Laboratorio de Felicidad

Sobre el blog

En el laboratorio de la felicidad analizamos experiencias, recogemos investigaciones y aportamos claves para vivir de un modo más saludable y optimista. Ponemos un microscopio para entendernos un poco mejor a nosotros mismos en nuestra relaciones personales y profesionales y ofrecemos fórmulas prácticas para incrementar nuestras dosis de felicidad en el día a día.

Sobre la autora

Pilar Jericó

Pilar Jericó. Curiosa del ser humano, de las emociones y de las relaciones personales. Es socia de la consultora Be-Up, coach y doctora en organización de empresas. Escritora de ensayos y novela y conferenciante internacional desde 2001. www.pilarjerico.com.

La curiosidad o cómo mejorar la memoria o tener menos miedo

Por: | 28 de septiembre de 2015

Curiosidad02
¿Querrías que no se te olvidaran las cosas?, ¿te gustaría tener menos miedo? y ¿sentir más placer? Si tus respuestas son sí, sí y sí; tengo una buena propuesta: sé más curioso o curiosa.

Ranganath y unos colegas de la Universidad de California se hicieron una sencilla pregunta http://blogs.ucdavis.edu/egghead/2014/10/02/curiosity-helps-learning-and-memory/: ¿Qué nos puede ayudar a recordar las cosas? Como buenos científicos quisieron dar respuesta a través de un experimento. Reunieron a un grupo de 19 voluntarios y les pidieron que recordaran unas cien preguntas tipo trivial, pero sin la tensión de competir por los “quesitos”. Algunas preguntas iban desde recordar el origen del término dinosaurio hasta saber cuál era el Beatle que duró más tiempo en solitario. Mientras los participantes las memorizaban, iban indicando cuáles les generaban más curiosidad. Después vino la prueba de memoria y “casualmente”, aquellas por las que más interés mostraron fueron las que mejor recordaron, incluso con una diferencia de hasta 24 horas con aquellas que les habían dejado indiferentes. Por tanto, curiosidad = memoria. Pero aún hay más.

Los investigadores ni cortos ni perezosos vieron cómo funcionaba el cerebro de los participantes en cada una de las preguntas. Para ello, hicieron una resonancia magnética y ¡oh, sorpresa!, aquellas preguntas que despertaban la curiosidad de los voluntarios les activaban también el circuito de recompensa, aquel que reduce el miedo. Buen truco para quitar la sábana al fantasma del miedo: siente curiosidad qué hay detrás y dejará de impresionarte. Pero aún hubo otra conclusión: cuando los participantes se topaban con una pregunta por la que tuvieran interés, se despertaba la dopamina, el famoso neurotransmisor en nuestro cerebro descubierto hace medio siglo y responsable de las sensaciones placenteras. Así pues, curiosidad = quitarse el miedo = placer.

Todos nacemos curiosos. Está en nuestro ADN, podríamos decir. Lo que ocurre es que la educación o el aburrimiento nos van reduciendo nuestra capacidad innata. Sin embargo, parece que es un buen antídoto para el olvido y para el placer; y no es de extrañar que sea una de las cualidades más importantes de los genios, según Mihaly Csikszentmihalyi, profesor de la Universidad de Chicago https://es.wikipedia.org/wiki/Mihály_Cs%C3%ADkszentmihályi. En 1998 publicó un libro llamado Creatividad, como resultado de entrevistar en profundidad a 91 genios, entre ellos, 14 premios Nobel. De dicho estudio obtuvo las cinco cualidades de la personalidad que les caracterizaban a todos ellos, más allá de sus habilidades intelectuales, y la primera fue la curiosidad y la determinación. Sentían auténtica pasión por lo que les gustaba, perdían la medida del tiempo y se mostraban completamente abiertos a nuevas preguntas y a nuevas reflexiones. No cabe duda de que la curiosidad es un buen gimnasio para mantener en forma nuestro cerebro (por cierto, si tienes interés por las otras cuatro cualidades que Csikszentmihalyi destacó de los genios te las enumero: eran autodidactas o casi; metódicos y autocríticos; les gustaba estar solos, podían ser aburridos o incluso, deprimirse; y no les atraía nada el dinero). Así parece que son los genios.

En definitiva, es hora de cambiar el refrán popular “la curiosidad mató al gato”. A partir de ahora, podríamos decir que lo hizo más listo, con más memoria, más placer y más longevo http://blogs.elpais.com/laboratorio-de-felicidad/2013/05/curiosidad.html, como vimos hace un tiempo. Así que despertemos una habilidad que habita en todos, hagamos actividades distintas, no demos por supuesto las cosas y ampliemos el espectro de lo que nos pueda interesar. Explora otras culturas, escucha otros puntos de vista y pregúntate qué más puedes aprender hoy. Todo ello para entrenar la curiosidad y para inmunizarnos del miedo, del olvido y ganar un poquito más de placer al día. Un buen consejo para comenzar la semana.

 

El mejor consejo nace de un silencio

Por: | 18 de septiembre de 2015

Silencio

Decía Winston Churchill que “se necesita coraje para pararse y hablar, pero mucho más para sentarse y escuchar”. Y, curiosamente, estas palabras salían de la boca de uno de los mejores oradores del S.XX. Un político que gracias a su facilidad de palabra logró mantener la esperanza y confianza de Reino Unido en los momentos más delicados de la II Guerra Mundial, en ese instante en que parecía que Hitler iba a conseguir dominar toda Europa.

Para escuchar, que no oír, es necesario ser aliado del silencio, de ese silencio solidario y protector. Porque una escucha activa en silencio es realmente reparadora. Cuando alguien necesita de nuestra ayuda y nos cuenta sus preocupaciones tendemos a ofrecerle de forma apresurada consejos. No es que lo hagamos de mala fe, pero lo haremos mal si no guardamos ese respetuoso silencio activo. Porque cuando alguien nos considera digno o digna de contarnos algo importante, es básico que le otorguemos la confianza del que escucha, del que presta interés. El primer paso es el desahogo del interlocutor, luego nuestro análisis. Más tarde vendrán las grandes claves en forma de palabras.

En este sentido, el prestigioso doctor en psicología social Edgar Schein afirma que “interrumpir a los demás es uno de los comportamientos de comunicación más comunes y destructivos”, y encuentra explicación a esta práctica en que “lo solemos hacer convencidos de que tenemos que decir algo más importante que aquello que va a decir el que está hablando”. 

Fueron Gandhi, Luther King, Mandela o el propio Churchill líderes carismáticos precisamente por eso, por la importancia que le daban a escuchar a los demás. A este tipo de personas, el mítico experto en liderazgo Robert Greenleaf los denominó ‘líderes serviciales’ justamente porque se diferenciaban del resto en que primero escuchaban, después hablaban.

En el ámbito de la comunicación, donde habitualmente se valora mucho más la facilidad de palabra antes que el análisis, y donde las interrupciones en televisión o radio se han convertido en habituales, fue el mítico periodista Jesús Quintero el que marcó una época con su manera tan peculiar de entrevistar. Jugaba y juega con los silencios como nadie… Algo que motivaba a sus entrevistados a contar cosas que a nadie habían contado antes. Precisamente por la confianza que les otorga un periodista que prefiere escuchar a destacar con sus interrupciones. Precisamente por la confianza que les otorga el silencio.

La palabra es plata, el silencio es oro. Clama contra las injusticias, alza la voz cuando sea necesario, pero si quieres ganarte el respeto de los demás y, sobre todo, su confianza, maneja el silencio como una virtud, como la mayor de las virtudes en el arte de conversar.

Keith Davis, profesor de College of Managment de la Universidad de Arizona enumeró las diez reglas de la buena escucha, normas que se han convertido ya en toda una pauta de seguimiento obligado:

    1. Deje de hablar. Usted no puede escuchar si está hablando.
    2. Haga que el que habla se sienta cómodo. Ayúdelo a sentirse que es libre de hablar.
    3. Demuéstrele que desea escucharlo. Parezca y actúe como si estuviera sinceramente interesado. 
    4. Elimine y evite las distracciones. No se distraiga jugando con pedazos de papel, escribiendo, etc.
    5. Trate de ser empático con el otro. Intente ponerse en su lugar, comprender su punto de vista.
    6. Sea paciente. Dedíquele el tiempo necesario, no interrumpa.
    7. Mantenga la calma y su buen humor. Una persona colérica toma el peor sentido de las palabras.
    8. Evite discusiones y críticas, sea prudente con sus argumentos
    9. Haga preguntas. Esto estimula al otro y muestra que usted está escuchándolo. 
    10. Pare de hablar. Esto es lo primero y lo último. Todas las otras reglas dependen de esto. Usted no puede escuchar si está hablando.

Sí, comparación; adiós, felicidad

Por: | 12 de septiembre de 2015

Comparacion

Tomemos a niños de once años. Se les pide que hagan diez ejercicios. Después se les divide en dos grupos: A unos se les dice “qué bien lo has hecho, debes ser muy inteligente” y a otros, “has hecho un gran trabajo”. Los primeros se les reconoce por sus capacidades y a los otros, por el esfuerzo. Después se ponen dos pruebas: Una difícil y otra sencillita. ¿Quiénes se decantan por la fácil? Los primeros, los que fueron reconocidos por su inteligencia. ¿Motivo? Carol Dweck, profesora de la Universidad de Stanford, comprobó que los niños que han sido reconocidos por su talento, tienden a evitar los problemas o a bloquearse para no defraudar lo que piensan los otros de ellos (o de sí mismos)… Un jarro de agua fría para muchos padres que, con buena voluntad, reforzamos la autoestima con el verbo “ser” y no con el hacer. Y todo eso nos lo llevamos de mayores y a veces, un exceso de perfeccionismo nos lleva a quedarnos como una mojama de tiesos. Mejor quieto, que equivocarme. Y de este modo, estamos bien lejos de sentirnos bien con nosotros mismos.

Nos pasamos la vida comparándonos con el resto. Nos guste o no, es inconsciente. Nuestros ojos tienen células en la retina que no responden a un solo color, sino a un color en relación con los otros que lo rodean (como el rojo contrapuesto al verde y si no, que se lo digan a los daltónicos). Eso significa que no buscamos ser solo listos e inteligentes o lo que sea, sino ser más listos e inteligentes que el vecino. Es decir, comparación, comparación y más comparación. Y esto ha sido crucial en la supervivencia: ¿cuánto de rápido he de correr para librarme de un león? Como dice Sapolsky, profesor de Stanford, “la respuestas es siempre la misma: Más que la persona que está a mi lado”. Pues bien, tenemos internamente un radar que está continuamente escaneando lo que hago yo versus lo que las otras personas consiguen. Si por cualquier motivo, vemos que yo no estoy a la altura, confundiré mi deseo real de ser yo mismo con la fantasía de lo que creo que querría ser en comparación con el resto. Y el problema es que esta manía se está agudizando con las redes sociales, como ya comentamos en una ocasión.

Según un estudio de la Universidad de Missouri-Columbia, hay personas para las que Facebook es poco beneficioso para su autoestima. La gente suele colgar fotos sonrientes, en sitios bonitos, demostrando que su vida es propia de un programa de televisión de éxito. Sin embargo, se ha comprobado que hay quien ve todo ello, se mira a sí mismo y se siente el más fracasado del planeta. Una vez más, por una comparación que nos hace daño. Y ya no hablemos de los que siguen la saga de la ropa de los famosos, cirugías estéticas para ganar otra identidad… En todo ello se puede pensar que hay felicidad, pero realmente lo que existe es un agujero negro de energía.

La felicidad no es comprarse un mejor coche, demostrar ser el más listo de la clase o ir al viaje más exótico para colgar las fotos en el Facebook y tener muchos me gusta. Ese no es el deseo genuino, es una anestesia de nuestra auténtica fuerza. Equivaldría a tener un Lamborghini último modelo pero conducir por un camino de cabras. Un auténtico desastre. Y ese es el motivo por el que cuando alcanzamos nuestros sueños (ese coche o que nos toque la lotería), la “felicidad” dura tan poco. Nuestros sueños son muchas veces trampas. Podemos estar encadenados a esa relación de pareja que siempre habíamos deseado, a esa casa que habías hecho con todo tu cariño o a una afición que moriría contigo. Pero el problema es que no respondían a nuestro deseo genuino. Pudieron tener un sentido, pero llega un momento es que están caducados. Lo hemos podido hacer por parecernos a alguien que se supone que nos haría muy felices, por agradar a otros y, desgraciadamente, estamos en el lado de la frustración.

En definitiva, si queremos ser realmente felices necesitamos ser más “inteligentes” que nuestra cabeza. Asumir que tenemos tendencias inconscientes a la comparación, pero lo que nos hace sentirnos bien con nosotros mismos es lo que realmente deseamos, más allá de impresionar. Como lo resume magníficamente Forrest Gump:

“El hombre sólo necesita un poco de dinero para vivir, el resto es para presumir; como yo era millonario y me gustaba hacerlo, cortaba el césped gratis”

 

Así pues, busquemos nuestro césped particular y no pensemos si somos buenos o malos, sino sencillamente disfrutemos de ello.

Septiembre con fuerza de voluntad

Por: | 03 de septiembre de 2015

Running

Volvemos de las vacaciones y el buzón de casa se llena de ofertas de gimnasios. Hemos ganado algún kilo de más por esas cervecitas veraniegas y nos llenamos de buenos propósitos para el siguiente año escolar. Nos apuntamos al gimnasio, comenzamos la nueva colección de muñecas o coches de los ochenta y así duramos… ¿cuánto? ¿Unas semanas? Motivo: La fuerza de voluntad no ha hecho su aparición estelar. Nos aburrimos y pasamos a otra cosa, mariposa.

La fuerza de voluntad es la capacidad para resistir al disfrute a corto plazo por un beneficio a largo plazo. En otras palabras, renuncio a ese bollo seductor y maravilloso por lucir dentro de unas semanas un tipito seductor y maravilloso. No vamos a utilizar la fuerza de voluntad al 100 por cien de las cosas, si no la vida sería muy aburridísima. Pero no cabe duda de que tener entrenado el músculo de la fuerza de voluntad nos ayuda y mucho. Te permite sacar mejores notas, tener una vida más saludable física y mentalmente y disponer de una economía mejor, como demostró Terrie Moffitt, de la universidad de Duke, después de realizar un seguimiento a 1.000 personas durante 32 años. Casi nada. Lo que ocurre es que la fuerza de voluntad como concepto no tiene un buen asesor de marketing y quizá haya sido porque en el pasado aparecía hasta en la sopa.

Platón en su famosa República dividía a las clases sociales conforme la fuerza de voluntad: Los líderes sabían controlar sus propios instintos y emociones, mientras que el resto se entregaban a ellos. Los padres de la iglesia cristiana también se encargaron de colocarla en un altar. Sin ir más lejos, el origen del pecado fue sucumbir a la pasión y no haber tenido una mayor fuerza de voluntad nuestros tatatata…abuelos con la manzana famosa. Pero esto no queda solo en la religión. Kant, Hume y tantos otros exaltaban sus ventajas. Sin embargo, a partir de mediados del siglo XX la fuerza de la voluntad ha quedado como algo pasado de moda. Y es curioso, porque según un estudio de la Asociación Americana de Psicología, el 27 por ciento de las personas consideran que su principal freno para lograr lo que quieren es su falta de voluntad. Así pues, si queremos lanzarnos al estrellato de nuestra vida, vale la pena que le pongamos foco. A lo largo de varios artículos iremos viendo cómo, pero avanzo un resumen con algunas claves:

  1. Baumeister, de la Universidad de Florida, ha demostrado cómo la fuerza de voluntad se puede entrenar. Es más, si eres capaz de controlar tu irrefrenable impulso a comer dulces, te puede ser más fácil dejar de fumar. Por ello, escoge algo que te cueste un poquito para ir cogiendo músculo y afrontar mayores desafíos.
  2. Evita la tentación a priori. Si quieres dejar de comer algo, no lo compres y lo dejes en el armario por si acaso viniera un amigo… No, porque seguramente el primero que caerás serás tú. Controla los pasos previos, que son más fáciles.
  3. Ayúdate. Si quieres ir al gimnasio y te cuesta, alíate con compañeros del trabajo o amigos para ir juntos. Somos mamíferos, gregarios… al menos, eso tiene de positivo.
  4. Date algún descanso. El mismo Baumeister descubrió que si estamos todo el tiempo haciendo esfuerzos para controlar algo, después sucumbimos con más facilidad a unas galletas recién horneadas. Es decir, si comienzas una dieta, un día a la semana, pero solo un día a la semana, date un homenaje. El cuerpo y la mente sufre menos. Y eso ayuda.
  5. Monta tus propias estrategias de respuesta automática. Si por ejemplo sales por la noche, conduces y te ofrecen una copa, ten pensada tu propia respuesta: No, gracias… prefiero un Red Bull o lo que sea. Cuando las cosas cuestan es bueno no dedicarnos a pensar qué vamos a hacer, porque seguramente sucumbiremos.

En definitiva, la fuerza de voluntad suena a algo pasado de moda, a esfuerzo y a algo aburrido, sin embargo, es un músculo, que si se entrena, podemos hacer uso de él para sentirnos bien con nosotros mismos. Y este podría ser un buen objetivo para el otoño.  

El País

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