Hace ya un mes me fui a cenar con un hombre que no puede permitirse que se le relacione conmigo (sólo me quiere en la intimidad) y con mi amigo Harry. Era un día tonto, de ésos que pasan de ERE en ERE, mientras twitter grita por la champions y los equipos de los pobres (los míos) resuelven los títulos de verdad. Era un día, también y justo por eso, para valientes.
Habíamos quedado para hablar de cine, pero nos falló Nacho y nos dedicamos al ciclismo, hasta que, a las doce en punto, como si fuera Cenicienta, el hombre que me quiere en la intimidad desapareció en la noche sobre sus dos ruedas, llevando bajo el brazo sus sueños aldeanos y sus realidades urbanas. Harry y yo nos pusimos entonces a recorrer despacito una calle de drogadictos y gente sana, arriba y abajo, como profesionales de lo nuestro: de hablar y caminar, de hacer varias cosas a la vez y hacerlas todas.
Harry y yo nos conocimos en nuestro primer trabajo (el primero con nómina, mejor dicho) hace ya quince años y tenemos una amistad construida sin prisa pero sin pausa. Por eso caminábamos, para profundizar y seguir juntos.
Claro que la noche es lo que tiene, que te confunde y hace frío; así que nos metimos en un bar y nos pusimos del revés: él, que bebe, tomaba cerveza sin alcohol; yo, que no bebo, caipiroskas.
Y hablamos de lo que estábamos haciendo.
Porque Harry y yo hacemos y, por eso, nunca hablamos de lo que vamos a hacer, ni prometemos power points que no podemos cumplir, y nos centramos en lo que ya tenemos en marcha, no sé si me explico. El movimiento se demuestra andando, que decía siempre mi ex.
Hablamos de bonus, de EREs, de políticos tontos que daban la cara y de políticos malos que se esconden, de emperadores desnudos y novelas descarnadas, de películas necesarias y artistas insuficientes...
Harry y yo, al final, siempre hablamos de poder. De los poderosos y de los que pueden, que no es lo mismo. Porque, señores gobernantes, señora Merkel, poderoso no es el que tiene poder, sino el que lo usa para hacer. Insisto y me repito: no manda quien grita, sino quien puede y sabe mandar; o sea, crear, convencer, construir.
Harry y yo acabamos las bebidas y la noche, nos fumamos un cigarrillo que nos regalaron unos mexicanos sin papeles que ya nunca podrán enfermar en nuestro país, y seguimos caminando.
No es que no debiéramos haber salido aquella noche, es que sabíamos que no debíamos volver a casa. Seguimos caminando por Madrid, digo, hablando, creando, convenciendo y construyendo. Nosotros vamos a morir en este ERE o en el próximo, pero no vamos a morir quietos.
Por eso, después de no dormir aquella noche, agotada por beber, borracha por andar, redescubrí la lucidez de las resacas bien empleadas: caminando con Harry lo entiendo todo. Si quieres publicar una novela, escríbela; si quieres defender tu empresa, trabaja; si quieres cambiar tu sociedad, hazlo. Hay siempre una opción B, siempre, y la llevas dentro.
Y, por cierto, cuando a Harry y a mí nos maten, cuando crean que han acabado con nosotros, que vuelvan, que nos encontrarán moviéndonos.
P.D.: el título es un homenaje a una gran serie española, "Turno de oficio". La foto es un homenaje a mi ciclista favorito. Lo demás es, como todo lo bueno que hago, que soy y que tengo, para Harry.