Me pide un hombre que firma como . (es un punto, sí) que escriba sobre las mujeres sobradamente preparadas y excesivamente amargadas. En realidad, me pide que escriba sobre todas las mujeres, que haga unas cuantas galerías femeninas.
Lo pide en un tono irónico que agradezco, lo pide de buen rollo, en respuesta crítica y civilizada a una entrada ("Reyes de copas") que me llenó de insultos y amenazas a pesar de que retrataba no a los hombres en general, sino a tres en particular.
Querido ., tu firma es tan impronunciable como lo fue la del Artista Antes Conocido Como Prince, y así no vamos a ninguna parte. Lo siento, pero te voy a llamar "punto", como si nos conociéramos desde siempre.
Lo primero, gracias, porque el otro día (en la entrada "El cretino" del 29 de diciembre) me defendiste como un caballero. Bueno, defendiste el valor de mi escritura, porque conmigo tenías más dudas.
Lo segundo, punto, si has estado por aquí dos meses que llevo dejándome los cuernos en este blog, habrás visto muchas mujeres que no salen demasiado favorecidas y habrás comprobado que yo no me dedico a meterme con los hombres. Ni con nadie. Y menos por principios.
En realidad, lo que yo estoy intentando hacer es contar cosas y contar casos.
Yo escribo anécdotas y no analizo categorías. Porque no creo en ellas, en ninguna, en nada absoluto, de verdad. Pero eso tú lo sabes, punto, porque por tus mensajes sé que me entiendes en general aunque discrepes en algunos particulares.
Volviendo al tema de las mujeres. La que sale peor parada en este blog, claro, soy yo, que ya me he autodefinido como borde y eso sin hablar de lo que me han llamado por ahí.
Pero también ha habido otras: una excompañera de trabajo, una jefa, una hermana, una autoamiga... Quiero decir, que en ello estamos. Quiero decir que las mujeres, así en general, no son mejores que los hombres, así en general.
Creí entender en tu petición que te apetecía un especial énfasis en las mujeres amargadas. Pero no puedo ayudarte mucho; no porque no las haya (tantas, probablemente, como hombres amargados), sino porque me alejo de ellas en cuanto puedo.
De cerca, conozco a pocas. De lejos, te puedo esbozar algunos casos, así, rápido:
La marimandona:
Es la mujer de la que hablas. Defensora acérrima de la lógica, considera que sacar matrículas de honor es sinónimo de ser inteligente. Pobre... La que yo conozco ha llegado a ser una alta ejecutiva (no, no todas las altas ejecutivas son como ella) a base de ser más masculina que los peores hombres: no escucha, no argumenta, no empatiza, no pide...
Es alta y delgada, la más delgada. Sabe, inconscientemente, que la delgadez y el lujo son las únicas formas de belleza que se puede permitir. Se ha casado, se ha divorciado, se ha vuelto a casar, pero nada: está sola.
Tú insinuabas que entrenaba su acidez en reuniones de amigas. Creo que te equivocas: esta tiparraca sólo tiene reuniones de trabajo.
La envidiosa:
Es esa amiga o compañera de trabajo que siempre está ahí para compartir tus penas, que se crece cuando sufres y que huye cuando estás bien, no sin antes advertirte de que no te confíes. "Yo no te quiero chafar, pero..."
No tiene un aspecto físico reconocible, no. Pero es la que quiere destruir lo que tú tienes porque piensa que ella lo merece más y mejor. Es un parásito que te chupa la energía y el buen rollo.
La yo-yo:
Igual que a la anterior, espero que la hayas dejado en el camino. Al fin y al cabo, todo le que a ti te ocurre, le ha pasado antes a ella. "Y yo más" es su subtexto permanente. Es ésa que el día que te diagnostican un cáncer (perdón por el ejemplo, pero es el más claro), pide prioridad porque se le ha roto una uña y así no puede pensar.
¿Reconocible por el exterior? No, tampoco, ya lo siento. A la primera señal, huye, porque siempre te hará sentir culpable. Y la culpa no es un sentimiento constructivo.
No sé, querido punto, si esto te sirve. A mí no: son categorías y, como todas, son empobrecedoras y tontorronas. Tanto como las masculinas que a veces boceto para provocar.
Yo te pediría que me siguieras leyendo: verás de todo, porque es lo que tengo alrededor.