(Dustin Hoffman fascinado por la pierna de Anne Bancroft en "El graduado").
Pasan los años y yo, que me creía tan guay, tan moderna, y, sobre todo, tan joven, con licencia para seguir siendo infantil e irresponsable, me encuentro una noche tuiteando con el novio de mi hijastra. Y no me pidáis que lo repita porque "novio" e "hijastra" son palabras que nunca deberían haberse quedado pegadas a mí.
- ¡Coño!- me alerta Pablo, siempre solidario- ¿no te pensarás marcar una de Mrs. Robinson con el novio de mi hija?
- No, corazón, que me lo ha pedido ella y como sigas te contesto una burrada sobre virilidad, juventud y tabletas de chocolate...
Eva me ha pedido que tuitee con él, porque desde que ha abandonado su yo preadolescente en Tuenti y ha aterrizado en Twitter, encuentra que mola todo tener madrastra siempre y cuando no baje de los 3.000 seguidores.
- Si llegas a 5.000, igual te digo que te quiero; si llegas a 10.000 te dejaré irme a buscar a la puerta de la discoteca; si pasas de 20.000, te invito a mi fiesta de cumpleaños...
- I can't wait.
- Eres una chula de mierda.
- También.
Mi vida en twitter se ha convertido en una pesadilla, como "El show de Truman" pero abierto a comentarios y sin ningún tipo de clemencia: me siguen las amigas de Eva, me vigilan, me acosan y me puntúan. Y ella, claro, lo retuitea todo: "que dice María que eres una pedante; Laura que eres una burra; y mis amigos que tu foto es una mierda o que tú eres infollable".
Vale.
Pero Eva aún quiere más: quiere, en serio, que tuitee con su novio, que le impresione con mis seguidores y, sobre todo, ya puestos, que les consiga por la vía del mecenas unas entradas para el Atlético de Madrid-Real Sociedad para tenerlo contento y enamorado hasta mayo.
"Lo intento, Eva, pero los mecenas ya no son lo que eran. El otro día para invitar a mis hermanos al Atlético-Athletic tuve que echar mano de mis amigos, que no tienen tanto poder como el mecenas pero me quieren de verdad".
- No me cuentes tu vida, madrastra, y consígueme entradas, que han estrenado "Blancanieves" y estoy a punto de traumatizarme otra vez, como cuando empezaste a salir con papi, salvo que me compense mucho tenerte en casa. Capisci?
- Sí, claro. Y también estás a punto de que te estallen las hormonas y de echar tu primer polvo.
- ¿Ves como eres una burra?
La verdad es que el novio de Eva me gusta (tiene sentido del humor y es atlético), así que les intento conseguir las entradas e intento olvidar que tengo una hijastra con novio hasta que...
Hasta Pablo, claro.
Que se quiere apuntar y no es por interés de padre cauto, no. Es por puro gorroneo. Y enreda un poco, y luego mucho, y me dice a mí que Eva quiere que vayamos con ellos, y a Eva que ha sido cosa mía, y al mecenas que son cuatro entradas o ninguna...
Eva nos ha mandado a la mierda a los dos, aunque admite en privado que yo soy una madrastra guay que tiene mal criterio con los hombres. Y ella y su chico van a ir solos al Calderón, el 2 de mayo, que se lo pago yo, y Pablo va a enfadarse conmigo por contar todo esto, y acabaremos divorciados, y yo veré el partido con Koldo y unas cervezas, sin problemas.
Pero esto, el que las hijas de Pablo entren en la más feroz adolescencia sin que su padre la haya abandonado, explica por qué últimamente no puedo hablar en este blog de mi familia, y sí, sólo, de mis alrededores: mis amigos son adolescentes, pero al menos lo saben y lo aceptan porque está en su naturaleza.
Mi novio no. Él dice que es adulto y que está en la mejor edad para el sexo y yo creo que sí, que en la mejor edad para tocar los cojones.
Debe de ser la violencia estructural, o la genética. Cualquier cosa menos su propia caradura. Y entonces se asoma por encima de este post y me dice: "Cariño, aún tienes tiempo de llevarme al fútbol, anda, hazme feliz...".
Y yo lo haría, pero hacerle feliz me envejece.