Pilar Bonet

Sobre el autor

, corresponsal en Rusia y países postsoviéticos desde 2001 y testigo de la "perestroika" durante su primera estancia como corresponsal en Moscú (1984-1997). Fue corresponsal en Alemania (1997-2001). Trabajó para la agencia Efe en Viena (1980-82).

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El Museo Central de la Táurida de Simferópol guarda la memoria histórica de Crimea. Sus tesoros son inmensos. Griegos, romanos, sármatas, escitas, alanos, godos, venecianos, genoveses, tribus túrquicas son algunos de los pueblos que llegaron a esta península. Sus huellas, superpuestas, mezcladas, disueltas están aquí y lo que persiste dibuja el contorno de lo que se evaporó.

Las joyas de Crimea, godos


El tesoro de los godos en el Museo Central de la Taúrida

Especialmente fascinante es el legado de los godos, que, en parte, se encuentra custodiado en la “cámara del tesoro”, una habitación aislada, protegida por alarmas, rejas y un guarda que sabe saludar en alemán. Los godos llegaron a Crimea en la segunda mitad del siglo III de nuestra era, desde el norte, dice el guía mientras visito esta sección selecta permanente del museo, que existe gracias a Vasili Dzharti, que fue primer ministro de Crimea desde marzo de 2010 hasta su muerte en 2011. Dzhartí fue uno de los representantes del “grupo de Donetsk” que “desembarcó” en Crimea cuando ´Víctor Yanukóvich, oriundo de aquella región, llegó al poder en Ucrania. En el Museo Central de la Taurida de Simferópol, están agradecidos a Dzhartí porque nadie antes que él hizo posible reunir los tesoros de los godos en una sección especial.

De los godos, unos se quedaron en la península y los otros se fueron a conquistar el Imperio Romano. En Crimea se sumergieron en un entorno donde había elementos de cultura alana, sármata y de la Roma tardía. De nómadas pasaron a sedentarios. En el siglo VI, el emperador Justiniano les pagaba para que custodiaran los confines de Bizancio. Con las monedas de oro que recibían fabricaban objetos suntuarios y hebillas, entre ellas esas hebillas en forma de cabeza de águila que son el símbolo de Crimea, y que abundan en este museo fabricadas en distintos metales. Los godos se asimilaron o desaparecieron, dice el guía. La última mención sobre ellos, confirma el director del museo Andréi Malguín, figura en las cartas en latín escritas por Ogier Ghislen de Busbecq, embajador del imperio de los Habsburgo en la corte de Suleimán el Magnífico en Constantinopla, entre 1555 y 1562. En Constantinopla, en su condición de diplomático y rehén a la vez, Ghislen de Busbecq se entrevistó con dos oriundos de Crimea, que por entonces estaba en la órbita del imperio Otomano,y les interrogó sobre la lengua de los godos, de ellos todavía conocían. Después el diplomático hizo una lista de términos, palabras germánicas que son fáciles de identificar.

En la Segunda Guerra Mundial, durante la ocupación nazi de Crimea, los alemanes querían llamarla Gotteland. Hitler estuvo de acuerdo en que Sinferópol se llamara Gottenburg y Sebastopol, Teodorishafen, según dice Malguin. El director del museo está preparando una exposición de fotografías sobre los 30 días que, entre febrero y marzo, han sacudido a Crimea y al mundo.

Malguín confía en que sea posible inaugurar en mayo una exposición sobre los judios de Crimea, que ha sido organizada con una beca de la fundación Rotschild. Tal vez estos proyectos le ayuden a superar algunas realidades dolorosas.

Algunos de los grandes tesoros culturales de la península pueden no regresar a ella debido a la anexión rusa. Son los objetos de la exposición “Los Tesoros de Crimea. El Oro y los Secretos del Mar Negro”, que,desde el 8 de febrero se exhibe el museo arqueológico Allard Pierson de Amsterdam.
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Cartel de la exposición en Amsterdam

La exposición fue organizada por el fondo museístico de Ucrania y consta de cerca de mil objetos, de los cuales unos 300 pertenecen al museo de la Taurida, entre ellos la hebilla goda en forma de águila que es el símbolo del museo, una coraza de bronce de los escitas y cerámicas. Otros objetos pertenecen al museo de Bachjisarái (centro de la cultura tártara y también de excavaciones bizantinas), como una caja de laca china del siglo segundo, y al museo de Kerch.

El destino de las piezas que salieron de Ucrania se plantea ya como problema entre Ucrania y Rusia, mucho antes de que la exposición, que estuvo antes en Alemania, se clausure a fines de agosto. “En el museo Allard Pierson nos han dicho quieren resolverlo con la máxima corrección”, dice Malguin. Mientras tanto,los amantes del arte de Europa tienen en Amsterdam una ocasión fantástica de familiarizarse con los pueblos y culturas de Crimea.

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Estrellas desaparecidas en el cielo de Crimea

Por: | 23 de marzo de 2014

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Foto Pilar Bonet

Recorrido al azar en Simferópol en la mañana del viernes, 21 de marzo, la última de mi estancia en Crimea en esta fase de transición incipiente cuando las metamorfosis son tan vertiginosas que una apenas puede asimilarlas.
En la iglesia armenia, entre lápidas que se remontan al siglo XIX, un hallazgo inesperado: la tumba de un español, porque solo puede ser un español: “El comandante Martín Camboa García, 1899-1972”. En el ángulo izquierdo de la estela funeraria, la foto de un rostro algo avinagrado. En la base, una dedicatoria de “tu mujer, tus hijos y tus nietos”. Por su edad, debió de ser de un exiliado republicano. Lo indagaré en el centro español de Moscú, si es que los pocos “niños de la guerra” que quedan en la capital Rusia no han cerrado ya su local histórico por no poder pagar el alquiler.

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Foto: Pilar Bonet

Atrás queda la estatua de “Lenin sentado” que preside la plaza de la estación ferroviaria. En Simferópol, me dicen, hay tres estatuas del fundador del Estado soviético, uno de pie, frente al Consejo de Ministros, y dos sentados. El otro Vladímir Ilich sentado está en un cuartel de la policía y por lo tanto no es visible desde la calle.
Al llegar al aeropuerto los carteles de las líneas aéreas internacionales, que hace tan solo unos días operaban aquí, saludan al viajero con sus ofertas de primavera: “Tanzania”, “El punto más alto de África”, “Todo el mundo ante ti” con las Líneas Aéreas Turcas. “ Simferópol-Kiev-Nueva York, por 7636 grivnias. Nuevos vuelos a partir del 25 de abril” con MUA (Líneas Internacionales de Ucrania).

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Fotos:Pilar Bonet
Estos anuncios son como el resplandor de las estrellas desaparecidas. Con excepción de las líneas aéreas rusas, no hay ninguna otra compañía internacional que pueda volar a Simferópol. Tras el referéndum de Crimea y la anexión de la península por parte de Moscú, las normas del tráfico aéreo internacional no lo permiten.
Como otras instituciones ucranianas de Crimea, el aeropuerto está en “periodo de transición”. Por doquier, banderas rusas y crimeas (estas últimas con los mismos colores, azul, blanco y rojo, que las rusas, pero con la franja blanca central más amplia). Los vuelos de Aeroflot a Moscú se gestionan aún desde la “terminal internacional” donde las chicas del servicio de aduanas todavía lucen los galones e insignias de Ucrania.
Fotografío los carteles de esta publicidad efímera que todavía parece real. Por experiencia de otros lugares colapsados en un plegamiento histórico (Chernóbil, incluido) sé que los objetos que fueron parte de la cotidianeidad de un tiempo y un espacio detenidos-- los periódicos, el menú y la lista de precios de una cantina, los dictados y las sumas en los cuadernos escolares, los turnos de natación de la piscina, las zapatillas y los juguetes), si perduran en el lugar de la hecatombe, se convierten en valiosos documentos históricos porque permiten revivir entornos que fueron reales, muchos años después de que hayan desaparecido.
No sé si los anuncios de viajes a Nueva York y a Tanzania se mantendrán cuando los rusos tomen posesión de lleno del aeropuerto de Simferópol. Probablemente no, porque los “conquistadores” querrán borrar las huellas de lo ajeno, de lo que perciben como antagónico y hostil y, también, las huellas de sus propios errores y de la cultura etílica que arraiga como pauta de comportamiento (“esta noche te lo doy todo y mañana cuando me despierte te lo quito…”) y hacer como si Ucrania nunca hubiera estado aquí. No creo que dejen que estos carteles se vuelvan amarillos. Por eso, es tan importante captar estas tentaciones de cielos abiertos ahora, en este instante fugaz cuando están, pero ya no son.

Señores que se proclaman dirigentes de Ucrania. Ustedes no tienen ni un gramo de vergüenza. Lo dicen los oficiales y soldados, los marineros, las tropas de guardacostas, las del interior y otros muchos uniformados que están en la península de Crimea esperando a que ustedes abran la boca, asuman responsabilidades y les digan lo que tienen que hacer. Si como parece, no quieren que se enfrenten a los rusos, ¿qué quieren? ¿qué se rindan? ¿Qué se vayan a sus casas? ¿Qué ofrecen, señores dirigentes, a quienes han estado dispuestos a defenderlos, si ustedes lo hubieran pedido? ¿Qué ofrecen a quienes sufren las consecuencias de su miopía e incompetencia tras haber creído en un país tan rico en oportunidades,ahora perdidas?

En diversas guarniciones y unidades militares ucranianas de Crimea jóvenes desmoralizados han esperado durante días a que ustedes, que se dicen dirigentes de Ucrania y que se preparan para seguir siéndolo, les den instrucciones. Pero todo lo que obtienen son frases convencionales y evasivas. “Tengan paciencia”, “Crimea es y será ucraniana” “Pronto resolveremos su caso”. Son palabras que suenan grotescas a los oídos de esos muchachos que se siente abandonados y que se resisten un día tras otro a pasarse de bando, no ya por patriotismo, no ya porque crean en quienes se dicen líderes de Ucrania, sino por decencia personal, por autoestima, porque han prestado juramento y, para verse liberados de él, necesitan que quienes dicen representar al Estado les exima de las responsabilidades asumidas.
Desde hace varias semanas, los uniformados ucranianos no se enfrentan a las armas de sus colegas rusos, sino a las tentaciones que los rusos ponen ante ellos, si se avienen a jurar lealtad a Rusia: mejores sueldos, posibilidad de quedarse en la península, prestaciones sociales, integración en cuerpos militares que cada vez se sienten más seguros.
Kiev calla, y la Rada Estatal (el parlamento) ha cerrado sus puertas hasta el día 25 sin resolver el problema de sus militares. Son miles. Están en los buques de guerra, en la base de Yepatoria, en Sebastopol, en la base de Perevalna. Algunos no resisten más la presión psicológica y el sentimiento de abandono. El buque insignia Donbás y otros dos buques más acaban de izar la bandera rusa. La principal academia militar de la marina de Ucrania, la antigua academia Najímov, en Sebastopol, se ha transformado ya en una academia de marina rusa abierta a los ucranianos que quieran seguir sus estudios allí.
En Kiev cuentan que los activistas del Sector de Derechas, uno de los grupos radicales que combatieron en el Maidán, no están a gusto en la Guardia Nacional, porque no ven con buenos ojos que les manden los policías profesionales con los que tal vez se enfrentaron durante las refriegas de la capital. Los dirigentes de Kiev tienen tantas dificultades para meter en cintura a los extremistas del Maidán como para dirigir a sus uniformados de Crimea, pero los primeros les ningunean y los segundos aguardan órdenes, las que sean, pero órdenes y las órdenes no son la libertad de usar las pistolas a discreción.
¿Qué puede esperarse de unos jóvenes que han sido abandonados por quienes se dicen los líderes de este país? ¿Qué clase de ciudadanos serán en el futuro? En Sebastópol, un amigo, que fue oficial de la marina ucraniana, está hundido: “Esa es la peor tragedia para Ucrania”, afirma. Mi amigo comparte el dolor de otros ucranianos de Crimea, que juzgan por los hechos y no por las consignas. “Durante años Ucrania no ha trabajado por conservar Crimea. Ucrania es como un hombre que se casara con una mujer bonita y no hiciera nada por retenerla. Así que lo lógico es que ella se vaya”, dice.

Crimea: sin fiesta, no hay champaña

Por: | 14 de marzo de 2014

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Foto Pilar Bonet

“El champaña no es el pan ni la sal. El champaña no es un producto de primera necesidad, sino de alegría y de fiesta y este año, ni siquiera para el 8 de marzo hubo fiesta, porque la gente tiene miedo”. Lo dice Svetlana Nikonenko, la vicedirectora de la fábrica de vinos achampanados “Novii Svet” de Crimea. Nikonenko se refiere al día Internacional de la Mujer, que es una jornada feriada tanto en Ucrania como en Rusia.

Estamos en el despacho de Vladímir Seror, alcalde de la localidad de Sudak (al sudeste de Crimea) cuando éste, acompañado de Nikonenko, se dispone a participar en una videoconferencia por Skype con el gobernador de la provincia de Moscú, Andréi Boroviov. Desde sus respectivos ayuntamientos participan en la convocatoria otros tres alcaldes de localidades turísticas de Crimea. El objetivo es establecer cuáles son las ayudas más urgentes que la región circundante de la capital rusa puede prestar a estos municipios que pasan a estar bajo su tutela. El distrito de Sudak ( formado por la ciudad del mismo nombre y otros territorios vecinos, entre ellos Novii Svet) quiere un dispensario para trastornos infecciosos y un centro de preparación de comidas para atender a las residencias y balnearios municipales. El Gobernador de Moscú promete mandar a veraneantes a Sudak en el marco de sus programas sociales y el alcalde, controlar que los visitantes tendrán buena comida, alojamiento de calidad, buenas playas, buenos precios y, sobre todo, “seguridad”.
Seror , que fue elegido como jefe del consistorio hace tres años, es un dirigente popular en su distrito, que cuenta con casi 31.000 habitantes, en su mayoría rusos, según dice. A él acudieron en 2013 un total de 57.000 turistas (en 2012 fueron 62.500). Entre otras cosas, Seror ha hecho asfaltar los caminos y ha mandado construir un paseo marítimo con pavimento de granito (producido en la región ucraniana de Dniepropetrovsk) y barandillas y papeleras de hierro forjado (producidos en Donetsk). Jalonan el paseo las residencias de verano de las entidades estatales ucranianas, entre ellas las del ministerio de Defensa de Ucrania. Tal como están las cosas, no parece que los uniformados al servicio de Kiev tengan muchas posibilidades de disfrutar el paseo, que fue inaugurado el año pasado y que tiene una imponente vista sobre la fortaleza genovesa, la seña de identidad por excelencia de Sudak. Parte del mundo bizantino, Sudak acogió a los venecianos en el siglo XIII, a los genoveses en el siglo XIV y fue engullida por el imperio otomano a fines del siglo XV.

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Foto Pilar Bonet

Deambulamos por el paseo marítimo acompañados de su constructor Serguéi Obchínnikov, que está especializado en la instalación de parques acuáticos y piscinas. El 20 de marzo, Obchínnikov, que tiene su base principal en Simferópol, acudirá a Moscú porque a él le fueron adjudicados en concurso los proyectos para construir el centro de infecciosos y el bloque culinario que ahora serán financiados con la ayuda rusa. En total, la región de Moscú da 40 millones de rublos a Sudak, es decir cerca de 1 millón de dólares. Con ese dinero, que sería insignificante en la localidad de Sochi, malcriada por el derroche de la Olimpiada, todavía se puede hacer mucho en Crimea. Otra cosa es lo que puedan pensar los habitantes de muchos de los destartalados pueblos de la región de Moscú. El alcalde de Sudak espera al turismo ruso y cree que este tiene ventajas respecto al ucraniano y al polaco. Los rusos gastan sin reparos, “no se traen ni las patatas ni la carne ni los macarrones de casa”, y “tampoco tratan de sacar el máximo partido de su dinero”.

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Foto Pilar Bonet

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foto Pilar Bonet

Junto al turismo, el otro quebradero de cabeza del alcalde es la fábrica Novii Zvet, que está situada el el pueblo del mismo nombre, en una bucólica bahía a 6 kilómetros de Sudak. En su origen, esta fábrica de vinos achampañados que hoy es de propiedad estatal fue fundada por el príncipe ruso Lev Golitsin en 1878. Y los vinos de Golitsin fueron servidos en la coronación del Zar Nikolai II. Visitamos la fábrica, donde trabajan 250 personas, y las galerías donde el champaña se produce por el método de envejecimiento clásico, lo que supone, según nos dicen, un ciclo de tres años. “Una botella que aquí cuesta 10 dólares cuesta 20 dólares en Rusia, dice Nikonenko.
En 2012, Novii Zvet produjo 1,8 millones de botellas, de las cuales un tercio se vendieron en Rusia y el resto mayoritariamente en Ucrania, con pequeñas partidas en Lituania, Israel y Polonia. En 2013, se produjeron 1,5 millones de botellas y hubo una caída del consumo del 20%. Nikonenko lo atribuye a una saturación del mercado con champaña producido por métodos acelerados y la falta de cultura vinícola que permita apreciar un buen caldo de maduración natural.

El champaña no es solo un producto de fiesta, sino un producto global, por más que las uvas que están su origen sean de Crimea. La botella en el que se envasan las variedades de Novii Zvet vienen de la región de Zhitómir, y están producidas allí por una empresa suizo-ucraniana, el papel de la etiqueta es de Finlandia, el corcho de Portugal, los filtros vienen de la República Checa, y la maquinaria de Alemania o de Francia. La botella de champaña en sí misma es un ejemplo de la globalización. ¿Y Ahora? ¿Si Crimea pasa a depender de Rusia? ¿Qué pasará con esas botellas, con las etiquetas, con los corchos y con los clientes de Ucrania, que consumen el 60% del total (Rusia consume el 40% restante)? ¿Y qué será del concurso internacional de vinos achampañados que la directora de Novii Zvet, Yanina Pavlenko ( consideradea la viuda Clicot de Crimea) había ya popularizado y al que acudían vinicultores de los países europeos con tradición, como Francia, Italia, España, Alemania y Georgia?

Ojo con el Maidán de Kiev

Por: | 09 de marzo de 2014

Ojo con el “Maidán” (las protestas que transformaron en una revolución) de Kiev. Los manifestantes no se han ido a ninguna parte. Siguen ahí en la plaza de la Independencia, dispuestos a seguir marcando a los políticos, como los ha marcado hasta ahora, y a exigirles más. Hoy, domingo, se ha convocado una gran manifestación en la capital de Ucrania para conmemorar el 200 aniversario del naciomiento del gran poeta ucraniano Tarás Shevchenko.

Esa manifestación, me dicen analistas ucranianos desde Kiev, puede convertirse en un acto de “patriotismo” en el que el Maidán exprese su voluntad en relación con Crimea y con Rusia. Ojo, porque el Maidán hasta ahora siempre ha empujado a los políticos a ir más lejos y los políticos que hoy se reparten cargos en Kiev siempre le han tenido miedo al Maidán, e incluso es posible que le teman más que a Rusia.

Ni Alexandr Turchínov, que actúa de presidente en funciones, ni Arseni Yatseniuk, que lo hace como jefe de Gobierno, son personajes con “legitimidad permanente” para el Maidán. Su “legitimidad” popular, depende de lo que hagan, de cómo reaccionen, y, desde la perspectiva de los manifestantes y de los grupos más radicales como "El Sector de Derechas", debe ser revalidada día a día, hora a hora. El Maidán—como ya se vio—tiene poca paciencia.

Occidente, encarnado en los ministros de Asuntos Exteriores de Polonia, Francia y Alemania, avaló un acuerdo con el presidente Víctor Yanukóvich (elegido democráticamente en 2010) el 21 de febrero y ese acuerdo se convirtió en papel mojado a las pocas horas porque así lo decidió el Maidán primero y la Rada, después. Poco importa que Occidente haya decidido que el presidente en funciones y el jefe del gobierno en funciones son sus interlocutores válidos.

“El Maidán va a pedirles cuentas ya, porque no está contentos, sobre todo por la invasión rusa en Crimea, porque los dirigentes hacen como si no pasara nada en Ucrania, como si todo fuera normal y dan voces para que otros les ayuden”, afirma en Kiev un analista con el que hablo por teléfono desde Simferópol. “Si antes había una fisura entre el Maidán y los líderes de la oposición parlamentaria, ahora hay un abismo entre el Gobierno y la calle”, señala."¿Cómo es posible que la Rada no esté reunida permanentemente en estas circunstancias?”, se preguntaba mi interlocutor.

En Kiev, Dmitri Yárosh, el dirigente de la organización de extrema derecha “El Sector de Derecha”, ha anunciado que se presentará a las elecciones a la presidencia de Ucrania. Yárosh se dirigió antes a los soldados ucranianos en Crimea y les dijo que la “revolución nacional continua”, según figura en un texto publicado en su página de facebook. “El levantamiento del pueblo ucraniano contra la ilegalidad, la corrupción y el régimen criminal oligárquico continua” y “en esta época difícil hemos tenido que resistir el golpe de nuestro enemigo, la Moscú de los imperialistas que no pueden concebir su vida sin dominar a Ucrania”. “Ustedes son los guardianes no solo de la soberanía y la integridad territorial de nuestra tierra, sino también del honor de la nación ucraniana”, señalaba.

El sábado Yarosh dijo en Kiev que enviará a sus activistas a Crimea si así lo decide el Consejo de Seguridad Nacional y Defensa y que actuará conjuntamente cn los órganos nacionales, según la agencia RBK. “En este momento todos los miembros de nuestra organización se encuentran en sus puestos”, afirmó. “Cumpliremos las decisiones del Consejo de Seguridad Nacional y Defensa si se decide enviar tropas”, afirmó el líder radical, según la agencia. Yarosh criticó al gobierno por la “falta de profesionalidad”. “Necesitamos un gobierno de unidad nacional no un gobierno de un partido”, sentenció en relación a un ejecutivo donde “Patria”, el partido de Timoshenko, es la fuerza dominante.
Por su parte, el primer presidente de Ucrania, Leonid Kravchuk, ha advertido que el referéndum en Crimea empeorará la situación y que Crimea puede convertirse en un foco de tensión como el Transdniéster, en Moldavia, si Ucrania no reconoce los resultados del referéndum. En la región de Odessa en la frontera con Transdniéster, los guardafronteras ucranianos han comenzado una operación para evitar que puedan entrar “provocadores” en el territorio de Ucrania. En esa frontera precisamente está desplegada la EUBAM, una misión de la Unión Europea, que ayuda a los guardafronteras ucranianos.

El Transdniester, que oficialmente es parte de Moldavia, es un territorio, que perteneció a la república soviética de Ucrania en calidad de autonomía (1924-1941), pero que Stalin cercenó y unió con la antigua Besarabia rumana para formar lo que hoy es Moldavia. El conflicto entre la población mayoritariamente eslava de la ribera izquierda del Dniéster y la población moldava, de la ribera derecha, se hubiera podido resolver con una fórmula confederal en 2003, pero EEUU y la EU presionaron a Moldavia para que no la aceptara. La provincia ucraniana de Odessa es clave para dar una salida al mar al Transdniéster, donde está emplazado un contingente militar ruso con dificultades para desplazarse y abastecerse debido al carácter cerrado del territorio encajonado entre el rio Dniester y Ucrania.

El País

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