Laboratorio de Felicidad

Sobre el blog

En el laboratorio de la felicidad analizamos experiencias, recogemos investigaciones y aportamos claves para vivir de un modo más saludable y optimista. Ponemos un microscopio para entendernos un poco mejor a nosotros mismos en nuestra relaciones personales y profesionales y ofrecemos fórmulas prácticas para incrementar nuestras dosis de felicidad en el día a día.

Sobre la autora

Pilar Jericó

Pilar Jericó. Curiosa del ser humano, de las emociones y de las relaciones personales. Es socia de la consultora Be-Up, coach y doctora en organización de empresas. Escritora de ensayos y novela y conferenciante internacional desde 2001. www.pilarjerico.com.

¿Quiénes escogen a guapos como parejas?

Por: | 29 de septiembre de 2013

Busquedaamor

¿Qué valoramos más de nuestra pareja su belleza física o su belleza interior? Ya sabemos que todos, puestos a elegir, preferimos que nuestra potencial pareja sea atractiva. Ahora bien, dependiendo de nuestro carácter estaremos dispuestos a preferir una belleza impresionante aunque esté “hueca por dentro”. Así lo ha demostrado la ciencia al descubrir una curiosa variable en nuestro comportamiento: el nivel de “auto observación”, es decir, el grado de importancia que otorgamos a lo que dicen de nosotros. Hay personas que son muy sensibles al contexto y actúan más de acuerdo con lo que dicta el entorno que con lo que piensan o sienten (en psicología social se llama alta “auto observación”). Sin embargo, hay otros que se sienten menos constreñidos, que no les preocupa tanto dar una buena impresión y actúan conforme a lo que piensan. Estos últimos son aquellos de los que tradicionalmente se ha dicho “tienen personalidad” o en términos psicológicos se diría que presentan una baja “auto observación”. Pues bien, dependiendo de la importancia que otorguemos al entorno preferiremos un tipo de pareja u otro sacrificando otra serie de variables. Los primeros se decantarán exclusivamente por la belleza y los segundos, se preocuparán más por las características personales de sus posibles compañeros. Veamos algunas investigaciones al respecto.

Allá por los 80 los psicólogos reunieron a varios chicos que estudiaban en la Universidad de Minnesota y que no tenían novia. Les facilitaron 50 expedientes de posibles compañeras para tomar un café en la universidad. Se buscaba, por supuesto, que los estudiantes se imaginaran que aquella cita iba a ser la primera de una posible relación. Cada expediente contenía tres páginas: la primera era una descripción de las actitudes y preferencias de la chica en cuestión; la segunda página era de relleno con información engorrosa; y la tercera contenía una fotografía de la candidata. Se les dio un tiempo ilimitado de consulta y como nos podemos imaginar, los investigadores detrás de un espejo analizaron quién ponía más atención en la primera o en la tercera página. Y la conclusión fue clara: aquellos chicos que estaban más condicionados por el entorno (es decir, alta “auto observación”) se decantaron más por el físico. Sin embargo, los que no valoraban tanto la opinión de los otros prefirieron chicas con excelentes atributos personales. En otras palabras, si actúas más en concordancia con lo que dicta el entorno que con lo que sientes o piensas, es más probable que busques una pareja realmente atractiva a ojos de los demás.

Pero los investigadores dieron un paso más y buscaron hasta qué punto se está dispuesto a sacrificar belleza interior por exterior, si se me permite la expresión. Para ello, reunieron de nuevo a chicos que en este caso solo tenían que escoger entre dos mujeres para cenar esa noche: una muy atractiva pero con características personales desagradables; y otra que, sin ser guapa, tenía cualidades personales muy positivas e interesantes. Pues bien, ocurrió exactamente lo mismo: El 81 por cierto de los hombres menos vulnerables a la opinión del entorno escogieron a la mujer menos atractiva físicamente. Sin embargo, de los chicos que estaban más condicionados por la opinión de terceros el 69 por ciento prefirieron a la chica guapa a pesar de que su carácter fuera realmente desagradable (habría que preguntar el por qué de fondo, pero aquí no tenemos datos)… En definitiva, cuanto más nos importe lo que los otros digan de nosotros, más estaremos dispuestos a sacrificar belleza interior por belleza exterior.

Alguien podrá pensar: Los anteriores experimentos son solo con hombres. ¿Y a las mujeres nos ocurre lo mismo? Pues sí, me temo que exactamente igual. Los investigadores, a quienes no se les escapan estas cosas, se lanzaron de nuevo con una tercera prueba. En esta ocasión, se les pidió a hombres y mujeres que analizaran la información sobre la personalidad y las fotografías de cinco hombres y cinco mujeres. Después de ello, se les sugirió que reunieran a las parejas que en su opinión “serían más compatibles”. Pues bien, aquellas personas más vulnerables al entorno propusieron parejas basadas en el atractivo físico. Mientras que los que les importaba menos lo que los demás piensan de ellos se decantaron a la hora de hacer las parejas por las características personales. Así pues, nuestra forma de ser afecta a lo que opinamos de las relaciones románticas y seguramente, a los consejos que demos. Si consideramos que el físico es crucial, le recomendaremos a amigos que escojan parejas atractivas; y viceversa. Por ello, a la hora de escuchar determinadas sugerencias tengamos en cuenta también de quién viene y cuál es su grado de vulnerabilidad al entorno.

Insistimos: puestos a escoger todo el mundo prefería que su pareja fuera atractiva. La clave está en hasta qué punto estamos dispuestos a sacrificar su belleza interior por la exterior.

 

Fórmula:

Cuanto menos nos importe lo que el entorno diga de nosotros, más estaremos dispuestos a sacrificar belleza exterior por interior.

 

Recetas:

  1. ¿Tienes alta “auto observación”? Recuerda, “auto observación” significa alta sensibilidad a lo que la opinión de la gente que nos rodea y a actuar más de acuerdo con lo que dicta el entorno que con lo que pensamos o sentimos.
  2. ¿Hasta qué punto estás dispuesto a sacrificar belleza exterior a interior? ¿Cuál sería el precio?
  3. A la hora de dar o de recibir consejos sobre las parejas de amigos, ten en cuenta cuál es tu “auto observación”. Lo que a una persona le sirve, a otro puede que no.

 

Fuente: Snyder, Berscheid y Glick (1985): “Focusing on the exterior and the interior: two investigations of the initial of personal relationships”. Journal of Personality and Social Psychology, 48, 1427-1439.

Imagen: José Castillo

Cómo evitar que las reuniones sean una pérdida de tiempo

Por: | 26 de septiembre de 2013

Reunion

¿Qué porcentaje de las reuniones a las que asistes son una pérdida de tiempo? Cuando hago esta pregunta en los talleres de trabajo suelo escuchar que el 50 por cierto de las reuniones serían perfectamente evitables (es una media. Por supuesto, no todas las compañías son iguales). Sin embargo, cuando se trata de una multinacional o de una gran empresa, la cifra que han llegado a decir se eleva al 80 por ciento. No está mal como ejemplo de improductividad... Piensa por un momento la cantidad de cosas que podríamos hacer si no tuviéramos el síndrome de la “reunionitis” tan acusado en tantas empresas o en tantos jefes. Pues bien, a continuación vamos a proponer unos pasos muy sencillos, que no siempre se llevan a cabo y que si se hicieran, seríamos mucho más eficaces, más productivos, llegaríamos antes a nuestras casas y podríamos dedicarnos a cosas más interesantes como ser felices. 

  1. ¿El objetivo está claro? Cuando lances la convocatoria, asegúrate que los asistentes saben a qué van y cuál es el orden del día o los puntos de los que se va a tratar. No es la primera vez que escucho por los pasillos: “voy a una reunión y no sé para qué”. Antes de comenzar, recuerda el objetivo o mejor aún, pregunta a los asistentes para que ellos te lo digan con sus propias palabras. Si no son claros, ya sabes… La responsabilidad es de quien convoca.
  2. Envía la información previa antes de un modo abreviado. Otra manía que se extiende en las empresas: adjuntar archivos de páginas y páginas, que nadie lee. El que lo manda se siente tranquilo y el que lo recibe tiene muchas justificaciones para no leerlo. Por ello, una vez más, si los participantes han de preparar algo, envíalo de manera muy resumida.
  3. Convoca solo a los asistentes necesarios. Otro error extendido: reuniones de muchas personas en formato conferencia. ¿No hay métodos más eficaces para que las personas accedan a la información? En este punto, hay otra clave. Los convocados han de tener la capacidad de tomar decisiones. Si no, ya sabemos… las cosas se dilatan y volvemos a caer en la pérdida de tiempo.
  4. Reuniones lo más breves posible. Hay muchos tipos de reuniones desde informativas a generación de ideas. La duración de la misma dependerá del objetivo, pero, cuidado, una vez más tenemos el riesgo de caer en las “reuniones chicles” que se estiran en el tiempo. Al cabo de 45 minutos nuestra atención decae. Por ello, una práctica interesante al comenzar es definir el tiempo de finalización. En algunas empresas, incluso, cuando son reuniones informativas o de toma de decisiones rápidas se han llegado a hacer de pie. Es el mejor método para acabar antes.
  5. Definir roles dentro de una reunión. Hay tres roles básicos: el líder, que ha de dirigir la reunión y garantizar que las conversaciones no se van por otros derroteros; el vigilante del tiempo, que controla el reloj en todo momento; y quien hace el acta de la reunión. Dichos roles se han de definir antes de comenzar.
  6. Decisiones claras y plan de acción: al finalizar la reunión cada asistente ha de saber qué ha de hacer y cuándo. Cualquier ambigüedad aquí vuelve a ser un fracaso. Para ello, quien ha tomado acta debería leer las decisiones a adoptar y verificar que las personas se comprometen. Por supuesto, luego se ha de enviar. Y si se puede hacer en el mismo momento, mejor. Tiempo que ganamos.
  7. Seguimiento de los planes de acción: a veces parece que existe una creencia colectiva de que si se escriben los compromisos se cumplen por “arte de magia”. Y todos sabemos que no es así. El seguimiento de los planes de acción suele ser un área de mejora bastante extendida. Por ello, no está de más que se dediquen unos minutos a revisar cómo se va a hacer el seguimiento de lo acordado.

Pues bien, si en vez de ser tú quien convocas, eres uno de los asistentes, sugiere los pasos anteriores. Y por supuesto, en la medida que puedas evita asistir a reuniones que no consideres esenciales. No lo olvidemos: el recurso escaso es nuestro tiempo y dependiendo de cómo lo invirtamos, estaremos condicionando nuestra satisfacción personal.

Fórmula:

En la medida que gestionemos las reuniones de un modo adecuado, ganaremos en productividad, tranquilidad y tendremos más tiempo para cosas más importantes.

Recetas:

  1. Antes de una reunión, deja claro los objetivos, facilita la información previa de modo resumido y convoca a quien realmente deba estar.
  2. Durante la reunión, define los roles y utiliza el menos tiempo posible.
  3. Al finalizar, revisa los planes de acción y compromisos; y por supuesto, no olvides hacer un seguimiento de lo acordado.

Memoria selectiva o por qué fracasan las campañas antitabaco

Por: | 22 de septiembre de 2013

Tabaco

¿Cuántos fumadores conoces que lo hayan dejado gracias a las imágenes en las cajetillas de tabaco de pulmones intoxicados, impotencia y un largo etcétera de problemas? Personalmente, no conozco a ninguno. Dudo que este tipo de campañas tan “motivadoras” logren el éxito esperado y si tuviéramos que preguntarnos por las causas, deberíamos echar un vistazo a qué nos dice la ciencia. En la década de los 80 Roberts expuso a fumadores, ex fumadores y no fumadores a diversas campañas a favor y en contra el tabaquismo. Sin previo aviso, se pidió a los participantes que dijeran qué había recordado más y… ¡tachán!: Los no fumadores y ex fumadores recordaban más las campañas antitabaco mientras que los fumadores retenían incluso mejor las imágenes pro tabaquismo. El estudio lo repitió con respecto al uso del cinturón de seguridad y una vez más, ocurrió lo mismo: las personas que solían usar el cinturón de seguridad recordaron más las imágenes a favor; mientras que las que no lo utilizaban, memorizaron mejor las que incitaban a no utilizarlo. En definitiva, recordamos lo que queremos y el motivo es porque nuestra memoria es selectiva (por supuesto está relacionado con la percepción selectiva de la cual ya hablaremos en otra ocasión). Es decir, viene a nuestra mente aquello que nos interesa para seguir haciendo lo que queremos. Así de sencillo. Alguien podrá pensar que nos mentimos a nosotros mismos y me temo que es correcto… somos capaces de hacerlo con una “elevada profesionalidad”, aunque luego siempre hay alguno que gana el primer premio.

El psicólogo Cohen en 1981 proyectó un video de una mujer que cenaba con su esposo para celebrar su cumpleaños. Cuando se les dijo a los participantes que ella era camarera, estos recordaron que la mujer había bebido cerveza y tenía un televisor. Cuando se les dijo que era bibliotecaria, recordaron que usaba gafas y escuchaba música clásica (por cierto, peculiaridades bastante discutibles… pero así funciona la mente). Tenemos una memoria selectiva porque somos expertos en organizar los armarios de nuestros recuerdos conforme a criterios previos. De hecho, puede darse el caso de dos hermanos adultos que hablen de la infancia compartida y cada uno tenga un recuerdo bien distinto. Pues bien, la manera de percibir la información y de recordarla hace que si queramos negar algo, encontremos mil y un argumentos (todos ellos muy válidos, por supuesto) para conseguirlo. Esto es lo que hacemos cuando queremos seguir fumando. Por ello, el primer paso para un cambio es salir de nuestra propia tendencia de comprender y recordar la información. En otras palabras, hemos de saber cuestionarnos a nosotros mismos y a nuestros propios paradigmas, lo que supone un acto valiente para el que no todo el mundo se siente preparado.

El segundo aspecto crucial para un cambio es el refuerzo positivo emocional. Es decir, en vez de hablar de las malísimas cosas que nos pueden ocurrir si seguimos haciendo algo, habría que comenzar a fijarse en las buenas cosas que nos sucederían si dejáramos de hacerlo. Un ejemplo casero: Si mañana queremos comenzar una dieta para adelgazar, tendremos más éxito si nos ponemos una foto nuestra en la puerta del frigorífico guapos, delgados y con el tipo deseado y quizá perdido, que si nos pusiéramos una imagen nuestra con muchos kilos. Si fuera esta última y nos entrara el arrebatador deseo de chocolate, diríamos: “total… si por unos kilos hasta llegar ahí me queda mucho”.

Así pues, el refuerzo positivo es mucho más eficaz que el negativo. Imaginarnos un futuro que está en nuestras manos más prometedor resulta más eficaz para nuestra mente a la hora de enfrentarnos a un cambio de hábitos. Por ello y según las ciencias sociales, parece que tendría más éxito para los fumadores visualizarse con una salud más plena, que no las imágenes feas que se endosan en las cajetillas de tabaco. Y todo ello, lo podemos trasladar a nuestro día a día. Si deseamos cambiar algo, busquemos los refuerzos positivos que nos ayuden a tomar la decisión del cambio. Juguemos con las visualizaciones, con nuestros sueños y demos pequeños pasos para lograrlo. Si nos quedamos en la aceptación, organizaremos las carpetas de nuestra memoria para justificar que lo que hacemos es lo correcto. Ya lo hemos dicho, el cambio de algo comienza por cuestionarnos a nosotros mismos… y por darnos pequeños regalos para ilusionarnos y continuar el proceso.

 

Fórmula:

Nuestra memoria es selectiva, es decir, recordamos aquello que queremos; y el refuerzo positivo es más eficaz que el negativo para afrontar un cambio de hábitos.

 

Recetas:

  1. Ante cualquier información, escucha atentamente los puntos en contra a tu idea preconcebida e incluso, defiéndelos. Así se realiza en los concursos de debate para ser más permeables a enfoques que a priori nos cuestan mucho aceptar.
  2. Revisa tu propia historia personal e identifica posibles partes de la misma que sueles pasar por alto. Quizá no eras tan….(añade el adjetivo que te suelas decir). Viene bien escuchar a los familiares cercanos con otros oídos.
  3. Si quieres realizar un cambio, ayúdate con aquello que te supone un refuerzo positivo: imágenes, recompensas, reconocimientos… sé tu propio animador personal.

 

Fuentes:

Jericó, Pilar (2010): Héroes cotidianos, Planeta, Barcelona.

Roberts, J.V. (1984). Selective recall for personally relevant communications. Canadian Journalist of Behavioral Science, 16, 208-215.

 

Los mitos en el amor

Por: | 16 de septiembre de 2013

Love
De Kus, Bernardien Sternheim (2001), Marcel Oosterwijk

Si hiciéramos una lista de las cosas que necesitamos para ser más felices, es posible que incluyéramos tener pareja, casarnos o evitar una posible separación. La ciencia se ha remangado y ha analizado si toda esta lista de cosas maravillosas realmente nos aportarían la felicidad que buscamos. Y los datos son concluyentes: parece que son más mito que realidad. Vamos a continuación a analizarlos tomando como referencia las conclusiones de la doctora Sonja Lyubornirsky, profesora de Psicología de la Universidad de California:

1.  Seré feliz cuando me case con la persona adecuada:

Casarse nos hace felices (al igual que genera un estrés no siempre valorado a priori, pero eso da para otro tipo de análisis). El problema no es contraer matrimonio, la dificultad surge cuando uno lleva casado más de dos años según la psicología.  En 2003 investigadores europeos y americanos monitorizaron a  un grupo de 1.761 personas que se casaron y cuyo matrimonio duró al menos quince años. Los resultados fueron claros: los matrimonios recientes experimentan una gran felicidad durante los dos primeros años. Pasado ese tiempo, los niveles de felicidad regresan al mismo nivel en el que se encontraban. Este estudio ha sido replicado obteniendo resultados similares en varias ocasiones. Así pues, lo importante no es casarse sino mantenerse feliz pasado el momento del entusiasmo de los primeros años.

2. No puedo ser feliz cuando mi relación se ha roto.

Otro mito en la felicidad. Cuando rompemos nuestras relaciones sentimentales, ocurren dos fenómenos al mismo tiempo: por un lado, sobrestimamos lo vivido. En ese momento nos martilleamos con todos los bonitos momentos que hemos perdido, instantes, músicas, palabras dichas… y dejamos aparcados los amargos (nunca sabré si hay algo de disfrute en esa extraña tortura a la que nosotros solos nos sometemos). Y por otro lado, subestimamos nuestra capacidad de resiliencia, es decir, de saber remontarnos de situaciones difíciles. El escenario que se construye en nuestra cabeza está relacionado con la vida que dejamos de tener, que creemos que va a ser mucho mejor que la que el futuro nos depara. Una vez más, la ciencia investiga sobre nuestra predisposición a la felicidad en este tema. Sonja Lyubornirsky nuevamente concluye: dos años antes de separarnos registramos los momentos de menos felicidad y a los cuatro años de divorcio en situaciones realmente complicadas, nos encontramos significativamente más felices de lo que fuimos mientras estuvimos casados. No está mal para desmontar un mito. 

3. Necesito una pareja.

Muchos de nosotros pensamos que el hecho de no tener un compañero o compañera sentimental nos hará infelices para siempre. Personalmente, creo que Hollywood se encarga de ello porque curiosamente casi todas las películas terminan en el momento del encuentro y obvian la rutina de la pareja. Pues bien, hay estudios que demuestran que no existen diferencias en los niveles de felicidad entre las personas solteras y las casadas, y que las solteras encuentran más felicidad y significado en otras relaciones y ocupaciones. Ahora bien, aquí vale la pena remarcar una idea. Si uno no se da cuenta de la ventajas de la soltería, puede embarcarse en relaciones poco satisfactorias o de poco peso, como demostró en su libro Bella DePaulo y como seguro más de uno habrá vivido en sus propias carnes. 

 

Fórmula:

Casarnos, evitar una posible separación o tener pareja no nos hacen felices necesariamente.

Recetas:

  1. Reflexiona sobre cuál es tu situación en el mundo de la pareja y qué te dices a ti mismo que crees que aumentaría tu felicidad: tener a alguien, separarte…  ¿Cuáles son tus propios mitos?
  2. Piensa en momentos pasados cuando estabas soltero o antes del divorcio. Sé honesto contigo mismo y encuentra aquellos otros detalles que habitualmente obviamos: los malos momentos cuando estábamos con ella o con él; o los buenos cuando disfrutábamos de la soltería.
  3. Y por supuesto, toma las decisiones que requieres con valentía: A veces, es luchar por una relación; en otras, es rendirse a la evidencia. La vida pasa demasiado deprisa para quedarse atrapado en futuribles.


Por qué preferimos los viernes a los domingos

Por: | 09 de septiembre de 2013

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Imagina que tu celebridad preferida te da un beso apasionado, ¿cuánto estarías dispuesto a pagar y en qué momento preferirías recibirlo? Esa fue la pregunta que les formuló a sus alumnos George Lowenstein, profesor de la Carnegie Mellon University y les dio las opciones de escoger en las próximas tres horas, un día, tres días, un año y diez años (sí, bueno, ya sabemos que más de uno se negaría a pagar pero también sabemos cómo son los estudios en psicología social…). Los estudiantes estaban dispuestos a pagar mayor cantidad de dinero por el beso si este se produjera en el tercer día. ¿Por qué? Muy sencillo: porque es el tiempo suficiente para que no resulte una “espera eterna”, cambiar de opinión o aburrirse en el intento; y nos da un margen de maniobra para disfrutar del evento durante las siguientes 72 horas. Es decir, la anticipación de algo deseado nos aporta felicidad.

Traslademos esta conclusión al mundo de las vacaciones, para muchos ya olvidadas. Hay “viajeros profesionales” que disfrutan de tres etapas: cuando las preparan, cuando las viven y cuando las recuerdan. Y como demuestra la ciencia y el sentido común, una vez más, a veces resulta más emocionante la primera fase, llena de optimismo y de posibilidades, que incluso la propia realidad. O si no, ¿cuántas veces hemos disfrutado más de preparar una fiesta que luego de sufrir el peso de ser un buen anfitrión? ¿O cuánto nos hemos ilusionado con nuestras vacaciones y no tanto con el sabor de las mismas? (Y si no, pensemos en que el índice de separaciones se incrementa un 30% después de nuestro anhelado descanso estival).

Todo lo anterior se relaciona con el día preferido de la semana. El primero es el sábado, el segundo el viernes y el tercero el domingo. Nos gustan más los viernes antes que los domingos, a pesar de que los primeros son días de trabajo y los segundos solemos tenerlos libres. Esta preferencia no se debe a que prefiramos trabajar a descansar. En absoluto. Se debe a que el viernes nos permite anticiparnos a algo muy positivo, el fin de semana, mientras que la anticipación del domingo se refiere a una semana de trabajo. Ya lo hemos comentado en otras ocasiones, las imágenes que creamos de nuestro propio futuro condicionan nuestro presente. A veces se piensa que el éxito está en la consecución de determinadas metas, pero en lo que se refiere a la felicidad es más importante el camino que el destino. Por ello, si finalmente no se alcanzan las expectativas que pensábamos, tampoco hemos de frustrarnos. El objetivo ya está cumplido: hemos ido disfrutando de los detalles, de los sueños y de lo que creíamos que podíamos lograr.

Así pues, si nuestra mente disfruta anticipando cosas positivas, alimentémoslo ahora que las vacaciones de verano han terminado. Pongamos energía en imaginar acontecimientos futuros que nos gustan o, incluso, en planificar proyectos de trabajos, viajes a lugares que nos apetezcan o visitas a personas que hace tiempo que no veamos. Puede parecer procrastinar, pero en el fondo es anticipar un suceso que nos da un disfrute a nuestra mente. De hecho, Tali Sharot, investigadora de London’s Global University, ha demostrado que el aumento de la felicidad se percibe a lo largo de una media de ocho semanas previas a las vacaciones. Si es así, tenemos tiempo para ir acariciando nuevas ideas que nos hagan más felices en el comienzo del otoño. 

Fórmula:

Nuestra mente disfruta anticipando cosas positivas.

Recetas:

  1. Lista todos los acontecimientos positivos que vas a vivir en las próximas ocho semanas, desde encuentros a posibles proyectos o viajes.
  2. Dedica tiempo a los detalles, a planificarlos con cuidado y ve revisándolos mientras se acerca la fecha. No te contentes con hacerlo solo una vez.
  3. Y cuando se produzca el evento si no se ajusta a tus expectativas, tampoco sufras en exceso… El objetivo ya está cumplido si durante todo ese tiempo te ha permite disfrutar.  

 

El País

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