Manolo Gandía (1955-1990)
Antes de presentar la segunda entrega del relato ilustrado por Manolo Gandía, se da cuenta de los bellísimos murales que pintó en el vestíbulo de consultas externas del Hospital Civil de Basurtoi (Bilbao), en 1983. Fue un trabajo conjunto con la pintora bilbaína Juana Cima. La esplendente gama colorística llena el ámbito de apacible serenidad. Parece como si lo bello aspirara a la curación. Han pasado treinta años desde su realización y la obra permanece radiante como el primer día. Respecto a la segunda entrega, vemos en el dibujo de la izquierda al Guardián en su absurdo contamiento de moscas, en tanto una mujer merodea cerca del espejo. Una mano con sangre aún caliente pende de una cuerda de ahorcado. Dos símbolos geometrizantes fijan la marca. He ahí la escena:
Mientras manipulaba aquel trasiego de moscas, el Guardián lanzó los ojos a hurtadillas sobre la mujer, quien había colgado en lo alto del espejo una cuerda en forma de aro. Luego, la mujer se adentró en la habitación de donde surgió un momento antes. Cerró la puerta tras sí. La potencia del silencio retornó a la estancia.
El Guardián se acercó hasta el espejo. Tomó la cuerda. Sus manos quedaron extrañamente teñidas por un líquido que lindaba con sangre aún caliente. Acostumbrado a la dura viscosidad de la sangre, y a sabiendas que la suma de moscas que caben en una alforja equivale a la muerte de una persona, no prestó atención alguna a sus embadurnadas manos, limitándose a guardar la cuerda en una de las alforjas.
Como el silencio de la casa añadía soledad al tiempo de espera, el Guardián deseó ver pronto la aparición de Toppopo. En ese pensamiento estaba cuando la mujer volvió a salir de la habitación, encaminándose hacia el espejo. El Guardián volvió a elaborar el mismo contamiento de moscas y metidas en las alforjas, y vuelta a meterlas y sacarlas...
Con idéntico disimulo a la vez anterior, el Guardián miró a la mujer con tenue fijeza. Trataba de discernir si aquella mujer era la de Toppopo. Fuera o no fuera la mujer de su amigo, aquella mujer buscaba algo por todas partes. Al no hallar lo buscado, sus ojos se alzaron en súplica, sacándolos de la órbita, al tiempo de pedir con gritos dolientes:
-¡¡¡La cuerda!!! ¡¡La cuerda!! ¡La cuerda!
El Guardián dijo no saber de qué cuerda le hablaba. La mujer desapreció oscurecida por los gritos. Clausuró la puerta de un golpe seco, borroso, sin eco.
Inquietado por lo sucedido, decidió salir de la casa, justo en el instante de aparecer Toppopo. Llegaba con las manos llenas de provisiones, donde sobresalían varios racimos de cerezas de mar. Toppopo preguntó al Guardián el motivo de sus prisas por marchar.sin despedirse. Como respuesta, el Guardián apuntó con una de sus manos golpeando imaginariamente la puerta de la habitación. Toppopo se precipitó donde la señal marcaba, rodando por el suelo cuanto llevaba en las manos.
Tras un rato fulgurante e interminable, Toppopo salió de la habitación, portando consigo el aturdimiento y la confusión.:
-¡Mi mujer se ha ahorcado cuando yo no estaba! ¡Qué desgracia la mía!
Toppopo repetía estas palabras como si hubiese perdido el alma en cada labio. El Guardián encauzó la calma de su amigo. Que no temiera. Se lo dijo con lenta seguridad: q-u-e n-o t-e-m-i-e-r-a p-o-r-q-u-e l-a- c-u-e-r-d-a d-e l-a a-h-o-r-c-a-d-a l-a g-u-a-r-d-a-b-a é-l e-n l-a a-l-f-o-r-j-a.
Para calmarlo más le contó lo sucedido durante su ausencia. Toppopo miró a su amigo esperanzado. El Guardián animó a Toppopo a entrar juntos a la habitación...
Y allí estaba la mujer. Para Toppopo aquella mujer era su mujer. Para el Guardián aquella mujer era la mujer del espejo. La realidad decía que las dos en una yacía en la cama, con su túnica blanca o casi blanca. Los dos amigos miraron a la mujer o a las dos mujeres como se mira al arco iris en negro...
(continuará)
[siguiente personaje Manolo Gandía (III): 29-7-2013]
Hay 4 Comentarios
Me encanta esta manera de hacer el cuento en base a los dibujos. Los espejos han agitado la imaginacion para dar lugar a los mitos, como el escudo de Perseo, y las de numerosas supersticiones populares, como que su rotura trae 7 años de desgracia. Tambien otras como que reflejan el alma de las personas, por eso no reflejan a las brujas o los vampiros, o la capacidad de atraparla en su interior. Motivo por el cual antiguamente se los cubría cuando alguien fallecía. Borges ha recurrido a ellos con el fin de relacionarlos con el infinito, la inversión o distorsión de la realidad, la creacion de mundos ilusorios, y la posibilidad de convertir al yo en el otro.
Publicado por: Maria Ester Correa | 28/07/2013 0:57:48
Merino cree que una buena forma de incluir inquietud en una historia es acudir a los reflejos especulares, una fuente inagotable de inspiración para los escritores. Decía Borges: “La paternidad y los espejos son abominables, porque multiplican el número de hombres.” Edith Wharton opinaba que “Hay solamente dos maneras de esparcir la luz, ser una vela o el espejo que la refleje.” Para Stendhal “Un libro es un espejo que pasea por una gran avenida” y Andy Warhol creía en dos cosas : “Creo en las luces tenues y los espejos trucados.” Bertolt Brecht dejó dicho que “El arte no es un espejo para reflejar la realidad, sino un martillo para darle forma.” Un espejo es una oportunidad para invocar ficciones.
Publicado por: Cristina Jurado | 22/07/2013 23:06:57
Ya estoy en vilo, atenta, expectante y enganchada al cuento.
Preciosas las ilustraciones
Publicado por: Belén Mtnez. Oliete | 22/07/2013 13:53:03
http://nelygarcia.wordpress.com. En efecto; la percepción de lo bello, indica bienestar.
Me intriga el saber cual de las supuestas realidades, escogerá la mujer para identificarse, ¿la muerta, su doble, la que reflejaba el espejo, o el vacío de la unidad?.
Publicado por: Nely García | 22/07/2013 11:58:34