Pilar Bonet

Sobre el autor

, corresponsal en Rusia y países postsoviéticos desde 2001 y testigo de la "perestroika" durante su primera estancia como corresponsal en Moscú (1984-1997). Fue corresponsal en Alemania (1997-2001). Trabajó para la agencia Efe en Viena (1980-82).

Eskup

El Maidán no quiere desaparecer

Por: | 28 de mayo de 2014

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Fotos:P.Bonet
El nuevo alcalde de Kiev, el campeón de boxeo Vitali Klichkó, ha dicho que ha llegado la hora de desmantelar el “Maidán”, el campamento desplegado desde hace más de seis meses en el centro de la ciudad, en la plaza de la Independencia y la avenida Kreshchatyk. Símbolo de la revolución que derrocó al régimen del presidente Víctor Yanukóvich, el “Maidán” ha pasado por muchas fases desde que se plantaron las primeras tiendas en noviembre.
Como una ciudad dentro de la ciudad, el “Maidán” fue un organismo funcional con su intendencia, defensa, viviendas, instituciones, hospitales, centros de comunicaciones, comedores, almacenes y hasta huertos. Pero ahora que Kiev tiene un alcalde electo dispuesto a hacerse cargo del sillón vacío durante dos años y ahora que Ucrania tiene un presidente, el Maidán parece convertirse en un anacronismo.

Sea cual sea la voluntad de Klichkó, los habitantes del Maidán, mejor dicho lo que queda del Maidán, no se quieren ir a ninguna parte, según revelan las encuestas de tienda en tienda. “Estoy en contra porque no se ha cumplido ninguna de nuestras exigencias. No elegimos ni jueces, ni policías, ni funcionarios, las funciones de administración no están entregadas a los consejos locales. ¿Por qué vamos a marcharnos?”, dice Alexandr, miembro de una de las “centurias” alojadas en Kreshchatyk. Y prosigue: “Los viejos esquemas de corrupción no se han destruido, sino que sobre ellos se han aposentado nuevos traseros, a los que hay que echar”. Andréi, por su parte, quiere un nuevo recuento de los votos emitidos para elegir el consistorio municipal de Kiev. “El Comité Popular Revolucionario de Ucrania se reunió para crear una comisión de representantes del Maidán y verificar las votaciones en los colegios donde se supone que hubo fraude. Si no lo hubo, nos disculparemos, pero vamos a exigir que se cumplan las reivindicaciones. No encontrará ni una sola persona que haya venido al Maidán para que (Petro) Poroshenko sea presidente y (Arseni) Yatseniuk, primer ministro. Queremos un cambio de sistema político. Los partidos ya no hablan de cambiar este sistema que es ideal para el poder, pero no para el pueblo”, dijo Andréi.

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“A este alcalde no lo hemos elegido y no nos marcharemos”, afirma a su vez Alexéi, que olía a vino y llevaba un fusil en la mano, sin que pudiera distinguir si verdadero o falso. Otro con una coleta en la cabeza respondió a mi pregunta con una obscenidad en ucraniano. “El Maidán no se disolverá porque no se ha cumplido ninguna de sus exigencias de depurar totalmente al funcionariado, prohibir el partido comunista y el partido de las Regiones”, dijo un hombre que quiso identificarse como “el Vietnamita” y que aseguró ser miembro del Sector de Derechas. Unas chicas que tomaban un refresco en una de las terrazas se manifestaron en cambio por la disolución del campamento. “Ya se acabaron las acciones políticas en Ucrania y no tiene sentido mantener aquí a esos vagabundos”, afirmaba Ania. “Se podría dejar una parte como zona peatonal, pero sin toda esa gente desagradable que se mete contigo y que tiene colapsado el centro de la ciudad”, señalaba. “Nos han traicionado”, dice un activista, ensañando una foto aparentemente del invierno en el que se le ve una oreja sangrante y un impacto en la cara.
En el Maidán hay tozudos convencidos de que la movilización permanente es la mejor forma de mantener en jaque a las autoridades y hay también marginales y de pillos. El centro de este territorio forma una especie de triángulo cuyos vértices son la mole renegrida que fue la sede de los sindicatos, el cono que debería haber sido el árbol de Navidad 2013 y el escenario desde donde los políticos se dirigían a los manifestantes. En este espacio central se alza todavía un enorme cartel con la imagen del ultranacionalista Stepan Bandera, que unos ucranianos consideran su héroe y otros rechazan por su colaboración con los nazis. Nuevos carteles recuerdan la violencia en el Este de Ucrania. La calle Instytutska, que actúa como nexo de unión entre el Maidán y el barrio del Gobierno, es quizá la zona más dramática, porque aquí se repiten las imágenes de los miembros de la llamada “centuria celestial”, las personas que perecieron en los enfrentamientos de enero y, sobre todo, de febrero. Velas, estampas, iconos y flores rodean las fotos de los muertos. Entre las tiendas de campaña, a modo de exposición, máscaras de gas, guantes desparejados, bufandas, cuadernos o libros. Son los restos de la revolución.
Las barricadas cubiertas de neumáticos, algo aligeradas para dejar pasar a los vehículos, siguen ahí. Turistas extranjeros, silenciosos y serios, se pasean por el paisaje escuchando las explicaciones de sus guías. En una de las tiendas se vende café y té, en otra, dormitan chicos de uniforme. No va a ser fácil convencer a toda esta gente de que empaquete las tiendas y se vaya a casa. No va a ser fácil tampoco instalarse en el espacio desalojado. En el ayuntamiento, que fue ocupado en diciembre por el Sector de Derechas y el partido Libertad, la sala de sesiones está hecha una ruina y no funciona el sistema de votación. El local exige una renovación total y Ucrania está sin blanca.
Pero los ucranianos individualmente considerados son unos maestros en hacer dinero. Me llama la atención la gran cantidad de huchas que jalonan el paisaje: huchas para erigir un monumento a las víctimas, huchas para los que velan por la memoria de las víctimas, huchas para mantener las exposiciones, para ayudar al artista, para difundir la anarquía, para “los héroes de Ucrania heridos”, para mantener el escenario del “Maidán”. Estas huchas transparentes son en realidad cajas de plástico herméticas, de las que se usan para guardar la ropa de invierno. Cualquiera puede comprarse una y pegar un letrero con la causa que más le guste y esperar a que pasen las almas caritativas. En el Maidán hay que distinguir entre los donativos, con independencia de donde vayan a parar, y las transacciones puramente comerciales. Un “souvenir” novedoso es el “pan de oro” de Yanukóvich, a saber el lingote de oro "amasado" encontrado en su villa en las afueras de Kiev. Por 20 grivnias (algo más de un euro) los astutos comerciantes venden un imán en forma de pan precioso para pegar en la nevera de la cocina.

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Esa hogaza diminuta y dorada es desde luego mucho más apropiada para una nevera que el imán en forma de taza de wáter, también dorada, en este caso la réplica a escala de las instalaciones de fontanería de la villa del ex presidente del Estado.


Las dos vidas de Izolyatsia

Por: | 21 de mayo de 2014


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Cuando conocí a Paco de Blas, el español que dirige “Izolyatsia”, una plataforma de iniciativas culturales privada fundada en 2010 en las dependencias de una antigua fábrica de aislamientos térmicos y acústicos de Donetsk, pensé que por fin podría contar una historia lúdica y optimista sobre ese entorno industrial deprimido y amenazado de Guerra Civil.

Pero mientras estaba escribiendo este texto mis planes se torcieron al toparme con la biografía de la otra “Izolyatsia”, la fábrica soviética inaugurada en los años cincuenta, que sigue viva, en calidad de empresa estratégica innovadora, en una página de web actualizada hasta 2007. Entre las dos existencias de Izolyatsia, la fábrica soviética supuestamente modélica, y la fábrica privatizada y supuestamente arruinada, hay una laguna.

De Blas supo que no podía rechazar la oferta de Liuba Mijáilova, la dueña de Izolyatsia, cuando contempló por primera vez el vasto espacio de la antigua fábrica de elementos aislantes, en el sudeste de Donetsk. Mijáilova, a quien De Blas conoció en una exposición en Río de Janeiro, le había propuesto dirigir la plataforma de iniciativas culturales. El filólogo español, que estaba trabajando en el Instituto Cervantes en Brasil, vino en misión de reconocimiento a Donetsk en la primavera de 2013 y volvió en otoño, para ponerse al frente del proyecto. Paco de Blas me lo cuenta en un café semivacío cerca de la sede de la Administración Provincial, ahora ocupada por activistas de la autoproclamada República Popular de Donetsk (RPD).


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Paco de Blas en festival literatura

A la derecha, Paco de Blas
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Tras 15 días de ausencia, De Blas ha encontrado la ciudad cambiada y más tensa. Mientras estaba de vacaciones, siete de sus 18 empleados han emigrado, dice. Grandes incógnitas aparecen en el futuro de esta fundación no lucrativa que se propone “conservar la herencia industrial de la región y al mismo tiempo crear algo nuevo, capaz de ser origen de inspiración para el desarrollo social y cultural”. Izolyatsia se presenta como un centro cultural interdisciplinario, abierto a todos los tipos de expresión creativa, que se desarrolla mediante proyectos artísticos en diálogo con el territorio, programas de educación y proyectos para la vida de la sociedad. Entre los últimos eventos figura un foro de escritores ucranianos coordinado por Liubko Deresh, que debatió sobre el tema “lengua y violencia”.

Los enfrentamientos entre fuerzas del gobierno y separatistas en Donetsk podrían repercutir sobre Izolyatsia, cuyo mantenimiento depende de una fábrica de productos derivados del carbón, situada en Górlovka, en la zona de enfrentamientos bélicos. La fábrica en cuestión se ha visto privada de los puertos de Crimea por los que exportaba su mercancía y, a los costes de otros puertos más caros, deberá añadir la inestabilidad en el suministro.

Mijáilova, una mujer de mundo que pasa largas temporadas en Nueva York, es la hija de Iván Mijáilov, que fue el director de Izolyatsia desde 1974 y el director de la sociedad de accionistas del mismo nombre desde 1995. En una entrevista, Mijáilova afirmaba ser economista, asesorar empresarios y haber vivido en Grecia, Austria, Canadá y Francia.

Isolyatsia es una isla de 7,5 hectáreas sobre la que se alza una cincuentena de edificios. Entre hierros oxidados, aparecen talleres, almacenes y naves ruinosas y hasta una vía férrea por el que se traía la materia prima, el carbón. Hasta hay una montaña de residuos recubiertos de hierba, que según De Blas, sigue respirando y en ocasiones emite un bufido de humo. Por los tonos de la luz que se filtra por los cristales polvorientos de color limón, por la textura de los muros, por su acústica y por su misterio, algunos de estos espacios son hermosísimos y “el sueño de un arquitecto”, según de De Blas, quien advierte que en Isolyatsia hay espacios contaminados y cerrados a cal y canto. Entre las obras dejadas por los artistas, hay algunas que juegan con el tema del “maidán”, las protestas que acabaron por hacer caer el gobierno de Ucrania. Hay un papel estampado con árboles de Navidad y escenas de represión, cuadros realizados con el humo de neumáticos ardiendo, y hasta un cubo vacío que contuvo “sonidos del maidán”.

Jodorkovsk en Izolyatsia

Jodorkovski en Izolyatsia el pasado abril

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Izolyatsia es un juguete fascinante, pero no menos fascinante son los restos de la vieja Izolyatsia en el Internet. La fábrica, muerta en la vida real, está viva en el mundo virtual, incluida la página dedicada a las “joyas de la industria” de Donetsk. En el espacio virtual nos cuentan que Iván Mijáilov era “un especialista muy cualificado, un hábil organizador” que reconstruyó tres veces la empresa y que daba gran importancia a la modernización de la misma. Iván Mijáilov, “trabajador emérito de la industria de Ucrania”, condecorado en múltiples ocasiones, autor de más de treinta inventos, capaz de “movilizar al colectivo para resolver las más difíciles tareas”, consiguió que Izolyatsia funcionara de modo estable durante muchos años. “El sueldo de los obreros aumenta y se paga sin retrasos” y el surtido de la empresa, desde la guata mineral a fibra de basalto extrafina, tiene todos los certificados ecológicos y sanitarios posibles. Gracias a un dirigente como Mijáilov, “los trabajadores de la fábrica miran con seguridad el luminoso futuro de la sociedad ”, afirma la página de web de la empresa.
Corría el verano de 2007, ¿Qué pasó después? ¿Cómo pudo desaparecer una de las principales compañías de Ucrania en su especialidad, si tenía un director tan capaz y renombrado?

Hay más preguntas: ¿Cuál es el precio del terreno en la zona donde está la plataforma cultural? ¿Cómo se verá revalorizado si Izolyazia consigue que los artesanos monten talleres en sus dependencias? ¿Qué representa la inversión cultural y filantrópica de los ricos de Donetsk (y de los ricos de Ucrania y de Rusia por extensión) en relación a lo que se les podría exigir en impuestos por los beneficios obtenidos gracias a la privatización de la propiedad popular? Intuyo que tendrían que pagar mucho más si los beneficios, en vez de ser administrados con criterios de mecenazgo paternalista, se transformaran en impuestos asépticos.

Izolyatsia es hoy creatividad y diversión. Apela a las vanguardias, a las clases medias, a los estudiantes, y fue aquí donde a fines de abril Mijaíl Jodorkovski, el ex jefe de la petrolera rusa Yukos, se reunió con la intelectualidad local. Sin embargo, De Blas reconoce que la plataforma cultural no ha llegado todavía a conectar con la vecindad, los antiguos obreros, residentes cerca de la fábrica, que está domiciliada en la calle Sendero Luminoso número 3.
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fotos: Cortesia Izolyatsia y Pilar Bonet


Ucrania:¿Quién tiene el pegamento?

Por: | 16 de mayo de 2014

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Foto: Pilar Bonet

“El Sendero Luminoso” es un colmado ubicado en uno de esos barrios de Donetsk que surgieron en torno a minas o plantas industriales. El barrio, en el sudeste de la ciudad, se llama Budionovski y el colmado fue en el pasado la cantina de los directivos de una nociva fábrica de materiales aislantes, cerrada por obsoleta.
Alexéi es el dueño de “Sendero Luminoso” y para ilustrar qué entiende por tal, en la fachada del colmado, cuelga un cartel donde Vladímir Lenin, el fundador de la URSS, vestido de Supermán con la hoz y el martillo en la capa, se dirige hacia una cesta llena de comestibles. Bajo el cartel, dos hombres beben cerveza y picotean unos arenques. En el interior de la tienda, se mantienen los mosaicos que decoraban la antigua cantina y un Yuri Gagarin en escafandra, en tonos grises, blancos y negros, asoma detrás de las tabletas de chocolate producidas por Piotr Poroshenko, el candidato favorito de las elecciones presidenciales ucranianas que se celebran el 25 de mayo.
La naturaleza exuberante disfraza y dulcifica la decadencia industrial, las naves abandonadas, los hierros oxidados, los residuos del carbón, que se vende aquí mismo en la calle, en cubos, al por menor. Alexéi está dispuesto a hacer frente a la crisis desde esta tierra de gentes curtidas y duras que soportan y callan durante años cual siervos y, de repente, se expresan de forma contundente y hasta brutal.
“Los precios suben y la capacidad adquisitiva disminuye. Compran menos, pero seguirán comprando eso, aunque se priven de esto otro”, dice Alexéi señalando primero hacia la estantería del vodka y después, hacia los comestibles. “Es difícil que las cosas puedan ir bien en Ucrania”, reflexiona. Hace una pausa y pregunta: “¿Quién tiene el pegamento para pegar este país hecho de retales?”. “Cortar es más fácil que pegar”, asegura rotundo.

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Foto: Pilar Bonet

Alexéi deja a su pulcra dependienta colocando la mercancía y sale a la calle. Abre su coche, un modesto utilitario soviético que le sirve desde hace veinticinco años, según dice, y saca con cuidado un libro de su infancia al que tiene en gran aprecio. Se titula algo así como “Relato sobre el impresor Iván y sus libros” y fue publicado en1983 en la editorial “Malish”. En las guardas está dibujado un “mapa del Estado Ruso a mitad del siglo XVI” en el que además de esta entidad se identifican los vecinos tales como el Kanato de Crimea, el Gran Ducado de Lituania. Dentro del “Estado ruso” está el río el río Severnii Donetsk. “Ve, aquí no está Ucrania y esta obra no tiene nada que ver con la política actual”, afirma, hojeando el libro, que se editó por primera vez en 1979 y cuyo responsable era un tal A.A.Sídorov, de la Academia de Ciencias de la URSS, a juzgar por los datos tipográficos.
“¿Cómo interpretar esto?”. “En Rusia no regalan caramelos, pero sin Rusia no somos nada. ¿Qué tenemos nosotros para ir a Europa? Mi padre sirvió en el Ejército Soviético en Alemania y yo viví tres años allí. Vi la cultura local, vi como cuidan las cosas”, dice Alexéi, recogiendo una colilla que alguien ha echado sobre la arena del parque infantil que ha improvisado junto al colmado. “La destrucción, la ruina no está en el entorno, sino en la cabeza. Si ordeno mi cabeza, dejaré de tener una ruina en el entorno”, dice Alexéi filosóficamente, en una cita que atribuye a un clásico de la literatura rusa.


“En todas partes hay ladrones y pillos”, explica Alexéi refiriéndose a un amigo que los emisarios de la autoproclamada República Popular de Donetsk están presionando para que les ayude. ¿Qué hará si los separatistas acuden a él para que contribuya? Alexéi no lo duda, llamará a un “amigo” que le protege y le dejará en paz. ¿Es posible vivir sin “protección” en Donetsk? Lo es, dice, pero los impuestos que el pequeño empresario tiene que pagar son tantos que acabaría ahogado, por eso todos se ven abocados a la ilegalidad.
“Hay Estados sin materias primas donde la gente trabaja y vive bien. ¿Por qué no podemos hacer nosotros lo mismo? ¿Qué nos impide trasplantar aquí las leyes europeas y hacer que funcionen? Dígame, ¿qué nos lo impide?”.
Le hablo de oligarcas y de sus imperios feudales, mantenidos por personas que se someten a estas estructuras paternalistas sin rechistar por miedo a vivir peor si protestan. Si salen a patrullar Mariúpol los obreros de Rinat Ajmétov no lo hacen en función de su propia iniciativa como ciudadanos, sino porque Ajmétov se lo ha mandado.
“Ahora se está creando una nueva realidad”, ataja Alexéi. “El referéndum habrá estado mal organizado, pero la gente fue a votar y lo hizo sin que nadie la obligara, como ciudadanos y en nombre propio”, afirma. “Cualquiera de los caminos que tenemos por delante será duro, pero hay que moverse y avanzar. Yo no voy a huir a ninguna parte”, dice, y vuelve a entrar en el colmado. De detrás del frigorífico de los refrescos, saca dos banderas, una la de Ucrania soviética, que perteneció a su abuelo, y otra la del Estado ucraniano actual.
“Volvemos a lo que le preguntaba al principio: ¿Quién tiene el pegamento para pegar este país?”, dice con ambas banderas en la mano. En la fachada de “El Sendero Luminoso” hay dos soportes para los mástiles.

Ucrania:¿Quién tiene el pegamento?

Por: | 16 de mayo de 2014

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Foto: Pilar Bonet

“El Sendero Luminoso” es un colmado ubicado en uno de esos barrios de Donetsk que surgieron en torno a minas o plantas industriales. El barrio, en el sudeste de la ciudad, se llama Budionovski y el colmado fue en el pasado la cantina de los directivos de una nociva fábrica de materiales aislantes, cerrada por obsoleta.
Alexéi es el dueño de “Sendero Luminoso” y para ilustrar qué entiende por tal, en la fachada del colmado, cuelga un cartel donde Vladímir Lenin, el fundador de la URSS, vestido de Supermán con la hoz y el martillo en la capa, se dirige hacia una cesta llena de comestibles. Bajo el cartel, dos hombres beben cerveza y picotean unos arenques. En el interior de la tienda, se mantienen los mosaicos que decoraban la antigua cantina y un Yuri Gagarin en escafandra, en tonos grises, blancos y negros, asoma detrás de las tabletas de chocolate producidas por Piotr Poroshenko, el candidato favorito de las elecciones presidenciales ucranianas que se celebran el 25 de mayo.
La naturaleza exuberante disfraza y dulcifica la decadencia industrial, las naves abandonadas, los hierros oxidados, los residuos del carbón, que se vende aquí mismo en la calle, en cubos, al por menor. Alexéi está dispuesto a hacer frente a la crisis desde esta tierra de gentes curtidas y duras que soportan y callan durante años cual siervos y, de repente, se expresan de forma contundente y hasta brutal.
“Los precios suben y la capacidad adquisitiva disminuye. Compran menos, pero seguirán comprando eso, aunque se priven de esto otro”, dice Alexéi señalando primero hacia la estantería del vodka y después, hacia los comestibles. “Es difícil que las cosas puedan ir bien en Ucrania”, reflexiona. Hace una pausa y pregunta: “¿Quién tiene el pegamento para pegar este país hecho de retales?”. “Cortar es más fácil que pegar”, asegura rotundo.

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Foto: Pilar Bonet

Alexéi deja a su pulcra dependienta colocando la mercancía y sale a la calle. Abre su coche, un modesto utilitario soviético que le sirve desde hace veinticinco años, según dice, y saca con cuidado un libro de su infancia al que tiene en gran aprecio. Se titula algo así como “Relato sobre el impresor Iván y sus libros” y fue publicado en1983 en la editorial “Malish”. En las guardas está dibujado un “mapa del Estado Ruso a mitad del siglo XVI” en el que además de esta entidad se identifican los vecinos tales como el Kanato de Crimea, el Gran Ducado de Lituania. Dentro del “Estado ruso” está el río el río Severnii Donetsk. “Ve, aquí no está Ucrania y esta obra no tiene nada que ver con la política actual”, afirma, hojeando el libro, que se editó por primera vez en 1979 y cuyo responsable era un tal A.A.Sídorov, de la Academia de Ciencias de la URSS, a juzgar por los datos tipográficos.
“¿Cómo interpretar esto?”. “En Rusia no regalan caramelos, pero sin Rusia no somos nada. ¿Qué tenemos nosotros para ir a Europa? Mi padre sirvió en el Ejército Soviético en Alemania y yo viví tres años allí. Vi la cultura local, vi como cuidan las cosas”, dice Alexéi, recogiendo una colilla que alguien ha echado sobre la arena del parque infantil que ha improvisado junto al colmado. “La destrucción, la ruina no está en el entorno, sino en la cabeza. Si ordeno mi cabeza, dejaré de tener una ruina en el entorno”, dice Alexéi filosóficamente, en una cita que atribuye a un clásico de la literatura rusa.


“En todas partes hay ladrones y pillos”, explica Alexéi refiriéndose a un amigo que los emisarios de la autoproclamada República Popular de Donetsk están presionando para que les ayude. ¿Qué hará si los separatistas acuden a él para que contribuya? Alexéi no lo duda, llamará a un “amigo” que le protege y le dejará en paz. ¿Es posible vivir sin “protección” en Donetsk? Lo es, dice, pero los impuestos que el pequeño empresario tiene que pagar son tantos que acabaría ahogado, por eso todos se ven abocados a la ilegalidad.
“Hay Estados sin materias primas donde la gente trabaja y vive bien. ¿Por qué no podemos hacer nosotros lo mismo? ¿Qué nos impide trasplantar aquí las leyes europeas y hacer que funcionen? Dígame, ¿qué nos lo impide?”.
Le hablo de oligarcas y de sus imperios feudales, mantenidos por personas que se someten a estas estructuras paternalistas sin rechistar por miedo a vivir peor si protestan. Si salen a patrullar Mariúpol los obreros de Rinat Ajmétov no lo hacen en función de su propia iniciativa como ciudadanos, sino porque Ajmétov se lo ha mandado.
“Ahora se está creando una nueva realidad”, ataja Alexéi. “El referéndum habrá estado mal organizado, pero la gente fue a votar y lo hizo sin que nadie la obligara, como ciudadanos y en nombre propio”, afirma. “Cualquiera de los caminos que tenemos por delante será duro, pero hay que moverse y avanzar. Yo no voy a huir a ninguna parte”, dice, y vuelve a entrar en el colmado. De detrás del frigorífico de los refrescos, saca dos banderas, una la de Ucrania soviética, que perteneció a su abuelo, y otra la del Estado ucraniano actual.
“Volvemos a lo que le preguntaba al principio: ¿Quién tiene el pegamento para pegar este país?”, dice con ambas banderas en la mano. En la fachada de “El Sendero Luminoso” hay dos soportes para los mástiles.

La escalera

Por: | 16 de abril de 2014


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Foto Pilar Bonet

“Cuanto más arriba subo, más malo me pongo y cuando llego al piso once (del Edificio de la Administración Provincial de Donetsk) se me hace insoportable ver a esos jefecillos sentados en sus sillones, repartiéndose puestos de un gobierno que no han conquistado y esperando a que haya un buen número de muertos para que los rusos intervengan y les saquen las castañas del fuego. Mientras ellos discuten, otros van voluntarios a Slavinsk a jugarse la vida”.
Quien así habla en una conversación informal es un veterano de las tropas de intervención especial (las ex BERKUT). Mi interlocutor se refiriere a algunos personajes concretos del organismo colectivo de gobierno de la llamada “República Popular de Donetsk” (RPD), que ha planteado un referéndum ilegal de autodeterminación, parándose por el momento en una sola pregunta sobre la propia soberanía de esta región de Ucrania.
Al expresar sus sentimientos, el veterano militar alude de paso a un espacio que se ha hecho cotidiano para quienes cubrimos unos acontecimientos que, de cerca, resultan domésticos y exóticos a la vez. Se trata de esa escalera que, debido al bloqueo de los ascensores en el edifico ocupado, es la única forma de llegar al piso once, donde por lo general dos veces al día los líderes de la RPD celebran reuniones y conferencias de prensa.
El trayecto vertical, que para los no entrenados y fumadores va acompañado de resoplidos y paradas en los rellanos, no deja de tener interés, porque cada piso ha cobrado ya una atmósfera particular. En las primeras plantas, muy concurridas, se reparte comida y bebida de una forma que recuerda a los manifestantes del Euromaidán en la sede de los sindicatos de Kiev: Las mismas abundantes conservas caseras y el mismo olor a ajo como muestra de una cultura que,tanto en el Este como en el Oeste, da gran importancia a la comida doméstica.

Más arriba, comienzan los misterios, que se custodian detrás de los cerrojos, los enmascarados de guardia y los muebles atrancando las puerta, a modo de barricadas. En la escalera, las señales entre tramo y tramo, más bien son de circulación. En el piso sexto se apuntan voluntarios para las “milicias populares” y, en el acceso a la planta cuelga una lista de quince ciudades en las que se busca representantes para “difundir información y coordinar a los habitantes”.
En el piso séptimo colgaba hasta hace poco una octavilla dando consejos sobre cómo organizar un mitin para atraer al máximo a los periodistas. La declaración del mitin debía ser leída por “una chica o una mujer de 25-30 años”, que debía “ensayar”. “Lo más importante es que esa mujer, cuando lea la carta, infunda confianza” y por supuesto “hasta el mitin nadie debe saber sobre esta carta-declaración excepto los organizadores y la mujer que leerá”.

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Foto Pilar Bonet

En todo el edificio vive gente, que se ha hecho con un espacio propio. Hay representantes de los pueblos mineros, de las organizaciones prorrusas, y cada uno se instala donde puede. Y algunos hasta encontraron forma de darse una ducha en lo que fue la peluquería de la Administración.
En cada rellano, hay chicos en traje de camuflaje. En los últimos días la RPD parece haber hecho progresos en la recogida de basura y de colillas. Por lo menos, en la escalera hay bolsas de plástico que acumulan los desperdicios. El rellano del piso octavo es la “plaza de Lenin”. En el piso noveno, un retrato del presidente de Ucrania Víctor Yanukóvich con el nombre transformado en un conjunto de términos soeces.
A lo largo de toda la escalera se repite el aviso de reclutamiento de “milicias populares” y también las barricadas y barras de hierro que impiden entrar sin pase en las diferentes plantas. Los pases,según un aviso son de tres clases y solo la tercera da acceso general y posibilidad de guiar hasta 10 personas por los controles y “puestos de filtración”.
Como en el Euromaidán, abundan las máscaras y los palos, solo que aquí no suelen ser bates de béisbol de madera, sino barras metálicas forradas de piel. Por la escalera, esta corresponsal ha visto subir cajones de madera marcados con cifras y hasta un saco de patatas. También ha visto cómo se bajaban bolsas y cajas de expedientes y ordenadores, que en una ocasión pertenecían a la redacción de una revista municipal instalada en el edificio y en otra, a la administración provincial. “Nos llevamos los documentos para poder trabajar”, manifestó una de las funcionarias de esta institución, que por lo demás se quedó sin página de web al tener que desalojar el edificio ocupado y ha dispersado a sus funcionarios por varios locales de la ciudad, en parte secretos, no vaya a ser que a la RPD se le ocurra tomarlos.
En la última planta del edificio ocupado, el piso once, hay una caricatura de Obama. Al presidente de EEUU lo representan como un orangután con una cría en los brazos caracterizada como el primer ministro de Ucrania, Arseni Yatseniuk.
En un rellano, una foto y una advertencia: “no dar dinero a esta mujer. Es una estafadora”, y salpicando las paredes fotos de supuestos “provocadores”. No podía faltar una famosa foto de la Guerra Civil Española y un lema clásico: “No pasarán”.
Por las salida angosta del edificio, entre barricadas, se turnan los que salen y los que entran. En la calle por los altavoces suenan marchas patrióticas rusas y canciones de la época soviética, como “Raditelski dom” (La casa de los padres), una composición de principios de los ochenta del siglo pasado: Sobre las cubiertas de neumáticos amontonadas flota la voz de Lev Léschenko: “La casa de los padres”, “•El principio del principio”, “Un puerto seguro en mi vida”….

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Foto Pilar Bonet

El Museo Central de la Táurida de Simferópol guarda la memoria histórica de Crimea. Sus tesoros son inmensos. Griegos, romanos, sármatas, escitas, alanos, godos, venecianos, genoveses, tribus túrquicas son algunos de los pueblos que llegaron a esta península. Sus huellas, superpuestas, mezcladas, disueltas están aquí y lo que persiste dibuja el contorno de lo que se evaporó.

Las joyas de Crimea, godos


El tesoro de los godos en el Museo Central de la Taúrida

Especialmente fascinante es el legado de los godos, que, en parte, se encuentra custodiado en la “cámara del tesoro”, una habitación aislada, protegida por alarmas, rejas y un guarda que sabe saludar en alemán. Los godos llegaron a Crimea en la segunda mitad del siglo III de nuestra era, desde el norte, dice el guía mientras visito esta sección selecta permanente del museo, que existe gracias a Vasili Dzharti, que fue primer ministro de Crimea desde marzo de 2010 hasta su muerte en 2011. Dzhartí fue uno de los representantes del “grupo de Donetsk” que “desembarcó” en Crimea cuando ´Víctor Yanukóvich, oriundo de aquella región, llegó al poder en Ucrania. En el Museo Central de la Taurida de Simferópol, están agradecidos a Dzhartí porque nadie antes que él hizo posible reunir los tesoros de los godos en una sección especial.

De los godos, unos se quedaron en la península y los otros se fueron a conquistar el Imperio Romano. En Crimea se sumergieron en un entorno donde había elementos de cultura alana, sármata y de la Roma tardía. De nómadas pasaron a sedentarios. En el siglo VI, el emperador Justiniano les pagaba para que custodiaran los confines de Bizancio. Con las monedas de oro que recibían fabricaban objetos suntuarios y hebillas, entre ellas esas hebillas en forma de cabeza de águila que son el símbolo de Crimea, y que abundan en este museo fabricadas en distintos metales. Los godos se asimilaron o desaparecieron, dice el guía. La última mención sobre ellos, confirma el director del museo Andréi Malguín, figura en las cartas en latín escritas por Ogier Ghislen de Busbecq, embajador del imperio de los Habsburgo en la corte de Suleimán el Magnífico en Constantinopla, entre 1555 y 1562. En Constantinopla, en su condición de diplomático y rehén a la vez, Ghislen de Busbecq se entrevistó con dos oriundos de Crimea, que por entonces estaba en la órbita del imperio Otomano,y les interrogó sobre la lengua de los godos, de ellos todavía conocían. Después el diplomático hizo una lista de términos, palabras germánicas que son fáciles de identificar.

En la Segunda Guerra Mundial, durante la ocupación nazi de Crimea, los alemanes querían llamarla Gotteland. Hitler estuvo de acuerdo en que Sinferópol se llamara Gottenburg y Sebastopol, Teodorishafen, según dice Malguin. El director del museo está preparando una exposición de fotografías sobre los 30 días que, entre febrero y marzo, han sacudido a Crimea y al mundo.

Malguín confía en que sea posible inaugurar en mayo una exposición sobre los judios de Crimea, que ha sido organizada con una beca de la fundación Rotschild. Tal vez estos proyectos le ayuden a superar algunas realidades dolorosas.

Algunos de los grandes tesoros culturales de la península pueden no regresar a ella debido a la anexión rusa. Son los objetos de la exposición “Los Tesoros de Crimea. El Oro y los Secretos del Mar Negro”, que,desde el 8 de febrero se exhibe el museo arqueológico Allard Pierson de Amsterdam.
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Cartel de la exposición en Amsterdam

La exposición fue organizada por el fondo museístico de Ucrania y consta de cerca de mil objetos, de los cuales unos 300 pertenecen al museo de la Taurida, entre ellos la hebilla goda en forma de águila que es el símbolo del museo, una coraza de bronce de los escitas y cerámicas. Otros objetos pertenecen al museo de Bachjisarái (centro de la cultura tártara y también de excavaciones bizantinas), como una caja de laca china del siglo segundo, y al museo de Kerch.

El destino de las piezas que salieron de Ucrania se plantea ya como problema entre Ucrania y Rusia, mucho antes de que la exposición, que estuvo antes en Alemania, se clausure a fines de agosto. “En el museo Allard Pierson nos han dicho quieren resolverlo con la máxima corrección”, dice Malguin. Mientras tanto,los amantes del arte de Europa tienen en Amsterdam una ocasión fantástica de familiarizarse con los pueblos y culturas de Crimea.

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Estrellas desaparecidas en el cielo de Crimea

Por: | 23 de marzo de 2014

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Foto Pilar Bonet

Recorrido al azar en Simferópol en la mañana del viernes, 21 de marzo, la última de mi estancia en Crimea en esta fase de transición incipiente cuando las metamorfosis son tan vertiginosas que una apenas puede asimilarlas.
En la iglesia armenia, entre lápidas que se remontan al siglo XIX, un hallazgo inesperado: la tumba de un español, porque solo puede ser un español: “El comandante Martín Camboa García, 1899-1972”. En el ángulo izquierdo de la estela funeraria, la foto de un rostro algo avinagrado. En la base, una dedicatoria de “tu mujer, tus hijos y tus nietos”. Por su edad, debió de ser de un exiliado republicano. Lo indagaré en el centro español de Moscú, si es que los pocos “niños de la guerra” que quedan en la capital Rusia no han cerrado ya su local histórico por no poder pagar el alquiler.

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Foto: Pilar Bonet

Atrás queda la estatua de “Lenin sentado” que preside la plaza de la estación ferroviaria. En Simferópol, me dicen, hay tres estatuas del fundador del Estado soviético, uno de pie, frente al Consejo de Ministros, y dos sentados. El otro Vladímir Ilich sentado está en un cuartel de la policía y por lo tanto no es visible desde la calle.
Al llegar al aeropuerto los carteles de las líneas aéreas internacionales, que hace tan solo unos días operaban aquí, saludan al viajero con sus ofertas de primavera: “Tanzania”, “El punto más alto de África”, “Todo el mundo ante ti” con las Líneas Aéreas Turcas. “ Simferópol-Kiev-Nueva York, por 7636 grivnias. Nuevos vuelos a partir del 25 de abril” con MUA (Líneas Internacionales de Ucrania).

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Fotos:Pilar Bonet
Estos anuncios son como el resplandor de las estrellas desaparecidas. Con excepción de las líneas aéreas rusas, no hay ninguna otra compañía internacional que pueda volar a Simferópol. Tras el referéndum de Crimea y la anexión de la península por parte de Moscú, las normas del tráfico aéreo internacional no lo permiten.
Como otras instituciones ucranianas de Crimea, el aeropuerto está en “periodo de transición”. Por doquier, banderas rusas y crimeas (estas últimas con los mismos colores, azul, blanco y rojo, que las rusas, pero con la franja blanca central más amplia). Los vuelos de Aeroflot a Moscú se gestionan aún desde la “terminal internacional” donde las chicas del servicio de aduanas todavía lucen los galones e insignias de Ucrania.
Fotografío los carteles de esta publicidad efímera que todavía parece real. Por experiencia de otros lugares colapsados en un plegamiento histórico (Chernóbil, incluido) sé que los objetos que fueron parte de la cotidianeidad de un tiempo y un espacio detenidos-- los periódicos, el menú y la lista de precios de una cantina, los dictados y las sumas en los cuadernos escolares, los turnos de natación de la piscina, las zapatillas y los juguetes), si perduran en el lugar de la hecatombe, se convierten en valiosos documentos históricos porque permiten revivir entornos que fueron reales, muchos años después de que hayan desaparecido.
No sé si los anuncios de viajes a Nueva York y a Tanzania se mantendrán cuando los rusos tomen posesión de lleno del aeropuerto de Simferópol. Probablemente no, porque los “conquistadores” querrán borrar las huellas de lo ajeno, de lo que perciben como antagónico y hostil y, también, las huellas de sus propios errores y de la cultura etílica que arraiga como pauta de comportamiento (“esta noche te lo doy todo y mañana cuando me despierte te lo quito…”) y hacer como si Ucrania nunca hubiera estado aquí. No creo que dejen que estos carteles se vuelvan amarillos. Por eso, es tan importante captar estas tentaciones de cielos abiertos ahora, en este instante fugaz cuando están, pero ya no son.

Señores que se proclaman dirigentes de Ucrania. Ustedes no tienen ni un gramo de vergüenza. Lo dicen los oficiales y soldados, los marineros, las tropas de guardacostas, las del interior y otros muchos uniformados que están en la península de Crimea esperando a que ustedes abran la boca, asuman responsabilidades y les digan lo que tienen que hacer. Si como parece, no quieren que se enfrenten a los rusos, ¿qué quieren? ¿qué se rindan? ¿Qué se vayan a sus casas? ¿Qué ofrecen, señores dirigentes, a quienes han estado dispuestos a defenderlos, si ustedes lo hubieran pedido? ¿Qué ofrecen a quienes sufren las consecuencias de su miopía e incompetencia tras haber creído en un país tan rico en oportunidades,ahora perdidas?

En diversas guarniciones y unidades militares ucranianas de Crimea jóvenes desmoralizados han esperado durante días a que ustedes, que se dicen dirigentes de Ucrania y que se preparan para seguir siéndolo, les den instrucciones. Pero todo lo que obtienen son frases convencionales y evasivas. “Tengan paciencia”, “Crimea es y será ucraniana” “Pronto resolveremos su caso”. Son palabras que suenan grotescas a los oídos de esos muchachos que se siente abandonados y que se resisten un día tras otro a pasarse de bando, no ya por patriotismo, no ya porque crean en quienes se dicen líderes de Ucrania, sino por decencia personal, por autoestima, porque han prestado juramento y, para verse liberados de él, necesitan que quienes dicen representar al Estado les exima de las responsabilidades asumidas.
Desde hace varias semanas, los uniformados ucranianos no se enfrentan a las armas de sus colegas rusos, sino a las tentaciones que los rusos ponen ante ellos, si se avienen a jurar lealtad a Rusia: mejores sueldos, posibilidad de quedarse en la península, prestaciones sociales, integración en cuerpos militares que cada vez se sienten más seguros.
Kiev calla, y la Rada Estatal (el parlamento) ha cerrado sus puertas hasta el día 25 sin resolver el problema de sus militares. Son miles. Están en los buques de guerra, en la base de Yepatoria, en Sebastopol, en la base de Perevalna. Algunos no resisten más la presión psicológica y el sentimiento de abandono. El buque insignia Donbás y otros dos buques más acaban de izar la bandera rusa. La principal academia militar de la marina de Ucrania, la antigua academia Najímov, en Sebastopol, se ha transformado ya en una academia de marina rusa abierta a los ucranianos que quieran seguir sus estudios allí.
En Kiev cuentan que los activistas del Sector de Derechas, uno de los grupos radicales que combatieron en el Maidán, no están a gusto en la Guardia Nacional, porque no ven con buenos ojos que les manden los policías profesionales con los que tal vez se enfrentaron durante las refriegas de la capital. Los dirigentes de Kiev tienen tantas dificultades para meter en cintura a los extremistas del Maidán como para dirigir a sus uniformados de Crimea, pero los primeros les ningunean y los segundos aguardan órdenes, las que sean, pero órdenes y las órdenes no son la libertad de usar las pistolas a discreción.
¿Qué puede esperarse de unos jóvenes que han sido abandonados por quienes se dicen los líderes de este país? ¿Qué clase de ciudadanos serán en el futuro? En Sebastópol, un amigo, que fue oficial de la marina ucraniana, está hundido: “Esa es la peor tragedia para Ucrania”, afirma. Mi amigo comparte el dolor de otros ucranianos de Crimea, que juzgan por los hechos y no por las consignas. “Durante años Ucrania no ha trabajado por conservar Crimea. Ucrania es como un hombre que se casara con una mujer bonita y no hiciera nada por retenerla. Así que lo lógico es que ella se vaya”, dice.

Crimea: sin fiesta, no hay champaña

Por: | 14 de marzo de 2014

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Foto Pilar Bonet

“El champaña no es el pan ni la sal. El champaña no es un producto de primera necesidad, sino de alegría y de fiesta y este año, ni siquiera para el 8 de marzo hubo fiesta, porque la gente tiene miedo”. Lo dice Svetlana Nikonenko, la vicedirectora de la fábrica de vinos achampanados “Novii Svet” de Crimea. Nikonenko se refiere al día Internacional de la Mujer, que es una jornada feriada tanto en Ucrania como en Rusia.

Estamos en el despacho de Vladímir Seror, alcalde de la localidad de Sudak (al sudeste de Crimea) cuando éste, acompañado de Nikonenko, se dispone a participar en una videoconferencia por Skype con el gobernador de la provincia de Moscú, Andréi Boroviov. Desde sus respectivos ayuntamientos participan en la convocatoria otros tres alcaldes de localidades turísticas de Crimea. El objetivo es establecer cuáles son las ayudas más urgentes que la región circundante de la capital rusa puede prestar a estos municipios que pasan a estar bajo su tutela. El distrito de Sudak ( formado por la ciudad del mismo nombre y otros territorios vecinos, entre ellos Novii Svet) quiere un dispensario para trastornos infecciosos y un centro de preparación de comidas para atender a las residencias y balnearios municipales. El Gobernador de Moscú promete mandar a veraneantes a Sudak en el marco de sus programas sociales y el alcalde, controlar que los visitantes tendrán buena comida, alojamiento de calidad, buenas playas, buenos precios y, sobre todo, “seguridad”.
Seror , que fue elegido como jefe del consistorio hace tres años, es un dirigente popular en su distrito, que cuenta con casi 31.000 habitantes, en su mayoría rusos, según dice. A él acudieron en 2013 un total de 57.000 turistas (en 2012 fueron 62.500). Entre otras cosas, Seror ha hecho asfaltar los caminos y ha mandado construir un paseo marítimo con pavimento de granito (producido en la región ucraniana de Dniepropetrovsk) y barandillas y papeleras de hierro forjado (producidos en Donetsk). Jalonan el paseo las residencias de verano de las entidades estatales ucranianas, entre ellas las del ministerio de Defensa de Ucrania. Tal como están las cosas, no parece que los uniformados al servicio de Kiev tengan muchas posibilidades de disfrutar el paseo, que fue inaugurado el año pasado y que tiene una imponente vista sobre la fortaleza genovesa, la seña de identidad por excelencia de Sudak. Parte del mundo bizantino, Sudak acogió a los venecianos en el siglo XIII, a los genoveses en el siglo XIV y fue engullida por el imperio otomano a fines del siglo XV.

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Foto Pilar Bonet

Deambulamos por el paseo marítimo acompañados de su constructor Serguéi Obchínnikov, que está especializado en la instalación de parques acuáticos y piscinas. El 20 de marzo, Obchínnikov, que tiene su base principal en Simferópol, acudirá a Moscú porque a él le fueron adjudicados en concurso los proyectos para construir el centro de infecciosos y el bloque culinario que ahora serán financiados con la ayuda rusa. En total, la región de Moscú da 40 millones de rublos a Sudak, es decir cerca de 1 millón de dólares. Con ese dinero, que sería insignificante en la localidad de Sochi, malcriada por el derroche de la Olimpiada, todavía se puede hacer mucho en Crimea. Otra cosa es lo que puedan pensar los habitantes de muchos de los destartalados pueblos de la región de Moscú. El alcalde de Sudak espera al turismo ruso y cree que este tiene ventajas respecto al ucraniano y al polaco. Los rusos gastan sin reparos, “no se traen ni las patatas ni la carne ni los macarrones de casa”, y “tampoco tratan de sacar el máximo partido de su dinero”.

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Foto Pilar Bonet

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foto Pilar Bonet

Junto al turismo, el otro quebradero de cabeza del alcalde es la fábrica Novii Zvet, que está situada el el pueblo del mismo nombre, en una bucólica bahía a 6 kilómetros de Sudak. En su origen, esta fábrica de vinos achampañados que hoy es de propiedad estatal fue fundada por el príncipe ruso Lev Golitsin en 1878. Y los vinos de Golitsin fueron servidos en la coronación del Zar Nikolai II. Visitamos la fábrica, donde trabajan 250 personas, y las galerías donde el champaña se produce por el método de envejecimiento clásico, lo que supone, según nos dicen, un ciclo de tres años. “Una botella que aquí cuesta 10 dólares cuesta 20 dólares en Rusia, dice Nikonenko.
En 2012, Novii Zvet produjo 1,8 millones de botellas, de las cuales un tercio se vendieron en Rusia y el resto mayoritariamente en Ucrania, con pequeñas partidas en Lituania, Israel y Polonia. En 2013, se produjeron 1,5 millones de botellas y hubo una caída del consumo del 20%. Nikonenko lo atribuye a una saturación del mercado con champaña producido por métodos acelerados y la falta de cultura vinícola que permita apreciar un buen caldo de maduración natural.

El champaña no es solo un producto de fiesta, sino un producto global, por más que las uvas que están su origen sean de Crimea. La botella en el que se envasan las variedades de Novii Zvet vienen de la región de Zhitómir, y están producidas allí por una empresa suizo-ucraniana, el papel de la etiqueta es de Finlandia, el corcho de Portugal, los filtros vienen de la República Checa, y la maquinaria de Alemania o de Francia. La botella de champaña en sí misma es un ejemplo de la globalización. ¿Y Ahora? ¿Si Crimea pasa a depender de Rusia? ¿Qué pasará con esas botellas, con las etiquetas, con los corchos y con los clientes de Ucrania, que consumen el 60% del total (Rusia consume el 40% restante)? ¿Y qué será del concurso internacional de vinos achampañados que la directora de Novii Zvet, Yanina Pavlenko ( consideradea la viuda Clicot de Crimea) había ya popularizado y al que acudían vinicultores de los países europeos con tradición, como Francia, Italia, España, Alemania y Georgia?

Ojo con el Maidán de Kiev

Por: | 09 de marzo de 2014

Ojo con el “Maidán” (las protestas que transformaron en una revolución) de Kiev. Los manifestantes no se han ido a ninguna parte. Siguen ahí en la plaza de la Independencia, dispuestos a seguir marcando a los políticos, como los ha marcado hasta ahora, y a exigirles más. Hoy, domingo, se ha convocado una gran manifestación en la capital de Ucrania para conmemorar el 200 aniversario del naciomiento del gran poeta ucraniano Tarás Shevchenko.

Esa manifestación, me dicen analistas ucranianos desde Kiev, puede convertirse en un acto de “patriotismo” en el que el Maidán exprese su voluntad en relación con Crimea y con Rusia. Ojo, porque el Maidán hasta ahora siempre ha empujado a los políticos a ir más lejos y los políticos que hoy se reparten cargos en Kiev siempre le han tenido miedo al Maidán, e incluso es posible que le teman más que a Rusia.

Ni Alexandr Turchínov, que actúa de presidente en funciones, ni Arseni Yatseniuk, que lo hace como jefe de Gobierno, son personajes con “legitimidad permanente” para el Maidán. Su “legitimidad” popular, depende de lo que hagan, de cómo reaccionen, y, desde la perspectiva de los manifestantes y de los grupos más radicales como "El Sector de Derechas", debe ser revalidada día a día, hora a hora. El Maidán—como ya se vio—tiene poca paciencia.

Occidente, encarnado en los ministros de Asuntos Exteriores de Polonia, Francia y Alemania, avaló un acuerdo con el presidente Víctor Yanukóvich (elegido democráticamente en 2010) el 21 de febrero y ese acuerdo se convirtió en papel mojado a las pocas horas porque así lo decidió el Maidán primero y la Rada, después. Poco importa que Occidente haya decidido que el presidente en funciones y el jefe del gobierno en funciones son sus interlocutores válidos.

“El Maidán va a pedirles cuentas ya, porque no está contentos, sobre todo por la invasión rusa en Crimea, porque los dirigentes hacen como si no pasara nada en Ucrania, como si todo fuera normal y dan voces para que otros les ayuden”, afirma en Kiev un analista con el que hablo por teléfono desde Simferópol. “Si antes había una fisura entre el Maidán y los líderes de la oposición parlamentaria, ahora hay un abismo entre el Gobierno y la calle”, señala."¿Cómo es posible que la Rada no esté reunida permanentemente en estas circunstancias?”, se preguntaba mi interlocutor.

En Kiev, Dmitri Yárosh, el dirigente de la organización de extrema derecha “El Sector de Derecha”, ha anunciado que se presentará a las elecciones a la presidencia de Ucrania. Yárosh se dirigió antes a los soldados ucranianos en Crimea y les dijo que la “revolución nacional continua”, según figura en un texto publicado en su página de facebook. “El levantamiento del pueblo ucraniano contra la ilegalidad, la corrupción y el régimen criminal oligárquico continua” y “en esta época difícil hemos tenido que resistir el golpe de nuestro enemigo, la Moscú de los imperialistas que no pueden concebir su vida sin dominar a Ucrania”. “Ustedes son los guardianes no solo de la soberanía y la integridad territorial de nuestra tierra, sino también del honor de la nación ucraniana”, señalaba.

El sábado Yarosh dijo en Kiev que enviará a sus activistas a Crimea si así lo decide el Consejo de Seguridad Nacional y Defensa y que actuará conjuntamente cn los órganos nacionales, según la agencia RBK. “En este momento todos los miembros de nuestra organización se encuentran en sus puestos”, afirmó. “Cumpliremos las decisiones del Consejo de Seguridad Nacional y Defensa si se decide enviar tropas”, afirmó el líder radical, según la agencia. Yarosh criticó al gobierno por la “falta de profesionalidad”. “Necesitamos un gobierno de unidad nacional no un gobierno de un partido”, sentenció en relación a un ejecutivo donde “Patria”, el partido de Timoshenko, es la fuerza dominante.
Por su parte, el primer presidente de Ucrania, Leonid Kravchuk, ha advertido que el referéndum en Crimea empeorará la situación y que Crimea puede convertirse en un foco de tensión como el Transdniéster, en Moldavia, si Ucrania no reconoce los resultados del referéndum. En la región de Odessa en la frontera con Transdniéster, los guardafronteras ucranianos han comenzado una operación para evitar que puedan entrar “provocadores” en el territorio de Ucrania. En esa frontera precisamente está desplegada la EUBAM, una misión de la Unión Europea, que ayuda a los guardafronteras ucranianos.

El Transdniester, que oficialmente es parte de Moldavia, es un territorio, que perteneció a la república soviética de Ucrania en calidad de autonomía (1924-1941), pero que Stalin cercenó y unió con la antigua Besarabia rumana para formar lo que hoy es Moldavia. El conflicto entre la población mayoritariamente eslava de la ribera izquierda del Dniéster y la población moldava, de la ribera derecha, se hubiera podido resolver con una fórmula confederal en 2003, pero EEUU y la EU presionaron a Moldavia para que no la aceptara. La provincia ucraniana de Odessa es clave para dar una salida al mar al Transdniéster, donde está emplazado un contingente militar ruso con dificultades para desplazarse y abastecerse debido al carácter cerrado del territorio encajonado entre el rio Dniester y Ucrania.

El País

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