país donde hay una cantidad demasiado grande de periodistas pesebreros.
Saludos Paco
Publicado por: francisco gomez | 19/07/2013 9:30:17
Es cierto. Cinco minutos viendo el programa que tenía en Cuatro eran suficientes para darte cuenta de que era una periodista excepcional. Es muy triste en una persona con tanta vida por delante. Un artículo muy acertado.
Publicado por: GuirreMajadero | 19/07/2013 0:09:25
Cada día nos trae una alegría y varias trístezas, la de hoy es la estancia en Cartagena de Marioo Vargas Llosa en compañia de su hija Morgana, han visitado el Teatro Romano que le hacia mucha ilusión, hace años estuvo y no pudo entrar, estaban trabajando los arqueologos.
Tambien han Inaugurado una esposición de fotografias, "Tras la calma viene la tormenta" un repaso a un trozo importante de la historia del Peru, país que esta dedicado El Mar de Musicas.
Lo he visto a menos de 5 metros, pero no pude acercarme y decirle, soy yo, amigo de juanito.
Debe quedarme mucho de la timidez de niño, que me sorprende con lo mayor que es uno.
Salud y Resistir tanta mentira.
Publicado por: Antonio Corbalán | 16/07/2013 12:17:34
Llorar cuando un ser querido se marcha, nos deja es un reflejo de la perdida, de la dependencia que teniamos de ella.
Es el desahogo de una preocupación de que perdemos una parte de nosostros, nuestros recuerdos, nuestros días alegres con ella, por eso la impronta es no poder detener las lagrímas y los sollozos, ante una vivencia que no podremos revivirla, que ya será historia y solo con nuestros recuerdos, con la memoria la ensoñaremos.
Ante la muerte o la perdida de Concha, surge con fuerza el niño que llevamos dentro y las lagrimas son el grito de angustia ante el juguete roto o perdido que no podremos recuperar, ese que nos dío paz, cultura y conversación disfrutando mientras completabamos nuestro conocimiento. Por ello podemos decir que se marcha pero se queda con nuestra conversación, con nuestras palabras y visión de nuestro futuro.
Salud y Resistir.
Publicado por: Antonio Corbalán | 14/07/2013 12:31:22
¿Y lo demás es silencio?
Publicado por: Manuel Ariza Canales | 14/07/2013 11:33:13
Muy bonita elegía la suya.
Tanta pena da la muerte de concha, tanta pena! Porque hace pocas semanas se la veía tan bien y tan segura de su recuperación que la perplejidad es completa.
Dicen que el último momento de la vida es el resúmen de toda la anterior y, en la despedida de la periodista había muchísima gente
¡qué se puede esperar de josé maría garcía! Seguramente su despedida, cuando le llegue, no será así de multitudinaria.
Bibiana F
:
PD: me alegra, Juan Cruz, que vuelva a las entrevistar radiales ¡me encantan sus entrevistas!
Publicado por: Una ET en Euskadi | 14/07/2013 11:00:52
- No entiendo el fenómeno de la tertulia que tanto parece gustar en este país. Todólogos, señores que opinan de todo, que en su mayoría saben de muy poquito quitando ciertas excepciones, que usan estrategias tan pobres como las de interrumpir al otro una y otra vez cuando intuyen que van a decir algo que no les va a gustar. A gritos como no podía ser de otra manera en este país. Están haciendo mucho daño, son generadoras de intolerancia y falta de respeto. Que programas de debate político parezcan discusiones en una taberna es una radiografía de este país.
- Gran parte de culpa del PSOE, que no peleo por lo que deberían ser los 2 pilares de la izquierda, la lucha contra el fracaso escolar y el fraude a todos los niveles. El fracaso escolar y el fraude ha sido la termita que ha dado lugar a la degeneración absoluta. Dificil que esto tenga marcha atrás, ha calado mucho el desprecio a la educación y el amor al fraude. A un país de necios no le puede esperar nada bueno.
Publicado por: raúl | 13/07/2013 17:20:48
Por ellos hay que apenarse, es lo justo. A ellos se les ha quitado todo. El futuro, claro, pero tambén el recordarse ellos mismos mientras seguían viviendo.
Publicado por: Ferran | 13/07/2013 13:22:51
Uno piensa, al principio, que llora por los que quedamos solos, en el paisaje deforme que ahora es la vida sin la persona amada. Pero, luego, uno se da cuenta de que llora por quien ha dejado de vivir. Nosotros seguimos. De otra forma, alcanzados por la desdicha que ya es reiterada, haciendo frente a una situación que está poniéndonos a prueba en tantas cosas en España. Vamos, si hasta España se pone a prueba todos los días, porque no sé si nos hemos tomado alguna vez en serio (y la angustia por lo que pasa en mi Barcelona es la que puedes imaginar, Juan, siendo tan inclasificable en los juegos binarios del nacionalismo). Pero quien se va no se va a ninguna parte. Sólo vive como recuerdo atento de los amigos, como constancia anotada en el margen de nuestra existencia. Pero la conciencia es nuestra. A quien se ha ido se le ha quitado todo. Solo podemos recordar, en estos esfuerzos que hacemos por retenerlo, la imagen repetida una y otra vez, una moviola sentimental a la que nos aferramos, una escena que convertimos en lugar de culto. Lo que duelen son ellos. Han pasado al otro lado y aquí quedamos nosotros, haciéndoles sobrevivir a fuerza de ese impulso afectuoso y devastado con el que nos agarramos a su vida pasada. ¡Qué poco consuela esa actualización! Porque sabemos que se han detenido en ese punto, en esa fecha, en ese lugar, en ese instante en que imaginas el momento último, como recuerdas qué hacías cuando te llegó la noticia, inesperada o temida. Al principio, lloramos compadeciéndonos de nosotros. Pero, luego, cuando asentamos las razones en su sitio, sabemos que sólo debemos llorar por la inmensa pérdida de quienes han quedado presos de una decisión del organismo: el cáncer, el corazón. Por ellos hay q
Publicado por: Ferran | 13/07/2013 13:21:47