Mira que te lo tengo dicho

Sobre el blog

¿Qué podemos esperar de la cultura? ¿Y qué de quienes la hacen? Los hechos y los protagonistas. La intimidad de los creadores y la plaza en la que se encuentran.

Sobre el autor

Juan Cruz

es periodista y escritor. Su blog Mira que te lo tengo dicho ha estado colgado desde 2006 en elpais.com y aparece ahora en la web de cultura de El País. En cultura ha desarrollado gran parte de su trabajo en El País. Sobre esa experiencia escribió un libro, Una memoria de El País y sobre su trabajo como editor publicó Egos revueltos, una memoria personal de la vida literaria, que fue Premio Comillas de Memorias de la editorial Tusquets. Otros libros suyos son Ojalá octubre y La foto de los suecos. Sobre periodismo escribió Periodismo. ¿vale la pena vivir para este oficio?. Sus últimos libros son Viaje al corazón del fútbol, sobre el Barça de Pep Guardiola, y Contra el insulto, sobre la costumbre de insultar que domina hoy en el periodismo y en muchos sectores de la vida pública española. Nació en Tenerife en 1948.

Eskup

Me niego a pensar que es verdad lo que dicen los agoreros: que el libro se va a hundir en medio de las aguas cenagosas del Facebook, el wasapp y la costumbre de no leer y no creer en los libros que marca el ritmo cultural de una sociedad cada vez más contenta de no conocerse.

         Para no leer hay ahora muchos argumentos, y para decir que no se lee hay casi los mismos. Antes se decía, cuando te hablaban de un libro que había que leer: “Lo acabo de comprar” o “lo estoy leyendo” o “me han dicho que es muy bueno”. Ahora se dice: “Ya lo he visto”. En Facebook, en Twitter. Ver un libro como si fuera una estrella fugaz. Verlo, no tocarlo, no leerlo. Verlo para decir que lo hemos tenido cerca.

         Soy optimista con respecto al futuro del libro, y no me refiero a esa insistencia estadística en que ahora se lee más porque hay más soportes para leer, porque leer no es posar tus ojos en la palabra escrita, tan solo; es posar y adentrarte, es buscar en lo que lees una referencia para vivir, para discutir, para soñar o para justificar tu melancolía, para saber más o para saber de manera distinta. Como si leer es tener un artilugio para meter libros, como si ahí dentro se leyeran solos.

         Estadísticas que no se divulgan dicen, por ejemplo, que los editores nuevos que publican libros de papel y que son creativos (es decir, que no publican lo que ya fue mil veces publicado) están cumpliendo bien sus presupuestos, que están recibiendo el favor del público; los medios nos hemos acostumbrado a explicar los avances o los retrocesos de los libros digitales, y nos hemos olvidado de poner énfasis en la vida propia de los libros de papel. Como si también hubieran dejado de ir a las librerías los que escriben sobre libros. Es preciso ir a las librerías, fijarse en los libros; tocar los libros ahora es adelantarse a lo que pasará dentro de poco. Estoy seguro, quiero estar seguro, y quisiera compañía en esta seguridad que proclamo.

         Esta semana ha habido una buena noticia en el mundo del libro, pero tampoco la he visto muy divulgada: la agencia Dos Passos, que dirige con un ímpetu milagroso Palmira Márquez, Ámbito Cultural (a cuyo frente está el escritor Ramón Pernas) y Galaxia Gutenberg (director, Joan Tarrida) han convocado el premio Dos Passos a la primera novela. 12.000 euros de premio y la publicación, por Galaxia Gutenberg, de la novela ganadora. Los que escriban tienen de plazo hasta el 30 de mayo próximo, y el que gane verá la novela publicada el 14 de enero de 2015, que es cuando nació (en 1896) el escritor John Dos Passos. En la presentación del premio el escritor Fernando Marías, que acompañó a los convocantes del premio, aludió a las dificultades que él mismo tuvo para publicar su primera novela; en eso no ha cambiado el sector, pero es que ahora la presión del ambiente contra los escritores a los que no conoce ni Dios es tremenda. Leer, ir a las librerías, publicar, se ha vuelto, decía Pernas, “un acto de heroísmo y de resistencia”.

         No se trata sólo de “profesionalizar”, como decía Tarrida, al escritor: se trata de darle sitio y esperanza. Hay mucha gente escribiendo, y hay leyendo más gente que la que se dice por ahí. Prometo que, si tengo fuerza, desde aquí, y con la frecuencia que me den las ganas, haré todo lo posible por remar contra corriente y decir que el libro no se muere, qué más quisieran.

         Estoy harto de escuchar que el libro se muere.

         Pues si se muere el libro, qué no se habrá muerto ya.

Queremos tanto a Julio. Hay que leer a Cortázar

Por: | 12 de febrero de 2014

Hoy hace treinta años murió Julio Cortázar, a quien queremos tanto. Escribí para mi sección diario en Hora 14 de la Ser el comentario que sigue. Y la crónica posterior la escribí a raíz de la presentación del álbum Cortázar, de la A a la Z que ha publicado Alfaguara. Esta tarde, en la Casa de América, Natalia Menéndez dirige un montaje sobre la obra y la música que convirtieron a Julio en un escritor tan querido.

El sueño

Escribió Rayuela y nos regaló relatos que nos aprendimos de memoria, como versos de amor o cartas de batalla, y creó en torno a él una mitología que no cesa. Murió tal día como hoy hace treinta años, en París, la ciudad en la que se combinaron sus sueños y sus juegos. Ahora está en las librerías un homenaje singular a su persona de escritor y de cronopio, un álbum donde está siempre riendo y escribiendo, tocando la trompeta o haciéndole muecas a la vida. Esta noche, en la Casa de América, le recuerdan con jazz y con palabras. Queremos tanto a Julio. Hay que leer a Cortázar.

El álbum

Aurora Bernárdez, menuda y blanca, movía la cabeza y reía, silente, en la primera fila de la Casa de América de Cataluña cuando le preguntaban a Carles Álvarez Garriga, editor con ella del álbum biográfico Cortázar de la A a la Z, qué música era la favorita del autor de Rayuela, cuyo centenario ya estamos celebrando. La viuda y albacea del escritor que hizo del humor, el azar y el ingenio argumentos de sus novelas, rompió su viejo compromiso de callar en público y pronunció los nombres propios mágicos a los que se aferraba Cortázar cuando quería ser Julio y quedarse solo consigo mismo y con la música: “Duke Ellington, Charlie Parker… A veces estudiaba trompeta; la mujer que servía en casa, una española, me decía: ´¿Estudia, verdad? Porque sólo la pifia`”

         Ella misma rió, todos rieron. Fue el punto y final de un acto muy especial, como el libro que le sirvió de pretexto. Este álbum, que nació en Argentina (de la mano de la directora de Alfaguara en Buenos Aires, Julia Salztman, de la viuda de Julio y del gran cortazariano Carles Álvarez) y que diseñó en Barcelona el argentino Sergio Kern, es un gesto de amor a Cortázar, a él como persona (pues el álbum es en un porcentaje altísimo sobre su vida personal) y a él como escritor; está hecho, por Álvarez y por Bernárdez, con el apoyo técnico de Kern y “el entusiasmo” de Saltzman, como “el mejor homenaje”, como dijo el director de la Casa de América, Toni Travería, al escritor “al que tanto amamos todos”. Leyó Travería un texto de Juan Gelman al gran cronopio: “Tu mejor obra sos vos”.

         Y a vos, Julio, está dedicado este libro raro “e inclasificable”, como le gusta a Sergio Kern que llamen al resultado final de esta magna obra típicamente cortazariana, que incluye destellos de otras grandes audacias del propio Cortázar, como La vuelta al día en ochenta mundos. Este álbum es el preludio de todo lo que ocurrirá en el centenario del escritor y en el cincuentenario de Rayuela, su obra más querida (la directora de Alfaguara Global, Pilar Reyes, se felicitaba anoche de las ventas que sigue teniendo, “y ahora más”). Y es a la vez, dijo Álvarez, la conclusión de una ingente labor editorial que se inició en aquel sello en 1994, cuando se editaron algunos libros que permanecían inéditos a la muerte de Cortázar en febrero de 1984.

         Ahora, dijo Carles Álvarez, que se definió a sí mismo como “el evangelista” de Cortázar, “habría que parar un poco, que la gente digiera todo lo que se ha hecho”. Entre las cosas que se han hecho, la edición de las conferencias literarias de Julio en Berkeley y la ingente colección de cartas del escritor (“la más interesante y abundante de cualquier escritor hispano en el siglo XX”), que Alfaguara publicó recientemente en cinco tomos. Como estábamos en Barcelona, y como es justicia, Álvarez tuvo un recuerdo para Francisco Porrúa, el editor argentino que vive aquí y que con tanta pasión como buen juicio puso en la rampa de salida a aquel joven Cortázar de Los premios.

         La sesión fue un repaso a lo que este álbum tiene de más emocionante. Carles Álvarez, a preguntas del moderador del acto, Jean Barnabé, hijo de un traductor francés que fue amigo de Cortázar y que aparece en esta colección de recuerdos gráficos y escritos, dijo que para él la doble página de la entrada Infancia, es de lo más enternecedor de esta memoria. Ahí se incluyen estos versos sencillos, junto a retratos del Cortázar chico: “Me acuerdo de una plaza, poca cosa: un farol, un paraíso, unos malvones/ y ni un banco en que estar y ni una rosa./ Pero venían todos los gorriones”.

         Claro, como todos los libros, y especialmente los libros de Cortázar, es un libro para leer y releer, pero este es en especial un libro para ver. Pues no es lo mismo leer los versos que Cortázar dedicó a su abuela (en la entrada Abuela) que contemplar la compaginada que Kern, con el auxilio de Carles y la supervisión “siempre risueña”, dijo Álvarez, de Bernárdez, consiguió con los materiales que tuvo a mano, la foto de Victoria Gabel de Descotte y un “abanico japonés que fue de la abuela”, una señora que dio la vuelta al mundo adelantándose quizá a las vueltas al mundo (real o figurado) que luego daría su nieto. El poema es de 1963, se titula Abuela muerta y empieza así: “El angelito que tantos años dibujé al pie de unas cartas,/ y el à bientot de las despedidas, y ese nombre en el sobre/ han de seguir en alguna parte, han de ser algo vivo,/ no es posible que nada sobreviva de esa ternura y esa gracia…”

         En el mismo renglón de las preferencias, Barnabé le preguntó a Álvarez cuál le había hecho más gracia. Entre los numerosos papeles inesperados de Julio (papeles inesperados que también formaron parte de un volumen) apareció esta broma casi buñuelesca: “Era zurda de una oreja”. Y esa voz está como Zurda en el apartado Z del álbum, una página antes de este especial colofón del libro, en el apartado Zzz… con que Bernárdez, Álvarez y Kern concluyen este homenaje realmente conmovedor y divertido al hombre que nos hizo leer al revés y al derecho no sólo lo que escribió sino lo que nos pareció que escribía. Dice este Zzz… que acaba esta cortazariana, utilizando el capítulo 41 de Rayuela, muchas páginas después de que el libro mítico hubiera empezado:

         “—Ahora que ya jugaste bastante, vení a sacar el ropero de arriba de la cama –dijo Gekrepten.

         --¿Te das cuenta? –dijo Oliveira.

         --Eh, sí –dijo Traveler, convencido.

         --Quod erat demostrandum, pibe.

         --Quod erat –dijo Traveler.

         --Y lo peor es que en realidad ni siquiera habíamos empezado”.

         Está Buenos Aires, claro, y Argentina, y los cronopios, y Gabo, y Carlos Fuentes, y Aurora por supuesto, y Carol Dunlop, su última compañera, y Julio Silva, y Mafalda, y su madre. Y el humor. Y Julio. Gelman se lo dijo: “Tu mejor obra sos vos”. Pues esta obra es Julio y no sólo Cortázar. Una mujer le escribió a Carles Álvarez: “Me has dado un gran regalo y me has dado un gran insomnio. Desde que me mandaste el álbum sólo he podido leerlo y no tuve tiempo para dormir”. Ese mismo insomnio fue la feliz ayuda que tuvimos cuando leíamos Rayuela.

El País

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