(En la foto, un joven Mike Leigh, autor de "Secretos y mentiras"; habría puesto un fotograma de la peli, pero... me ha encantado esta foto que me recuerda a Pablo).
- Papá, ¿tú cuando tenías mi edad le mentías a la abuela?
Así empezó este miércoles en una casa resacosa. A Eva las preguntas chungas le gusta hacerlas a la hora del desayuno. Y no es por pillarnos dormidos y vulnerables, sino porque sabe que su padre tiene un despertar como mínimo malhumorado, y a ella le ponen los deportes de riesgo.
Sé que últimamente este blog se ha llenado de amigos míos, adolescentes de entre treinta y cuarenta; pero mis adolescentes perpetuas, como las condenas, son y serán siempre Eva y Teresa, las hijas de Pablo. Y Pablo que no contesta, y Eva que sigue...
- Lo que te pregunto, papá - y ahora ya habla despacito, separando cada sílaba- es si prefieres que te mienta cuando salga como hacen mis amigas o que te diga la verdad aunque no te guste.
La ventaja de no ser madre es que no tienes que opinar a la primera, así que yo -que tengo opinión sobre casi todo y, en general, equivocada- me dedico al pan con jamón y al té verde, y veo a Pablo procesar respuestas a la velocidad de la conexión de internet de mi oficina (leeeeeeeeeeeenttttttttooooo). Procesa, asimila y, como siempre, dice la verdad:
- Sí, sí que le mentía a mi madre. No, no quiero que me mientas a mí.
- ¡Lo sabía!¡Verás cuando te cuente bien el plan de este fin de semana...!
Y con esta amenaza entusiasta, Eva termina el ColaCao y se va a su cuarto con saltos de niña y sonrisa de mujer. Pablo, entonces, me interroga con los ojos y yo paso de contestarle con todas las partes del cuerpo. Quiere saber qué habría contestado yo, si mentía a mi madre de pequeña y, sobre todo, si sé de qué plan habla su hija. Pero yo tengo prisa y un gesto enigmático y profundo muy ensayado, y me escaqueo.
El miércoles, después de esa escena, Pablo se va de viaje, yo publico una entrada sobre el banquillo de Clara, y la Real Sociedad pierde un partido en el último minuto, y... Y Pablo entra en crisis, claro. Los días que la Real Sociedad gana, Pablo me suele pedir que me case con él y que tengamos seis niños; los días que pierde, se hace un ovillo en el sofá y se lame las heridas y los traumas de una larga infancia blanquiazul.
Pero este miércoles Pablo no tiene sofá, que está en un hotel de Sevilla, y su reacción distante es también distinta: la desconfianza. Una desconfianza real y virtual que me transmite por whatsapp:
- No me llamas, no me consuelas, no me quieres...
- ?
- Sol, joder, dime algo, que ha perdido la Real.
- Que ha empatado el Osasuna...
- ¿Y a ti desde cuándo te importa el Osasuna?
- Desde que mi padre nació en Pamplona.
- Pero si tu padre es del Atleti.
- Y sus hermanos del Osasuna.
- ¿Y no será que te pone uno de los del banquillo de Clara?
- What?
- Uno del Osasuna.
- (...)
- Soooool...
- (...)
- Ping.
(Ping es lo que dicen las niñas cuando tardamos en contestar los mensajes).
- Ping que ya sé que soy un capullo.
- Capullo, celoso y desconfiado.
- Right.
- Era el banquillo de Clara.
- ¿Estás totalmente segura de que no era el tuyo?
- (...)
- Es que tienes demasiados ex y demasiados pijamas...
Y entonces paso del whatsapp y le llamo, y hablamos de lo que él habló con su hija: de los secretos y las mentiras. De que si yo tuviera un banquillo -"o una salida de emergencia, Sol, que miras mucho la puerta de nuestra vida"- se lo diría antes y no lo pondría en un blog y sobre una amiga, y él no se convence. Hasta que me harto.
- Joder, Pablo, que ni siquiera mentía a mi padre de pequeña. ¡Que le conté mi primer polvo! Y ahora que he conseguido que el pobre no lea mi blog como si fuera una carta cifrada de mi terapeuta y un listado de mis traumas, te pones tú con la desconfianza...
- Y si no tienes banquillo y no te quieres ir, ¿por qué no tenemos un hijo?
- Porque ha perdido la Real y no se pueden tomar decisiones extremas en momentos de depresión.
- Vete a la mierda.
Y, así, cariñosos y relajados, colgamos. Pero entonces me whatsappea Koldo, que es el otro realista de mi vida, y lo suyo es peor. Resulta que su enano tiene bronquiolitis, "y yo, como buen padre, he probado el Ventolín antes de dárselo..."
- ¡Lo tienes que probar, tía!
- (...)
- Mañana llevo a la ofi.
- (...)
- Coloca que te pasas.
Como diría Amaral, "son mis amigos".
P.D.: si yo tuviera banquillo; o, mejor dicho, si tuviera un banquillo que me importara más que Pablo, me iría de su vida. Lo que no haría nunca, y desde aquí le pido a él que no lo haga, es contarle debilidades y miserias pasajeras. Que, como dice mi amigo Manolo, el que confiesa los cuernos sólo busca exorcizar la culpa y trasladar la tristeza y la desconfianza a su pareja. He dicho.