Como fenómeno de importancia global, el Brexit afecta también a Rusia, que intentará minimizar las turbulencias económicas y aprovechar los efectos políticos provocados por el voto británico. Pese a las sanciones y contra sanciones, la UE en su conjunto sigue siendo el primer socio comercial de Moscú.
Mucho dependerá de la capacidad de la UE para renovarse, pero hoy por hoy Vladímir Putin parece reforzado por la debilidad de Europa. Esta debilidad facilita al líder ruso su política de cultivar las relaciones bilaterales de Estado a Estado y con líderes, ex líderes y tal vez futuros líderes nacionales, en detrimento de los contactos con los burócratas de Bruselas, representativos del conjunto de la EU. Estadistas como los franceses Nicolás Sarkozy y Marie Le Pen, los italianos Silvio Berlusconi y Mario Renzi, y el alemán Gerhard Schröder, gozan de un trato especial por parte del Kremlin.
Además, Rusia saca provecho desde el punto de vista de la imagen, al posicionarse como miembro de un proyecto integrador (la Unión Económica Euroasiática, junto con Kazajistán, Bielorrusia y Kirguizistán) frente a otro que se desmonta (la UE), y Putin ha hecho hincapié en sus proyectos aglutinadores en las últimas semanas.
En Tashkent, donde participaba en una cumbre de Organización de Cooperación de Shanjái (SHOS, en su abreviatura rusa, formada por China, Rusia y varios países de Asia Central), Putin dijo que las consecuencias del Brexit para Rusia serían tanto “positivas como negativas”, pero que no esperaba “una catástrofe global”. El dirigente, para quien la disolución de la URSS fue la mayor “catástrofe geoestratégica” del siglo XX, comparó aquel imperio desaparecido con la UE. Amparándose en el comentario de un ex líder europeo que no identificó, Putin dijo que el número de decisiones obligatorias del Europarlamento era mayor en proporción que el número de decisiones obligatorias del Soviet Supremo de la URSS (el parlamento soviético) en relación a las repúblicas soviéticas”. Esto significa, prosiguió Putin, que la “concentración de poder en la cumbre es muy alta y a algunos esto les gusta, otro quieren avanzar por la vía de difuminar las fronteras nacionales y a otros esto no les gusta. A juzgar por los resultados del referéndum, a los ciudadanos del Reino Unido esto no les gusta”.
Para la propaganda antieuropea en las televisiones estatales rusas, el Brexit es un buen combustible, aunque tiene aristas afiladas que pueden ser peligrosas según como se manejen. Dado que el Reino Unido es uno de los países más firmes en la condena de la política rusa en Ucrania, en Moscú hay quien piensa que tal vez sea posible ahora hacer que se suavicen o se eliminen las sanciones occidentales por la anexión de Crimea y el apoyo a los insurgentes del Este de Ucrania. Con cautela, Putin dijo que no creía que el Brexit se refleje en la política de sanciones, pero añadió que “si nuestros socios alguna vez maduran para mantener un diálogo constructivo con ellos sobre estas cuestiones, nosotros estamos dispuestos”. “No solo estamos dispuestos, sino que queremos y a lo positivo contestaremos con lo positivo, pero hay que esperar a realizar algunas cosas que están fuera de nuestra competencia”, explicó refiriéndose a los compromisos de Kiev en el marco del proceso negociador de Minsk.
Los tecnócratas gubernamentales son precavidos. El ministro de Desarrollo Económico, Alekséi Uliukáiev no contempla la influencia del Brexit sobre los planes de privatización de empresas del Estado y no cree que sea motivo para revisar los precios básicos del petróleo a 40 dólares por barril contabilizados en el presupuesto de 2017-2018. El ministro de Finanzas, Antón Siluánov, dice que el Brexit crea incertidumbre sobre el futuro desarrollo de la economía global, pero de forma limitada y en menor medida que otras crisis anteriores. El ex ministro de Finanzas y hoy jefe del centro de elaboraciones estratégicas, Alexéi Kudrin, afirmó que los resultados del referéndum no influirán en Rusia, porque este país tiene problemas “más delicados”.
Los analistas barajan ideas contrapuestas, desde una disminución de la influencia de EEUU en Europa o, al revés, un incremento de la influencia de EEUU en Europa por la vía de la OTAN, que arrebatará a la UE el papel de máximo organismo de consolidación occidental en el continente.
El historiador Daniel Kotsiubinski ve el Brexit como parte de un proceso de “regionalización mundial”, porque en lugar de “una confederación integrada horizontalmente”, la UE ha resultado una entidad burocrática y jerarquizada dirigida de hecho por la Gran Alemania y formalmente por los funcionarios reguladores de Bruselas. La decisión británica no traerá ningún beneficio al proyecto “euroasiático” ni a los beneficiarios transoceánicos, porque el "viento antiimperial y separatista, levantado hoy por los ingleses (y antes por los escoceses y catalanes) poco a poco se difundirá por el mundo", señala Kotsiubinski, que considera lógica la salida de Escocia e Irlanda del Norte del Reino Unido. La discusión sobre cómo puede afectar este “viento” al cuerpo heterogeneo de Rusia, con múltiples tensiones y problemas congelados, es arriesgada en este país, donde, desde 2014, la puesta en cuestión de la unidad del Estado puede ser condenada con 5 años de cárcel.