La novia de papá

10 sep 2012

Las burbujas

Por: Paloma Bravo

Burbujas04

Después del resumen de mi verano, va la vuelta al cole de mi prima Mica. Reclamaciones a ella, que es la que escribe.

Cuando acabas de trabajar a las mil, se puede salir de casa sin prisas. Sin prisas y con Ana, que es lo básico. La otra noche, primer jueves de septiembre, decidimos ir en busca de algún local que considerara el gintonic un artículo de primera necesidad y no nos cobrara el IVA.

Los camareros suelen ser empáticos, pero los bares están vacíos, y ya no se creen eso de "los españoles en la calle y la crisis en sus casas". Tampoco les puedes explicar que la vuelta al curro ha sido una pesadilla. "Tienes trabajo, no te quejes", dice una vocecita interior. Y Ana y yo no nos quejamos, sólo queremos vivir en empresas en las que manden los buenos (bueno, ella ya lo hace, que es autónoma y excepcional).

Estábamos ya a punto de irnos a una farmacia, e intentar negociar el copago del gintonic con receta médica cuando apareció en la calle un amigo de mi hermano Jon. El típico amigo que ha sido uno de tus mil amores platónicos (como el 90% de los amigos de mis hermanos) y que lleva una billetera con tarjetas de crédito más sólidas que las nuestras, de ésas que no se autodestruyen.

- Aquí Ana, aquí Platónico.

- Encantada.

- Encantado.

Y empezamos. A mí me gusta mucho presentar amigos y decirles que confíen los unos en los otros ciegamente, porque siempre me hacen caso. En cinco minutos ya estábamos hablando de los chapuceros habituales; en diez minutos más, de sexo, de amor, de sexo, sexo y sexo. De los hombres que te tienen tres meses babeando por mensaje y son incapaces de tocarte en persona; de las mujeres que lo entienden todo y no quieren más con un hombre casado hasta que echan un órdago y lo pierden; de los hombres casados que no quieren cerrar puertas porque les molan las burbujas; de...

Pues de eso que se habla mientras un camarero te pone copas raras que no puedes pagar y, en la mesa de al lado, dos tíos con corbata intentan ligarse a unas chicas patilargas, como si fuera un documental de naturaleza:

"El macho pide algún detalle del que tirar para establecer una conexión. '¿Dónde trabajas? ¿Ah, entonces conoces a...?' La hembra sonríe y desde nuestro punto de observacion no conseguimos deducir si le da todo mucha pereza o está mínimamente interesada en este ejemplar de su especie que no anda demasiado deteriorado dado el contexto...".

Platónico, Ana y yo nos comimos todas las patatas fritas que nos dieron, que fueron muchas, y nos bebimos las copas, que también fueron unas cuantas. Pero Platónico, fiel a su nombre, tuvo que huir a casa.

- La vida siempre te alcanza cuando sales a buscarla.

- ¿Qué dices, Ana?

- Que sigamos, tía.

- No, no, que mañana a primera hora tengo una reunión con todos mis jefes y todos sus jefes.

- Te van a gritar hagas lo que hagas, mejor con resaca, que ensordece.

Ana suele tener razón, así que deambulamos por un Madrid en que los bares que antes estuvieron llenos a finales de mes estrenan septiembre vacíos, y nos dedicamos a hablar de los platónicos, los posibilistas, los reales, los mensajeadores...

"¿Para qué comprarte una vaca con lo barata que está la leche?". Eso nos había dicho Platónico, con una metáfora que en este año despiadado tiene menos gracia pero que se entiende bien: que pasando del amor, nos dedicásemos al sexo.

- ¿Al virtual?

- Que no, joder: a joder.

Para eso hay que tener tiempo. Y patrullar la ciudad, y poner buena cara, y... Y todo llega. A las cinco de la mañana conocimos a un tipo que daba paz y que vivía lejos, condiciones necesarias para un amor perfecto. Por eso lo abandonamos en la calle, sin intercambiar ni los teléfonos: era una noche bonita, no estábamos tan borrachas, brillaban nuestras sonrisas, nuestras pieles y nuestras espaldas, y podíamos imaginarlo todo, empezando por lo que hubiera sido maravilloso que pasara y lo que afortunadamente no se estropeó.

Esa esquina de San Bernardo será siempre la esquina de la paz: ahí la encontramos, ahí la dejamos, ahí estará. Yo tengo mucha resaca y llevo catorce horas seguidas currando; me han gritado y no les he oído, me han mirado mal y no los he visto. Ana y yo vamos a salir más y también a fumar menos.

 

 

@PalomaBravo

 

 

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Hay 3 Comentarios

Con la jodida crisis, efectivamente, como echo de menos una salida de esas entre semana. Estupendo Sol, una pincelada de pequeña cotidianidad real.

que ganas de volver a leerte...GRACIAS.!!! Y me ha encantado el titulo "las burbujas"...en una ocasion alguien me contó una historia, también de burbujas..entonces aún no sabia que eso de las burbujas...pudiera molar a ese tipo de hombrecillos.
Me quedo con la esquina de la calle San Bernardo.

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Sobre la autora

Paloma Bravo
Soy madrastra, periodista y autora de “La novia de papá” (Plaza&Janés). Este blog no lo escribo yo, lo escribe Sol Beramendi, la protagonista de mi novela. O sea, que es ficción y, por lo tanto, absolutamente real.

Paloma Bravo

SOBRE EL BLOG

Según la RAE, madrastra es una “cosa que incomoda o daña”. ¡Y una mierda! “Tía buena (buena en todos los sentidos), lista e inmejorable” es lo que debería decir. ¿O no? El caso es que me ofrecieron crear una plataforma de “madrastras sin fronteras”, pero mis bestias me necesitan en casa, así que nos hemos quedado en un blog. Para hablar de vuestras familias y otros animales.

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