Ciento veinte empresarios de 23 países de la EU acaban de realizar una gira de dos días por Moscú y San Petersburgo con el vicepresidente de la Comisión Europea y comisario de Empresa e Industria, Antonio Tajani, a la cabeza. El viaje se inserta en la serie de “misiones para el crecimiento” que desde 2011 han llevado a comisario y empresarios en busca de mercados por diversos países, desde Brasil a México pasando por Túnez o Egipto.
Rusia y la Unión Europea tienen unas relaciones económicas diversificadas e intensas, que se desarrollan pese a la crisis. En un 29% , el consumo de petróleo y gas de la UE se abastece con hidrocarburos procedentes de Rusia y la UE es el destino del 22,2% del total de las exportaciones rusas. El 75% de la inversión directa en Rusia viene de estados miembros de la UE. El peso de la UE en el comercio ruso ha pasado del 48% en 2011 al 49% en 2012 y en 2013 supera el 50%, siendo los bienes de consumo el sector que más crece, según manifestó el viceministro de Desarrollo Económico, Alexéi Ligachov.
Entre socios que se conocen bastante bien, la misión podría haber sido un puro ejercicio de relaciones públicas. Pero el diálogo pone en evidencia la aparición de algunos obstáculos nuevos y también el intento de redefinición de Moscú en relación a la Europa comunitaria.
Los funcionarios rusos echan balones fuera cuando los europeos les interpelan sobre temas como controles aduaneros, certificados veterinarios y homologación de estándards técnicos. Se encogen de hombros y alegan que las competencias del Estado ruso en estos campos están transferidas a la Comisión Económica Euroasiática, como se llama el órgano permanente regulador de la Unión Aduanera, una organización formada por Rusia, Kazajistán y Bielorrusia, El Kremlin contrapone estas entidades supranacionales en el espacio postsoviético a las estructuras de la UE, al tiempo que trata de conseguir que Bruselas negocie directamente con ellas. En 2012, en San Petersburgo, el presidente Vladímir Putin planteó esta nueva política integradora a los interlocutores de la UE y un año después la ha reafirmado en la cumbre de Yekaterinburg. La actitud mostrada ahora por los funcionarios rusos es una muestra más de la línea política marcada por el Kremlin. De entrada Bruselas se ha negado a ampliar el diálogo con Rusia con la inclusión de sus socios en la Comisión Económica Euroasiática. Ni Kazajistán ni Bielorrusia son miembros de la Organización Mundial de Comercio y, además, Bielorrusia suscita muchas reservas por su régimen político y ni siquiera es miembro del Consejo de Europa. Pero Moscú gana margen de maniobra y se resarce del terreno cedido al ingresar en la OMC. Alexéi Ligachov reconoció que está estancado el trabajo de armonización de los reglamentos técnicos entre Rusia y la EU, porque Moscu ha entregado competencias en este ámbito han sido entregadas a la Comisión Económica Euroasiática. Representantes del sector alimenticio constataban que continúan los problemas para la exportación de carne española a Rusia. Lo impiden las exigencias del servicio veterinario ruso, pero en nombre de la Unión Aduanera.
Aduanas y reglamentos al margen, el vicepresidente de la Comisión, Antonio Tajani, y el ministro de Cultura de Rusia, Vladímir Medinski, firmaron una declaración para cooperar en el sector del turismo. Se trata más bien de una expresión de intenciones no vinculante y no compartida en la práctica por todos los países de la UE.Para un verdadero desarrollo radical del sector se requiere eliminar los visados o progresar en su facilitación y en ambos campos Bruselas y Moscú se las han arreglado para encontrar nuevos problemas.
San Petersburgo,terraza de verano en antigua fábrica textil, foto Daniil Kotsiubinski
En el ambiente del museo del Hermitage, empresarios europeos y representantes rusos se centraron precisamente en el turismo. Todos eran conscientes del valor de los turistas rusos, teniendo en cuenta que su gasto per cápita está por encima del de los japoneses y los alemanes. Así que la viceministra de Cultura, Alla Manílova invitó a los europeos a diversificar su industria turística, es decir más destinos, más variedad gastronómica y más oferta selectiva (para los alérgicos al gluten, por ejemplo).”La infraestructura de una capital tiene límites”, se quejó Manílova y, como ejemplo, menciono las tiendas de la marca de lujo Louis Vuitton en Paris. A los rusos, dijo, no les gusta hacer cola tras los asíaticos en la puerta de estos establecimientos. Conclusión, hay que ampliar la oferta turística a provincias. Para Manílova, Cataluña es un ejemplo de organización a la hora de captar turistas rusos y el director del Herrmitage, Mijaíl Piotrovski, aseguró que el turismo ruso a Barcelona se verá incrementado por la inauguración del “sputnik” del museo Ermitage, en la zona del puerto de aquella ciudad en 2014. Manílova reconoció que se necesitarán muchos miles de millones “y no de rublos” para impulsar el desarrollo turístico ruso en tres direcciones iniciales claves, a saber la zona del noroeste incluida la isla de Solovki, las grandes mansiones rurales rusas y una de las rutas de la seda (que compite con otras rutas semejantes de las que Rusia está ausente). Alexis Delaroff, del grupo de hoteles Accor, con 16 establecimientos en Rusia y países postsoviéticos, exhortó a los europeos a concretar, desarrollar programas para formar cuadros, transferir experiencia y construir infraestructura hotelera. “Hay mucho por hacer aquí y no basta con decirles a los rusos:”!eh, chicos, queremos su dinero!”.