Ladrones de fuego

Severo Sarduy miraba las estrellas

Por: | 06 de febrero de 2012

SEVERO SARDUY   (1937-1993)

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      Se dijo de Severo Sarduy, escritor cubano afincado en París desde varias décadas, que era el más representativo, el más dotado y también el más raro de los nuevos novelistas. Daba fe de ello uno de los críticos literarios del periódico Le Monde, F. Wagener, a primeros de los años setenta. El punto de referencia se cernía sobre sus novelas De donde son los cantantes y Cobra, en las que pulula una mórbida mezcolanza de sones camagüeyenses, travestismo, parábolas budistas y una interminable sucesión de imágenes a cual más caprichosamente extrañas. 
     Entrevisté a Sarduy en París (junio de 1971). Diez años después le propuse una entrevista por escrito. Le pasé las preguntas. Me contestó y nos carteamos en varias ocasiones. Éstos son algunos pasajes extraídos de sus cartas:
     Una (13.6.1980): “te escribo, como ves, enseguida, para festejar lo que bien puedo llamar tu resurrección. Gracias por la carta polícroma, por Lezama –ante todo–, por las preguntas y, como dice Carlos Fuentes en su dedicatoria a Shirley MacLaine, ‘por tantas cosas’. Respondo a todo. Un perro tibetano, Sikkim, dormita a mis pies”.
     “Encadenaremos las centellas del bloody-mary, o las de la glacial sangría, cuando nos veamos, añoro aquellas noches felices que son ya pasadas para mí. No excluyo que este verano, es decir, ya, atraviese la península rumbo a las morismas, como decía la Santa, y que en ella me reconstituya, a priori, de los severos rigores del Ramadán, que de seguro caerán sobre mí al borde de alguna piscina con inscripciones coránicas en el fondo”. 
     “Mi biografía: allí va. Aunque te confieso que, como le sucede a todos los fans del mundo, a veces la confundo un poco con la de mi amigo Rudolf Nureyev, que es también mi ídolo. Después de todo, nadie es Jackie Kennedy, ni siquiera ella misma. Dime qué te parece este ejercicio zen, ya que las preguntas son los koen de cualquier monasterio japonés, después del segundo saké y frente a los cerezos de un lago de invierno”. 
     Dos (3.9.1980): “Gracias por la entrevista, que recibo al llegar del otro extremo de España, o de la otra escena, como dirían por acá: esa escena fue un tablao flamenco, con insistentes taconazos y voz de anís. Un mes, en esa antesala de las morismas, comiendo frenéticas angulas”.
     “Tiene tanto guapachá la cosa de las entrevistas paranoico-críticas –o lo que sea, es un decir–, que habría que publicarlas en una antología con fotos un poco más cachondas que las que mandé, como dándole a la cosa algo de Vogue bilbaíno”. 
     Tres (20.2.1990): “Nuestro diálogo no admite medias tintas. O nos sentamos ante unas angulas –en un plato de barro y con tenedores de madera–, y un tinto, y hablamos largo y tendido, o bien van unas líneas como éstas, rápidas, escuetas, severas casi, para decirte que estoy enteramente de acuerdo en que utilices lo mío una vez más, no creo que con la edad y la amargura obtenga nada mejor”.

    En sus cartas Severo Sarduy parecía impostar fragmentos de su novelar. Lo vemos -tanto en las cartas como en las novelas-, vagabundo y disperso como el humo. Siempre confitado de esnobismo y movido por la sal de sus pestañas, podía hacer suya la frase wildeana: “todos estamos en la cuneta, pero algunos miramos las estrellas”. Así recuerdo al grácil escritor de Camagüey.

                                                   [el siguiente personaje Frank Gehry]

Hay 11 Comentarios

http://nelygarcia.wordpress.com. Cuando contemplé por primera vez el museo desde el exterior, tuve la impresión de ver una embarcación colosal, fantástica, imponente y de una belleza que se alejaba de lo real.

Supongo que era el más raro de los novelistas porque novelaba poesía, o quizá porque "poetizaba" una prosa ya tan personal y lírica ... Gracias, José Luis, por acercar las estrellas a nuestra cuneta

A través de estos párrafos extractados de las cartas que cruzó este gran escritor con el Sr. Merino, podemos comprobar lo mucho que le gustaban sus entrevistas (con tanto guapachá), a las que respondía con esa desinhibida agilidad irónica que le caracterizaba con la que era capaz de zarandear nuestra razón y nuestros sentidos.
Es emocionante acercarse de esta forma tan sugestiva y llena de sabiduría a escritores y artistas cuyas obras, de un modo u otro, han influido en nuestra percepción de la vida.

Estimado José Luis Merino
Lo felicitamos por su trabajo sobre Severo Sarduy. Resultó ser un gran recorrido en tan reducido espacio.
El buen uso que Ud. ha hecho de la correspondencia entre ambos, nos permite disfrutar de un Severo tal cual era. Muchas gracias.
Mercedes Sarduy

Aqui os dejo un video sobre Severo Sarduy pintor, se ven algunas obras....
http://youtu.be/R-fKiuzq-AM

García Márquez le dijo una vez, con buena o mala intención, que era el mejor escritor de la lengua aunque el menos leído. Basta abrir cualquier página de sus novelas —Maitreya (1978), por ejemplo, o Colibrí (1984)— para escuchar esa música particular que podemos oír también en los ensayos de La simulación (1980) y, por supuesto, en los sonetos y décimas de Un testigo fugaz y disfrazado (1985) y Un testigo perenne y delatado (1993). Ser escritor fue, para Severo Sarduy, como para Lezama, conseguir esa música propia —esa voz— con la que se pueden explorar géneros y formas diversas desde un mismo centro y como recorriendo las gamas de una misma subjetividad.
Felicidades a Merino por hacer más llevadera la semana...

El intercambio epistolar entre Merino y Sarduy descubre a un personaje poliédrico, a un encantador de palabras, a un isleño instalado tierra adentro. “Soy una isla en Paris” decía, con nostalgia y rebeldía. Quizás su tendencia a viajar al Oriente era un intento por dale la vuelta al globo para retornar al Caribe.
Tal vez por eso acabó haciendo de las palabras su verdadero hogar. Severo Sarduy explota el lenguaje sin reservas, extrayendo de él juegos de significación que expresan su disconformidad ante lo establecido. Y todo ello, sin despeinarse, con la elegancia a cuestas y el glamour en los bolsillos.

Una parte de la obra pictórica de Severo Sarduy ha sido recientemente adquirida por Princeton University:
http://salalm.org/2011/11/15/princeton-acquires-34-severo-sarduy-works/

http://nelygarcia.wordpress.com. Por lo escrito se percibe un creador inquieto por lo místico, lo marginado y sarcástico con lo convencional. Y que sabía disfrutar de las pequeñas cosas de la vida.

Exquisitas líneas para tan exquisito personaje. Sugerente la puerta abierta de sus cartas, deja entrever al otro lado sofisticación, refinamiento y snobismo, en el mejor sentido del término. Y un regalo más, ofrecido por Merino, la cita de Wilde, con la que nos identificamos plenamente. ¿Por qué cada vez hay menos interés por la sensibilidad, la inteligencia y la elegancia de espíritu? ¿Es un mal de todas las épocas?

! Me gusta esta mirada caleidoscópica a un personaje tan grácil, sutil, delicado y etéreo!
Severo Sarduy destila un conjunto de emociones diversas. En los diez años que separan sus breves notas, se aprecia otro personaje; más carnal, menos espiritual,.... pero dispuesto a mirar a las estrellas, las mismas que no veía en uno de sus sonetos:

"Que se quede el infinito sin estrellas.
Que la curva del tiempo se enderece.
Y pierda su fulgor, cuando se mece
un planeta en su abismo y en las huellas"

Gracias José Luis, por abrirnos a la sensibilidad.
Un saludo
Santi

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Sobre el autor

Jose Luis Merino

Jose Luis Merino nació en Bilbao. Vive en esa ciudad. Es autor de 14 libros de arte y literatura. Trabaja en la actualidad en cuatro más, asimismo de arte y literatura. Ha tenido muchas edades. Ahora tiene la edad que representan sus palabras.

Sobre el blog

Como lo haría un fotógrafo de palabras, en este blog aparecerán retratos o semblanzas de gentes de la cultura. La mayoría de ellos son ladrones de fuego, en el sentido rimbaudiano del término. También se hablará de arte y poesía (el único ángel vivo sobre la tierra), en tanto se descubre cuánto hay de auténtico y de falso en esos dos universos.

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