La generación que ahora tiene por delante dos décadas para seguir influyendo en la creación del futuro de este país vive en estado de paréntesis; nació en una sociedad que descubrió valores públicos que ahora están en entredicho y fue depositaria de una fe en la política que ahora se ha hecho añicos.
Esa generación fue la adolescencia de la movida, cuyos cabezas de filas son ahora sus mayores; aunque estos últimos no estén aún en franca retirada, sí es cierto que a aquellos adolescentes que ahora tienen entre cuarenta y cincuenta años les correspondió pronto la antorcha, pero súbitamente se dieron cuenta de que casi no había fuego. Esa es la generación paréntesis; de ella escribe con una fuerza inusitada, con una melancolía que parece de fuego, Joana Bonet, periodista, escritora, madre de dos hijas, que conserva en la mirada una ilusión rara, porque no abunda. Ella era una de las adolescentes de aquella movida. Ahora no mira atrás, y si lo hiciera no se volvería estatua de sal: se volvería loca.
Lo que fue la movida es ahora una pavesa, una dulce nostalgia de la que se conmemoran aniversarios, pero no hay una herencia cultural clara, no se despierta la pavesa, y este país va a trompicones, como si se hubiera interrumpido la ilusión; como si la vela de la que hablaba Lewis Carroll (“me gustaría saber de qué color es la luz de una vela cuando está apagada”) no tuviera dentro ni la ilusión de la luz.
Así que esa generación que vino después, y que demostró fuerza y arrojo e ilusión, y que creyó que todo el monte era orégano, después haber sido marihuana, por ejemplo, se ha quedado ahora paralizada, en medio de la mordida burocrática, en un país oscurecido por el pesimismo de los datos y la evidencia de una crisis que no es tan sólo económica. Se han cambiado los paradigmas económicos, pero también se han hecho trizas los trajes que habíamos usado para mostrarnos en sociedad; y ya no sirven las viejas vestimentas, pero tampoco hay vestimentas nuevas. En el universo en el que antes se inventaba en libertad ahora no hay dinero ni para acudir a ver de cerca el resultado de los inventos. La cultura es la lesionada mayor de toda esta historia; pero también están en el banquillo de los jugadores en estado agónico la educación (que es la madre de todas las batallas), la información, y sobre todo está en el banquillo la posibilidad de entender que si no se mueve el estado inmóvil todos vamos a ser estatua de sal. O acabaremos locos.
Ese libro que ha escrito Joana Bonet (Generación paréntesis, Planeta) es una sacudida, un tango escrito a modo de twist o de rock, una especie de saludo poderoso a aquellos y a aquellas que de pronto se han parado como le pedía Espronceda al sol que se parara: para saludarlo y para que siguiera andando, alumbrando este tiempo sin proteínas. Y lo que esta mujer joven aun propone es precisamente una sobredosis de proteína para seguir caminando. He leído el libro como una carta multilateral, dirigida a las distintas generaciones que aún conviven con la suya, y he salido de ella con la consciencia de que es imposible que volvamos atrás (nosotros) pero con la esperanza de que ese tapón del que ella habla, ese paréntesis, se abra de una puñetera vez.
Joana Bonet te mete en lo que pasa sin contemplaciones, y desde el inicio: “El año nuevo llegó con sus costuras planchadas, precintado con papel de regalo, pero antes de nacer ya le garabatearon encima un grafiti con símbolos fatales: los pronósticos, tiznados por una incertidumbre que se desparrama de la misma forma que, lejos de disimularse, va extendiendo su cerco igual que si tuviera vida propia”. Así, en la frente, la primera; Rafael Azcona decía que este país tenía algunos personajes de cuya proteína dependía nuestra esperanza. Esa proteína ha sido despejada a córner; la generación paréntesis que radiografía Joana Bonet es esa proteína que el país ha despreciado; la ha dejado aún peor, entre corchetes. Sin empleo, o con empleos precarios, la espada de Damocles del desempleo sobre la identidad de sus ambiciones; el país ha derrochado décadas de educación suficiente (estudios en el extranjero, especialidades, doctorados…) y ha dejado de imaginar un porvenir para los que creyeron que tenían toda la vida por delante.
Esta situación, este paréntesis, es un drama que Joana Bonet cuenta con el gaznate lleno de ideas (ella vislumbra el futuro, ve salidas) pero también repleto de esa incertidumbre con la que abre su comprometido discurso. El siglo XXI empezó mal, como un dolor en la historia; y ya se ha ido cayendo y cayendo, y decayendo, hasta el momento en que, otra vez, hay que invocar aquellos versos en los que, en el peor momento del siglo XX, Bertolt Brecht dijo que también se cantará en los tiempos oscuros.
Generación paréntesis es una canción en los tiempos oscuros. Hay que estar atentos a la música que ella describe, pero mucho más a la letra: la letra es sangre de lo que está pasando, el resultado de haber puesto entre paréntesis la proteína.
Llamémoslo paréntesis, pero es drama.
Hay 3 Comentarios
Seguro que el libro de Joana es interesante. Ella es interesante, a pesar de lo cual no creo que lo lea, a no ser que llegue a mis manos en un momento propicio. Cuestión de gustos estilísticos. Mis preferencias van apor una escritura más desnuda, sin los barroquismos que ella utiliza. Dicho lo cual, no nos pongamos tan dramáticos. Ustedes nos abrieron el camino a la libertad, y nosotros -nosotras- hicimos uso de la libertad, y donde ustedes predicaban nosotras practicamos. No es cierto que no tuvieramos compromiso político. Teníamos, y tenemos un fuerte compromiso aunque sin tanto bombo. Y qué decir de nuestro interés por la cultura. Aunque lo que hicimos quedara en agua de borrajas, nos nutrimos de toda la tradición anterior, fuimos curiosos y estamos transmitiendo curiosidad a nuestros hijos. Los hijos de nuestra generación paréntesis van a ser buena gente cuando se hagan mayores. Arreglarán muchas cosas. Sabrán desenvolverse en este mundo en el que todo lo que era sólido se ha licuado.
(manu chao) welcome to Tijuana, tequila sexo marihuana...
Os recomiendo mucho la peli de Tornattore, La mejor oferta. Muy diferente de Cinema Paradiso.
Publicado por: Dolores | 11/07/2013 16:56:26
Estoy de acuerdo con lo que comenta A. Corbalan. Me gustaría añadir que esa proteína se puede reconocer y que además deja rastro. Como fuegos fatuos se encuentran aquí y allá, reuniéndonos entorno a la actividad.
Si no fuera porque se atenta contra la firmeza y la indignación de las víctimas, incluso judicialmente, el paréntesis no sería drama
Publicado por: Belén Mtnez. Oliete | 06/07/2013 18:03:29
Han pasado sus vidas estudiando, preparandose para una profesión un trabajo, pero no contarón que el mundo laboral no se ajusta a la idea que les educaron, les organizarón creyendo que el paisaje les seria conocido, pero ni el trabajo es como pensaban ni los jefes se comportan como creían.
Aceptan el trabajo ilusiónados con un proyecyo y antes de terminarlo ya le abren la puerta para que se marche, o bien los echan directamente o le hacen la vida imposible por ser más inteligentes que los miembros de la jefatura, de forma que, pretenden que reniegue de su profesión.
Este prejuicio del poder (empresarial, politico) sobre el que es nuevo o el que abre nuevos horizontes logra que se implante en los terrenos del poder, los mediocres, los que no se arriesgan con nuevos caminos y por ello no se equivocan y creén ser divinos de la muerte, pretenciosos y estar en posesión de la verdad.
Te oigo y te leo en varios medios y desde el domingo nos veremos en la SER.
Salud y Resistir
Publicado por: Antonio Corbalán | 06/07/2013 10:50:03