Ladrones de fuego

Teatro... Nô

Por: | 30 de diciembre de 2013

JULIÁN HERRERO (1949)

    Julián practicando el Nô-1

     Doctor por la Universidad del País Vasco y licenciado en dirección escénica por la ESAD de Murcia, Julián Herrero ha dirigido treinta espectáculos teatrales. Mas su pasión estética y vital se centran en el teatro oriental; razón por la que ha estudiado y habitado en Bali y en Japón. También ha participado en tres ediciones de la International School of Theatre Anthropology. Para este espacio ha consentido ofrecernos un resumen de las 488 páginas de su tesis doctoral, presentada en enero de 2013, bajo el título La composición escénica en el teatro Nô. [Sería deseable, en este caso, comprobar que los fragmentos puedan llegar a ser los testimonios nupciales de la idea].  
    
  Si hay una forma artística que cumpla la función de hacernos ver más allá y de ampliar nuestros límites habituales de consciencia, esa es el teatro Nô, y lo realiza de forma tangible, real e inmediata a la vez que evanescente e irrepetible. Hace más de seiscientos años que Zeami Motokiyo (1363-1443) consolidó el Nô y creó toda una poética de este arte, mediante la escritura de dieciséis tratados, donde asentó sus bases estéticas y técnicas. El Nô es un arte escénico en el que se combinan el texto, la actuación, la danza, el recitado, el canto y la música instrumental, de una manera tan interrelacionada que ninguno de ellos prevalece sobre los demás, y el conjunto produce una profunda experiencia estética.
     El Nô ha sido descrito como el arte de crear ma, que literalmente significa "entre", el intervalo que nos permite discernir entre dos fenómenos. Y es que el Nô se basa en la sugerencia más que en la muestra, como las pinturas a la tinta, sumi-e, donde lo interesante está en la proporción equilibrada entre lo visible y lo oculto. Por eso, en el Nô también se cumple el lema de Mies van der Rohe de "menos es más". El ma o intervalo implica también un tránsito, un viaje, y la mayor parte del repertorio del Nô consiste en historias que suceden entre este mundo y el de los espíritus. Básicamente, las obras del Nô consisten en la llegada de un espíritu atormentado (el shite) bajo la apariencia de una persona real, quien se encuentra con un sacerdote (el waki) en un lugar concreto como pueden ser un templo o un camino. Forzado por las plegarias del waki, el shite revelará su auténtica naturaleza y volverá al más allá, liberado de sus sufrimientos. Finalmente, el waki se retirará dudando de si lo que ha vivido es real o ha sido un sueño.

                                                         INTERMEZZO

     Las palabras y los movimientos rezuman una poesía altamente estilizada según un concepto técnico y compositivo, el jo-ha-kyû. Este concepto rige todo en el Nô, desde el propio espacio escénico, hasta los movimientos del actor. Cada acción del Nô, sea física o musical, se denomina kata, como en las artes marciales. Las katas están integradas en una coreografía específica para cada obra, y el actor las aprende desde su niñez, imitando a su maestro. Existen pocas katas que guarden analogía con la realidad, y la mayoría tienden a indicar una acción; así la kata llamada suri-ashi indica "andando" y se traduce en la peculiar forma de deslizar los pies que utilizan todos los actores del Nô; la kata llamada ogi somuke indica "mirando afuera", pero puede ser que el personaje mira a la luna o a una montaña. Además pueden condensar o extender el espacio y el tiempo como en el llamado michiyuki, "canción del viaje"; un largo viaje simbolizado mediante una breve trayectoria del actor en el escenario. Las katas sirven para intensificar la emoción sentida a través de la poesía. La misma kata usada en diferentes contextos puede comunicar ideas, imágenes y emociones completamente diferentes, dependiendo de la interrelación entre el actor, las palabras y la música. 
    
Es notoria la fuerte presencia escénica del actor del Nô, aún en los momentos de inmovilidad, y aunque su cuerpo esté cubierto por la máscara y el gran kimono que le llega hasta los pies.
   
La imagen de un actor en escena es como una sucesión de estatuas en movimiento. Mediante el Nô, Zeami exploró un arte que fuera un medio de unir los corazones de los artistas y del público, dándoles paz y promoviendo una larga vida.

    * En la borrosa imagen, Julián Herrero con una máscara del teatro Nô, durante una sesión de ensayo en un escenario londinense

                            [siguiente personaje Isabelle Faust: 6-1-2014]

 

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Hoy toca otra confesión en este blog-maravilla-descubridor, y es que creo que carezco casi por completo del gen oriental. No siendo totalmente ajena a la profundidad y belleza de su cultura, me cuesta muchísimo conectar con ella, encontrar ese vínculo más allá de las palabras. La durísima formalidad japonesa se me hace incompatible con tan exquisita sutileza. Bueno, quizá sea ése su logro en mi, dejarme inerme ante mis tremendas limitaciones.

Los retratos digitales de los invitados de Merino son breves e intensos al mismo tiempo, un poco como las “ma” del teatro Nô, que nos descubre la figura de Julián Herrero. Son semblanzas que sugieren en vez de enseñar, que revelan a los personajes en los pliegues de lo dicho y de lo callado, esa intersección de lo consciente y lo inconsciente. La belleza del equilibrio, ese concepto tan helénico, conquista los espacios tangenciales de lo escondido en el teatro japonés, convirtiendo las artes escénicas en un rito comunicante entre actor y espectador.

La curiosidad es un don inapreciable y no debería tomarse vacaciones nunca. Ni siquiera en Navidades. Ella es la que nos empuja a descubrir un cosmos como el teatro Nô, mundo de matices casi indefinibles para un occidental, muestra de la sabiduría, sensibilidad y originalidad orientales, y ante la cual estamos, demasiadas veces, de espaldas, por simple ignorancia.
Así, el ladrón de esta semana es mucho más que Julián Herrero: es la declaración contundente de que debemos abrir los ojos, sin prejuicios, y admirar la Belleza, como puente que llegue y defina (aunque ello sea imposible, en cualquier caso) el alma humana, esté donde esté.
Además, nos deja ávidos de saber un poco más, ansiosos por degustar otras sutilezas similares. ¿Tal vez sea el momento de leer a la dama Murasaki, por ejemplo?

El NO es un SI. Un si a la vida, la belleza y la formalidad.

El NO es un SI. Un si a la sencillez, la armonía, el canto, la poesía y la música.
El NO es un SI. Un si a nuestra búsqueda interior.
Gracias Julián por tu NO que es un SI a la CULTURA.
ENHORABUENA José Luis por tu sí en este NO.
Un saludo
Santi

Las líneas que describe se basan según lo expresado, en metáforas que se sitúan entre lo real y lo transcendente, y el talento del creador consiste, en introducir al espectador en ese mundo.
FELIZ AÑO.

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Sobre el autor

Jose Luis Merino

Jose Luis Merino nació en Bilbao. Vive en esa ciudad. Es autor de 14 libros de arte y literatura. Trabaja en la actualidad en cuatro más, asimismo de arte y literatura. Ha tenido muchas edades. Ahora tiene la edad que representan sus palabras.

Sobre el blog

Como lo haría un fotógrafo de palabras, en este blog aparecerán retratos o semblanzas de gentes de la cultura. La mayoría de ellos son ladrones de fuego, en el sentido rimbaudiano del término. También se hablará de arte y poesía (el único ángel vivo sobre la tierra), en tanto se descubre cuánto hay de auténtico y de falso en esos dos universos.

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