Mira que te lo tengo dicho

Sobre el blog

¿Qué podemos esperar de la cultura? ¿Y qué de quienes la hacen? Los hechos y los protagonistas. La intimidad de los creadores y la plaza en la que se encuentran.

Sobre el autor

Juan Cruz

es periodista y escritor. Su blog Mira que te lo tengo dicho ha estado colgado desde 2006 en elpais.com y aparece ahora en la web de cultura de El País. En cultura ha desarrollado gran parte de su trabajo en El País. Sobre esa experiencia escribió un libro, Una memoria de El País y sobre su trabajo como editor publicó Egos revueltos, una memoria personal de la vida literaria, que fue Premio Comillas de Memorias de la editorial Tusquets. Otros libros suyos son Ojalá octubre y La foto de los suecos. Sobre periodismo escribió Periodismo. ¿vale la pena vivir para este oficio?. Sus últimos libros son Viaje al corazón del fútbol, sobre el Barça de Pep Guardiola, y Contra el insulto, sobre la costumbre de insultar que domina hoy en el periodismo y en muchos sectores de la vida pública española. Nació en Tenerife en 1948.

Eskup

Máximo y la amistad

Por: | 23 de mayo de 2014

1396516958_681109_1396517142_noticia_normalLa amistad está basada en el reconocimiento. El afecto une a los hombres más allá de la muerte y de otras incidencias de la vida. Ayer un ingente número de amigos que conocieron bien al diplomático y escritor Máximo Cajal se reunieron en Madrid para dar testimonio de lo que querían a este hombre que puso sus principios por delante de las obligaciones de sus destinos como embajador o cónsul de España. Por ese carácter indomable, basado en la razón más que en el exabrupto, lo quisieron todos, y algunos por eso mismo lo persiguieron. Él siempre respondió con dignidad, y eso dijeron sus amigos. Máximo Cajal murió el último 2 de abril y nadie lo olvida. La sala, en la Fundación Carlos de Amberes, estaba repleta de caras que fueron habituales en las reuniones de Bea y de Max, y en todos los parlamentos, que fueron numerosos, se puso de manifiesto la dignidad como columna vertebral de la humanidad de este diplomático que dejó por donde pasó, y también por las almas que lo compartieron, testimonio indeleble de sensatez y rigor. Había gente sentada en el suelo, personas de distintas generaciones que aprendió de él sensibilidad y tino. Fue una tarde emocionante en la que era posible percibir la elegancia con la que él cultivó ese sentimiento que está en la base de la vida. La amistad fue su legado, junto con sus libros y con sus reflexiones sobre España, el mundo, la mezquindad internacional. Inolvidable persona.

 

FOTO: ULY MARTÍN

La tecnología

Por: | 20 de mayo de 2014

A esta hora en que abro el ordenador ya han pasado en España algunas horas, una hora menos en Canarias, o en Londres. En todo el mundo el tiempo pasa igual, para unos el paso de las horas es una satisfacción o una esperanza; para otros es una frustración, un lamento. En los tiempos oscuros, decía Brecht, también hay que cantar. Pero, ¿qué se hace en los tiempos claros? ¿Cuiáles son los tiempos claros? ¿Cuánto duran los tiempos claros? Sciascia, el gran caballero de Palermo, decía que la felicidad es un instante. Algunos creen que la felicidad es estar conectados, saber de otros al instante. Como si la tecnología diera la felicidad, nos atamos a ella, somos sus súbditos. A esta hora en que ya la tecnología nos dice que el apresuramiento es la vida reclamo algo de sosiego, aconsejo leer un poema, de Neruda, de Blas de Otero, de Rilke. O mirar. 

Gran Forges

Por: | 14 de mayo de 2014

Hoy cumple Forges cincuenta años al frente de una troupe maravillosa de vocablos y personas. Inventor de un equipo imbatible de españoles cansados o cachondos, ha mirado desde una veranda muy especial la realidad de un país al que él le ha dado metáfora y sustancia, sueño y broma, salud. Antonio Forges es mucho más que un filósofo: es un materialista dialéctico de la secta de Groucho Marx; desde una esquina de sus dibujos, allí donde a veces sitúa reivindicaciones existenciales que nos afectan a la conciencia de todos, él apela a la inteligencia y a la emoción de sus lectores con la urgencia de un niño que no sabe que la orilla dura lo que un suspiro y que se lanza al mar creyendo que todo es orégano. Sus dibujos representan una manera de ver la realidad a través de un espejo que es propio, no hay otro cristal como el suyo, y a través de ese cristal ve la vida mientras se va haciendo y mientras se va deshaciendo. En un país en el que el cinismo pone en el rincón de la historia a gente grande él ha conservado la ternura vital que lo acompaña desde el primer 14 de mayo de su vida como Forges. Rendir homenaje a este medio siglo de los personajes de Antonio Fraguas es felicitarnos de que el periodismo tenga, siga teniendo, gente así. Gracias, Forges, o zenkiu, que también se dice así gracias en el lenguaje de Forges.

4 de mayo de 2014

Por: | 04 de mayo de 2014

Primera-portada-paisLo único que supe cuando salió el primer ejemplar de EL PAÍS el 4 de mayo de 1976 es que el periódico había salido a la calle. Ya es leyenda que se rompieron ejemplares mientras tanto, que la máquina dio innumerables disgustos y sustos a los que se habían congregado para celebrar la fiesta. Pero, al fin, el periódico salió a la calle, para satisfacer la necesidad social de un periódico nuevo en un mundo que se abría a universos democráticos que hasta entonces se habían guardado en los corazones de la clandestinidad. Se había muerto Franco, España empezaba a ser otra.

         Pero yo era corresponsal en Londres, y el periódico era de papel. No podía pulsar una tecla y hallarme con la primera cabecera, la primera noticia, la primera foto; todo aquello era de papel, tanto es así que ahora cuando imagino un periódico siempre lo imagino de papel. Como si fuera un viejo contando batallitas, si pienso en un diario, si cuento lo que vi en él, si me imagino una noticia y la digo, en mi mente tengo el recuadro, la mancheta, la tinta, las letras, todo sobre un papel. Así es la vida a los 65 años, casi cuarenta después de que mi amigo Julián Martínez me llevara, el 5 de mayo de 1976, el ejemplar arrugado del periódico EL PAÍS del 4 de mayo de 1976.

         Hoy es 4 de mayo de 2014. Acabo de estar en Argentina. Allí le daba a una tecla, sobre la mesa de un hotel sin nombre, en una ciudad que apenas se despertaba, y de pronto todo lo que mis compañeros (en España, en América, en Roma, en Londres, en París, en México, en cualquier sitio) habían elaborado con un esfuerzo que yo conozco y que llegaba a mi sitio, donde yo estuviera, sin desayunar, sin saber aún (como aconsejaba Rafael Azcona) que funcionaba mi mano izquierda, y que era útil aún mi mano derecha, que mi corazón latía, o que mi vista seguía mirando por mi, que mi tacto me conduciría a afeitarme, por ejemplo…, sin saber nada de eso yo ya podía saber qué pasaba en el mundo. Sin papel, si bajar a ningún sitio, sin combatir con las teclas supersónicas de un ascensor cubierto de espejos, sin sacar un peso del bolsillo, sin pedirlo, sin hablar con nadie, yo ya lo sabía todo. O casi. En el ipad, en la computadora, en el teléfono, ya estaba ahí el ejemplar del periódico, hecho seguramente con las mismas artes intelectuales, con el mismo corazón, con que entonces hicieron otros compañeros aquel ejemplar roto que me entregó Julián Martínez en una esquina de Fleet Street, la calle de los periodistas viejos en la ciudad de Londres, donde ya no hay periódicos, ni quioscos, por cierto.

         Pues han pasado casi cuarenta años y casi todo cambió. Menos el corazón de los periódicos, la gente que lo hace, la ansiedad con que los jóvenes (y los viejos, es cierto) se siguen sentando ante la máquina de escribir (que ahora ya tampoco existe) para decir qué pasó, cómo pasó, a quién le paso, cuándo pasó y, además, sobre todo, por qué pasó.

         Hoy EL PAÍS que en años sucesivos fue dirigido por Juan Luis Cebrián, Joaquín Estefanía, Jesús Ceberio y Javier Moreno, comienza una nueva etapa, cuando el 4 de mayo de 2014 me trae todos aquellos recuerdos del periódico que salió entonces y que me llegó arrugado a Londres. Al frente, Antonio Caño, que ahora era corresponsal en Washington, donde en un tiempo también recibió el periódico como en la lejanía de los tiempos también recibiría arrugado el periódico de hacía unos días. Ahora él se estrena como director, con un equipo nuevo. Les deseo, desde la vejez que permite recordar lo que hacía un antiguo corresponsal cuando apareció el primer número, toda la suerte del mundo al frente del periódico al que he dedicado, con afán y con ganas, lo mejor de mi vida. 

El País

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