JUAN MARI ARZAK (1942- )
El restaurante elBulli, de Ferran Adrià, perdió en 2010 el cetro del mejor establecimiento gastronómico del planeta. El veredicto anual de la revista británica Restaurant se decantó por la cocina de René Redzepi en el Noma de Copenhague. Entre los diez primeros figuraban tres españoles. El citado elBulli (segundo puesto), el Mugaritz, del guipuzcoano Andoni Luis Aduriz (quinto puesto) y el Arzak, del también guipuzcoano Juan Mari Arzak (noveno puesto).
Ha asegurado el donostiarra Juan Mari Arzak que es una injusticia relegarle a Ferran Adrià al segundo puesto, porque, según él, “Adrià encarna una categoría aparte, es único e inclasificable”.
En 1994, mucho antes de ser consagrado Ferran Adrià como el número uno de la cocina mundial (relegado después al segundo puesto), Juan Mari Arzak fue quien respaldó públicamente las propuestas innovadoras del catalán de Hospitalet, aunque llegara a confesar que no las entendía del todo. Quien respaldaba al catalán no era cualquiera, sino alguien cuyo restaurante mantenía desde 1989 a nuestros días las tan preciadas “tres estrellas Michelín”.
En julio de 1983 mantuve una larga conversación con Juan Mari Arzak en el ámbito de su propio restaurante, para el periódico en el que colaboraba. Por aquel entonces estaba ya considerado en el firmamento de los fogones como uno de los mejores cocineros del mundo.
Según expresaba en la entrevista, Juan Mari Arzak advertía que más que una forma de comer, la nueva cocina vasca había evolucionado en la forma de pensar. Por eso, aducía, los cocineros vascos trataban de elevar la cocina al nivel del arte, lo que nunca había pasado hasta esos momentos...
“Nuestro esfuerzo más importante ha sido elevar al cocinero a su sitio, al artista que es en sí. Creo, además, que la cocina tradicional nunca se puede cambiar, porque es la forma de ser de un pueblo. Tal como comes eres. Todos los platos nuevos que hagamos será pensando en la psicología y en la forma de comer de Euskadi”....
“Yo quisiera decir a la gente, que no vamos en contra de la cocina tradicional vasca; lo que hacemos es apoyarnos en ella, para poder ir a más”.
Al preguntarle si al confeccionar platos nuevos tenía en cuenta la compatibilidad e incompatibilidad de los alimentos, Arzak contestaba: “Es curioso, lo que en sabores no va bien, dietéticamente tampoco va bien. La Naturaleza es muy sabia en esto”.
Al final del encuentro, el entrevistado abundaba en la idea de elevar la gastronomía a las cotas del arte, y lo hacía con tres trazos: Uno, “El arte requiere para evolucionar un elemento dinámico: la imaginación” / Dos, “El cocinero, en tanto que artista, tiene que imaginar, quiero decir: inventar, crear” / Tres, “Porque la cocina es un arte y porque el arte tiene como fin supremo hacer la felicidad del ser humano, nuestra profesión me parece importante; creo que es uno de los empeños más admirables que puede asumir el hombre”.
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Lo que el hombre debería asumir, para denunciarlo, es la ignominia de permitir las permanentes hambrunas existentes en el mundo. El hombre podía estar menos atento a las propuestas procedentes de los artistas del fogón, al tiempo de exigir a los responsales de las execrable hambrunas una distribución justa de los recursos alimentariuos del planeta. Respecto a llamarles artistas del fogón, indica el grado de adulteración-banalización del lenguaje al que hemos llegado. Frente a la idolátrica filosofía del perejil multicolor y demás especias místicas, el presocrático Heráclito rotundizó con sabiduría: “Si la felicidad consistiera en los placeres del cuerpo, llamaríamos felices a los bueyes cuando encuentran algarrobas para comer”.
[siguiente personaje Manuel Puig: 7-1-2013]