Ladrones de fuego

Carlos Barral y el cadete Alexis

Por: | 01 de marzo de 2012

CARLOS BARRAL   (1928-1989)

 barral

 

     La irrealidad es aquella parte de la realidad que mejor y más ampliamente explica el resto de la realidad. Llevo un sinnúmero de años dando por buena esta frase, sin necesidad de adosarle comillas, de la que es autor el poeta Carlos Barral. 
     Eso creía hasta el momento mismo de empezar a escribir sobre él. Revisé la entrevista que le hiciera por escrito en diciembre de 1971. Transcribo uno de sus pasajes: “¿Es un defecto que la literatura no pueda ser realidad? ¿Es, por el contrario, su principal virtud?”. A lo cual Barral respondió: “La literatura es una parte de la realidad, la parte de la realidad que mejor y más ampliamente explica el resto de la realidad?”. 
     Ahí estaba mi error. Mientras el poeta se refería a la literatura, yo lo transformé, equivocadamente, en irrealidad, no sé si consciente o inconscientemente. Tal vez daba por sentado que la literatura, como ficción, se convertía necesariamente en irrealidad. 
     La entrevista por escrito procedía de un encuentro anterior con el poeta. Tuvo lugar en Barcelona, en la editorial que llevaba su nombre. 
     Alguien que, al parecer lo sabía todo sobre Carlos Barral, me aconsejó presentarme en su editorial con una botella de ron y una bolsa de coca-colas. Fui tan estúpido y atolondrado (por ese orden) como para seguir al pie de la letra la alabanza de la esponja. 
    La entrevista, tomada en cinta magnetofónica, iba a formar parte de un libro de entrevistas con creadores españoles del mundo de la cultura, de título La Península Estigia (este libro no llegó a publicarse). 
     La conversación literaria se fue animando en tanto la botella de ron perdía fuerzas. De improviso, mi interlocutor salió como una flecha hasta el lavabo. Escuché algo así como un ronroneo de náuseas. Uno de los empleados dijo que los médicos le tenían prohibido beber alcohol, por su úlcera de estómago. 
     Cuando volvió Barral le pedí disculpas, y él restó importancia a lo sucedido. Nos despedimos, no sin antes presentarme a su hijo Alexis. 
     De vuelta a casa, a la hora de transcribir lo hablado constaté, no sin estupor, que no se había grabado nada. Estaba en blanco y mudo como un kilo de nieve. El sofisticado magnetófono me jugó una mala pasada. Era un aparato con cuatro pistas, “lo último en el mercado”, me aseguraron. Demasiadas pistas para un negado en tecnología punta como yo. La grabación se perdió por algún lugar del cosmos (ron arriba, ron abajo) (solo las botellas en el bar y en el mar soportan bien el oleaje). 
     Le escribí a Barral contándole la pérdida de nuestra conversación grabada (quiere decir, no grabada). Como no quería quedarme sin su participación en el libro, le mandé quince preguntas, por si tenía tiempo y ganas de contestarlas. 
     A vuelta de correo recibí las respuestas con una carta suya (fechada en Barcelona, 21 diciembre 1971). “Querido José Luis: Ahí van las respuestas. He preferido contestar con mucha brevedad. Los últimos libros y entrevistas me han producido la alergia del bla bla bla. Recuerdos del cadete Alexis. Un abrazo”.
     Dejando a un lado la disyuntiva entre literatura e irrealidad, valoro el fragante tono de sus respuestas, donde viene a recordarnos que la dicha de escribir no se mide por las virtudes o flaquezas de la escritura. Ya solo por eso, Carlos Barral merece ser considerado discípulo aventajado de Robert Louis Stevenson.

                                                            [siguiente personaje Augusto Monterroso]

Hay 9 Comentarios

Entro en este blog y es como si descubriese un pequeño rincón alejado en el tiempo, y pienso que lo que leo está escrito con la naturalidad de una cámara indiscreta, y que la historia real de cada persona se escribe a través de pequeñas anécdotas, y esto es lo que de verdad somos: Momentos que se quedan en algún lugar de algún rincón como éste que guarda cada uno de nosotros junto a todas las palabras no grabadas ni escritas.
Agradezco a su autor su sensibilidad para extraer lo esencial de la vida.

A la par de tu "pequeño error" esta el germen de la Poesía dado que el lenguaje no fue creado para entenderse sino para trascender y quedar. Es esa capacidad del poeta para perpetuarse en sus palabras la que le hace único y a la vez melancólicamente triste dado que se ve forzado a superar su propio final cada vez que escribe.
Gracias por la semblanza y disculpa mi tardanza en volver por este foro. Estudios y trabajos mundanos me mantenían apartado.

Creo que corren nuevos tiempos para las editoriales. El acceso a las obras por medio de internet abre un campo ilimitado de posibilidades que, desde luego, ha de redundar en favor de la libertad de todos.
Sin embargo, veo este blog y el resto, y la publicidad que forzosamente por exigencias del periódico les acompaña, y me pregunto si la manipulación, bien sea sutil, o descarada, seguirá corrompiendo cualquier intento legítimo de socializar la cultura.

Excelente y literaria semblanza de un poeta complejo y genial , de un "hombre de mar" de las letras, que además supo ser también un gran editor. Creo que ambas frases, la original y la "merinizada", tienen una gran carga de profundidad y son esencialmente ciertas. Al menos para mi, sin la literatura, sin la irrealidad, sería harto difícil entender lo que llamamos realidad.

La sugerente afirmación que nos plantea como introducción el Sr. Merino nos coloca ante esa ambivalencia de la literatura que es, en definitiva, la misma indisoluble simbiosis entre realidad e irrealidad que persigue al ser humano a lo largo de su existencia
No hay duda de que Barral, a través de su excelente y ameno dominio de la prosa asentado en sus raíces poéticas, desdibujaba con maestría los contornos entre lo real y lo ficticio.
De aquella entrevista que vaga por el aire nos queda, al menos, la anécdota sobre el “tercer grado” al que pretendía someterle mediante “cubatas” su entrevistador, y la presencia de su hijo que el escritor-editor le presentó y que, sin duda, hoy en día se sentirá orgulloso de su padre y de la gran labor literaria que supo llevar a cabo.

Después de leer el “relato” de José Luis y los comentarios de Cristina Jurado y “Tabaquería” uno no puede estar más que de acuerdo con sus reflexiones.
Carlos Barral, era para muchos un personaje con barba gris, gorro en ristre y mirada penetrante; con aire de personaje desenfadado; pero sabemos, que comprometido con la sociedad. Entendía de nudos y de velas y del modo de amarrar los aparejos, sabía de amores y odios, del lenguaje provinciano y del más exquisito, que manifestaba en su poesía. En una reflexión que él hacía nos trasladaba la importancia del lenguaje poético y de las personas que cultivan ese género tan sensible: “Prefiero pensar que los poetas somos los únicos mortales que podemos fabricar una sensibilidad mayor, ante los estímulos y monotonías del mundo, gracias al trato continuado con el lenguaje”
He leído muy poco a Carlos Barral, algunas poesías sueltas y entrevistas desenfadadas, ya lejanas en el tiempo. El hispanista Raymond Carr dice a propósito de una poesía suya, “Años de penitencia”, que era el libro, de todos los que él había leído, que mejor reflejaba el ambiente de la España franquista entre 1939 y 1959.
Me quedo pensando en la irrealidad de la realidad y en tu gramófono que no quiso grabar la realidad, y en la botella del líquido elemento que alimentaba sus neuronas aunque perjudicara sus entrañas, y en Alexis por el que corren los genes de Carlos.
Gracias José Luis, es un placer leerte.
Santi

Barral y Stevenson tenía en común su querencia por el mar, el primero viviendo cerca de él en Cadafell y el segundo adoptando Vailima (Samoa) como su hogar. Merino hace bien en emparejarlos porque, además, es evidente su espíritu aventurero. Porque hay que tener sed de riesgo para transformar el negocio familiar, como hizo Carlos Barral, y empeñarse en dar cobertura editorial a los Marsé, Vargas Llosa, Bryce Echenique o Cortázar, desconocidos en aquel entonces. La misma ansia de aventuras que hizo a Stevenson escribir “La isla del tesoro” o viajar por el Pacífico para descansar finalmente en otra isla, diferente a la que nació. Por lo que cuenta José Luis de su conversación “sordomuda” con Barral, debía ser un tipo interesante, de los que animan indistintamente cenas o velatorios, igual que el escocés.

http://nelygarcia.wordpress.com. Nadie sabe que es realidad y que no: la literatura sirve para liberarse de culturas, o prejuicios, en aras de una libertad de expresión, percibida en lo más profundo del interior, del poeta, o escritor.

Merino nos regala, en esta primera mañana de marzo, no un artículo sin más, sino un delicioso relato con cierto aroma de novela negra chandleriana y una apetecible dosis de sentido del humor. Y a través de ello, nos presenta un nuevo personaje, desconocido seguramente para muchos. ¡Gracias otra vez!

Los comentarios de esta entrada están cerrados.

Sobre el autor

Jose Luis Merino

Jose Luis Merino nació en Bilbao. Vive en esa ciudad. Es autor de 14 libros de arte y literatura. Trabaja en la actualidad en cuatro más, asimismo de arte y literatura. Ha tenido muchas edades. Ahora tiene la edad que representan sus palabras.

Sobre el blog

Como lo haría un fotógrafo de palabras, en este blog aparecerán retratos o semblanzas de gentes de la cultura. La mayoría de ellos son ladrones de fuego, en el sentido rimbaudiano del término. También se hablará de arte y poesía (el único ángel vivo sobre la tierra), en tanto se descubre cuánto hay de auténtico y de falso en esos dos universos.

El País

EDICIONES EL PAIS, S.L. - Miguel Yuste 40 – 28037 – Madrid [España] | Aviso Legal