Decía el célebre dramaturgo francés Henry Becque que la libertad y la salud se asemejan, pues su verdadero valor se conoce cuando nos faltan. Con la comunicación humana sucede algo muy similar. Cuánto más damos por sentado que podemos realizar tareas tan cotidianas como hablar, hacer gestos, escuchar y leer, menos apreciamos la vital importancia de estas aparentemente "sencillas" acciones que, en realidad, son tremendamente complejas.
Por eso mismo, quiénes son más conscientes de la importancia de la comunicación son precisamente aquellas personas que tienen dificultades, tanto para transmitir sus pensamientos a los demás como para recibir los mensajes a su alrededor. Por suerte, el ingenio humano derriba muchas barreras y estas dificultades pueden aliviarse con creativas soluciones. El lenguaje de signos para sordos y el sistema braille para ciegos son dos ejemplos conocidos por todos que muestran muy bien cómo adaptar la comunicación a la discapacidad de una persona. Pero, ¿sabían que las personas con autismo también tienen su propio lenguaje con el que relacionarse con los demás? Se trata del sistema de comunicación por intercambio de imágenes (PECS).