(En la foto, la librería Shakespeare&Co, de París. Por si alguien me quiere llevar, a ésta o alguna otra de aquí).
Mi verano se resume en un constante tráfico de libros y bocadillos de Nocilla. Qué le vamos a hacer: nací en una familia que cree que la cultura construye, y he pasado las vacaciones con Koldo y con Manolo, amigos que toleran que lea siempre que no les hable de ello y sea generosa con la crema de cacao que extiendo para sus hijas.Y, ahora, la versión larga (sin política y sin realidad, que me pongo triste y furiosa, y entonces me autodestruyo):
En el vestíbulo de casa de mis padres, mis hermanos y yo hemos ido ocupando una silla para desesperación de mi madre. Digo "desesperación" y me quedo corta, porque esa silla que usamos es una antigüedad que ha sobrevivido a varios siglos en Oriente para sucumbir ante los excesos de una familia de intelectuales hippiosos. Restos de su esplendor se aprecian todavía debajo del montón de libros, DVD's, vitaminas de herbolario y otras drogas más claras que se amontonan sobre ella.
Mis hermanos y yo nos vemos poco, pero nos queremos mucho, y la casa de mi madre es el intercambiador que todos atravesamos una o varias veces al mes, el sitio en el que es más probable encontrarnos en persona o por objeto interpuesto y demostrarnos que -aunque no estamos todo el rato- siempre somos, que pensamos los unos en los otros, que nos necesitamos y nos aportamos.
Los libros que me devuelve mi hermana, una temporada de "Juego de Tronos" para Peter, discos de John Lennon para Charlie, un paquete de tabaco con los porros ya liados para... Lo que yo no esperaba encontrar el último día de julio, en medio de ese bookcrossing desbordante, era una niña.
Una niña con nombre, mi sobrina, Blanca. Su madre, mi hermana, dice que no es ni puede ser la persona favorita de su hija mayor; Blanca no dice nada, pero se ha venido conmigo de vacaciones y se ha traído sus quince años adolescentes y sabios. Un punto a favor de Blanca, que acoplada como puente entre mis amigos y sus hijas (femeninas, pizpiretas y parlanchinas; muchas, de dos a ocho años), ha conseguido ser lo mejor del verano.
Blanca, algunas lecturas, algunas conversaciones, algunas decisiones, algunos gintonics. Blanca y algunas ausencias: la de las redes, por ejemplo. Porque, francamente, no contéis conmigo; doy un paso atrás: si todo consiste en gritar, condenar e insultar; en retuitear a los que te halagan y linkar noticias que no has leído; en comentar sin hacer y hablar sin saber; si para algunos no existe más que su "yo" social, prefiero quedarme en mi vida, fuera de esa pantalla sin piel, y ahorrarme esa famosa "conversación" que no es más que una mala mezcla de millones de monólogos.
Pero volviendo a Blanca, me quito el sombrero y reinvindico la adolescencia, "su" adolescencia. Mientras los adultos consultábamos compulsivamente el teléfono en busca de nuevas medallas olímpicas o mensajes perdidos de whatsapp, y las pequeñas comían palomitas y reclamaban ganchitos y huevos Kinder; Blanca permanecía inalterable, observándolo todo, con su móvil pacíficamente apagado en Madrid. Sin buscar, sin pedir, sin querer estar en otro lado; recibiendo, escuchando, dando, aprendiendo.
Algún otro verano he tenido momentos miserables, convencida de que las vacaciones son sólo días pegajosos de crema y de sudor en los que algún niño propio o ajeno te embadurna de arena y restos de Nocilla, y te hace comer las palomitas que le sobran mientras te hace un reproche definitivo que le dura cinco minutos. Este año no. Este año, con Blanca, he descubierto que las vacaciones pueden vivirse en la ausencia de ruido, en la meditación, en la paz... en el presente, vaya. Basta con dejar en casa el móvil y la ansiedad. Casi nada.
Pero mi móvil lo paga la empresa, y no se abandona tan fácil; así que la lección casi se me olvida en cuanto devolví a Blanca y me llevé algunos paquetes legales e ilegales que alguien había dejado en la famosa silla de mi madre. Por eso le supliqué a mi hermana, escéptica:
- Por favor, mándame a Blanca de vez en cuando, al menos una vez por semana. Déjame algo de tu paz.
- Quieres decir de mi guerra.
- Tu guerra es mi paz.
- A veces pareces idiota...
- Lo soy desde siempre.
(y así mucho más rato, que mi hermana y yo llevamos toda una vida discutiendo)
Además, igual si Blanca se viene a casa Eva y Tere aprenden, que la quieren, y dejan sus malditas BlackBerrys para volver a la realidad e interactuar con su padre y conmigo. No se cambia el mundo desde la pantalla, y tampoco se descubre, queridas. Este curso, ya os aviso, voy a ser una madrastra mala: "No tenéis hora para volver a casa. Podéis emborracharos, podéis ir a dormir con vuestros novios, podéis acampar en Sol... Sólo os prohíbo el whatsapp. Que hay que compartir, chicas, y hay que tocar. Compartid libros, amigos, polvos, copas, experiencias, pero que sean reales y no virtuales. Por favor...".
Eva me ha dicho que sí, que ya tiene novio y mi lado guay le parece muy aprovechable. Tere ni me ha contestado: le gusta más su blackberry que su vida. Otra tristeza más para este otoño en que el estado del bienestar lo vamos a tener que reconstruir desde cero y con ganas. Pa'lante.
P.D.: el libro que más y mejor hemos compartido en mi familia este verano ha sido "Casa de verano con piscina", de Herman Koch. Os lo recomiendo y hasta os lo prestaría, si no fuera porque ahora está en manos de algún cuñado de los que no devuelven ni la hora. Si lo recupero, será para Cé, una gran periodista y una mujer enorme. Y, por supuesto, este post es para Blanca: gracias por venir, por estar y por ser.
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Publicado por: perder peso | 09/09/2012 7:18:54
Es bonito ver que alguien pone palabras a tus pensamientos y ves descripciones de familias, de personas, que podrías ser tu mismo, sin complejos y formas. Me ha encantado el Intercambio de cosas y risas en casa de los padres haciendo saber que todos nos queremos pero vivimos nuestras vidas. Estupendas vacaciones, todos queremos ese momento "Blanca en nuestras vidas" Una vez más, genial. Gracias Sol, se te echaba de menos!!!
Publicado por: elbosco | 06/09/2012 21:58:58
¡Qué bien tenerte de vuelta!
Publicado por: Maria | 06/09/2012 20:04:28
Magnífico post, Paloma. Realmente bueno. Con un poco de reparo me gustaría invitarte a visitar el mío. Su vocación es humorística; pero encontrarás una reciente experiencia vacacional de resultados dudosos. Debiera haber visitado esa librería, se parece bastante a un paraíso terrenal. Un saludo afectuoso.
http://lluviaderatones.blogspot.com.es/
Publicado por: Juan | 06/09/2012 13:55:47
la vida se esta haciendo rapida e inmediata, la blakberry ylos whatsap, son ingredientes de una forma de ser, menos reflexiva por ahora, menos comprometida por ahora, pero más creativa , mas cariñosa, mas afectiva, blanca es un modelo antirruido, y comprension , madurez y sapiencia tambien valido, pero son realidades con piel y con intuición, los padres, amigos y maestros debemos acercarnos y contagiarnos donde algunos no nos dejaran entrar.
un abrazo y feliz otoño
Publicado por: ludens | 06/09/2012 12:58:06
Bravo por las Blancas, que aunque parezcan difícil de encontrar haberlas, haylas.
Publicado por: Ana | 06/09/2012 9:59:24
Todos deberíamos tener una Blanca en nuestras vidas, no solo para olvidar ansiedades de comunicación sino para disfrutar de eso...de la vida propia y ajena.
Publicado por: v | 06/09/2012 9:52:04
Me ha gustado mucho este post. Bienvenida!
Publicado por: Marta | 06/09/2012 9:28:43
"Basta con dejar en casa el móvil y la ansiedad. Casi nada"
Yo me apunto, lo voy a intentar... y voy a compartir libros, amigos, polvos, copas, experiencias, reales y no virtuales.
¡¡¡Bienvenida!!!
Publicado por: Isa Bel | 06/09/2012 9:07:42