02 jul 2013

Sobrevivir a la carretera de la muerte

Por: Jaled Abdelrahim

Ciclistas en el camino de Yungas (Bolivia), la llamada carretera de la muerte. / Foto: Phil Clarke-Hill
Tampoco es que quisiera tirarme a lloriquear al suelo con eso de ‘mamá, por favor ven y sácame de ésta’, pero bueno, reconozco que quizás sí que estaba algo inquieto.  Las bicis alineadas en el extremo alto del Camino de los Yungas (Bolivia), popularmente conocido como la Carretera de la Muerte. A primera vista, lo que queda claro es que el escaso saliente de firme horizontal que hay entre la pared de la montaña y el abismo no es firme. Christian Senzano, el instructor que viene a ofrecer indicaciones previas para el grupo de nueve rezadores que vamos a realizar el descenso rodado, habla:

“Todo bajada. La bici agarra velocidad. Advierto: el camino entero es de tierra y piedras, es estrecho, hay curvas de casi 180 grados y la pendiente es muy grande. Estamos a 4.700 metros de altitud y vais a bajar  hasta los 1.100 en el trascurso de 56 kilómetros. No hay guardarraíles. La caída en muchos puntos es de unos 800 metros. Hasta 2006, en esta carretera morían alrededor de 100 o 150 personas al año. Desde que existe otra vía alternativa, ya pocos la usan y los fallecidos son apenas 30 o 40. Casi ninguno ciclista, tranquilos. Que vaya saliendo el primero. Suerte y nos vemos luego. Espero”.  ¿¿¿Mamá???

Un grupo de ciclistas al borde de un precipicio en el camino de Yungas (Bolivia).Tener el título de la carretera más peligrosa del mundo, adjudicado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en 1995, es un diploma tan trágico para los lugareños como atractivo para los visitantes de esta vía con nombre y currículo de sepulturera. Ochenta intransitables kilómetros que unen la ciudad de La Paz con la región de los Yungas. Desde que se construyó en 1930, con mano de obra esclava de prisioneros paraguayos capturados durante la Guerra del Chaco, son miles las víctimas de accidentes de tráfico que han perecido despeñados por sus taludes, márgenes de un camino que sólo en ciertos puntos tiene la anchura suficiente para que dos vehículos se crucen. Hoy, el mayor rendimiento de su existencia lo sacan las empresas que organizan descensos en bicicleta por ella. El dueño de Altitude Biking, una de ellas, me invita a vivir la experiencia. Supondré que es un buen regalo.

Dos de los nueve integrantes, visto el panorama, se arrepienten antes de subirse al velocípedo y se quedan en el coche escoba. Quedamos siete y confío en que esos sigamos quedando luego. “Esta es la única carretera de Bolivia en la que se conduce por la izquierda. Es para que los conductores que suben puedan ver mejor el borde del camino. El que baja es el que cede. Si os adelantáis, el que venga por atrás que avise por qué lado va a sobrepasar. Un malentendido o un choque entre dos podría ser fatal”, añade Senzano. Primera pedalada. Segunda. Empiezo a bajar. ¿Frenará bien esto? ¡Ay por dios!

Cruces en recuerdo de los fallecidos en accidentes al borde del camino de Yunga (Bolivia), considerada la carretera más peligrosa del mundo. La vía es un estrecho saliente tallado en plena montaña vertical andina. El paisaje -para quien se atreva a levantar en algún momento la mirada del suelo- corresponde con la misma altura paisajística. Las inmensas paredes rectas que hay por encima y debajo de la carretera de los Yungas son murales de jungla verde en rebeldía perpendicular a la ley gravitatoria. El horizonte es un cuadro de lomas de más de 4.000 metros que se sobreponen entre ellas. La naturaleza se cierra, el agua se escucha, el bajo fondo solo se intuye y las nubes se divisan mirando en dirección a los zapatos. Hoy hay niebla. Es típico aquí. Suerte que al menos no está esa lluvia que tantas veces, según los conocedores del enclave, ha rubricado trágicos desprendimientos de tierra con finales infelices.

Empiezo a tomar velocidad. Parece que las ruedas se comen bien los pedruscos sobre los que ruedo. ¿Iré demasiado rápido? Lo que hoy es un deporte de riesgo, pagado a precios que oscilan entre los 45 y los 80 euros, fue durante décadas la única vía que unía la selva amazónica boliviana y la región minera de los Yungas con la capital del país. Un camino obligatorio para grandes y pequeños vehículos de trabajadores cuyos ocupantes, por razones mucho más importantes que la lúdica quema de adrenalina, se jugaban a diario la vida. Veo una cruz al borde del camino. Otra. Otra. Otra más...  Durante todo el trayecto, a ambos márgenes aparecen cruceros que recuerdan la trágica historia de la vía. Cada uno sugiere la imagen mental de un grito que algún día se diluyó justo en ese punto del macabro sendero. Accidentes como el que despeñó la vida de los 100 pasajeros que viajaban en un autobús en 1983 son historias comunes para los conocedores del lugar. Según el BID, hasta que se construyó el camino alternativo hacia La Paz hace siete años había un promedio de 209 accidentes y 96 personas muertas anualmente. Una cifra que se redujo más de la mitad desde entonces.

Un grupo de ciclistas durante el descenso del camino de Yungas (Bolivia), la carretera de la muerte. “Yo pasé años conduciendo un autobús por aquí”, cuenta Manuel, un conductor de 60 años que ahora maneja con pericia la furgoneta escoba que sigue al equipo de ciclistas. En su vida paralela a la ruta de la muerte dice haber visto una gran cantidad de catástrofes. “Demasiadas”, cuantifica. Los camiones, los buses, los coches... “Por más costumbre que tenga, es impresionante cuando ves a alguien caer al vacío. Se salvan como diez de cada cien que caen. El resto, todos mueren”.


Senzano aprovecha uno de los descansos para contarme desde la experiencia en primera persona el trabajo casi imposible que es rescatar los cuerpos de los accidentados. Acto seguido trata de desempalidecerme: “Pero las muertes casi nunca son de ciclistas. Desde 1995, cuando comenzó la actividad, sólo ha habido 29 ciclistas que fallecieron despeñados”. Al parecer la última fue una ciudadana japonesa (2011) que soltaba una mano para grabar con su cámara el paisaje mientras iba pedaleando.

Consecuencia inmediata: ahora me duelen las falanges a causa de la presión desmedida con la que voy apretando la empuñadura de mi bici. Me da por pensar que de qué me iba a servir el casco, las rodilleras, las coderas y el traje especial que me han puesto en caso de salirme del sendero. Pero en fin, no seré yo quien prescinda voluntariamente de ellos. De hecho, estoy por preguntar si no tienen paracaídas para completar el equipo. Por el qué dirán me abstengo de emitir el comentario. Vehículos circulando por esta estrecha carretera que une La Paz con la región boliviana de las Yungas.

Los lugares que se cruzan son verdaderos edenes colgantes. Sus nombres, sin embargo, no son tan tranquilizadores. “Descansaremos en el Mirador del Diablo, pasaremos la Curva de la Muerte, volveremos a parar en el Puente del Diablo. Habrá que pasar por debajo de la Cascada de San Juan, por el Cerro Rojo…”, explicaba antes de la salida Julio Añez, el otro instructor. Digo yo que uno circularía con algo más de confianza si no hubiera tanto ser satánico poniendo nomenclatura a los espacios. 

Momento de apurar, hora de reducir, ten cuidado el de delante que “¡voy por tu derecha!” Después de dos horas y pico de camino, parece que ya he entendido el truco y los tiempos de apretar freno. Tengo la responsabilidad personal de quedar bien -pura inercia futbolística- por ser el más viejo y el único no brasileño de los siete que estamos descendiendo. Dos de esos jovencitos paulistas me adelantan. ¿Qué se habrán creído? Ahora voy y acelero. Sube la adrenalina, se empiezan a obviar los consejos y comienza una pequeña carrera. Ya nos había advertido de este síntoma el encargado. Pero hasta ahora todo va bien. Sigo. Ahí están. Ríete tú del maracanazo cuando pase a esos dos atléticos pimpollos. Les pillo, les pillo, les pillo… ¡Plas!, mi rueda trasera explota, mi bici derrapa y me detengo para ver lo cerca que me he quedado de un abismo por el que duele hasta asomarse. La furgoneta se acerca para darme otra bici. Yo trago saliva. Bajo el ritmo. El resultado ha sido los dos primeros de Brasil y el español el tercero.

Sin dramas, al final todos tan amigos. Lo importante es que hemos derrotado, para que arda de rabia, a la carretera más asesina del planeta. 

Hay 66 Comentarios

Yo lleve a cabo el descenso en bicicleta en julio de este año y es una de las aventuras más espectaculares que he realizado en mi vida. Aquí mi historia: http://goo.gl/7MtIAr

Os dejo además el video que edité sobre la ruta para que os hagáis una idea de lo dramático del descenso: http://www.youtube.com/watch?v=goBNnArur0Y

Impactante! Muy buen ruta!

Te esperamos en http://www.subastadeocio.es/ para conocer las mejores subastas de ocio de la red. Todas inician a 1€! (Hoteles, restaurantes, etc)

me parece que es una ruta obligada, aunque por ahí escuché que había otra nueva carretera. Qué valor para transitar por esa vía

Al terminar la bajada estás en los Yungas, precioso bosque húmedo tropical, y poco más abajo entras en a Amazonia boliviana, una joya por descubrir. Aquí un viaje a remo por ella durante meses: http://tierrasbajas.wordpress.com

Una experiencia increíble! Las fotos lo dicen todo...merece la pena arriesgarse para descubrir parajes como este.
Podéis leer mis experiencias viajeras en mi blog: http://mindfultravelbysara.com

he visto las fotos y me parecen impresionantes , la segunda fotografia me parece tambien da un poco de miedo ideal para los amante de la aventura

Demasiado sensacionalista para mi gusto. El sitio es precioso.
http://bicicleta-electrica.blogspot.com/

IM PRE SIO NAN TE
QUÉ MARAVILLA.
VIVA LATINOAMÉRICA
OTROS RINCONES INCREÍBLES DEL PLANETA EN MI VELERO BERGANTÍN, COMO ESTE BOSQUE PETRIFICADO http://mivelerobergantin.wordpress.com/2013/06/27/nueva-zelanda-iv-en-el-bosque-de-piedra/

Grandiosa experiencia, no apta para todos los públicos. Las fotografías también transmiten lo que tu describes.
Enhorabuena!!.

Pablo Vivienda, yo si que lo he pasado mal leyendo tu comentario...

En Colombia hay una carretera similar, con el sugestivo nombre de "trampolín de la muerte." Es una de las cosas que tengo pendientes de conocer en este país.

quepenaconusted.com

la lectura de este artículo nos pone el corazón en vilo.
La experiencia puede ser maravillosa para el ciclista y visitante. Contarlo como lo cuentas nos hace andar el camino con la imaginación. Buen trabajo.

Dios mio Jaled, no saves lo mal que lo e pasado lellendo este testo. Temi por tu bida y el buen hestado de esa cavesa que tan vien piensa. Por favor, ten mucho cuidado y dime donde hestas, que te boi a vicitar pero sin careteras de la muerte. Un beso de tu fan numero uno.

Así: U

¿Cómo es una curva de 180º?????

El inicio del video anterior con la desafortunada decision del conductor.
Que no pase nunca mas
http://www.youtube.com/watch?v=4trMovE4IJY&feature=youtube_gdata_player

hay un video dantesco de un accidente en 2011 donde un autobus embarranca al intentar pasar por una zona desprendida. Lo grabaron los viajeros que afortunadamente se habian apeado antes. Por desgracia no ocurrio esoi con el conductor.
https://www.youtube.com/watch?v=1t8meJO8ftg&feature=youtube_gdata_player

La carretera está bien. Pero hay muchas carreteras así alrededor del mundo. Sólo hay que mirar esta página web y hay más de 2.000, todas extremadamente espectaculares:
www.dangerousroads.org

La recorrimos mi pareja y yo el año pasado. Me ha encantando como está descrito y escrito este artículo. Frases como el daño en las falanges recogen la experiencia física, y la niebla a tus pies, los momentos más "románticos". También nosotros éramos los más veteranos; la mayoría son jóvenes en su gap year que hacen alguna que otra imprudencia. Víctimas, las seguirá habiendo...

Es peligroso, pero yo no le veo la gracia.

J*der! No había leído el artículo en su totalidad y acabo de ver ahora que se menciona a la chica que murió delante de nosotros!

Yo también creía que había demasiado mito en torno a esta famosa carretera cuando empecé el descenso en mountain bike. Mi confianaza aumentaba en cada curva hasta que ví precipitarse delante de mis ojos a una turista japonesa. Cayó al vacío, unos 130m, y de nada sirvió el intento de rescate con cuerdas (en Bolivia no existen los helicopteros de rescate). Debió morir en el acto.

El camino se merece todo el respeto que su triste reputación le atribuye. Para mí, siempre guardara un recuerdo trágico en mi memoria.

Muy interesante. Si quieres enfrentarte realmente a la muerte en bicicleta, te reto a montar tu bici, un dia de caos vial (debido por ejemplo a alguna protesta callejera), por el Centro Histórico de la Ciudad de México. O meterte en ella, cualquier día de estos. por la zona del Barrio Bravo de Tepito, de la misma Ciudad de México. Dudo que salga al menos con un puñal en la espalda. Saludos

Buen artículo y una gran aventura! Enhorabuena!!

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Sobre el blog

Recorrer Sudamérica en coche es una buena idea para no perder el hilo de su realidad agitada. Un blog de contacto con la gente, de emociones, asfalto, paraísos y estaciones de servicio.

Sobre el autor

Jaled Abdelrahim

A Jaled Abdelrahim no le convenció ni su trabajo como reponedor de supermercado, ni su carrera de derecho, ni su labor como periodista sedentario. Lo que quería era conocer el mundo de primera mano. Después de viajar por Europa, Oriente Medio y el norte de África, su última iluminación no ha sido otra que recorrer el sur de América de punta a punta a bordo de un Volkswagen desvencijado. Colabora con El Viajero, la revista Yorokobu y varios medios de viajes.

Cuenta de Twitter: @JaledAA

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