Pilar Bonet

Sobre el autor

, corresponsal en Rusia y países postsoviéticos desde 2001 y testigo de la "perestroika" durante su primera estancia como corresponsal en Moscú (1984-1997). Fue corresponsal en Alemania (1997-2001). Trabajó para la agencia Efe en Viena (1980-82).

Eskup

El Maidán no quiere desaparecer

Por: | 28 de mayo de 2014

IMG_7683

Fotos:P.Bonet
El nuevo alcalde de Kiev, el campeón de boxeo Vitali Klichkó, ha dicho que ha llegado la hora de desmantelar el “Maidán”, el campamento desplegado desde hace más de seis meses en el centro de la ciudad, en la plaza de la Independencia y la avenida Kreshchatyk. Símbolo de la revolución que derrocó al régimen del presidente Víctor Yanukóvich, el “Maidán” ha pasado por muchas fases desde que se plantaron las primeras tiendas en noviembre.
Como una ciudad dentro de la ciudad, el “Maidán” fue un organismo funcional con su intendencia, defensa, viviendas, instituciones, hospitales, centros de comunicaciones, comedores, almacenes y hasta huertos. Pero ahora que Kiev tiene un alcalde electo dispuesto a hacerse cargo del sillón vacío durante dos años y ahora que Ucrania tiene un presidente, el Maidán parece convertirse en un anacronismo.

Sea cual sea la voluntad de Klichkó, los habitantes del Maidán, mejor dicho lo que queda del Maidán, no se quieren ir a ninguna parte, según revelan las encuestas de tienda en tienda. “Estoy en contra porque no se ha cumplido ninguna de nuestras exigencias. No elegimos ni jueces, ni policías, ni funcionarios, las funciones de administración no están entregadas a los consejos locales. ¿Por qué vamos a marcharnos?”, dice Alexandr, miembro de una de las “centurias” alojadas en Kreshchatyk. Y prosigue: “Los viejos esquemas de corrupción no se han destruido, sino que sobre ellos se han aposentado nuevos traseros, a los que hay que echar”. Andréi, por su parte, quiere un nuevo recuento de los votos emitidos para elegir el consistorio municipal de Kiev. “El Comité Popular Revolucionario de Ucrania se reunió para crear una comisión de representantes del Maidán y verificar las votaciones en los colegios donde se supone que hubo fraude. Si no lo hubo, nos disculparemos, pero vamos a exigir que se cumplan las reivindicaciones. No encontrará ni una sola persona que haya venido al Maidán para que (Petro) Poroshenko sea presidente y (Arseni) Yatseniuk, primer ministro. Queremos un cambio de sistema político. Los partidos ya no hablan de cambiar este sistema que es ideal para el poder, pero no para el pueblo”, dijo Andréi.

IMG_7695
IMG_7657

“A este alcalde no lo hemos elegido y no nos marcharemos”, afirma a su vez Alexéi, que olía a vino y llevaba un fusil en la mano, sin que pudiera distinguir si verdadero o falso. Otro con una coleta en la cabeza respondió a mi pregunta con una obscenidad en ucraniano. “El Maidán no se disolverá porque no se ha cumplido ninguna de sus exigencias de depurar totalmente al funcionariado, prohibir el partido comunista y el partido de las Regiones”, dijo un hombre que quiso identificarse como “el Vietnamita” y que aseguró ser miembro del Sector de Derechas. Unas chicas que tomaban un refresco en una de las terrazas se manifestaron en cambio por la disolución del campamento. “Ya se acabaron las acciones políticas en Ucrania y no tiene sentido mantener aquí a esos vagabundos”, afirmaba Ania. “Se podría dejar una parte como zona peatonal, pero sin toda esa gente desagradable que se mete contigo y que tiene colapsado el centro de la ciudad”, señalaba. “Nos han traicionado”, dice un activista, ensañando una foto aparentemente del invierno en el que se le ve una oreja sangrante y un impacto en la cara.
En el Maidán hay tozudos convencidos de que la movilización permanente es la mejor forma de mantener en jaque a las autoridades y hay también marginales y de pillos. El centro de este territorio forma una especie de triángulo cuyos vértices son la mole renegrida que fue la sede de los sindicatos, el cono que debería haber sido el árbol de Navidad 2013 y el escenario desde donde los políticos se dirigían a los manifestantes. En este espacio central se alza todavía un enorme cartel con la imagen del ultranacionalista Stepan Bandera, que unos ucranianos consideran su héroe y otros rechazan por su colaboración con los nazis. Nuevos carteles recuerdan la violencia en el Este de Ucrania. La calle Instytutska, que actúa como nexo de unión entre el Maidán y el barrio del Gobierno, es quizá la zona más dramática, porque aquí se repiten las imágenes de los miembros de la llamada “centuria celestial”, las personas que perecieron en los enfrentamientos de enero y, sobre todo, de febrero. Velas, estampas, iconos y flores rodean las fotos de los muertos. Entre las tiendas de campaña, a modo de exposición, máscaras de gas, guantes desparejados, bufandas, cuadernos o libros. Son los restos de la revolución.
Las barricadas cubiertas de neumáticos, algo aligeradas para dejar pasar a los vehículos, siguen ahí. Turistas extranjeros, silenciosos y serios, se pasean por el paisaje escuchando las explicaciones de sus guías. En una de las tiendas se vende café y té, en otra, dormitan chicos de uniforme. No va a ser fácil convencer a toda esta gente de que empaquete las tiendas y se vaya a casa. No va a ser fácil tampoco instalarse en el espacio desalojado. En el ayuntamiento, que fue ocupado en diciembre por el Sector de Derechas y el partido Libertad, la sala de sesiones está hecha una ruina y no funciona el sistema de votación. El local exige una renovación total y Ucrania está sin blanca.
Pero los ucranianos individualmente considerados son unos maestros en hacer dinero. Me llama la atención la gran cantidad de huchas que jalonan el paisaje: huchas para erigir un monumento a las víctimas, huchas para los que velan por la memoria de las víctimas, huchas para mantener las exposiciones, para ayudar al artista, para difundir la anarquía, para “los héroes de Ucrania heridos”, para mantener el escenario del “Maidán”. Estas huchas transparentes son en realidad cajas de plástico herméticas, de las que se usan para guardar la ropa de invierno. Cualquiera puede comprarse una y pegar un letrero con la causa que más le guste y esperar a que pasen las almas caritativas. En el Maidán hay que distinguir entre los donativos, con independencia de donde vayan a parar, y las transacciones puramente comerciales. Un “souvenir” novedoso es el “pan de oro” de Yanukóvich, a saber el lingote de oro "amasado" encontrado en su villa en las afueras de Kiev. Por 20 grivnias (algo más de un euro) los astutos comerciantes venden un imán en forma de pan precioso para pegar en la nevera de la cocina.

IMG_7718

Esa hogaza diminuta y dorada es desde luego mucho más apropiada para una nevera que el imán en forma de taza de wáter, también dorada, en este caso la réplica a escala de las instalaciones de fontanería de la villa del ex presidente del Estado.


Las dos vidas de Izolyatsia

Por: | 21 de mayo de 2014


IMG_7545

Cuando conocí a Paco de Blas, el español que dirige “Izolyatsia”, una plataforma de iniciativas culturales privada fundada en 2010 en las dependencias de una antigua fábrica de aislamientos térmicos y acústicos de Donetsk, pensé que por fin podría contar una historia lúdica y optimista sobre ese entorno industrial deprimido y amenazado de Guerra Civil.

Pero mientras estaba escribiendo este texto mis planes se torcieron al toparme con la biografía de la otra “Izolyatsia”, la fábrica soviética inaugurada en los años cincuenta, que sigue viva, en calidad de empresa estratégica innovadora, en una página de web actualizada hasta 2007. Entre las dos existencias de Izolyatsia, la fábrica soviética supuestamente modélica, y la fábrica privatizada y supuestamente arruinada, hay una laguna.

De Blas supo que no podía rechazar la oferta de Liuba Mijáilova, la dueña de Izolyatsia, cuando contempló por primera vez el vasto espacio de la antigua fábrica de elementos aislantes, en el sudeste de Donetsk. Mijáilova, a quien De Blas conoció en una exposición en Río de Janeiro, le había propuesto dirigir la plataforma de iniciativas culturales. El filólogo español, que estaba trabajando en el Instituto Cervantes en Brasil, vino en misión de reconocimiento a Donetsk en la primavera de 2013 y volvió en otoño, para ponerse al frente del proyecto. Paco de Blas me lo cuenta en un café semivacío cerca de la sede de la Administración Provincial, ahora ocupada por activistas de la autoproclamada República Popular de Donetsk (RPD).


IMG_7502


Paco de Blas en festival literatura

A la derecha, Paco de Blas
IMG_7532


Tras 15 días de ausencia, De Blas ha encontrado la ciudad cambiada y más tensa. Mientras estaba de vacaciones, siete de sus 18 empleados han emigrado, dice. Grandes incógnitas aparecen en el futuro de esta fundación no lucrativa que se propone “conservar la herencia industrial de la región y al mismo tiempo crear algo nuevo, capaz de ser origen de inspiración para el desarrollo social y cultural”. Izolyatsia se presenta como un centro cultural interdisciplinario, abierto a todos los tipos de expresión creativa, que se desarrolla mediante proyectos artísticos en diálogo con el territorio, programas de educación y proyectos para la vida de la sociedad. Entre los últimos eventos figura un foro de escritores ucranianos coordinado por Liubko Deresh, que debatió sobre el tema “lengua y violencia”.

Los enfrentamientos entre fuerzas del gobierno y separatistas en Donetsk podrían repercutir sobre Izolyatsia, cuyo mantenimiento depende de una fábrica de productos derivados del carbón, situada en Górlovka, en la zona de enfrentamientos bélicos. La fábrica en cuestión se ha visto privada de los puertos de Crimea por los que exportaba su mercancía y, a los costes de otros puertos más caros, deberá añadir la inestabilidad en el suministro.

Mijáilova, una mujer de mundo que pasa largas temporadas en Nueva York, es la hija de Iván Mijáilov, que fue el director de Izolyatsia desde 1974 y el director de la sociedad de accionistas del mismo nombre desde 1995. En una entrevista, Mijáilova afirmaba ser economista, asesorar empresarios y haber vivido en Grecia, Austria, Canadá y Francia.

Isolyatsia es una isla de 7,5 hectáreas sobre la que se alza una cincuentena de edificios. Entre hierros oxidados, aparecen talleres, almacenes y naves ruinosas y hasta una vía férrea por el que se traía la materia prima, el carbón. Hasta hay una montaña de residuos recubiertos de hierba, que según De Blas, sigue respirando y en ocasiones emite un bufido de humo. Por los tonos de la luz que se filtra por los cristales polvorientos de color limón, por la textura de los muros, por su acústica y por su misterio, algunos de estos espacios son hermosísimos y “el sueño de un arquitecto”, según de De Blas, quien advierte que en Isolyatsia hay espacios contaminados y cerrados a cal y canto. Entre las obras dejadas por los artistas, hay algunas que juegan con el tema del “maidán”, las protestas que acabaron por hacer caer el gobierno de Ucrania. Hay un papel estampado con árboles de Navidad y escenas de represión, cuadros realizados con el humo de neumáticos ardiendo, y hasta un cubo vacío que contuvo “sonidos del maidán”.

Jodorkovsk en Izolyatsia

Jodorkovski en Izolyatsia el pasado abril

IMG_7549

Izolyatsia es un juguete fascinante, pero no menos fascinante son los restos de la vieja Izolyatsia en el Internet. La fábrica, muerta en la vida real, está viva en el mundo virtual, incluida la página dedicada a las “joyas de la industria” de Donetsk. En el espacio virtual nos cuentan que Iván Mijáilov era “un especialista muy cualificado, un hábil organizador” que reconstruyó tres veces la empresa y que daba gran importancia a la modernización de la misma. Iván Mijáilov, “trabajador emérito de la industria de Ucrania”, condecorado en múltiples ocasiones, autor de más de treinta inventos, capaz de “movilizar al colectivo para resolver las más difíciles tareas”, consiguió que Izolyatsia funcionara de modo estable durante muchos años. “El sueldo de los obreros aumenta y se paga sin retrasos” y el surtido de la empresa, desde la guata mineral a fibra de basalto extrafina, tiene todos los certificados ecológicos y sanitarios posibles. Gracias a un dirigente como Mijáilov, “los trabajadores de la fábrica miran con seguridad el luminoso futuro de la sociedad ”, afirma la página de web de la empresa.
Corría el verano de 2007, ¿Qué pasó después? ¿Cómo pudo desaparecer una de las principales compañías de Ucrania en su especialidad, si tenía un director tan capaz y renombrado?

Hay más preguntas: ¿Cuál es el precio del terreno en la zona donde está la plataforma cultural? ¿Cómo se verá revalorizado si Izolyazia consigue que los artesanos monten talleres en sus dependencias? ¿Qué representa la inversión cultural y filantrópica de los ricos de Donetsk (y de los ricos de Ucrania y de Rusia por extensión) en relación a lo que se les podría exigir en impuestos por los beneficios obtenidos gracias a la privatización de la propiedad popular? Intuyo que tendrían que pagar mucho más si los beneficios, en vez de ser administrados con criterios de mecenazgo paternalista, se transformaran en impuestos asépticos.

Izolyatsia es hoy creatividad y diversión. Apela a las vanguardias, a las clases medias, a los estudiantes, y fue aquí donde a fines de abril Mijaíl Jodorkovski, el ex jefe de la petrolera rusa Yukos, se reunió con la intelectualidad local. Sin embargo, De Blas reconoce que la plataforma cultural no ha llegado todavía a conectar con la vecindad, los antiguos obreros, residentes cerca de la fábrica, que está domiciliada en la calle Sendero Luminoso número 3.
IMG_7595

fotos: Cortesia Izolyatsia y Pilar Bonet


Ucrania:¿Quién tiene el pegamento?

Por: | 16 de mayo de 2014

IMG_7577

Foto: Pilar Bonet

“El Sendero Luminoso” es un colmado ubicado en uno de esos barrios de Donetsk que surgieron en torno a minas o plantas industriales. El barrio, en el sudeste de la ciudad, se llama Budionovski y el colmado fue en el pasado la cantina de los directivos de una nociva fábrica de materiales aislantes, cerrada por obsoleta.
Alexéi es el dueño de “Sendero Luminoso” y para ilustrar qué entiende por tal, en la fachada del colmado, cuelga un cartel donde Vladímir Lenin, el fundador de la URSS, vestido de Supermán con la hoz y el martillo en la capa, se dirige hacia una cesta llena de comestibles. Bajo el cartel, dos hombres beben cerveza y picotean unos arenques. En el interior de la tienda, se mantienen los mosaicos que decoraban la antigua cantina y un Yuri Gagarin en escafandra, en tonos grises, blancos y negros, asoma detrás de las tabletas de chocolate producidas por Piotr Poroshenko, el candidato favorito de las elecciones presidenciales ucranianas que se celebran el 25 de mayo.
La naturaleza exuberante disfraza y dulcifica la decadencia industrial, las naves abandonadas, los hierros oxidados, los residuos del carbón, que se vende aquí mismo en la calle, en cubos, al por menor. Alexéi está dispuesto a hacer frente a la crisis desde esta tierra de gentes curtidas y duras que soportan y callan durante años cual siervos y, de repente, se expresan de forma contundente y hasta brutal.
“Los precios suben y la capacidad adquisitiva disminuye. Compran menos, pero seguirán comprando eso, aunque se priven de esto otro”, dice Alexéi señalando primero hacia la estantería del vodka y después, hacia los comestibles. “Es difícil que las cosas puedan ir bien en Ucrania”, reflexiona. Hace una pausa y pregunta: “¿Quién tiene el pegamento para pegar este país hecho de retales?”. “Cortar es más fácil que pegar”, asegura rotundo.

IMG_7571

Foto: Pilar Bonet

Alexéi deja a su pulcra dependienta colocando la mercancía y sale a la calle. Abre su coche, un modesto utilitario soviético que le sirve desde hace veinticinco años, según dice, y saca con cuidado un libro de su infancia al que tiene en gran aprecio. Se titula algo así como “Relato sobre el impresor Iván y sus libros” y fue publicado en1983 en la editorial “Malish”. En las guardas está dibujado un “mapa del Estado Ruso a mitad del siglo XVI” en el que además de esta entidad se identifican los vecinos tales como el Kanato de Crimea, el Gran Ducado de Lituania. Dentro del “Estado ruso” está el río el río Severnii Donetsk. “Ve, aquí no está Ucrania y esta obra no tiene nada que ver con la política actual”, afirma, hojeando el libro, que se editó por primera vez en 1979 y cuyo responsable era un tal A.A.Sídorov, de la Academia de Ciencias de la URSS, a juzgar por los datos tipográficos.
“¿Cómo interpretar esto?”. “En Rusia no regalan caramelos, pero sin Rusia no somos nada. ¿Qué tenemos nosotros para ir a Europa? Mi padre sirvió en el Ejército Soviético en Alemania y yo viví tres años allí. Vi la cultura local, vi como cuidan las cosas”, dice Alexéi, recogiendo una colilla que alguien ha echado sobre la arena del parque infantil que ha improvisado junto al colmado. “La destrucción, la ruina no está en el entorno, sino en la cabeza. Si ordeno mi cabeza, dejaré de tener una ruina en el entorno”, dice Alexéi filosóficamente, en una cita que atribuye a un clásico de la literatura rusa.


“En todas partes hay ladrones y pillos”, explica Alexéi refiriéndose a un amigo que los emisarios de la autoproclamada República Popular de Donetsk están presionando para que les ayude. ¿Qué hará si los separatistas acuden a él para que contribuya? Alexéi no lo duda, llamará a un “amigo” que le protege y le dejará en paz. ¿Es posible vivir sin “protección” en Donetsk? Lo es, dice, pero los impuestos que el pequeño empresario tiene que pagar son tantos que acabaría ahogado, por eso todos se ven abocados a la ilegalidad.
“Hay Estados sin materias primas donde la gente trabaja y vive bien. ¿Por qué no podemos hacer nosotros lo mismo? ¿Qué nos impide trasplantar aquí las leyes europeas y hacer que funcionen? Dígame, ¿qué nos lo impide?”.
Le hablo de oligarcas y de sus imperios feudales, mantenidos por personas que se someten a estas estructuras paternalistas sin rechistar por miedo a vivir peor si protestan. Si salen a patrullar Mariúpol los obreros de Rinat Ajmétov no lo hacen en función de su propia iniciativa como ciudadanos, sino porque Ajmétov se lo ha mandado.
“Ahora se está creando una nueva realidad”, ataja Alexéi. “El referéndum habrá estado mal organizado, pero la gente fue a votar y lo hizo sin que nadie la obligara, como ciudadanos y en nombre propio”, afirma. “Cualquiera de los caminos que tenemos por delante será duro, pero hay que moverse y avanzar. Yo no voy a huir a ninguna parte”, dice, y vuelve a entrar en el colmado. De detrás del frigorífico de los refrescos, saca dos banderas, una la de Ucrania soviética, que perteneció a su abuelo, y otra la del Estado ucraniano actual.
“Volvemos a lo que le preguntaba al principio: ¿Quién tiene el pegamento para pegar este país?”, dice con ambas banderas en la mano. En la fachada de “El Sendero Luminoso” hay dos soportes para los mástiles.

Ucrania:¿Quién tiene el pegamento?

Por: | 16 de mayo de 2014

IMG_7577

Foto: Pilar Bonet

“El Sendero Luminoso” es un colmado ubicado en uno de esos barrios de Donetsk que surgieron en torno a minas o plantas industriales. El barrio, en el sudeste de la ciudad, se llama Budionovski y el colmado fue en el pasado la cantina de los directivos de una nociva fábrica de materiales aislantes, cerrada por obsoleta.
Alexéi es el dueño de “Sendero Luminoso” y para ilustrar qué entiende por tal, en la fachada del colmado, cuelga un cartel donde Vladímir Lenin, el fundador de la URSS, vestido de Supermán con la hoz y el martillo en la capa, se dirige hacia una cesta llena de comestibles. Bajo el cartel, dos hombres beben cerveza y picotean unos arenques. En el interior de la tienda, se mantienen los mosaicos que decoraban la antigua cantina y un Yuri Gagarin en escafandra, en tonos grises, blancos y negros, asoma detrás de las tabletas de chocolate producidas por Piotr Poroshenko, el candidato favorito de las elecciones presidenciales ucranianas que se celebran el 25 de mayo.
La naturaleza exuberante disfraza y dulcifica la decadencia industrial, las naves abandonadas, los hierros oxidados, los residuos del carbón, que se vende aquí mismo en la calle, en cubos, al por menor. Alexéi está dispuesto a hacer frente a la crisis desde esta tierra de gentes curtidas y duras que soportan y callan durante años cual siervos y, de repente, se expresan de forma contundente y hasta brutal.
“Los precios suben y la capacidad adquisitiva disminuye. Compran menos, pero seguirán comprando eso, aunque se priven de esto otro”, dice Alexéi señalando primero hacia la estantería del vodka y después, hacia los comestibles. “Es difícil que las cosas puedan ir bien en Ucrania”, reflexiona. Hace una pausa y pregunta: “¿Quién tiene el pegamento para pegar este país hecho de retales?”. “Cortar es más fácil que pegar”, asegura rotundo.

IMG_7571

Foto: Pilar Bonet

Alexéi deja a su pulcra dependienta colocando la mercancía y sale a la calle. Abre su coche, un modesto utilitario soviético que le sirve desde hace veinticinco años, según dice, y saca con cuidado un libro de su infancia al que tiene en gran aprecio. Se titula algo así como “Relato sobre el impresor Iván y sus libros” y fue publicado en1983 en la editorial “Malish”. En las guardas está dibujado un “mapa del Estado Ruso a mitad del siglo XVI” en el que además de esta entidad se identifican los vecinos tales como el Kanato de Crimea, el Gran Ducado de Lituania. Dentro del “Estado ruso” está el río el río Severnii Donetsk. “Ve, aquí no está Ucrania y esta obra no tiene nada que ver con la política actual”, afirma, hojeando el libro, que se editó por primera vez en 1979 y cuyo responsable era un tal A.A.Sídorov, de la Academia de Ciencias de la URSS, a juzgar por los datos tipográficos.
“¿Cómo interpretar esto?”. “En Rusia no regalan caramelos, pero sin Rusia no somos nada. ¿Qué tenemos nosotros para ir a Europa? Mi padre sirvió en el Ejército Soviético en Alemania y yo viví tres años allí. Vi la cultura local, vi como cuidan las cosas”, dice Alexéi, recogiendo una colilla que alguien ha echado sobre la arena del parque infantil que ha improvisado junto al colmado. “La destrucción, la ruina no está en el entorno, sino en la cabeza. Si ordeno mi cabeza, dejaré de tener una ruina en el entorno”, dice Alexéi filosóficamente, en una cita que atribuye a un clásico de la literatura rusa.


“En todas partes hay ladrones y pillos”, explica Alexéi refiriéndose a un amigo que los emisarios de la autoproclamada República Popular de Donetsk están presionando para que les ayude. ¿Qué hará si los separatistas acuden a él para que contribuya? Alexéi no lo duda, llamará a un “amigo” que le protege y le dejará en paz. ¿Es posible vivir sin “protección” en Donetsk? Lo es, dice, pero los impuestos que el pequeño empresario tiene que pagar son tantos que acabaría ahogado, por eso todos se ven abocados a la ilegalidad.
“Hay Estados sin materias primas donde la gente trabaja y vive bien. ¿Por qué no podemos hacer nosotros lo mismo? ¿Qué nos impide trasplantar aquí las leyes europeas y hacer que funcionen? Dígame, ¿qué nos lo impide?”.
Le hablo de oligarcas y de sus imperios feudales, mantenidos por personas que se someten a estas estructuras paternalistas sin rechistar por miedo a vivir peor si protestan. Si salen a patrullar Mariúpol los obreros de Rinat Ajmétov no lo hacen en función de su propia iniciativa como ciudadanos, sino porque Ajmétov se lo ha mandado.
“Ahora se está creando una nueva realidad”, ataja Alexéi. “El referéndum habrá estado mal organizado, pero la gente fue a votar y lo hizo sin que nadie la obligara, como ciudadanos y en nombre propio”, afirma. “Cualquiera de los caminos que tenemos por delante será duro, pero hay que moverse y avanzar. Yo no voy a huir a ninguna parte”, dice, y vuelve a entrar en el colmado. De detrás del frigorífico de los refrescos, saca dos banderas, una la de Ucrania soviética, que perteneció a su abuelo, y otra la del Estado ucraniano actual.
“Volvemos a lo que le preguntaba al principio: ¿Quién tiene el pegamento para pegar este país?”, dice con ambas banderas en la mano. En la fachada de “El Sendero Luminoso” hay dos soportes para los mástiles.

El País

EDICIONES EL PAIS, S.L. - Miguel Yuste 40 – 28037 – Madrid [España] | Aviso Legal