Cuando conocí a Paco de Blas, el español que dirige “Izolyatsia”, una plataforma de iniciativas culturales privada fundada en 2010 en las dependencias de una antigua fábrica de aislamientos térmicos y acústicos de Donetsk, pensé que por fin podría contar una historia lúdica y optimista sobre ese entorno industrial deprimido y amenazado de Guerra Civil.
Pero mientras estaba escribiendo este texto mis planes se torcieron al toparme con la biografía de la otra “Izolyatsia”, la fábrica soviética inaugurada en los años cincuenta, que sigue viva, en calidad de empresa estratégica innovadora, en una página de web actualizada hasta 2007. Entre las dos existencias de Izolyatsia, la fábrica soviética supuestamente modélica, y la fábrica privatizada y supuestamente arruinada, hay una laguna.
De Blas supo que no podía rechazar la oferta de Liuba Mijáilova, la dueña de Izolyatsia, cuando contempló por primera vez el vasto espacio de la antigua fábrica de elementos aislantes, en el sudeste de Donetsk. Mijáilova, a quien De Blas conoció en una exposición en Río de Janeiro, le había propuesto dirigir la plataforma de iniciativas culturales. El filólogo español, que estaba trabajando en el Instituto Cervantes en Brasil, vino en misión de reconocimiento a Donetsk en la primavera de 2013 y volvió en otoño, para ponerse al frente del proyecto. Paco de Blas me lo cuenta en un café semivacío cerca de la sede de la Administración Provincial, ahora ocupada por activistas de la autoproclamada República Popular de Donetsk (RPD).
A la derecha, Paco de Blas
Tras 15 días de ausencia, De Blas ha encontrado la ciudad cambiada y más tensa. Mientras estaba de vacaciones, siete de sus 18 empleados han emigrado, dice. Grandes incógnitas aparecen en el futuro de esta fundación no lucrativa que se propone “conservar la herencia industrial de la región y al mismo tiempo crear algo nuevo, capaz de ser origen de inspiración para el desarrollo social y cultural”. Izolyatsia se presenta como un centro cultural interdisciplinario, abierto a todos los tipos de expresión creativa, que se desarrolla mediante proyectos artísticos en diálogo con el territorio, programas de educación y proyectos para la vida de la sociedad. Entre los últimos eventos figura un foro de escritores ucranianos coordinado por Liubko Deresh, que debatió sobre el tema “lengua y violencia”.
Los enfrentamientos entre fuerzas del gobierno y separatistas en Donetsk podrían repercutir sobre Izolyatsia, cuyo mantenimiento depende de una fábrica de productos derivados del carbón, situada en Górlovka, en la zona de enfrentamientos bélicos. La fábrica en cuestión se ha visto privada de los puertos de Crimea por los que exportaba su mercancía y, a los costes de otros puertos más caros, deberá añadir la inestabilidad en el suministro.
Mijáilova, una mujer de mundo que pasa largas temporadas en Nueva York, es la hija de Iván Mijáilov, que fue el director de Izolyatsia desde 1974 y el director de la sociedad de accionistas del mismo nombre desde 1995. En una entrevista, Mijáilova afirmaba ser economista, asesorar empresarios y haber vivido en Grecia, Austria, Canadá y Francia.
Isolyatsia es una isla de 7,5 hectáreas sobre la que se alza una cincuentena de edificios. Entre hierros oxidados, aparecen talleres, almacenes y naves ruinosas y hasta una vía férrea por el que se traía la materia prima, el carbón. Hasta hay una montaña de residuos recubiertos de hierba, que según De Blas, sigue respirando y en ocasiones emite un bufido de humo. Por los tonos de la luz que se filtra por los cristales polvorientos de color limón, por la textura de los muros, por su acústica y por su misterio, algunos de estos espacios son hermosísimos y “el sueño de un arquitecto”, según de De Blas, quien advierte que en Isolyatsia hay espacios contaminados y cerrados a cal y canto. Entre las obras dejadas por los artistas, hay algunas que juegan con el tema del “maidán”, las protestas que acabaron por hacer caer el gobierno de Ucrania. Hay un papel estampado con árboles de Navidad y escenas de represión, cuadros realizados con el humo de neumáticos ardiendo, y hasta un cubo vacío que contuvo “sonidos del maidán”.
Jodorkovski en Izolyatsia el pasado abril
Izolyatsia es un juguete fascinante, pero no menos fascinante son los restos de la vieja Izolyatsia en el Internet. La fábrica, muerta en la vida real, está viva en el mundo virtual, incluida la página dedicada a las “joyas de la industria” de Donetsk. En el espacio virtual nos cuentan que Iván Mijáilov era “un especialista muy cualificado, un hábil organizador” que reconstruyó tres veces la empresa y que daba gran importancia a la modernización de la misma. Iván Mijáilov, “trabajador emérito de la industria de Ucrania”, condecorado en múltiples ocasiones, autor de más de treinta inventos, capaz de “movilizar al colectivo para resolver las más difíciles tareas”, consiguió que Izolyatsia funcionara de modo estable durante muchos años. “El sueldo de los obreros aumenta y se paga sin retrasos” y el surtido de la empresa, desde la guata mineral a fibra de basalto extrafina, tiene todos los certificados ecológicos y sanitarios posibles. Gracias a un dirigente como Mijáilov, “los trabajadores de la fábrica miran con seguridad el luminoso futuro de la sociedad ”, afirma la página de web de la empresa.
Corría el verano de 2007, ¿Qué pasó después? ¿Cómo pudo desaparecer una de las principales compañías de Ucrania en su especialidad, si tenía un director tan capaz y renombrado?
Hay más preguntas: ¿Cuál es el precio del terreno en la zona donde está la plataforma cultural? ¿Cómo se verá revalorizado si Izolyazia consigue que los artesanos monten talleres en sus dependencias? ¿Qué representa la inversión cultural y filantrópica de los ricos de Donetsk (y de los ricos de Ucrania y de Rusia por extensión) en relación a lo que se les podría exigir en impuestos por los beneficios obtenidos gracias a la privatización de la propiedad popular? Intuyo que tendrían que pagar mucho más si los beneficios, en vez de ser administrados con criterios de mecenazgo paternalista, se transformaran en impuestos asépticos.
Izolyatsia es hoy creatividad y diversión. Apela a las vanguardias, a las clases medias, a los estudiantes, y fue aquí donde a fines de abril Mijaíl Jodorkovski, el ex jefe de la petrolera rusa Yukos, se reunió con la intelectualidad local. Sin embargo, De Blas reconoce que la plataforma cultural no ha llegado todavía a conectar con la vecindad, los antiguos obreros, residentes cerca de la fábrica, que está domiciliada en la calle Sendero Luminoso número 3.
fotos: Cortesia Izolyatsia y Pilar Bonet
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