Laboratorio de Felicidad

Sobre el blog

En el laboratorio de la felicidad analizamos experiencias, recogemos investigaciones y aportamos claves para vivir de un modo más saludable y optimista. Ponemos un microscopio para entendernos un poco mejor a nosotros mismos en nuestra relaciones personales y profesionales y ofrecemos fórmulas prácticas para incrementar nuestras dosis de felicidad en el día a día.

Sobre la autora

Pilar Jericó

Pilar Jericó. Curiosa del ser humano, de las emociones y de las relaciones personales. Es socia de la consultora Be-Up, coach y doctora en organización de empresas. Escritora de ensayos y novela y conferenciante internacional desde 2001. www.pilarjerico.com.

La sabiduría de la vejez

Por: | 27 de enero de 2014

Vejez

 

Si tuviéramos la capacidad de regresar hacia atrás en el tiempo, seguramente tomaríamos otras decisiones. Nos diríamos a nosotros mismos que no debíamos preocuparnos tanto por ese examen o por tal persona, asumiríamos más riesgos y, seguramente, aprenderíamos a disfrutar más de las pequeñas cosas. Dicha sabiduría se adquiere con la experiencia, pero ¿y si no hiciera falta esperar para aprender y evitar posibles errores? Karl A. Pillemer, profesor de Desarrollo Humano en la Universidad de Cornell y gerontólogo de renombre internacional, se propuso resolver dicha pregunta en su libro 30 Lecciones para Vivir. Para ello, entrevistó a más de 1000 personas de entre 80 y 90 años para conocer cuáles eran sus principales aprendizajes. Pillemir se sorprendió con la honestidad inflexible de sus entrevistados, la cantidad de puntos en común que compartían a pesar de trayectorias tan diferentes y de cómo narraban con claridad extrema sus historias de amor, de pérdida, de lucha y de esperanza. Y el motivo es sencillo: cuando el tiempo se convierte en el recurso escaso, como diríamos los economistas, las prioridades se transforman.

Veamos algunas de las conclusiones de su estudio, que puede servirnos como aprendizaje:

  1. No te obsesiones con el dinero: Cuando somos jóvenes podemos vernos tentados a condicionar nuestra trayectoria profesional en función del beneficio económico que podamos obtener. En nuestra sociedad, el dinero se “vende” como símbolo de éxito o como un camino para ganar autoestima. Sin embargo, ni una sola de las personas que entrevistó Pillemer dijo que dejarse la piel por ganar mucho dinero valiera la pena, o escoger trabajos solo movidos por la ganancia futura o por acumular más que los de alrededor. Como se dice tradicionalmente, el dinero es un buen siervo pero un mal amo; y las personas mayores corroboran dicha conclusión.
  2. Busca tu pasión: En algún momento podemos preguntarnos ¿qué he hecho con mi vida? Si no nos gusta la respuesta que nos damos, puede que el tiempo no juegue a nuestro favor. Por ello, los entrevistados sugieren que en todas nuestras decisiones busquemos aquello que nos haga felices en vez de posponerlo para cuando llegue el fin de semana o las vacaciones. Y sobre todo, busquemos los medios para alimentar nuestra pasión, aquello que nos hace realmente grandes por dentro: un deporte, una afición… Al final, es lo que realmente importa.
  3. Descubre el mundo viajando: La mayor parte de las personas que participaron en la investigación manifestaron su deseo de haber viajado más y haber conocido más mundo. Posiblemente, esté relacionado con nuestra curiosidad o con nuestra necesidad de salir de la rutina. Y aquí no importa tanto cómo se realice dicho viaje (ya que algunos destacaron los que hicieron con mochilas al hombro), sino atrevernos a vivir experiencias en otras culturas, con otras personas. En definitiva, abrirnos a aprender.
  4. No temas las nuevas oportunidades: Rechazar un cambio de trabajo, pasar un tiempo viviendo en el extranjero u otro tipo de aventuras por miedo al resultado, es una manera errónea de acercarse a la vida. El miedo es lo contrario a la felicidad, como hemos comentado en otras ocasiones. De acuerdo con nuestros mayores, el hecho de abrazar nuevos desafíos nos reporta nuevo conocimiento y satisfacción y, sobre todo, la sensación de sentirnos plenos. Al final, como dijo Elisabeth Elisabeth Kubler-Ross, médico que trabajó con enfermos terminales durante casi cuarenta años, las personas nos lamentamos de dos cosas antes de morir: de no habernos reconciliado con alguien, un familiar generalmente, y de no habernos atrevido a hacer más cosas. Si no tuviéramos miedo, ¿en cuántas más cosas nos involucraríamos?
  5. Para disfrutar del trabajo, ¡hay que ser agradable!: Las personas entrevistadas habían conocido a personas exitosas y a otras que no lo eran tanto. Según ellos, no importa el talento que tengas o lo brillante que seas, para tener éxito hay que desarrollar también nuestras habilidades interpersonales o lo que Daniel Goleman bautizó como “inteligencia emocional”. Podemos estar centrados en estudiar o en adquirir más conocimientos técnicos, pero nunca debemos perder de vista lo realmente importante: trabajar nuestra empatía, escuchar a los demás, resolver conflictos de manera asertiva o ser valorados por las personas que nos rodean.
  6. Elige a una pareja similar a ti: ¿Cuántas veces hemos escuchado que los polos opuestos se atraen? Las investigaciones revelan que esto ha quedado en un mito, como recogimos en otra investigación anterior. Las relaciones duraderas y en las que las personas se sienten satisfechas son aquellas formadas por personas que comparten estilos de vida, valores y pueden mantener conversaciones que satisfagan a ambos.
  7. No pierdas tiempo preocupándote por lo que no está bajo tu control: Invertimos un tiempo excesivo preocupándonos por cosas contra las que no podríamos hacer nada, y es más, la mayoría de las veces ¡ni tan siquiera suceden! Los entrevistados coincidían en que el tiempo es nuestro recurso más preciado, preocuparse por acontecimientos que quizá ni se produzcan es un desperdicio imperdonable. Así pues, la sugerencia consiste en aplicar puro sentido común a nuestra vida y a nuestras preocupaciones.
  8. No pienses a largo plazo mientras te pierdes el presente: Es curioso que necesitemos vivir toda una vida para darnos cuenta de lo importante que es disfrutar del momento actual. “Ya haré lo que me gusta dentro de unos años…”, “Todo mejorará dentro de un tiempo…” son afirmaciones que seguramente nos hayan asaltado alguna vez y que nos llevan a poner esperanzas en un futuro incierto. Tratar de gestionar nuestro futuro es natural y necesario, pero por ello no podemos perder de vista lo que estamos viviendo hoy.

Aprovechemos la sabiduría dada por nuestros mayores para que cuando un día miremos hacia atrás, tengamos la certeza de que volveríamos a vivir la misma vida si tuviéramos otra oportunidad.

 

Referencias:

Pillemer K. (2011). 30 Lecciones para vivir. USA: Plume

¡Impulsa tu carisma!

Por: | 20 de enero de 2014

Carismaticos

El carisma es posiblemente una de las cualidades más deseadas en el liderazgo. El sociólogo alemán Max Weber lo puso de moda hace más de un siglo. Lo definió como el vínculo emocional que eran capaces de crear algunos líderes y que provocaba que las personas los siguieran con entusiasmo y sin ningún tipo de cuestionamiento… Pero ese concepto está un poco lejos de lo que entendemos ahora. John Antonakis, Marika Fenley y Sue Liechti de la Universidad de Lausanne han analizado qué es el carisma en nuestros días y lo definen como la habilidad para comunicar un mensaje conciso, que transmita una visión clara e inspiradora. Indudablemente, el carisma está relacionado con el modo en que expresamos lo que queremos conseguir. Por ello, en la medida que perfeccionemos nuestra comunicación, podremos reforzar nuestro carisma. Esta última es una gran noticia, como demuestra la historia del mejor orador de la Grecia clásica, Demóstenes. Cuando era niño, tenía un problema de dicción y a fuerza de entrenar, incluso con piedras en la boca, fue capaz de influir en la historia de su época a través de sus discursos. Si lo aplicamos a nuestra vida, naturalmente no vamos a intentar ser como Martin Luther King o Barack Obama, pero sí que podemos incluir en nuestra comunicación recursos para llegar a ser más influyentes, confiables y gustar a los ojos de los demás. En definitiva, para despertar las emociones positivas de las personas, que es la base del carisma. Veamos algunas técnicas para conseguirlo:

  • Conecta y contrasta: Tener carisma pasa por ayudar a los que nos escuchan a entender y recordar un mensaje. Y no lo olvidemos, recordamos sobre todo emociones, más allá de datos. Si no, piensa cuando estabas en el colegio si te acuerdas de alguna clase o más bien de cómo te hizo sentir un profesor. Se debe a nuestro cerebro, sobre el que hemos hablado, y a nuestra memoria emocional que es más intensa que la racional. Por ello, utiliza metáforas, símiles y analogías, como hizo Eduard Punset al decir que “el cáncer le devolvió a la manada”. Nos transmite de este modo la idea de que esa experiencia le ayudó a conocer su instinto de supervivencia y conectar con su fragilidad. Contar historias personales y anécdotas hace que las personas puedan conectar mejor con nuestro mensaje al facilitarles ejemplos reales.
  • Utiliza contrastes: Otra clave importante para obtener un efecto impactante es combinar razón y pasión, mostramos nuestra posición y la opuesta. John F.Kennedy usó este recurso al decir  “No te preguntes qué es lo que puede hacer tu país por ti, pregúntate qué puedes hacer tú por tu país”.
  • Engancha y condensa: Las preguntas retóricas suponen una forma muy sencilla para que el mensaje enganche. No importa que tengan una respuesta obvia, lo importante es que nos hagan conectar con el mensaje. Seguro que recuerdas el famoso “¿Te gusta conducir?” que BMW usó de manera exitosa en sus campañas publicitarias, y probablemente te hicieras dicha pregunta alguna vez mientras sacabas la mano por la ventana del coche y la movías suavemente.
  • Repite una clave tres veces: Para mostrar nuestra convicción podemos repetir la misma idea tres veces seguidas, porque de este modo ayudamos a recordarlo más fácilmente. Vemos esta técnica en un gran orador como fue Martin Luther King: “Tengo un sueño, un solo sueño, seguir soñando. Soñar con la libertad, soñar con la justicia y soñar con la igualdad”.
  • Refuerza tu integridad, autoridad y pasión: Si queremos potenciar nuestro carisma tendremos que incorporar expresiones que reflejen nuestro código moral, nos presenten como una persona creíble y que conecten con el sentimiento del grupo para que se identifiquen con nosotros. Quizá uno de los momentos recientes que aglutinan estos elementos, es la intervención de Steve Jobs en la Universidad de Stanford, en la que mostró su forma de pensar, vivir y sentir. O la famosa de Fray Luis de León en el siglo XVI. Después de cinco años encarcelado, el primer día que regresó a su clase en la cátedra de la Universidad Salamanca pronunció la famosa frase: “Decíamos ayer”.
  • Propón metas ambiciosas: Para inspirar a otros necesitamos proponer una meta que nos ayude a soñar, como el famoso “Yes, we can” de Barack Obama. Fue el emblema en su campaña presidencial con el que transmitía la fuerza para hacer posible el cambio.
  • Revisa el lenguaje no verbal: Más allá de las técnicas que hemos visto, no podemos emocionar a otros si no nos creemos lo que transmitimos. El nivel de pasión que sintamos se expresa más allá de las palabras. Si tenemos miedo, el resto lo percibirá y no solo por lo que digamos, sino por nuestro lenguaje no verbal tanto en el tono de voz como en la expresión facial y corporal. Por ello, es importante que haya una coherencia entre el mensaje y nuestras palabras. Variar el volumen de nuestra voz, dando énfasis a lo que queremos resaltar; reflejar la alegría, tristeza o la sorpresa son herramientas sencillas que impregnarán nuestras palabras de personalidad. Una de las claves de los grandes oradores es la utilización del silencio y posiblemente, una de las más difíciles de sostener porque requiere una fuerza mental importante del orador. Junto con el tono de voz, tenemos que añadir el contacto visual con quienes hablamos. Una sonrisa afable ayuda a ser aceptados por quienes nos observan, al igual que gesticular de un modo natural.

El paso siguiente es poner estas herramientas en práctica, tratando de incorporar algunas de ellas, cuando tengamos que exponer nuestras ideas u opiniones tanto en el contexto laboral como personal. No es necesario usar siempre todas las claves que hemos visto, sino valorar cuáles se adecuan más a las circunstancias y, por supuesto, recordar que el primer paso es creer en lo que transmitimos… ¡Sí, nosotros podemos! 

Referencias

John Antonakis, Marika Fenley y Sue Liechti (2012): Learning Charisma, Harvard Business Review.

Cómo gestionar la energía personal

Por: | 16 de enero de 2014

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Hay veces que parece que somos capaces de mover montañas y otras, en donde levantarse de la cama resulta toda una proeza. La clave está en nuestra energía personal, aquella que nos permite ilusionarnos, comprometernos con lo que hacemos o simplemente, sentirnos bien. Posiblemente, la energía personal sea nuestro recurso más valioso. Jim Loehr, cofundador del Human Performance Institute, sugiere que la tratemos como la energía física. Cuando nos agotamos no siempre es por el estrés, sino porque no hemos dedicado esfuerzo o tiempo a recuperarla. Ocurre igual con el dinero: si siempre sacamos y no ingresamos, tendremos un saldo poco favorable. Por ello, una actitud disciplinada para encontrar modos de recuperarla es uno de los mejores favores que podemos hacernos si queremos sentirnos bien. ¿Y cómo podemos hacerlo? Loerh sugiere abordarlo desde las cuatro perspectivas que nos ayudan a ganar en nuestro rendimiento: el cuerpo, las emociones, la mente y el espíritu.

Capacidad física

La energía es la capacidad que tenemos para trabajar. Pensemos en cómo haríamos un correcto trabajo para fortalecer los músculos de nuestros brazos. Para ello, combinaríamos momentos de entrenamiento, con un adecuado período de recuperación para no dañar las fibras. De la misma manera tendríamos que trabajar con nuestro cuerpo, alternando momentos de actividad física con otros de renovación de la energía. Incorporar ejercicio físico en nuestros hábitos contribuye a dedicarnos un tiempo a nosotros mismos fuera de nuestras responsabilidades, hace que nos sintamos revitalizados y aumenta nuestra capacidad de concentración.

Pero el ejercicio físico por sí solo no es suficiente para cuidar nuestro estado. Hay que acompañarlo con hábitos saludables de sueño y alimentación. Sólo cuando aprendemos a cuidar de nosotros mismos, podemos dedicar energía y entusiasmo a cuidar de los demás. En cuerpos debilitados es muy difícil desarrollar la ilusión.

Capacidad emocional

Loehr y su equipo preguntaron a atletas cómo se sentían cuando estaban ejecutando un buen ejercicio, todos coincidieron en usar palabras como: calma, desafío, compromiso, optimismo y confianza. Así como las emociones positivas nos llevan a un buen desempeño, las negativas como la frustración, la impaciencia, la tristeza, el miedo… nos restan energía. Así pues, si queremos ilusionarnos o comprometernos, tendremos que revisar nuestras emociones y saber gestionarlas adecuadamente. Un ejemplo se observa con la rabia. Por ejemplo, pensemos en momentos en los que se adueña de nosotros la rabia. Esta emoción es una respuesta de lucha o huida ante situaciones que consideramos una amenaza. Para gestionar la rabia tendríamos que transformar la experiencia de amenaza en un desafío conteniendo estas emociones negativas antes de que estallen. ¿Cómo podemos hacerlo? El primer paso es ser conscientes de las señales que nos envía nuestro cuerpo cuando está en tensión: aceleración del ritmo cardíaco, sudoración, opresión en el pecho… Y hacer un trabajo consciente para controlar esas sensaciones: cerrar los ojos, respirar profundamente, relajar los músculos, suavizar la voz, hablar más despacio…Hecho esto, estamos en disposición de ponernos en el lugar de la otra persona para elaborar una respuesta usando un lenguaje positivo.

Otras herramientas que nos ayudan a compensar las emociones negativas y restaurar la energía positiva son:

  • La música, ya que tiene poderosos efectos fisiológicos y emocionales: alivia el pensamiento obsesivo y preocupante; y genera cambios en la actividad mental, pasando del hemisferio izquierdo más racional, al derecho más intuitivo.
  • El lenguaje corporal también ejerce su influencia en las emociones. Actuar como si estuviera enfadado tiene los mismos efectos fisiológicos que estarlo realmente. Decía Aristóteles que “Somos lo que hacemos repetidamente. La Excelencia no es un acto, sino un hábito”. Entrenar a nuestro cuerpo  “actuando como si”, hace que provoque de manera externa lo que quiero sentir en mi interior, pudiendo experimentar emociones sanas.

Capacidad mental:

El objetivo en esta parte es mejorar las capacidades cognitivas: centrarse en un objetivo, gestionar el tiempo y las habilidades para tener un pensamiento crítico positivo.

Cualquier cosa que nos interfiera para alcanzar una meta, disipa la energía que invertimos en este proceso. Técnicas sencillas de meditación nos ayudan a entrenar nuestra atención y relajan mente y cuerpo, facilitando la recuperación de la energía. Visualizar es otro ejercicio que produce energía positiva y tiene efectos palpables en nuestro rendimiento. Debemos visualizar el resultado que queremos conseguir. Un ejemplo muy claro lo encontramos en la saltadora de trampolín Laura Wilkinson. Laura sufrió una importante lesión en uno de sus pies seis meses antes de los Juegos Olímpicos de Sidney. Al no poder entrenar con normalidad, pasaba horas visualizando cada uno de los saltos. Con pocas semanas para practicar antes de las Olimpiadas, Laura ganó la medalla de oro en la plataforma de 10 metros.

Capacidad espiritual:

La parte espiritual se alza como sostén ante la  adversidad y como una poderosa fuente de motivación, concentración, determinación y capacidad de recuperación. Nos referimos con esta capacidad a la energía que surge al explorar valores más profundos que definen un fuerte sentido de propósito. Pensemos en los casos de mujeres fumadoras que a pesar de estar viendo mermada su salud, son incapaces de dejar de fumar, pero al quedar embarazadas abandonan el hábito, retomándolo a veces, en el momento que tienen a sus bebés. La explicación es clara, cuando el impacto del tabaquismo conecta con un propósito más profundo como es la salud de un hijo, es más fácil abandonar el tabaco. Se genera lo que Loehr y su equipo denominaron “adaptación basada en valores”. Para llegar a ella es necesario no dejarse arrastrar por lo inmediato, hay que hacer una pausa y mirar dentro de uno mismo. Adaptarnos a una situación teniendo en cuenta valores más profundos, es una forma de romper la linealidad de la actividad orientada hacia los objetivos inmediatos.

Sería interesante tener en cuenta este modelo en el mundo corporativo, donde se suele demandar de nosotros un alto nivel de desempeño. Las empresas no pueden centrarse en las capacidades cognitivas de sus empleados sin valorar su desarrollo físico y emocional. El rendimiento de los colaboradores depende tanto de la forma en la que la gente emplee su energía, como del modo en el que la renueven y se recuperen. Cuando la gente se siente fuerte y con capacidad para afrontar las demandas, en los cuatros niveles que hemos visto, su desempeño es mejor, desarrollan sus responsabilidades con más pasión y este estado es más perdurable en el tiempo. Nosotros ganamos, nuestro entorno gana y las empresas ganan.

Fórmula

Nuestra energía personal es todo lo que tenemos. Cuidarla y recuperarla es vital para llevar vidas equilibradas y saludables.

Recetas

  1. Vivimos en nuestro cuerpo. Analiza con sinceridad cómo puedes mejorar y encuentra una forma sencilla de hacerlo realidad.
  2. Observa tu mente, tu diálogo interno, ¿qué te dices una y otra vez?, ¿qué le dices al mundo?, Identifica lo que no te gusta, y aprende a cambiarlo. 
  3. La coherencia entre cuerpo, mente y espíritu es lo que nos facilitará mantener y acrecentar nuestra energía personal.

Referencias:

The making of a corporate athlete, escrito por Jim Loehr y Tony Schwartz y publicado en 2001 en Harvard Business Review.

Si hay miedo, no hay talento

Por: | 12 de enero de 2014

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Los recursos más importantes de una empresa ya no se pueden tocar (al menos sin correr el riesgo de sufrir una denuncia por acoso sexual), según los gurús Jonas Ridderstråle y Kjell Nordström. Pero no siempre ha sido así. Antes el poder estaba en el capital, la maquinaria o los recursos naturales, fundamentalmente. En ese entorno, el miedo era el modelo clásico de gestión de las compañías. Y era efectivo, no le quitemos su mérito. Cuando el mercado era estable y los clientes estaban cautivos, los empleados podían actuar como autómatas. Las personas se mimetizaban con la cadena de montaje o los mostradores. Y no es de extrañar que Henry Ford en la década de los treinta se lamentara que su principal problema consistía en que cada vez que pedía un par de brazos le vinieran con cerebro. No hacía falta pensar… y parecía que funcionaba bien.

Sin embargo, la competencia ha saltado al ruedo y nuestros cerebros han tomado la alternativa (y máxime en tiempos de crisis donde no se puede perder un cliente). La fuerza muscular, tan anhelada antaño, pasa a un segundo plano. La materia gris ha ganado. Y se busca y se desea en todos los puestos de la organización. Su objetivo es sencillo: salvar con éxito los momentos de la verdad, como diría Jan Carlzon. Atención personalizada, una azafata con sonrisa Profidén que nos ayuda amablemente a colocar el equipaje... Son imágenes que la publicidad nos vende y que, sin embargo, viven su momento de la verdad cuando, sentados en el avión, pulsamos el botón de llamada y la azafata o el sobrecargo nos atiende. Aunque la estrategia de la compañía haya sido maravillosamente bien definida en los grandes despachos, su momento de la verdad se vive en la interacción con los profesionales de la empresa. Y para que los trabajadores desempeñen de manera óptima su trabajo, se les pide compromiso, capacidad de tomar decisiones y más ilusión que miedo. Sin embargo y a pesar de ello, todavía hoy el temor se sigue empleando en muchas organizaciones.

El 51 por ciento de los directivos reconocen que en su empresa se fomenta el miedo para lograr los objetivos. Es el resultado de una muestra realizada sobre 185 mandos medios y directivos. En ese mismo estudio se observa “casualmente” que las organizaciones que se centran en el potencial de los profesionales dejan el miedo fuera de juego. Y, lo más interesante, las empresas basadas en el talento obtienen los resultados esperados de los empleados. Es lógico. La parte del cerebro que se activa cuando somos creativos o disfrutamos con nuestro trabajo es distinta a la que lo hace cuando tenemos miedo. Lo mismo nos sucede como personas. Podemos optar por las oscuridades del miedo o luchar por desarrollar nuestro potencial y desafiar nuestros límites. Podemos anclarnos en nuestras inseguridades o intentar superarlas. Y todos podemos elegir. Existen personas y organizaciones que lo llevan a la práctica a las mil maravillas.

Los líderes y las organizaciones tienen ante sí el desafío de evitar el miedo de sus equipos. Aunque haya sido el modelo clásico, los éxitos del pasado no garantizan los del futuro. Así quedó evidenciado en el estudio que realizó Raj Sisodia, Jag Sheth y David Wolfe sobre el estilo de dirección y los resultados financieros en 60 organizaciones punteras estadounidenses. Aquellas empresas dirigidas por directores generales que inspiran respeto, lealtad e incluso cariño, más que miedo, según los autores, habían incrementado sus resultados en los últimos diez años un 758 por ciento, frente al 128 por ciento que aumentaron como media las principales 500 empresas estadounidenses. Los mejores líderes tienen, además, un punto en común, profundidad al cubo: tienen un profundo conocimiento de la persona, un profundo conocimiento de sus puntos débiles y fuertes e inspiran una profunda confianza. Y los colaboradores quieren seguirlos no sólo por una decisión racional, sino también emocional. Un último dato: sólo el 36 por ciento de los profesionales aseguran poner en práctica todo su potencial en las empresas. ¿Se imagina los resultados de los equipos y de nosotros mismos si el ratio se acercara al 100 por ciento? 

 

Basado en Jericó, Pilar (2006): NoMiedo, Alienta

Fotograma: Tiempos Modernos (1935)

Decálogo para una vida plena

Por: | 06 de enero de 2014

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La sensación de plenitud depende de las pequeñas decisiones con la que alimentamos nuestro día a día y que dependen, una vez más, de nosotros mismos. Veamos a continuación cuáles son, conforme la propuesta de Sonja Lyubomirsky, profesora de la Universidad de California:

  1. Manifiesta gratitud: Es difícil ser feliz si no valoramos lo que tenemos. Pensar con gratitud nos ayuda a saborear las experiencias positivas, a reforzar la autoestima y el amor propio. La gratitud es el antídoto, además, para evitar la queja. Por ello, si antes de dormir revisamos tres cosas buenas que nos han sucedido hoy, vamos incorporando el hábito de agradecimiento.
  2. Cultiva el optimismo: Lyubomirsky propone una actividad llamada “el diario del mejor yo posible”, que consiste en visualizar y escribir sobre cómo nos gustaría ser en un futuro. En este apartado, no deberíamos concentrarnos en bienes materiales, sino en nosotros; en nuestros valores, comportamientos que querríamos desarrollar en un tiempo. Por ejemplo, poder vivir más espacios de ternura, tener más paciencia o entusiasmarme más con mis proyectos. 
  3. Evita darle vueltas a las cosas y las comparaciones sociales: El compararnos con el resto es un poso seguro de infelicidad. Si nos creemos mejores, nos da un sentido de superioridad insano. Si nos consideramos peores, desmerecemos nuestro trabajo y el progreso que hayamos conseguido. El reto consiste en convertirnos en la mejor expresión de nosotros mismos, más allá de lo que hagan otros. Además de lo anterior, cuando pensamos demasiado ó damos vueltas a las cosas de forma innecesaria, nos desgastamos profundamente. Necesitamos desarrollar estrategias defensivas para distraernos de los pensamientos negativos. Por ejemplo, si nos asalta una idea nociva, acudir rápidamente a un recuerdo bonito, a una imagen que nos dé paz o incluso a una canción. No olvidemos que somos nosotros quienes podemos alimentar o no los pensamientos.
  4. Sé amable: Los estudios de Seligman señalan que ser genero­sos y atentos con los demás, aunque sea un solo día a la semana, nos permite registrar un incremento de su felicidad considerable. Por ello, no es de extrañar que cuando nos rodeamos de personas con comportamientos agradables, los niveles de estrés se reducen. Por ello, incorporar la amabilidad (y la ternura) en nuestro día es un requisito para disponer de una vida plena.
  5. Cuida las relaciones sociales: Dedicar tiempo a comunicarse, manifestar apo­yo y lealtad son algunas de las actividades que han demostrado efica­cia para incrementar los niveles de felicidad. La amistad es una de las grandes riquezas que podemos cultivar como hemos comentado en otro artículo.
  6. Desarrolla estrategias de afrontamiento: Afrontar es lo que hacemos para aliviar el dolor o el estrés provocados por un acontecimiento negativo. La negación es un actitud que alimenta el conflicto. Por ello, es recomendable buscar canales para expresar lo que nos duele y con ello, poder afrontarlos. Y los hay de diversa índoles: desde una buena conversación a cualquier expresión artística, como la escritura o la pintura.
  7. Aprende a perdonar: Las personas que perdonan manifiestan una disminución de sus emociones negativas y un aumento de su autoestima y su esperanza. Lyubomirsky nos presenta varios ejercicios para aprender a perdonar, como apreciar ser perdonado: imaginar el perdón, escribir una carta de disculpas, ser más empáticos o atribuir cierta bondad o generosidad al transgresor.
  8. Saborea las alegrías de la vida: Los investigadores definen el disfrute como los pensamientos o comportamientos que son capaces de generar, intensificar y prolongar el placer. Actividades como saborear las experiencias comunes, disfru­tar y rememorar con familiares y amigos, festejar las buenas noticias o permanecer abierto a la belleza y la excelencia, permiten incrementar nuestra sensación de plenitud… Por cierto, ¿hace cuánto que no celebras un éxito por pequeño que sea?
  9. Comprométete con tus objetivos: Los comienzos del año suelen ser un buen momento para revisar nuestros objetivos, como comentamos en el último artículo. En este apartado, hemos de escogerlos para que estén en armonía con otros objetivos personales y con la flexibilidad suficiente para dejarnos sorprender por lo que la vida muchas veces nos ofrece.
  10. Cuida de tu cuerpo: La meditación, la actividad física y el actuar como una persona feliz (es decir, expresar las emociones positivas con gestos como reír o sonreír) son hábitos que nos ayudan a sentirnos mejor. En cuerpos erosionados es más difícil, por no decir imposible, cultivar una vida plena.

 

Las anteriores acciones podemos poner en marchar en cualquier momento para trabajar por nuestro bienestar, porque como dijo sabiamente Abraham Lincoln

“La mayoría de las personas son tan felices como ellos preparan a su mente para serlo”

  

Basado en el libro: Sonja Lyubomirsky: La ciencia de la felicidad: un método probado para conseguir  el bienestar, Barcelona, Ediciones Urano, 2008.

Imagen: La felicidad de Paul Gauguin

El País

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