SAMUEL BECKETT (1906-1989)
Durante mi estancia en Londres en el verano de 1980, unos amigos británicos me indicaron la posibilidad de entrevistar a dos hombres de la escena, como eran el autor teatral Samuel Beckett y el mimo francés Marcel Marceau. Se sabía que andaban por aquellos días en la ciudad de la niebla. Tuve suerte a medias. Encontré al mimo francés, y lo entrevisté, pero me fue imposible dar con el escritor irlandés. Solo queda como testimonio el intento de buscarlo. En caso de haberlo encontrado, mi actitud preguntadora no hubiera diferido de la de Beckett en su conversación con Georges Duthuit, publicada más tarde, sobre dos pintores abstractos (Pierre Tal Coat y Bran van Velde) y un surrealista (André Masson). Las preguntas de Beckett son arrugadas y secas como las hojas de otoño en Versailles (toda pregunta nace con vocación de alejarse de los convencionalismos).
A falta del deseado encuentro con el minimalista y nihilista escritor, hablaré sobre él, o lo intentaré, empezando por significar su desarraigo por todo y por todos. Vivía dentro de un atrabiliario y extraño mundo de ficción...
...trató de ignorar lo cercano y lo visible. Para él, la absurdidad de la nada era más real que la Nada misma. Por eso caminaba como ave nocturna hacia un lugar llamado –¿cómo se llamaba?–, cuya mayor identificación se cernía en los contenedores de basura, sean de ciudades como Dublín, Londres o París. En esos vertederos se escuchaban parlamentos residuales de comida inacabada, cascos de botellas de vómitos horizontales, hilachas filiformes de verduras, muñecas sin brazos tatuados, pan mordisqueado, entre otras minucias. Esos detritus esperan a Godot, cuando las luces de neón llevan varias horas despiertas. Y excepcionalmente Godot llega todos los días, conduciendo el camión de la basura, a través del oscuro sucesivo, pese al pronóstico dudoso del propio Beckett...
...la trilogía novelística, Molloy, Malone muere y El Innombrable, procede de la gestación de unas palabras confesionales suyas: “Todo empezó cuando tomé conciencia de mi propia estupidez”. De esa manera, el irlandés escribe de acuerdo con lo que sentía. Nada del exterior le interesaba, salvo lo que pudiera hociquear en el hondón de su inteligente estupidez...
...este autor, a quien concedieron el Premio Nobel de Literatura en 1969, veía en su imaginación a medio mundo saliendo llorando de sus casas, de los cafés, de las escenas de teatro, de la vida misma...
...las palabras no existen para él, fuera de las convenciones. Las palabras son clavos herrumbrosos donde se cuelgan las ideas. Lo ha dicho este deconstructivista o simplemente destructor del lenguaje: “La expresión de que no hay nada que expresar, nada con qué expresarlo, nada desde donde expresarlo, no poder expresarlo, no querer expresarlo, junto con la obligación de expresarlo” (salen llorando las palabras)..
Respecto a su poesía, la mayor parte de sus poemas son como voces entre paréntesis de acotaciones de teatro. El lector espera más de esa poesía. El lector lee con atención, pero nada le sorprende y emociona. El lector puso los ojos en ella y no se enteró de nada, e incluso se llevará alguna sorpresa cuando en más de un verso faltan palabras: U a jo n qu a rr st a yr s el u a o . Es posible que las ratas del vertedero se hayan comido varias letras y hasta alguna palabra entera. Porque los personajes suyos, Vladimir, Pozzo o Estargón, pueden ser cualquier cosa, menos ladrones. Ellos apenas hablan (sin parar), pero no roban.
Aquí termina el relato de lo que pudo haber sido y no fue (debería salir llorando)...
[siguiente personaje Julián Herrero: 30-12-2013]
Hay 5 Comentarios
No puedo por menos que aplaudir casi con igual entusiasmo tan magnífico artículo sobre Beckett y el no menos espléndido comentario de Santiago. Una de las mayores virtudes de los grandes es no ser conscientes de que lo son, y además situarnos a todos a la altura que nos merecemos, no muy lejos del barro.
Publicado por: Zuriñe | 27/12/2013 9:59:35
Aunque sean fechas navideñas (de acercarse a los que están lejos, de repetir rituales o, en el peor de los casos, de comer y comer y dar la razón a Heráclito cuando asimila la felicidad de los placeres corporales a la irracional de los bueyes), no dejen de leer este magnífico artículo de esta semana, en el que se glosa inteligentemente a Samuel Beckett.
La mezcla justa de relato y crítica literaria seducen e invitan a releer al autor irlandés (por cierto, ¡luminosa Irlanda, nos entrega a Joyce, Yeats y Beckett!).
Se puede compartir más o menos el método, el camino elegido para la creación, pero el talento siempre invita y deslumbra. Eso ocurre con Beckett. Prefiriendo vertederos o palacios en las estrellas, el amor por la esencia humana y su búsqueda nos hace siempre más humanos, mejores.
Y de estas líneas no se sale llorando, sino en plenitud.
Publicado por: tabaquería | 26/12/2013 21:46:54
"...corazón, qué oquedad,
y dentro cuánta suciedad..."
Publicado por: Belén Mtnez. Oliete | 23/12/2013 20:49:40
Gracias José Luis, MAGNIFICO-PROFUNDO-MAGNIFICO escrito.
Después de leer las reflexiones sobre Bekett a uno le dan ganas de celebrar más la vida. De vivir más en consonancia con la existencia. Y es que es imprescindible que el mundo esté lleno de gente distinta, de personas que piensan diferente e incluso lo contrario. Este mosaico hace más interesante nuestro “lapsus existencia”, de lo que parece ser lo único eterno, la nada. Hay que aprovechar la vida y no esperar a Godot.
Un saludo
Santi
Publicado por: Santiago Fernández | 23/12/2013 15:32:01
El desarraigo de una persona rompedora de moldes, de los valores convencionales procede, de la absurdidad que nos rodea y la imposibilidad de evadirse, o de plasmarla con exactitud. Y de esa impotencia nacen los textos.
Publicado por: Nely García | 23/12/2013 9:19:33