Pilar Bonet

Sobre el autor

, corresponsal en Rusia y países postsoviéticos desde 2001 y testigo de la "perestroika" durante su primera estancia como corresponsal en Moscú (1984-1997). Fue corresponsal en Alemania (1997-2001). Trabajó para la agencia Efe en Viena (1980-82).

Eskup

Intolerancia y miedo a la Historia en Moscú

Por: | 30 de abril de 2016

¿Acaso estamos asistiendo al nacimiento en Rusia de unas secciones de asalto dispuestas a amedrentar a quienes afirman su independencia de criterio y dejan volar su curiosidad más allá de los corsés ideológicos?  Las personas, vestidas de color pardo, que agredieron con huevos y líquidos al respetable jurado de un concurso de historia para jóvenes el pasado 28 de abril, provocan esa pregunta. El suceso tuvo lugar a las puertas de la Casa del Cine de Moscú, donde se celebraba la ceremonia de entrega de premios a los escolares ganadores del certamen “La Persona en la Historia: Rusia Siglo XX”.

Desde hace 17 años, Memorial, la ONG que vela por el mantenimiento de la memoria histórica en Rusia, convoca este certamen dirigido a los jóvenes de 14 a 18 años y destinado a rescatar episodios, enfoques, documentos inéditos de las historias locales que en conjunto componen la gran historia global. Para asistir a la entrega de premios se habían desplazado a la capital estudiantes de las regiones, profesores y los jefes o miembros de los concursos de historia semejantes al ruso, que se celebran en 16 países europeos, entre ellos España.

La escritora rusa Liudmila Ulítskaia, se vio alcanzada por un chorro de desinfectante. Lo mismo les ocurri8ó a representante del concurso español, Ignacio Herrera de la Muela, director de la real maestranza de caballería de Ronda, al representante alemán, el noruego y a la francesa.

“Se nos acercaron unos tipos muy violentos, que nos llamaron fascistas, nos dijeron que no teníamos derecho a cambiar la interpretación de la historia y nos pusieron perdidos”, contaba a esta periodista Herrera de la Muela. “Me mancharon el pelo, me embadurnaron la gabardina y el jersey y hasta la ropa interior”, manifestó Herrera de la Muela, quien, en lugar de ir a cambiarse al hotel, permaneció en la ceremonia para no dar a los atacantes “el gusto” de reventarla. En su opinión, el ataque tenía por objeto “asustar a los padres de los niños”.

Memorial se dirigió el viernes al jefe del departamento de Interior de Moscú, Anatoli Yakunin, para pedirle que incoe un proceso contra los agresores y una investigación sobre la pasividad policial. Dmitri Peskov, el jefe de prensa del presidente Vladímir Putin, trató a los atacantes de “gamberros” y consideró inapropiado que portaran la cinta de San Jorge, la banda naranja y negra que estos días multiplica su presencia en Rusia con motivo de la conmemoración del fin de la Segunda Guerra mundial, que aquí es el 9 de mayo.

Para los que siguen con preocupación la intolerancia de los movimientos de “patriotas” o de los exaltados fieles ortodoxos rusos las reacciones de las instituciones oficiales son tibias y poco disuasivas para los atacantes. Entre los apostados a la entrada de la Casa del Cine, algunos reconocieron a personas vinculadas con el Movimiento de Liberación Nacional (NOD) que dirige Yevgueni Fiódorov, un diputado de la Duma Estatal (parlamento) perteneciente al grupo de Rusia Unida, el partido gubernamental.

Las autoridades rusas suelen detener con presteza a los activistas que protestan contra la política del Kremlin. Sin embargo, los chicos del NOD sólo fueron sancionados con un apercibimiento administrativo. A fines de marzo, la televisión estatal exhibió un crítico programa sobre una exposición organizada por Memorial con el título “Guerras Diferentes”, en el que se compara la interpretación de la historia de la Segunda Guerra Mundial en textos escolares de diferentes países (Rusia, Polonia, República Checa, Alemania, Italia y Lituania). Donde los organizadores veían deseo de comprensión mutua, los artífices del programa acusaban a Memorial de ser “agentes extranjeros” que reinterpretan la historia al servicio de sus patrocinadores occidentales.

Rusia se cierra. Sus dirigentes temen la influencia de los extranjeros que cuestionan los postulados ideológicos machacados una y otra vez desde los medios de comunicación del Estado. EN febrero, sin ningún miramiento, al embajador de de la Unión Europea en Moscú,  Vygaudas Usackas,  le dieron con la puerta en las narices en tres hoteles  del Altái adonde se había desplazado para acudir a un seminario que se celebra anualmente desde hace 15 años y que se conoce como el Davos Siberiano. El ex vicejefe de la Duma, Vladímir Rizhkov, uno de los organizadores de aquel seminario, acusó a los dirigentes regionales del Altái de haber presionado a los hoteles de la zona para que rechazaran al embajador y otros invitados internacionales. En la universidad de Novosibirsk, en abril, en un simposium de colaboración entre las universidades de Siberia y la Unión Europea, Usackas y el cónsul alemán fueron “toreados” en el sentido más literal. Primero les invitaron a visitar una exposición mientras esperaban a que comenzara el simposium y, cuando por fin se incorporaron a él, le dijeron que era demasiado tarde para intervenir, afirmaba una fuente de la delegación. Usackas afirmó que se quejaría al ministerio de Exteriores y no se sabe cuál ha sido el resultado de su gestión.

En medios diplomáticos y culturales occidentales no resignados al ostracismo se debate cómo mantener el diálogo con los rusos dejando de lado la política. Los intercambios entre interlocutores dispuestos a escucharse mutuamente, cuando son posibles, están sometidos al escrutinio desconfiado de las altas instituciones del Estado, gobernadas por veteranos de los órganos de la seguridad que siguen mirando el mundo a través de su lente gremial.

En este mes de abril, en una reunión con activistas del Frente Popular de Rusia, Putin reveló algunas de sus ideas sobre los extranjeros y la educación. A la educación “no solo preescolar sino también escolar se dedica quien quiere,… los extranjeros se entrometen y financian a algunos.  Por supuesto debemos estar abiertos a todo lo nuevo, pero todas estas fundaciones no están de acuerdo con nuestras tradiciones, con nuestra cultura. Se trata de algo muy peligroso”, dijo.

 

El País

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