Sobre el autor

Jose Luis Merino

Jose Luis Merino nació en Bilbao. Vive en esa ciudad. Es autor de 14 libros de arte y literatura. Trabaja en la actualidad en cuatro más, asimismo de arte y literatura. Ha tenido muchas edades. Ahora tiene la edad que representan sus palabras.

Sobre el blog

Como lo haría un fotógrafo de palabras, en este blog aparecerán retratos o semblanzas de gentes de la cultura. La mayoría de ellos son ladrones de fuego, en el sentido rimbaudiano del término. También se hablará de arte y poesía (el único ángel vivo sobre la tierra), en tanto se descubre cuánto hay de auténtico y de falso en esos dos universos.

Ladrones de fuego

Truman Capote, fino estilista

Por: | 27 de junio de 2013

TRUMAN CAPOTE   (1924-1984)

Capote-paris-1966

    Nada más conocerse el fallecimiento del escritor estadounidense Truman Capote, me pidieron en el periódico donde colaboraba que escribiera a toda prisa unas líneas sobre el suceso luctuoso. [Aseguraba Karl Kraus que el periodista está estimulado por el plazo. Cuando tiene tiempo, escribe peor]. Estas son aquellas líneas urgentes:
    Murió el escritor norteamericano Truman Capote. Había nacido en Nueva Orléans. Su verdadero nombre era Truman Streckfus Persons. Cuando su madre se divorció y se volvió a casar con un hombre de negocios cubano apellidado Capote, el joven Truman tomó el apellido de su padrastro.
    Truman Capote se sintió atraído por la literatura desde muy joven. Se percibió a sí mismo como un genio nada más empezar a escribir. Y toda la vida siguió pensando que lo era. A los quince años empezó su afición por empinar el codo, convirtiéndose en un impenitente alcohólico, sin olvidarse las más de las veces de ser un escritor estilista...
    Escribió varias novelas, entre las que destaca Otras voces, otros ámbitos (publicada en 1948). Fabricó excelentes relatos, Desayuno con diamantes, Recuerdo navideño, El invitado del día de Acción de Gracias, La casa de las flores, Música para camaleones, y muchos otros. Escribió, asimismo, numerosos reportajes sobre personajes famosos (Humphrey Bogart, Ezra Pound, André Gide, Marilyn Monroe, Marlon Brando, Mae West, Louis Armstrong...) y apuntes de viajes (Haití, Tánger, entre otros lugares, en especial de América y Europa).
    Mas su gran triunfo literario se asienta en un experimento estético de primer orden. Truman Capote escribió sobre una historia real. Durante seis años indagó en un hecho acaecido en un pueblo de Kansas, Holcomb, de Estados Unidos. Se trataba del asesinato de un granjero y su familia a manos de dos exconvictos, Perry Smith y Richard Hickock. 
    Durante esos seis años, Truman Capote fue tomando apuntes de cuanto sacaba de entrevistas con los asesinos y con muchos de los vecinos de Holcomb. Como se sabe, los dos responsables de los horrendos y absurdos crímenes fueron condenados a morir ahorcados. Capote tituló su libro In cold blood (“A sangre fría”). El documento literario fue una revelación. Se publicó en 1966. Su autor tenía 38 años. El reconocimiento mundial fue unánime. Truman Capote había conseguido con su novela sin ficción dar categoría al género periodístico. Probó en esa novela la aplicación de su estilo literario a las realidades del periodismo, a las realidades contundentes de los hechos. Con esta obra puede decirse que se inició lo que más tarde se ha dado en llamar “nuevo periodismo”.
    Después de su apoteosis como autor literario, el escritor se perdió como el agua en el agua. Pasó por la vida ejerciendo de alcohólico, homosexual, drogadicto y genio prematuro. Lo que escribió después de A sangre fría fueron retazos nada más. Algún chispazo de valor, pero, en general, sin demasiada entidad.
    Quede el recuerdo de un gran estilista. Autor de algunos relatos cortos de excepcional calidad, trazados con una prosa lírica, repleta de bellas imágenes y suma  hipersensibilidad espiritual, además de una poderosa novela, como la citada A sangre fría. Su nombre figura ya entre los mejores escritores de Estados Unidos, junto a Poe, Whitman, Melville, Henry James, Mark Twain, Faulkner, Carson McCullers,...

                                [siguiente personaje Rufino Tamayo: 1-7-2013]

Javier Tomeo ha muerto, viven sus monstruos

Por: | 23 de junio de 2013

JAVIER TOMEO   (1932-    )

Javier Tomeo 

    [Moría ayer en Barcelona el escritor aragonés, Javier Tomeo. Afincado desde muy joven en la ciudad Condal, cursó estudios de Derecho y Criminología. Autor de medio centenar de obras. Sus escritos están poblados de pequeños monstruos, no tan perversos como chispeantes. El humor absurdo salta por las páginas, bajo la mirada severa de Kafka y Buñuel, sus dos lacónicos referentes. Al final de su vida poco le importaron las mofas de los benetianos sobre su literatura. Posiblemente esbozaría antes de morir una sonrisa burlona -o trompetilla aragonesa- para todos ellos (peripatéticos y absurdos jueces de  la literatura en lengua española). A un lado estos perdonavidas literarios, quiero recordar al amigo desaparecido, al transcribir la presentación que le hice en esta sección el 17 de diciembre del pasado año]. 

     Humor, fantasía, gracia y talento puso sobre el papel Javier Tomeo para escribir su novela, Los amantes de silicona (Anagrama, 2008). Los personajes lo componen un matrimonio, tan aburrido como la piedra pómez, y dos maniquíes inflables (hombre y mujer) de silicona de alta definición. Las vidas se entrecruzan y juerguean de lo lindo. Aunque parezca de primeras carente de interés seguir la trama de esta historia absurda, gracias al aludido despliegue de fantasía, humor y graciosidad del autor, el lector consigue soltar nueve carcajadas cada tres páginas. Desde la primera línea hasta el último respiro lectural, Javier Tomeo va midiendo cada palabra y los tiempos correspondientes, al punto de conducir la mirada y pensamiento del lector por donde él desea que discurran. De esa conducción sobreviene el gusto por leer en una lengua polisilábica como el español. Mientras las peripecias se suceden, el ánimo del lector discurre por la avenida de la risa, el callejón del suspense y la senda de lo sentimentaloide... 
     Conocí a Javier Tomeo cuando vino a Bilbao a presentar en nuestra librería su novela El Unicornio (Premio Ciudad de Barbastro 1971). Corría el mes de octubre de 1972. El libro no se pudo presentar por orden gubernativa (una orden bastante más absurda que la historia de los maniquíes de silicona). La imposibilidad de presentar el libro la compensamos con risas y afectos, y otras verbosidades disparatadas. 
     En la década de los ochenta la crítica literaria catalogó a Tomeo como uno de los más personales escritores de la narrativa española. Muchos de sus textos se han adaptado al teatro. No pocos de sus libros están editados en Alemania, Holanda, Brasil, Francia, Italia, Israel, Hungría, Suecia, Dinamarca, Gran Bretaña y Estados Unidos. 
     Años atrás, un periodista amigo mío fue a entrevistarle a Barcelona para un diario de la capital bilbaína. Al acabar la entrevista, y a micrófono cerrado, Tomeo le dijo que tenía un amigo en aquella ciudad, dio mi nombre, para apostillar: “Sabía estar loco en tiempos difíciles”.
     Veinte años después de nuestro encuentro en Bilbao, le escribí invitándole a participar en un libro de entrevistas. Contestó raudo, con el añadido de un exultante proemio: “El tiempo pasa, la locura, venturosamente, permanece. La locura en la amistad, la amistad en la locura. ¡Oh, locura, chispazo divino!, clamaría yo, parafraseando a Schiller, que suspiró lo mismo a propósito de la alegría”. 
    Ofrezco tres muestras de lo dialogado con Tomeo, como tres bizcochos de yema infantil: 
     ¿Alguna vez te han amenazado con los siete puñales del arco iris?
     Sí, pero me escapé a tiempo. Era la tintorera de mi barrio. Una gorda infame.
     Porque el alma no admite la muerte, ¿podemos decir por ello que es algo inmortal?
     Si el alma no fuese inmortal, no sería alma. Un alma mortal podría ser algo parecido a un queso gruyere sin agujeros.
     ¿Al negar y destruir la certeza objetiva del mundo exterior, el escéptico espera conducir todos los pensamientos del hombre hacia sí mismo?
     Yo no niego la certeza objetiva del mundo exterior. Lo que hago es transformarla a la medida de mis deseos. No me importa que me dé de bruces (o de morros, como dicen en mi pueblo) contra la pared.

       En los escritos de Javier Tomeo el humor y lo estrambótico vagabundean juntos. Anticonvencional como pocos, sabe descubrir como nadie, con personalísima gracia, lo milagroso que vive en lo cotidiano.

                                    [siguiente personaje Truman Capote: 27-6-2013] 

Niños hambrientos en la España actual

Por: | 17 de junio de 2013

Cursaal

    Son cifras escalofriantes e ignominiosas en torno a la malnutrición infantil en España. Uno de cada cuatro niños se halla en riesgo de pobreza extrema. Dos de cada cinco niños no cubren las necesidades mínimas de nutrientes en el desayuno. España figura en el puesto 26 de 29 países bajo la tasa de pobreza infantil. Son 2.200.000 familias españolas por debajo del umbral de la pobreza. El empeoramiento de estas y otras cifras de similares negruras va en aumento exponencialmente,     agravado por la reducción en prestaciones sociales y servicios públicos, además de la supresión de becas en comedores escolares... 
  

     Hago un alto en la cadena de presentaciones del libro Hablan los artistas, para denunciar la  deplorable situación en la que malvive una buena parte de la población infantil española. Quiero recordar la infamante pasividad de los políticos del arco parlamentario ante estos hechos. Me parece intolerable la decisión del Partido Popular (¿popular?), para aplazar seis meses el problema urgente de la pobreza infantil, cuando lleva arremetiendo contra los pobres desde su llegada al poder. 
    En ese intervalo de tiempo aumentará la diferencia abismal entre ciudadanos de primera y segunda clase. Así, una mayoría de padres de niños ricos, harán el trabajo de marginar-desnutrir-depredar al sinnúmero de niños de padres pobres. Todo ello con el apoyo repulsivo de los medios de comunicación afines al partido del Gobierno (prensa canalla, la llamaría Valle Inclán).
    Por otro lado, vean a los miembros de la Conferencia Episcopal, con su presdiente, Antonio María Rouco Varela, a la cabeza, emboscados en el cómplice silencio al servicio del poder gubernamental. Semejante silencio -con algunas excepciones, siempre excepcionales- anda lejos del espíritu impregnante en las palabras de Cristo, sobre el acercamiento de los niños hasta su persona. ¿Acaso no leen los Evangelios?  Si los leyeran como Dios manda no desoirían el mensaje de Cristo cuando pone al niño en la órbita de su entera preferencia, eligiéndolo como símbolo de la máxima pureza. De igual modo, no deberían eludir la cruda realidad de los niños españoles hambrientos, aprestándose a denunciarlo, como sería su deber evangelizador. Por el contrario, la ocultación de esos hechos, viene a ser la parte más indigna de la mentira. Lamentablemente, la Conferencia Episcopal en pleno está más a favor de la Europa de los mercaderes que de las enseñanzas humanizadoras de Cristo. Además de leer mejor los Evangelios, quizá les convendría leer de vez en cuando a Dickens, de tal suerte que sus corazones, lo que queda de ellos, llegarían a entender más cosas de lo que sus cabezas desconocen. "Cada niño que viene al mundo es más hermoso que el anterior" (Charles Dickens).    
   Remato con un aviso a los mercaderes de aquí, de allá y de aún más lejos: no está pidiéndose nada extemporáneo, como el recurrir a acciones de caridad y beneficencia. No. Se exige el cumplimiento de los derechos esenciales de la persona. O sea, Derechos Humanos y Derechos Constitucionales. Ni más ni menos.

    *En la fotografía JLMerino en la presentación del libro Hablan los artistas, en el Kursaal donostiara, el pasado 6 de junio. Mañana lo presentará en el Museo Artium de Vitoria; y tres días mas tarde en la Biblioteca Municipal de Bilbao (esta vez junto a un nutrido grupo de los artistas entrevistados). La fotografía la hizo Javier Hernández.  

                                        [siguiente personaje Truman Capote: 24-6-2013] 
 
   

Joan Miró: el alma llena de feria

Por: | 10 de junio de 2013

JOAN MIRÓ   (1893-1983)

 

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      Discurría el año 1969 cuando recibí una carta del pintor Joan Miró. Contestaba a una petición que le hice. Le conté cómo un grupo de amigos, que conformábamos la junta directiva del Ateneo de Bilbao, proyectábamos crear un museo de arte contemporáneo en una localidad de Vizcaya.
     La carta de Miró procedía de una historia que me fue referida por el escultor Eduardo Chillida, en un encuentro en Saint-Paul de Vence, donde se hallaban Joan Miró, Antoni Tàpies y él mismo, junto al patrono de todos ellos, el galerista Maegth. En un momento determinado, Miró les comunicó que había recibido una carta desde una galería de Bilbao, donde le pedían una obra en depósito para un proyectado museo de arte contemporáneo. Dio mi nombre. Chillida dijo conocerme. Les habló de mí y, al parecer, muy bien, porque Maegth le sugirió a Miró que me contestara. Al galerista, la idea de crear un museo le parecía excelente. Además de la obra cedida por Miró, también cederían una obra de los dos presentes, Antoni Tàpies y Eduardo Chillida. Lo había aseverado el mandamás... 
     La carta de Joan Miró, fechada el 19 / VIII / 1968, escrita a mano con un bolígrafo de grafía azulenca, decía lo siguiente:
     “Querido amigo; al regresar de Saint-Paul leo sus cartas, muy digno el espíritu que las anima y todo lo que tiene en proyecto.
 Desde luego, yo les cederé una obra para el museo que tienen en preparación, téngame al corriente de cómo van las cosas.
     Cordialmente, Miró”.
     En ese mismo año, por navidades, Joan Miró me mandó una felicitación, consistente en una palabra: Cordialmente, (con el palo de la te muy largo y una coma enorme) y debajo estampada su firma Miró (con una raya horizontal en el hueco de la eme). El soporte era una cartulina de color barquillo claro biselada o levemente rizada por los cuatro lados. Las dos letras, cual belleza desnuda, conformaban un dueto gracioso como la lengua de un perrito pekinés. Miró quiso dejarme para siempre un recuerdo suyo. Mi agradecimiento no conoce límites mayores. Lo tengo enmarcado en el lugar preferente de mi biblioteca (que es como decir en el lugar preferente de mi corazón). 
     El museo no pudo llevarse a cabo, porque nos faltó la ayuda debida por parte de los gobernantes de turno. [“El Estado nunca ha hecho nada por el arte. Fidias murió envenenado en una mazmorra, y el pueblo liberó de impuestos a su delator. Virgilio, Dante, Petrarca, proscritos bajo Césares o democracias”].
     Esta es la historia de lo que pudo ser y no fue. Queda el recuerdo del autor de tantas obras magistrales. Las primeras dispuestas a destrozar la guitarra de los cubistas, para adentrarse después en un fondo profundo –como el espacio de los sueños– y, más tarde, presentar al mundo del arte su prodigiosa obra El Carnaval de Arlequín (1924-1925), pieza capital en la búsqueda de una huella dactilar propia. A partir de esa obra surgirá su poesía visual... Sobre ella él mismo sugirió: “Tal vez mi obra no sea sino un poema musicado por un pintor”. 
     Así tengo en mi memoria a Joan Miró, artista tierno como el canto de los niños; quien viviera permanentemente con el alma llena de feria, ahora “duerme”, desde 1983, entre los hilos de la cometa y el pico amarillo de las gaviotas.

             [siguiente personaje HAMBRE EN LA ESPAÑA ACTUAL: 17-6-2013]

 

Blas de Otero pide la palabra

Por: | 03 de junio de 2013

BLAS DE OTERO   (1916-1979)

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     Mañana se presenta en Madrid la tan esperada Obra completa de Blas de Otero. Editada por Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores. La edición es de Sabina de la Cruz, con la colaboración de Mario Hernández.  
    Conocí al poeta bilbaíno Blas de Otero el siete de noviembre de 1964. Guardo viva la fecha, porque ese día abrí al público la galería de arte Grises (Bilbao). Fueron mis primeros pasos en el mundo de la cultura. Por aquellos días me invadían bullentes entusiasmos. Creía que la cultura era la sal de los manjares de la vida. Con el tiempo descubrí que a la buena sociedad no le gustan los platos demasiado salados. Pero eso lo tuve que experimentar poco a poco, mientras me hacía persona (podría decir: nací un día sin arco iris; el color lo fui tomando mientras me hacía hombre). En la apertura de Grises,  se encontraba Blas de Otero entre los asistentes. Alguien lo condujo hasta la galería, justo aquel día inaugural. 
     A partir de ese primer encuentro, vi al poeta bilbaíno en otras ocasiones. En una de ellas, le entrevisté en el santuario de Aranzazu. Con el paso del tiempo, tuve oportunidad de verme con él muchas más veces. Cuando venía de Madrid a Bilbao solía visitar la librería donde yo trabajaba. Me gustaba escuchar su decir hondo y grave, acompañado de largos silencios. En esos silencios me intrigaba su mirada ausente. Era como si en esos momentos estuviera en otra parte. 
     Mas esto no es nada si lo comparo con todo aquello que he recibido de su lección humana como creador. Leerle es sentir que no estás solo en el mundo. Por sus poemas sabemos que ha sufrido por todos nosotros, porque se solidariza con el padecimiento del hombre y la injusticia social que soporta. 
     Tras la angustia metafísica inherente en su primer libro, Ángel fieramente humano, pasó a la preocupación social, para instalarse en adelante, y para siempre, en ella. Y así murió. Había mucho hombre dentro de él como para que nada le hiciera cambiar.
     Blas de Otero es el poeta del tierno sentir y verbo fiero. Poeta antirretórico, no apto para lectores alondra. No ejercía de poeta, como es costumbre en tantos otros arribistas poetastros, sino que era poeta a su pesar. No era de los que enseñaban la venda antes que la herida, para ganarse la engatusadora conmiseración de los lectores fáciles. Todo lo contrario: te mostraba la herida sin tapujos, para decirte a las claras: “esto es el hombre: horror a manos llenas”.
     Quiso llamar a sus semejantes a golpes de silencio, bajo una sed imparable de comunicación siempre en vilo. Buscó la sencillez máxima. Fue parco en palabras, al punto de llegar a decir: “yo quiero conversar, pero no sé cómo se hace”. Apuró la forma hasta dar con la palabra exacta, al modo como el cirujano va abriendo la víscera dañada. De ahí que su poesía aparezca sumamente desgarrada, doliente, seca, angustiada...
     Fueran versos o imágenes procedentes de otros poetas, Blas de Otero sabía introducirlos con ardorosa admiración y tenue humildad en el quehacer de sus propios poemas. Pienso en Góngora, Quevedo, Lope, César Vallejo (su más admirado poeta y gran referente) o, en menor medida, Rafael Alberti. Del mismo modo, aunque no en la forma, pero sí en el espíritu, podía hablarse en algún sentido de Walt Withman, a quien Blas de Otero amaba por “su hermoso verbo dilatado” y por “su gran corazón desparramado”. 
    Cada uno a su manera, tanto el estadounidense como el bilbaíno, pusieron la razón de ser de sus propias vidas al servicio de una poesía universal rehumanizada.

    * En la imagen Blas de Otero y Sabina de la Cruz (Madrid, 1973)

                                [siguiente personaje Joan Miró: 10-6-2013]

El País

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