Ladrones de fuego

Eduardo Chillida y Heidegger

Por: | 10 de septiembre de 2012

EDUARDO CHILLIDA   (1924-2002)

Chillida-1

     En un momento de sus conversaciones con Eckerman, Goethe le confidenciaba lo siguiente: “Ahora, de veinte años a esta parte, le ha dado a la gente por discutir sobre quién es más grande, si Schiller o yo, en vez de alegrarse de contar con dos hombres como nosotros sobre quienes poder discutir”. 
     Estas palabras del maestro de Weimar vienen pintiparadas para relacionarlas con el enconado duelo mantenido durante demasiados años entre los partidarios de los escultores vascos Jorge Oteiza y Eduardo Chillida. 
     La discusión por otorgar hegemonía a uno por encima del otro la han fomentado aquellos que se mueven dentro del arte. Para ganar las simpatías reales o las migajas de amistad de cada uno de ellos, se trenzó el encumbramiento de uno a costa de arremeter torpemente contra el otro.
     Falta saber si los propios Oteiza y Chillida fueron responsables, directa o indirectamente, de ese trueque de filias y fobias. No lo sabemos; mas sí es sabido que la pugna entre gallos del mismo corral es tan antigua como el hombre mismo. Unos cuantos miles de años atrás, Hesíodo tejió una sentencia lapidaria, muy oportuna para esta historia: “Todo hombre envidia al vecino atareado en enriquecerse. El alfarero envidia al alfarero, y el carpintero al carpintero; como el pobre está envidioso del pobre y el cantor del cantor”.
     Alfareros, carpinteros y pobres aparte, los dos escultores vascos fueron de una generación luminosa en la que el arte tenía sentido. Diría más: ellos eran el sentido mismo. En tanto Oteiza formuló unas declaraciones que eran su despedida del arte: “mi conclusión en 1958 fue con un espacio vacío puramente receptivo que me dejó sin escultura en las manos”, Chillida siguió elaborando sin pausa, para llegar a aducir concluyentemente: “dentro de lo que se tiene por lo conocido está implícito lo desconocido; o sea, aquello que está metido dentro, y siempre estará más profundo de lo que nosotros podemos excavar; esa batalla es hermosa, tonificante y positiva; a esto algunos lo llaman romanticismo, y tal vez lo sea”.
     Junto a obras terminadas de Oteiza, vagabundean minúsculos bocetos suyos donde se vive el análisis profundo del concepto. Son como pensamientos puros extasiados; en otros momentos parece como si estuviéramos frente a entes imaginarios que pueden perder su magia si llegaran a crecer. Todo lo contrario sucede con Chillida, donde se percibe cómo en lo grande se vive una emoción y un sentido profundos, capaces de volverse tan dinámicos y reales como los poros de su cuerpo.
     En cuanto a sus actitudes personales existen divergencias notables. Y así, al modo del acreditado equilibrio con el que Chillida supo adaptar la vida a su manera de ser, se oponía la rebeldía a borbotones de Oteiza. Mientras al primero su manera de comportarse le granjeó la estima y el respeto de todos, la radicalidad del segundo le fue proporcionando numerosos enemigos. 
     Con todo, algún día los veréis inseparablemente unidos para siempre, porque ellos representan las dos potentes alas del arte vasco. En tanto Chillida lleva muchos años en vuelo imparable hacia lo universal, llegará el momento propicio para constatar cómo lo universal vendrá, no menos imparablemente, hasta Oteiza. Lo digo apoyándome en Heidegger –muy presente en la obra de los dos escultores–, a través de su furtiva apelación: “El futuro es la anticipación del pasado”.

    *En la imagen, Eduardo Chillida en una rueda de prensa (Bilbao, 1986). A su lado, José Luis Merino

                                    [siguiente personaje: Eduardo Chillida (II): 17-9-2012]

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Creo que con los grandes pasa como con los amantes, que se reconocen dos soledades (Rilke dixit), solo que a veces uno ve sombras y el otro cuerpos, uno el vacío y el otro la masa, uno la voz y el otro la magia. Así es y así ha sido desde que Hesiodo y Homero compitieron en el siglo VIII a.C. por ver quién podía emular a Apolo.

Nos gustaría que el arte fuera puro, libre de dinero, rencillas, envidias, ... Pero el arte lo crean y lo disfrutan seres humanos, y si de ellos nace la magia y la maravilla, también lo demás. Sólo conozco a dos personas que lo disfrutan con el alma limpia, y una es José Luis.

Heidegger, Hesíodo, Chillida, Oteiza... Potentísimo artículo en el que, a modo de creativo abanico, José Luis Merino ofrece buenas y variadas ideas sobre el arte y la condición humana.
Resulta reconfortante, en un mundo cada vez más pequeño y un tiempo en el que nos obligan a ser cada vez más pequeños, abrir la ventana de este blog y recibir la bocanada de aire fresco que traen los grandes nombres.
Me quedo, esta semana, con el delicado tesoro de la cita de Hesiodo (¡qué poco cambian los entresijos del alma, a través de los siglos!) y la aguda rotundidad de Heidegger.
Al margen de las localistas disquisiciones estériles, Chillida y Oteiza son, como dice Merino, "las dos potentes alas del arte vasco", la demostración de que el talento y el genio pueden aflorar en cualquier sitio y la evidencia, también, de que tal "milagro" no se repite tan a menudo como se piensa o se desea.
Ambos escultores nos remiten a un pasado (aunque cercano, liberado de lo inmediato, nos pertenece un poco más) hermoso por lo fértil, al que nos aferramos cuando el presente no está a su altura. Decidirse por uno o por otro (si eso fuera necesario), dependerá de la mayor afinidad espiritual. Chillida es el ciclope versátil, Oteiza el invisible misterio de la esencia humana y su inevitable pérdida. Pero ambos nos señalan el camino de regreso a la llorada Ítaca. Y eso, en mitad de la oscuridad, siempre es esperanzador.

A mi también me ha gustado mucho el escrito y el final, alegórico. No comprendí esa supuesta confrontación en su día, pero seguro que enriqueció muchísimo. Es más amable el lenguaje de Chillida, pero no más real. Sobre los fragmentos que citas en relación a lo concluyente, hoy lo calificaríamos como científico. En cuanto a la conclusión de Oteiza, no se qué palabra utilizar. Me parece propia de la especie, esencial.

Decía el filósofo John Dewey que el arte es la “culminación de la naturaleza”. Chillida y Oteiza son como el ying/yang de la escultura vasca, cada uno entendiendo el hecho artístico como una apelación individualizada y gratificante a los sentidos. Partiendo de las innumerables posibilidades que ofrece el espacio, consiguieron moldear su sensibilidad creativa para ofrecernos oportunidades únicas con las que deleitarnos con esa naturaleza que los inspiraba. Merino apunta con acierto a la toxicidad de una confrontación posiblemente orquestada. Afortunadamente, el ARTE no sabe de desencuentros, solo de disfrute sensorial.


Querido amigo José Luis,
Qué razón llevas. Oteiza y Chillida se darán la mano y caminarán juntos en ese espacio interestelar llamado futuro. Sus estelas luminosas traspasarán las absurdas disputas y posicionamientos y se encaminarán hacia el olimpo de los grandes creadores, ese olimpo en el que están Picasso, Miguel Angel, Velázquez,… Sus obras ya no son suyas, pertenecen al pueblo, a la gente: están las calles, plazas, museos, casas, al borde del mar, en los riscos de las montañas, en el frontis de las iglesias (…), en los libros, en la cabeza de muchas personas. En el lugar en el que habitan las cosas bellas.
¿ Oteiza o Chillida?, no importa cuál es el mejor. Los dos son sublimes.
Las preguntas siempre fueron el estímulo de Chillida: “me pregunto con asombro sobre lo que no se”. El gran científico A. Einstein ya escribía que lo importante no era resolver un problema sino hacerse preguntas, preguntas y más preguntas.
Hay personas que responden a las preguntas con bellas teorías científicas o escritos clarividentes; Chillida respondió con esculturas a esas cuestiones que le “atormentaron”
Chillida, al igual que Oteiza, era un filósofo de su obra. Cada uno de sus trabajos era producto de una profunda reflexión.
Sus ideas están dispersas en conversaciones, catálogos, cartas, escritos. Desde el análisis de estas huellas se pueden escuchar los rumores de un pensamiento que ahora quedan ahogados por la fuerte sonoridad visual de su trabajo escultórico.

Uno de los textos más conocidos de Chillida es “El límite y el espacio”,1970. En él nos traslada una serie de afirmaciones y creencias aisladas, a modo de pensamientos hilvanados:
…………………..
“Lo que se puede enseñar no vale gran cosa, lo que vale es lo que tú tienes que aprender”

“Un hombre tiene que tener siempre el nivel de la dignidad por encima del nivel del miedo”

“El artista tiene que enfrentarse a lo desconocido con un talante positivo y meterle el diente sin miedo”
………………………
Chillida no deja nada al azar. Su obra es como una orquesta bien afinada, los músicos son las palabras, la piedra, el metal,…. Todo era aparentemente sencillo, hasta el acierto en sus títulos: “vibración”, “música”, “canción”, “sonoridad”, “pájaros”, “Vivaldi”, “rumor”, “yunque”, “viento”, “temblor”, “rayo”,… elementos de una clara sonoridad.
Chillida tiene obras fantásticas, la más emblemática es “Peine del Viento”, ubicada en el extremo de una playa de San Sebastián. Es una obra de carácter espiritual que nos eleva del suelo, nos transforma y empequeñece. La metáfora del Peine del Viento se hace realidad en los días de fuerte temporal: el viento sopla con viveza, el mar se enfurece generando olas grandiosas que se abrazan al Peine. El sonido embravecido de las olas y la espuma del agua abrazando el acero y las rocas conforman un espectáculo que emociona. En definitiva, Tres esculturas de acero enclavadas en

http://nelygarcia.wordpress.com Los dos creadores plasman sus percepciones y nos deslumbran. A Oteiza seguramente su espacio vacío, lo llenó por dentro. Y Chillida empeñado en descubrir la profundidad de las cosas, le colmó. Los detractores pueden ser, decepcionados que les hiere el éxito de otros.

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Sobre el autor

Jose Luis Merino

Jose Luis Merino nació en Bilbao. Vive en esa ciudad. Es autor de 14 libros de arte y literatura. Trabaja en la actualidad en cuatro más, asimismo de arte y literatura. Ha tenido muchas edades. Ahora tiene la edad que representan sus palabras.

Sobre el blog

Como lo haría un fotógrafo de palabras, en este blog aparecerán retratos o semblanzas de gentes de la cultura. La mayoría de ellos son ladrones de fuego, en el sentido rimbaudiano del término. También se hablará de arte y poesía (el único ángel vivo sobre la tierra), en tanto se descubre cuánto hay de auténtico y de falso en esos dos universos.

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