Este domingo nos tocó comer en casa de Pablo y yo me sentí como si entrara en otro mundo. En realidad, iba a decir que me sentí como si entrara en "Volver", pero no quiero que se ofenda: puestos a ser de pueblo, los Beramendi lo somos más.
"Hay ropa tendida", dice mi suegra. Y yo, muy guay o muy poco viajada, según se mire, he tardado unos años de convivencia con esta familia postiza para entender que se refiere a que los niños andan cerca y no puede hablar con libertad. Para entonces yo ya había tenido varios ataques de risa de adolescente en clase, imaginándome a Carmen Maura sacudiendo sábanas con su bata de fantasma de andar por casa.
Vale. Lo siento. Siento la digresión de pija urbanita.
Mi suegra quería contarnos algo: el hijo de una amiga suya, que es -casualidadades de la vida- hijo de un amigo de mi padre, deja a la novia embarazada, como en las historias de principios del siglo pasado, y se va a América para desentenderse desde lejos.
Y yo que sigo con la risa tonta porque pienso que a esa panda de hijos, nueras y yernos casi cuarentones, mi suegra nos está contando una parábola sobre los preservativos. Pero no. Mi suegra nos quiere contar otra cosa.
Su amiga, la madre del emigrante, ha decidido quedarse ella con el niño. "No lo quieren ninguno de los dos y yo sí. Pues ya está".
A mi suegra le parece valiente y admirable, casi se diría que querría estar en el lugar de esa abuela coraje. Y ahí se arma el lío.
Mi novio, mis cuñados y no sé si algún vecino. Todos tienen una opinión. Y yo no, yo sigo atorada, pensando en las frases hechas. "Se ha armado la de San Quintín", me digo, y me doy cuenta de que no tengo ni idea de lo que eso significa: google desde el móvil (aquí la respuesta).
Y así... Me pasa mucho. Que estoy con la familia política y se me va la cabeza hacia dentro, hacia mi profundo vacío interior. Me pasa mucho también, que estoy con la mía y también se me va, pero de otra manera.
Además que a mí todo lo que se haga libremente me parece bien: uno huye sin molestar a nadie, la otra pare porque es lo que quiere, y la abuela se deja porque es lo que le apetece (no me digáis que es mejor tener hijos buscados, que en eso también estoy de acuerdo; hablamos de las soluciones de emergencia y de que sean lo menos malas posibles).
Además, no molestéis que yo sigo en mi bucle... ¿"ropa tendida"? Tener pareja es tener varios mundos nuevos, el de su familia, sus amigos, sus colegas... Cada uno con su idioma, sus claves, su pasado. Yo en casa de Pablo veo fantasmas almodovarianos, y él en la mía ve Woodstock, paz, amor y una ingenuidad a prueba de bombas (me lo ha dicho y no, mamá, no lo ha dicho precisamente con admiración).
Claro que eso era antes de que yo preguntara por este chaval, el hijo de la amiga de mi suegra, el hijo del amigo de mi padre.
"¡Uf...!", dice mi madre, "¡ése es un panchamplas!"
- ¿Un qué?
- Un panchamplas, Sol, un marmolillo, un cachazudo, un sinsangre...
Y hasta aquí mis sueños de que en mi casa era capaz de comprender la jerga. Mi madre no dice ropa tendida porque no se calla nada haya quien haya delante, pero sus adjetivos bien merecen un diccionario propio.
P.D.: este post, obviamente, está dedicado a mi madre y a mi suegra, porque ellas lo valen y hablan como les da la gana.