La fascinante tarea de Ben Bradlee

Por: | 22 de octubre de 2014

Bradlee
Bradlee (a la derecha) con Woodward | BILL O'LEARY


JUAN CRUZ

“El periodista es gente que le dice a la gente lo que le pasa a la gente”. Como no es nada más, ni nada menos, al oficio lo han mixtificado hasta niveles estrafalarios, de modo que el periodista ha pasado a ser mucho más (más bien, mucho menos) que lo que dice esa histórica definición que hizo el italiano Eugenio Scalfari ante un grupo de estudiantes de la Escuela de Periodismo de EL PAÍS.

Tras esa definición, y de su porvenir, fui a finales de 2008 en busca de grandes periodistas cuya experiencia les diera autoridad para imaginar qué iba a ser el futuro del oficio, en ese momento ya tocado por los males que ahora lo disminuyen, lo amenazan y, además, cambian esa definición tan precisa, sencilla y noble que hizo Scalfari ante audiencia tan promisoria.

Uno de esos periodistas fue Ben Bradlee, el legendario director del Washington Post cuya vida se parecía como un mar a otro a la frase de su colega el antiguo director de La Repubblica de Roma.

Bradlee murió anoche a los 93 años. Entrevista con Ben Bradlee en 2009.

Bradlee había sido director de The Washington Post, había superado una polio, había hecho la guerra, había sido amigo personal (y adversario desde la prensa) de John F. Kennedy, había derribado a un presidente, se había encargado de redacciones y había ejercido, con mano de hierro, el dictado principal del oficio: cumplir el deber de confirmar los datos y las noticias, hasta la extenuación. Porque, en efecto, periodista es gente que le dice a la gente lo que le pasa a la gente, pero no puede decir cualquier cosa, y sobre todo no puede decirla si no la sabe de verdad y por varias fuentes.

Fue todo eso; pero en ese momento, ya jubilado, sentado tras un escritorio noble y sencillo, en una habitación sin ventanas, el legendario periodista de las camisas de rayas, con su pelo peinado como para salir del cuarto del cuartel y su sonrisa de hombre feliz sin remordimientos, cumplía la tarea más noble y simple y a la vez decisiva de su vida. Él lo decía allí, ya sentado ante el entrevistador, debajo de unas cuantas fotos (algunas de ellas jocosas) que narraban su historia como periodista y como director del Washington Post: ya era un jubilado, ya no tenía responsabilidades muy graves, sabía que el periodismo (sobre ello le preguntábamos) estaba en riesgo de abismo, y que Internet iba a ser la fuente de su nueva grandeza pero también de su inestabilidad, y se alegraba, sinceramente, de que ese proceso decisivo no lo llevara en su equipaje. Estaba encantado, decía, riendo, de no tener que subirse a ese tren, pues ya no era su hora. Su hora había acabado un cuarto de hora antes, por decirlo así, de que ese vagón se pusiera en marcha, y él lo veía, como un niño que ya no iba a crecer, desde el sitio del viejo revisor, expectante, riendo, pero cada vez con la sonrisa más decaída.

“¡Vale la pena vivir para este oficio!”

 

Pero lo que hacía, lo que le habían encargado, lo que hacía como un chiquillo verdaderamente comprometido con el mejor oficio del mundo, era buscar nuevos periodistas, y a eso se dedicada en cuerpo y alma. Como un chiquillo, repito, para hablar con chiquillos. Estaba feliz del encargo: se trataba de reclutar, para su periódico, a nuevos soldados del oficio; los buscaba por todo el país, y los encontraba en redacciones provinciales, leyendo ávidamente la prensa que le llegaba de todas partes. Los citaba luego, generalmente, en la cafetería del hotel de enfrente, donde lo esperaban cada mediodía y cada tarde como si llegaran Jack Lemmon o Walter Matthau después de haber corrido la aventura que hizo gloria (y que hizo gloriosa) la historia de ficción del periodismo.

En esas conversaciones, me decía Bradlee, certificaba la valía de esos chicos, y luego les ofrecía los méritos de cada uno al Washington Post. Él creía, y lo decía con esa sonrisa con la que seguía en el cuartel del oficio, que esa era la mejor manera de continuar en esa orilla imaginaria en la que el periodismo es mucho más que la firma y que la portada y que cualquiera de las cosas que el público estima que es el trabajo de un periodista.

Eso que me contó que hacía, y su modo de contarlo, es lo más emocionante de lo que escuché entonces de los periodistas que ya se iban, o que ya se habían ido, con los que hablé en aquella víspera de este momento preciso de la historia. En el transcurso de ese viaje que iluminó Bradlee leí en un libro de Jean Daniel, el director del francés Le Nouvel Observateur, una anécdota de Albert Camus, que había dirigido a Daniel en Combat, periódico de la resistencia parisina. Al término de uno de los días de trabajo, satisfecho porque les había salido un buen periódico, Camus los juntó a todos, se los llevó a una boîte y brindaron. Su brindis fue: “¡Vale la pena vivir para este oficio!” Eso sentí cuando escuché a Ben Bradlee, por eso brindé con uno de los jóvenes periodistas que hallé luego en Washington, por Bradlee, por el oficio, por la hermosura de practicarlo como si fuera la misión humilde de estar vivos para contar qué pasa. Ahora que ya no lo oiré más brindo por él con las mismas palabras, con la misma emoción y con el mismo entusiasmo que él me transmitió y nos ha transmitido. Vale la pena vivir en un oficio en el que estuvo, y en el que está, gente como Ben Bradlee.

Hay 11 Comentarios

Entonces, la gente que le dice a la gente lo que le pasa a gente como el yerno de Isabel Pantoja es periodista. La gente que le cuenta a la gente del primero lo que le pasa al del cuarto no solo es cotilla: es periodista. Yo acotaría la definición: gente que le cuenta a la gente las cosas trascendentes que le pasan a la gente, con todos mis respetos para Scalfari.

Ah y muchos abrazos y saludos a los amigos.

Dicen que viajando se evita los nacionalismos, leyendo varios periódicos o curioseando en los medios sociales evitamos que nos engañe la mala prensa o los periodistas vendidos a la voz de su amo.
Salud y Resistir

Maestro Cruz

perdón POR NO DESPEDIRME


Saludos Dumi y Antonio

Saludos Paco

Maestro Cruz
Aquí desgraciadamente la prensa es un lastre y no solo no ayuda sino que está siendo cómplice de este gobierno infame.Lees portadas de periódicos españoles y son ofensivas para la inteligencia humana.Este hombre que nos ha dejado se jugo no solo su carrera sino su vida no les quepa la menor duda.Con el el periódico llegó a lo más excelso y pudo con el hombre más poderoso del mundo y pudo con la verdad ,algo que debe buscar el periodista,la verdad y al verificación de las noticias algo que aquí no se hace.Primero se insulta y después se rectifica vía judicial

Han sido y son, esos hombres al estilo de de Ben Bradlee, los que esperamos sean mayoría en los medios de comunicación. Alguien capaz de jugarse por el esclarecimiento de los actos que cometen o consagran a los gobernantes. Por desgracia, cada vez son mas los medios que saltan cuidadosamente sobre un particular tablero de ajedrez, mediante el cual solo admiten aquello que no compromete en demasía.

Hablar de una profesión que uno admira o que ejerce con pasión suena a publicidad de alguna facultad que necesita llenar el aula de alumnos, por los recortes.
Pero también es de justicia proclamar con entusiasmo que el oficio, que con el uso uno hace una profesión y que creces con ella, logrando ser útil a la sociedad, realizando y sacando lo mejor que tienes dentro, haciéndolo a la vez con interés, pasión y alegría no deja de ser un gesto humano, que su repercusión siempre dependerá de la experiencia de vida de cada uno que lo lea.
Por eso y muchas cosas más, todo depende del color con que cada uno mire o baje las escalera como quiera, estamos aquí de paso y cuando más alto suba uno para comentar, más fuerte será el cabezazo cuando bajemos del monte.
Salud y Resistir

Otro de los legados de Bradlee fue sin duda la correcta digestión del Watergate. Es decir, cómo el mismo que posibilitó la publicación de la historia que cambió el periodismo, fue él mismo que después reflexionó como ese hecho había servido para prostituir la profesión y hacer creer por periodistas oportunistas que había un gatergate en asuntos donde sólo había amarillismo o mentira. En ese sentido, recomiendo la lectura de su biografía, "Vida de un periodista" y el capítulo dedicado a Janet Cook.

Muy de acuerdo contigo Victor. Fue esa misma idolatración del periodismo la que me llevó a estudiarlo hace ya unos cuantos años también y, la verdad, la vida me ha llevado a constatar que, efectivamente, cualquier profesión puede ser la más bella. No es el oficio, sino las ganas de vivir con pasión por lo que se hace. Merece la pena vivir con ganas, pero nada más. Palabras como éstas han hecho bastante daño en mi generación, aunque alabo el relato de Cruz, como siempre.

Es muy recurrente en Juan Cruz la exaltación del oficio del periodista. Yo no lo soy y cuando pienso en él pienso que puede ser maravilloso, que se puede conocer a mucha gente, que se tiene tribuna, etc... pero ese no es el caso ni de la mayoría de los que tienen un título universitario de periodismo.
Hay en los que lo son y ejercen con más o menos repercusión mediática (sobre todo si se le añade alguna publicación en forma de novela) una necesidad de gritar y dejar claro y bien alto lo a gusto que se está siendo periodista, como cuando se le restriega a una vecina con la que se lleva uno mal que ha conseguido lo que esta siempre dijo que no lo haría. A veces la exaltación del oficio en público me suena a "chincha, yo sí y tú no". A veces pienso que esto se dice cuando se piensa que no se sabe hacer otra cosa, igual me equivoco.
Cualquier oficio es el mejor del mundo, y mucho más noble es si no se le da voz desde la atalaya que, por la naturaleza de la profesión, se tiene disponible. Solo quería expresar esta idea me me rechina desde hace tiempo. Por supuesto que ha de ser fascinante ser periodista, pero sin más. Y sigo leyendo al Sr. Cruz porque me encanta aunque le guste la propaganda del oficio ;). Un saludo afectuoso.

Gracias Juan Cruz por reivindicar la figura de este gran profesional. La lectura de su libro "Vida de un periodista" me confirmó que no me había equivocado al estudiar esa misma carrera hace ya unos años, aunque la he podido ejercer bien poco, pero valió la pena estudiarla.

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Sobre el blog

¿Qué podemos esperar de la cultura? ¿Y qué de quienes la hacen? Los hechos y los protagonistas. La intimidad de los creadores y la plaza en la que se encuentran.

Sobre el autor

Juan Cruz

es periodista y escritor. Su blog Mira que te lo tengo dicho ha estado colgado desde 2006 en elpais.com y aparece ahora en la web de cultura de El País. En cultura ha desarrollado gran parte de su trabajo en El País. Sobre esa experiencia escribió un libro, Una memoria de El País y sobre su trabajo como editor publicó Egos revueltos, una memoria personal de la vida literaria, que fue Premio Comillas de Memorias de la editorial Tusquets. Otros libros suyos son Ojalá octubre y La foto de los suecos. Sobre periodismo escribió Periodismo. ¿vale la pena vivir para este oficio?. Sus últimos libros son Viaje al corazón del fútbol, sobre el Barça de Pep Guardiola, y Contra el insulto, sobre la costumbre de insultar que domina hoy en el periodismo y en muchos sectores de la vida pública española. Nació en Tenerife en 1948.

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