Mira que te lo tengo dicho

Sobre el blog

¿Qué podemos esperar de la cultura? ¿Y qué de quienes la hacen? Los hechos y los protagonistas. La intimidad de los creadores y la plaza en la que se encuentran.

Sobre el autor

Juan Cruz

es periodista y escritor. Su blog Mira que te lo tengo dicho ha estado colgado desde 2006 en elpais.com y aparece ahora en la web de cultura de El País. En cultura ha desarrollado gran parte de su trabajo en El País. Sobre esa experiencia escribió un libro, Una memoria de El País y sobre su trabajo como editor publicó Egos revueltos, una memoria personal de la vida literaria, que fue Premio Comillas de Memorias de la editorial Tusquets. Otros libros suyos son Ojalá octubre y La foto de los suecos. Sobre periodismo escribió Periodismo. ¿vale la pena vivir para este oficio?. Sus últimos libros son Viaje al corazón del fútbol, sobre el Barça de Pep Guardiola, y Contra el insulto, sobre la costumbre de insultar que domina hoy en el periodismo y en muchos sectores de la vida pública española. Nació en Tenerife en 1948.

Eskup

Entre los numerosos editores que he ido conociendo en mi vida hay un personaje singular que parece un atleta, y es a la vez un editor, un músico, un poeta. Se llama David Villanueva y dirige Demipage.

Creo que en total habré cruzado con él 44 palabras, o quizá 88, pero la suya es una conversación tenue y profunda que se resuelve, a mi gusto, de la mejor manera: mirando. Tiene una virtud, la de mirar, la de seguir con la mirada lo que le vas diciendo, que siempre me pareció como la deferencia de un hombre de espíritu, como dicen los franceses.

Él es editor de muchos libros, y es amigo de mucha gente; ignoro si con todos ellos, con todas sus amistades y con todos sus conocidos, es igual de profundo y de lacónico, pero en este último aspecto se parece a uno de los escritores más admirables y misteriosos que ha publicado, Félix Francisco Casanova.

Casanova es el escritor más hondo del tardío surrealismo canario; escribía como si la inspiración le viniera de una fuente misteriosa, del aire, quizá; convirtió la música en su aliada, y como poeta dejó trazos de una genialidad que pudo no haber tenido fin si la muerte, ese accidente imperioso, no hubiera cercenado su vida cuando aún ni tenía veinte años ni nadie podía imaginar que un día iba a hablarse de él en pasado.

Estos días me pidió David, en cuatro palabras, por wasapp, que le ayudara a anunciar desde aquí un concierto raro que ofrece esta noche y mañana en Las Naves del Española, en el Matadero de Legazpi. El concierto se titula Esclavos del agua; él hace música y canta, y en esta ocasión estará acompañado, sucesivamente, por amigos suyos como Santiago Auserón, Luis Eduardo Aute o Juan Carlos Mestre, además de la Greenwich Village.

El concierto se repite mañana (siempre a las 22.00) y luego será el material para un disco. Lo cuento y me callo. ¿Cómo me podía negar a divulgar esta ocasión, en la que los que vayan podrán escucharle a David muchas más palabras que las que yo le he escuchado en tantos años?

         Y ahora reproduzco aquí un texto que escribí para La Crónica de León (cuyo director, David Rubio, tuvo la gentileza de publicar este último miércoles); se trata de un homenaje a Jesús Fernández Santos, el escritor de Los bravos,  de cuya ausencia se cumplen ahora 25 años.

         El resto de los textos son los que habitualmente leo en Hora 14 de la Cadena Ser.

 

 

De donde quiso ser Jesús Fernández Santos

Jesús Fernández Santos no nació en León, pero de allí quiso ser. Escribió (y esto figura al frente del libro que ha preparado ahora su hijo Miguel Fernández Castaldi para el Centro de Arte Moderno): “Yo no he nacido en León, pero no se es de la ciudad o región en que uno nace o muere, sino de allí donde se vive, y en tal sentido yo he pasado gran parte de mi vida al pie de la raya divisoria que separa ese antiguo reino del de Asturias”.

         León fue su lugar, esa zona del mundo agrupaba la intensidad de su mirada, y sus libros están marcados por esa presencia anímica de Jesús sobre la tierra. Del mismo modo que, como escribía Samuel Beckett, un isleño jamás deja la isla en la que nació, un poeta que eligió esa bruma soleada, esa tierra en la que sus pies hallaron el camino más fructífero, será siempre de allí, aunque su aliento haya probado otros aires.

         Lo explica en el frontis de ese mismo libro (León desde la memoria): “Desde el Bierzo medieval, que recogió en sus días las horas solitarias de los anacoretas, o Sahagún, con sus iglesias de ladrillo ricas y originales, las Médulas, donde los romanos buscaron el oro del imperio, este viejo Reino de León ha influido, a través de sus hombres y paisajes, en una parte importante de mi obra”.

Este es un libro emocionante, porque es un tributo de la editorial, Del Centro Editores, dirigida por afanosos e inteligentes, y emotivos, editores argentinos, Claudio y Raúl, que están haciendo una enorme labor en Madrid para ser pie de la literatura y el arte latinoamericano en España; que sea una editorial de ese signo, rabiosamente latinoamericana, cuyos intereses mayores van de Cortázar a Lezama y a Onetti, por ejemplo, la que se fije en la prosa de Fernández Santos para darle su valor ahora realza el valor de la iniciativa.

         Y la emoción de la iniciativa alcanza, claro, al hijo de Jesús, Miguel, que acompaña estas prosas de su padre con fotografías que resumen una a una el espíritu de lo que Fernández Santos quiso contar mientras vagaba, como caminante, como realizador cinematográfico y como escritor, sobre el poético entorno que luego llegó a formar parte decisiva de su alma de ciudadano y de narrador. Los textos fueron seleccionados por María Castaldi, la viuda de Jesús Fernández Santos; su pasión por esta literatura, y por Jesús, tiene ahora la recompensa de este bello libro, pero aún le aguarda (a Jesús, sobre todo) la expresión de una gratitud que él no buscó, ni ellos buscan, pero que merece ese afán sin desmayo con el que él le quiso devolver a su tierra lo que de ella obtuvo: sabiduría y paciencia, que él explicó con una escritura sabia, bella y excepcional.

         Las tierras suelen ser ingratas con sus escritores o con sus poetas, cuando ellos viven y sobre todo cuando ellos no están. Me llegan ecos del desdén leonés, el olvido, hacia el gran escritor de Libro de la memorias de las cosas. No me sorprende, así es la vida, pasa en todas partes, desde Canarias a Galicia, desde Andalucía a la costa cántabra, y pasa en Extremadura y en cualquier sitio. De León me sorprende más, quizá, porque si algo ha construido a León hacia el mundo en el siglo XX, y en la última parte del siglo, ha sido la ambición irrestricta de sus escritores, desde Antonio Gamoneda a Luis Mateo Diez, desde Julio Llamazares a José María Merino, desde Juan Pedro Aparicio o Antonio Pereira a Jesús Fernández Santos, de dedicar a León, ese alma y ese paisaje, lo más sustancial de su obra.

         Si León se olvida de Jesús, allá León; pero nadie podrá borrar lo que está en los libros, sus libros son justamente inolvidables.  De ahí quiso ser, y ahí está, aunque quienes manden en León insistan en desconocerlo.

 

 

La luz apagada

La luz es como el aire, tan sensible. Dicen que Goethe murió reclamando más luz. La mejor frase que conozco sobre la luz la escribió el autor de Alicia en el país de las maravillas: “Me gustaría saber de qué color es la luz de una vela cuando está apagada”. A los periodistas nos gusta mucho esa exclamación: “Luz y taquígrafos”. Ahora se mueve la luz como en las casas viejas, y tampoco hay demasiado luz ni demasiados taquígrafos en la democracia española. Cuidado, sin luz nos quedamos a dos velas.

 

Los libros de toda la vida

Abundan las listas de los libros del año y hay que prevenir a la gente a favor de los libros de siempre. Desde Baroja y Unamuno a Albert Camus y a Delibes. Leer es imprescindible, pero la lectura es una virtud de la paciencia. Entender el embrollo del mundo en que vivimos requiere sosiego. Para ello es preferible leer a Platón, que escribió hace más de dos mil años, que muchos de los libros urgentes que llenan los escaparates. Vayan a la librería, el librero sabrá aconsejarles sosiego.

 

El anciando que leía el Irish Times

Aquel hombre parecía un anciano leyendo el Irish Times en el hotel  Hibernians de Dublín hasta que un altavoz pronunció su nombre, él se levantó y entonces me di cuenta de que era Peter O ´Otoole; ya era un actor veterano pero, como otros de su estirpe, Henry Fonda, Mastroiani, Lemmon, Gassman o Fernando Fernán Gómez, cuando se alzaba entre el público recuperaba el vigor del hombre que actúa, se quitaba los años precisos y era el que fue siempre. Murió ayer el santo bebedor, el inolvidable compadre de Richard Burton.

 

Arte de Blesa

Todo es letra menuda en esa correspondencia entre el ex presidente Aznar y el ex banquero Blesa sobre el coste de la obra del pintor Gerardo Rueda. 54 millones de euros le hubiera costado a la fundación de Caja Madrid ese repertorio que con tanto ánimo acogió el financiero. El responsable de la Fundación se quedó estupefacto. Mucho dinero para esto; cuando lograron rebajarlo, Blesa siguió bromeando. ¡Recuerda de donde venimos!, dijo. El pintor fue sobrevalorado, pero aquí quien tenía arte era Blesa.

 

Maneras de ser

En Alemania se han puesto de acuerdo los adversarios y se disponen a gobernar socialistas y conservadores. Es otra cultura; nosotros, en España, estamos acostumbrados a que nos miremos a cara de perro mientras pasa la vida, hasta la derrota final del contrario. Ahora se acaba de inaugurar entre nosotros un nuevo modelo de desacuerdo. Los que proclaman la necesidad del diálogo, en Cataluña, por ejemplo, se aprestan a despreciar los argumentos del otro, y el otro ve la ocasión para desoír a los contrarios. La experiencia no logra que seamos distintos.

 

 

Nelson Mandela fue un hombre formidable cuya enseñanza fue vital para el cambio de mentalidad donde más difícil era, en la mentalidad racista de los blancos de Suráfrica. Su otra tarea fue la de convencer a los suyos, a los negros de Suráfrica, que el cambio que él pregonaba, el camino hacia la tolerancia entre viejos enemigos, sólo era posible aprendiendo quién era el otro. Para ello había que estudiarlo y comprenderlo, aceptarlo como era, tratar de cambiarlo a partir de ese encuentro e incluso de ese encontronazo.

Lo estudió en la cárcel, donde pasó 27 años de su vida; renunció al dudoso privilegio de odiar, dejó a un lado el deseo de la venganza, que compartimos con los animales, y al salir de la prisión de Robben se dispuso a poner en marcha las convicciones que le llevaron a ser un gigante de la humanidad al que ahora rinde culto la unanimidad más absoluta que haya tenido un hombre en la tierra en este tramo de la historia.

Frente a ello, frente a lo que él enseñó, que había que entender al enemigo para poder compartir con él el futuro en su país, hay muchos, intelectuales o periodistas, que reprochan ahora a diario a aquellos que algún día, y de la manera más aviesa, es cierto, persiguieron a Mandela por sus posturas más radicales en contra del enemigo.

En mi modesta opinión, éstos que declaran amarlo y deploran cuánto tardaron en amarlo otros, no han entendido lo que Mandela quiso decir en los años en que su vida ya le permitió decir lo mismo que en Israel dice el escritor David Grossman: que sólo acercándote al otro llegarás un día a ser el que sueñas que quieres ser.

         De eso hablé en mi breve intervención diaria en el programa Hora 14 de la cadena Ser; en esta entrega del blog recojo esas intervenciones, como hago cada semana. Pido disculpas por mi larga ausencia de estos días; estuve en México, en la espléndida Feria Internacional del Libro de Guadalajara; allí tuve ocasión de intervenir en varios coloquios, con Sergio Ramírez (sus cuentos publicados bajo el título Flores oscuras son una maravilla, especialmente el más autobiográfico de todos, No me vayan a haber dejado solo); con varios escritores (Rosa Montero, Juan Villoro, Claudia Piñeiro, José Ovejero…) acerca de la raíz de sus lecturas, su aprendizaje como autores… Y especialmente denso, intenso y aleccionador fue para mi (y espero que para las muchas personas que acudieron), el encuentro entre Mario Vargas Llosa y David Grossman, el ya citado escritor israelí, cuya novela La vida entera recomiendo muy vivamente. Ahí expresó Grossman ideas muy similares a las que Mandela puso en marcha en su país para aliviar el conflicto que parecía imposible de resolver entre negros y blancos; actitudes similares defiende, en medio de enormes dificultades e incomprensiones, el escritor israelí. Me resultó muy conmovedora su actitud y salí de ese encuentro con el aliento reconfortado.

         A la vuelta a España, a raíz de la muerte de Mandela, escuché muchos elogios del líder surafricano (cuyas memorias tuve el privilegio de publicar, cuando fui editor), como los escuché en México de Grossman. Me dio pena comprobar que esos elogios no se prolonguen en el mismo compromiso que ambos defendieron y, en el caso de Grossman, siguen defendiendo.

 

Y he aquí, pues, esos comentarios radiofónicos día por día.

 

EL ENEMIGO

Escribió el escritor israelí David Grossman sobre el conflicto que viven judíos y palestinos que sólo se salvaría esa guerra de odios si unos y otros aprendían a entender al enemigo. Eso hizo Nelson Mandela; su encuentro con el enemigo alivió el odio entre negros y blancos, acabó con el apartheid y creó una atmósfera de convivencia que ahora se celebra como su gran contribución a la historia. Es que era un hombre radicalmente bueno, al que ahora se llora porque sigue haciendo falta.

 

 

LA BURLA

Lo peor de lo que dijo Rafael Hernando, portavoz del PP, sobre las víctimas del franquismo no fue que mintiera con respecto a lo que hizo Franco para eliminar enemigos en la posguerra. Lo peor de lo que hizo ante las cámaras de la televisión de los obispos fue burlarse de los descendientes de aquellos a los que el dictador hizo desaparecer y persiguió cuando ya no había guerra. Por eso, por reírse de ellos, es por lo que tienen que pedir disculpas él y los obispos.

 

LOS LIBREROS

Este viernes es el día de las librerías. En el lanzamiento de esta iniciativa el filósofo Emilio Lledó evocó cuando el maestro le pedía que comentara los libros que leía. Él es consecuencia de aquella educación basada en los comentarios de textos, en la lectura. Con el filósofo estuvo en ese lanzamiento Elvira Lindo. Para ella, ir a las librerías es una obligación gozosa. El librero es un amigo imprescindible, una presencia que prolonga el consejo de los maestros.

 

EL PAÍS DEL FUTURO

La frase más famosa sobre Brasil la escribió un austriaco, Stefan Zweig. Según el autor de El mundo de ayer ese gran país siempre sería el país del futuro. Gracias a su lucha contra la desigualdad, y la miseria, Brasil es de veras el país del futuro, y ahí acaba de nacer la edición de un periódico español, El país, en el que trabajo. Que un periódico español nazca en el extranjero es una noticia buena en un tiempo en que parece que el futuro se convierte en imposible para el oficio en el que vivimos.

 

VIVA VALLE

Valle Inclán es nuestro Shakespeare del siglo XX y no debe haber ni un año sin Valle. Hoy se estrena en el Centro Dramático Nacional la versión que Ernesto Caballero ha hecho de las Comedias Bárbaras, que ya estuvieron en escena en 1991 y en 2003, en las versiones de José Carlos Plaza y de Bigas Luna. Ese teatro está escrito con el genio que superan la actualidad y el tiempo. Y estas Comedias se ven como si se hubieran escrito esta mañana. “¡Malditos estamos!” es su frase final. Valle adivinaba.

 

EL TEMPLO DEL LIBRO

Estoy en México, en la Feria del Libro de Guadalajara. Miles de personas asisten aquí a discusiones sobre la creación literaria y sobre los conflictos del mundo. Este año la feria se dedica a la cultura de Israel. Cientos de escritores y decenas de miles de personas en torno a la palabra escrita. Es la más grande del mundo, la más abundante, y aquí se oye hablar como si el libro fuera un templo.

 

DESCONOCER A RAJOY

Sigo en México. Desde aquí se ve con distancia lo que ocurre a diario en España. Parece que la distancia acolcha el efecto que hacen algunas noticias que se producen entre nosotros. Aquí, en América, se ha escuchado con estupor esa noticia de que a un discapacitado ecuatoriano se le ha negado en España la ciudadanía española porque no sabía quién era Rajoy. Qué lejos estamos, José Antonio, de América, qué mentira cuando decimos que la llevamos en el corazón.

 

LA BIBLIOTECA

En el centro mismo de México existe desde el año pasado un conjunto de bibliotecas públicas compuestas por los fondos de grandes escritores ya fallecidos. El legado forma parte del patrimonio del país. La herencia de la escritura está viva. Como siempre, piensa uno en lo que pasa en España, en el gran incendio que supone que los fondos de nuestras propias bibliotecas públicas hayan sido desnutridas por los dientes de la crisis. Un país que deja en segundo lugar los libros se abandona a sí mismo.

 

IGLESIA AJENA

El Papa habló y todo el mundo ha seguido comentando lo que dice. Se dice en México, desde donde te hablo, que lo que propone Francisco es que se acerque la Iglesia a la gente; como se ha reclamado desde América al menos desde hace cincuenta años, el oropel religioso no representa el alma de los oprimidos, de las víctimas de la desigualdad. En este océano de olvido de sus obligaciones lo que ha dicho el Papa es sólo una gota que quizá reaviva la proscrita teología de la liberación.

 

SIN HORIZONTE

Qué lejos se hace aquella fecha cuando España se dio la Constitución democrática. Se cosieron las leyes y luego se fue descosiendo el país, y ahora vuelve a haber dos, tres o cuatro Españas. Me decía Javier Krahe, que ayer presentó su último disco en la Residencia de Estudiantes, que lo que no hay es horizonte. Hay papeles, leyes, pero no hay horizonte. Así que mañana celebramos también el principio y el final de un horizonte. Pues habrá que buscar otro.

El País

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