(En la foto, una versión sofisticada de la ropa vieja)
Mi padre se queja siempre de ser un coche escoba, de que en su casa se sigue cocinando para siete cuando ya son sólo dos, de que todas las sobras le tocan a él. Mi padre se queja salvo que sean sobras de cocido, que sea ropa vieja.
En lo que mi padre no ha caído nunca, tras mil años de matrimonio y ninguno de separación, es que la ropa vieja tiene otro significado -más literal- para los padres y madres separados, que puede ser mucho menos nutritiva y que, de hecho, a algunos les sienta fatal.
Como a Salva. Salva no es amigo mío (lo aclaro porque hay algún crítico que cuestiona mi capacidad para tener tantos amigos; "deja de tirarte el pisto, tía, que tus amigos no caben en una mano", me dijo uno por mail. No me caben en una mano, no, porque son demasiado grandes).
A Salva lo veo todos los lunes en la consulta del osteópata que me ha devuelto la movilidad, yo medio dormida y él (Salva) indignado.
Porque Salva, por la barba y el mal carácter, es igual que el capitán Haddock. Y yo, que debo tener un gen masoca, siempre he sentido debilidad por el único carácter medio humano de Tintín (Tintín, lo siento, me parece un cursi repelente).
Además, a Salva le aprecio porque cumple las funciones del despertador que no consigo tener en mi pacífico dormitorio conyugal: si no fuera por sus gritos de los lunes, yo no sobreviviría a mi misógino entorno laboral recién salida de 48 horas en los brazos de Pablo. Gracias a Salva, me pongo de mal humor, agresiva y borde. Gracias a Salva aún no me han quitado el despacho.
El caso es que los lunes que siguen a un finde con sus hijos está mucho peor de lo suyo.
- Sol, ¡ropa vieja! ¿Tú sabes lo que es eso?
Salva, como algún otro personaje que ha salido en este blog, escucha regular. Así que yo no contesto y él sigue. "Que tienes que contarlo en el blog, que hay ex, repijas ellas, que te mandan a los niños todas las semanas con la maletita llena de ropa vieja"
Voy a resumir el largo monólogo exterior de Salva, porque el osteópata siempre tiene veinte personas esperando y los 90 minutos de discurso que le caben a Salva en la sala, a mí no me entran en el post:
"¿Y qué pensará ella que hago yo con los niños por joderle la ropa? ¿Que los revuelco en barro? ¿Que les tiro la comida encima? ¿Por qué me manda todo lo que está hecha una mierda? ¿Por qué nunca los veo estrenar nada? ¡Dímelo tú que eres tía! Que yo pago mi pensión y hay de sobra, que cuando los veo pasear con ella están recién salidos de un catálogo, que me da la ropa vieja no sé si por fastidiarme o porque no se fía de mí. Y a mí me la suda, ¿entiendes, Sol?, pero a mis hijos no. Porque estando conmigo ellos también quedan con sus amigos, y van a cumpleaños, y quieren sus zapatillas favoritas, pero no, conmigo les toca vestirse de Carpanta, llenos de harapos y de costurones..."
Salva se ha embalado y yo no le puedo contar mi caso: a Marina, la ex de Pablo, no le gusta mandarnos la ropa vieja, ella no es así. Su obsesión es que no se pierda nada: todo, absolutamente todo, le tiene que ser convenientemente devuelto en perfecto estado (lavado, planchado, doblado). Claro que yo fui más práctica y pasé de la pensión, de los gastos ya incurridos y de todo lo demás: les compro ropa y la tenemos en casa, para que se pierda; así la de Marina la custodia ella.
Lo que está claro, y no me pongo de parte de Salva ni de su ex, es que seguimos consiguiendo entre todos que en las separaciones salga lo peor de cada uno, y que se le devuelva multiplicado. Un efecto matemático flipante y casi infinito.
A veces creo que debería presentar a Salva y a Alberto, mi otro malhumorado semanal, pero igual es un encuentro demasiado violento para esta era revolucionaria que estamos estrenando. Ellos están indignados, Salva sin reaccionar, Alberto reaccionando, pero... Pero no se dedican a la política. Si lo hicieran, igual ya habríamos pasado de pantalla: de la acampada a la República. Lo malo es que impondrían el exilio de todas las exmujeres. Y eso tampoco.
P.D.: insisto en la autopromoción. Firmo ejemplares de la novela "La novia de papá" este sábado 4 en la Feria del Libro de Madrid. Caseta 28, de 12 a 14.