Las cumbres que hoy celebran los 17 líderes de la zona euro y los 27 de la UE en Bruselas fueron convocadas a trompicones tras el toque de pito de París y Berlín. El pasado 20, Merkel y Sarkozy acordaron, por su cuenta y riesgo, la celebración de un segundo encuentro para el día de hoy, 26, a la vista de que la reunión oficial del 23 no habrían alcanzado un acuerdo. La canciller debía obtener primero la luz verde del Bundestang y resolver sus desavenencias con el presidente francés antes de presentar una propuesta al resto de países. La convocatoria realizada a través de un comunicado germanofrancés cogió por sorpresa al presidente de la Comisión José Manuel Barroso y al presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, a quien al día siguiente no le quedó más remedio que convocar oficialmente la reunión de los líderes del euro para evitar un desastre mayor.
Después para apaciguar al Reino Unido, y a los otros nueve miembros de la UE no pertenecientes al euro, Van Rompuy tuvo que convocar un Consejo Europeo de los 27 para abordar los mismos asuntos. La disposición del Tratado de que las convocatorias de las reuniones ordinarias y extraordinarias del Consejo Europeo corresponden a su presidente ha quedado en papel mojado. La decisión política de las reuniones de hoy fue adoptada a remolque de los intereses de Alemania y Francia.
En esta ocasión el desaire de Merkel y Sarkozy a sus socios ha sido más descarado que el del pasado 18 de octubre de 2010 en Deauville. Aquel día ambos mandatarios suplantaron con un simple papel de un par de hojas los trabajos del Grupo Especial, presidido por Van Rompuy, reunido el mismo día en Luxemburgo para concluir sus debates sobre el refuerzo del Gobierno Económico en el que participaron Trichet, Juncker y los 27 ministros de Economía. Por cierto que la desdichada declaración de Deauville fue el desencadenante de la caída de Irlanda.
Esta forma tan dictatorial de actuar desacredita seriamente a quien pretenda dar lecciones sobre tantos asuntos y a tantos países.