Sobre el autor

Antoni Gutiérrez-Rubí

es asesor de comunicación y consultor político. Recientemente acaba de publicar 'La política vigilada. La comunicación política en la era de Wikileaks'.
www.gutierrez-rubi.es.

Sobre el blog

Una mirada a la actualidad de la campaña electoral en clave de comunicación política y análisis estratégico.

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¿Votamos por el programa?

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 31 oct 2011

Lupa
Mariano Rajoy ha presentado, finalmente, un avance de su programa. Las propuestas del PP llegan después de varias semanas en las que su principal oponente desgranaba iniciativas públicas y evidenciaba con ello la supuesta falta de detalle y concreción electoral. Rubalcaba ha intentado aprovechar estas semanas para presentar a un Rajoy calculador y poco fiable por impreciso, vacilante y ocultador. Pero ahora llega el momento de comparar.

Lamentablemente, los programas electorales deberían ser un contrato democrático entre los representantes y sus electores y ocupar un papel realmente central en la campaña electoral, pero no siempre es así. Lejos queda la máxima de Julio Anguita, ex líder de Izquierda Unida, con el lema reiterativo “Programa, programa, programa”, con el que respondía automáticamente -como un mantra- cuando se le preguntaba por su política de alianzas o sus propuestas parlamentarias. Ya nadie exhibe sus programas como el argumento definitivo. Los intangibles de seguridad, confianza y capacidad ocupan, cada vez más, el elemento central en el momento de confiar y otorgar el voto a uno u otro candidato. Paradójicamente, no se vota por lo que se promete, sino por aquello en lo que se confía. Y también para cambiar gobiernos, más que para ponerlos.

Los programas electorales deberían ser la hoja de ruta de los gobiernos, pero sus propuestas no obligan suficientemente. Y su incumplimiento no tiene la penalización electoral que debería. Las fuerzas políticas arguyen que sus programas no siempre se pueden ejecutar por falta de apoyos parlamentarios o por la falta de recursos. Y los ciudadanos sienten, cada vez más, que sus promesas no son compromisos, aunque escritos queden.

Por ello es muy relevante que cada vez más, tengamos la oportunidad de evaluar el cumplimiento de esas promesas electorales y exigir una transparencia innegociable en la gestión de los compromisos. Transparencia Internacional España, por ejemplo, ha elaborado un “Decálogo de transparencia e integridad”, en el cual se recoge un conjunto de principios y medidas que se consideran necesarias para que llegue a evidenciarse el nivel de transparencia e integridad en las instituciones públicas y en sus cargos de gobierno que demanda la sociedad española.

Mientras llega la inexcusable rendición de cuentas, los ciudadanos disponemos cada vez más de capacidad para contrastar y evaluar los compromisos políticos. Un buen ejemplo es el Obamameter, que muestra en un gráfico el índice de promesas cumplidas por la administración de Barack Obama; o el GOP Pledge-O-Meter, que mide lo mismo en relación a los representantes republicanos del Congreso estadounidense. También existen webs evaluadoras de promesas en Florida o Wisconsin, para controlar si sus congresistas, cuando están en Washington, cumplen lo que prometen durante la campaña.

En todo el mundo, estas iniciativas son una respuesta cívico-democrática de “política vigilada” frente a la inacción o la falta de reacción de la política formal a las demandas de transparencia y rendición de cuentas. Ésta todavía piensa en el examen de final de curso (elecciones) y lo nuevo es el paso a una evaluación continua (democracia vigilante). Quizás así, los programas electorales –y su cumplimiento y evaluación- recuperen el espacio central en la decisión de voto.


Los domingos y la política

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 30 oct 2011

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Los domingos son el día clave en la vida política. En este post analizo las 7 claves que explican su importancia y su relevancia en las campañas electorales.

1. Día electoral. Aunque la Ley Electoral no obliga al Presidente del Gobierno (quien tiene la potestad constitucional de convocar las elecciones cuando lo estime conveniente) a convocarlas en domingo, el hecho es que habitualmente todas las elecciones generales desde la Constitución se han celebrado en este día. Es el día natural de las elecciones. El día de la victoria o la derrota. Y quedan sólo tres domingos para el 20N.

2. Día demoscópico. La legislación y la Junta Electoral Central permiten los sondeos y las encuestas hasta cinco días antes del día del proceso electoral. Muchos sectores políticos y sociales, y en particular la Asociación Nacional de Empresas de Estudios de Mercado (ANEIMO), han pedido, reiteradamente, eliminar esta prohibición recogida en la LOREG. Con la ley y el calendario en la mano, en la práctica, los domingos anteriores es cuando se conocen las últimas encuestas, que se convierten en un dato fiable, aunque no concluyente del tono, ritmo e intención de voto.

3. Día mediático. Los domingos, y los fines de semana, son el momento de máximo consumo de prensa, radio y televisión. Todos los medios compiten en su programación y en su oferta de servicios para capturar a la audiencia. Cualquier declaración, acto, hecho político que ocurra el fin de semana tiene repercusión garantizada. Es el día clave para fijar los mensajes estratégicos. Y la agenda del fin de semana se cuida especialmente para conseguir un buen “corte” y una buena imagen. Muchos de los actos que se llevan a cabo se programan con el objetivo de conseguir esos momentos de alta densidad y rentabilidad mediática.

4. Día ritual. Los lunes, ejecutivas. Los miércoles, sesión de control del Gobierno en el Parlamento. Los viernes, Consejo de Ministros. Y los domingos, los grandes mítines, los congresos de partido o las convenciones programáticas (como las que hemos visto recientemente del PP y del PSOE). Así, como un ritual, casi cada día de la semana tiene una lógica y una agenda vinculada a la vida política que determina y marca la agenda mediática y la relación entre los partidos.

5. Día relacional. El Centro de Investigaciones Sociológicas confirma, barómetro tras barómetro, que los ciudadanos se informan y se forman una opinión política –prioritariamente- a través de las conversaciones con amigos y con la familia . Los domingos permiten estos encuentros personales y relacionales. Y aunque en muchas familias es tradición no escrita “no hablar de política” en la mesa, es evidente que el domingo es el día de la conversación sobre los temas de actualidad. Los fines de semana se conforman muchas opiniones y decisiones. También prejuicios y tópicos.

6. Día lúdico. La coincidencia de elecciones en domingo ha generado no pocas polémicas sobre la idoneidad de la simultaneidad de un proceso electoral con grandes eventos deportivos o culturales de masas. En Catalunya, por ejemplo, en las pasadas elecciones al Parlament se produjo un importante debate público sobre la conveniencia de celebrar el clásico Barça–Real Madrid, coincidiendo con la cita electoral. Se adujeron poco fundamentadas razones de seguridad para forzar que las autoridades deportivas y federativas no hicieran coincidir el partido con las urnas. Finalmente se jugó el lunes siguiente. Lo cierto es que las fuerzas políticas no quieren verse envueltas en un último instante imprevisto de reacción pública –hostil o positiva- hacia las autoridades y dirigentes políticos presentes en el palco por parte de los aficionados, que también son electores.

7. Día festivo. “Y al séptimo día descansó”. Las elecciones en domingo hacen coincidir el calendario electoral de los quince días de campaña con el día tradicional de descanso semanal. Elecciones y descanso son un binomio especial. Los partidos y los candidatos descansan de la dura campaña. Ya no se puede hacer nada más, llegan agotados y exhaustos. Y los electores también descansan de la tensión electoral hasta la próxima cita que, si el Presidente de turno no altera, será 1.460 días después.

YouTube electoral

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 29 oct 2011

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El director general de Google en España, Javier Rodríguez Zapatero, (sí Javier, no José Luis), destacó recientemente que YouTube -adquirido en 2006 por el buscador- es el cuarto canal por consumo televisivo en España en audiencia mensual. Este hecho le llevó a afirmar que sólo son superados por TVE, Telecinco y Antena 3. En Tuenti, por ejemplo, se visionan 6 millones de vídeos… al día. Estudios solventes sobre la evolución de la Sociedad Red indican que, en muy pocos años, el 90% de los contenidos disponibles en Internet serán imágenes audiovisuales.

En la actualidad, YouTube recibe cada minuto 48 horas de video. Los usuarios ven un promedio diario de 1.000 millones de videos en su página web. La duración de éstos ha aumentado un 50%, pasando de 10 a 15 minutos de media, y también el tamaño de los archivos. Se ha convertido en el segundo buscador de referencia, ganando cuota de aceptación a Google.

YouTube, mediante acuerdo con la agencia de noticias EFE, ha presentado el Canal Elecciones Generales 2011. No es la primera vez que la plataforma se implica en un proceso de participación e información política. La entrevista al Presidente Zapatero, realizada a partir de una selección de entre más de 4.400 preguntas enviadas por internautas de 63 países y elegidas por votación, va en la dirección de ofrecer YouTube -y su potencial multiplataforma- como una opción más para el seguimiento político y electoral.

Pero es en campaña electoral cuando los videos políticos, y con ellos el protagonismo casi exclusivo de YouTube como plataforma de referencia, adquieren una gran notoriedad. Estas son algunas de las claves:

1. El canal del candidato/a. Los principales cabezas de cartel electoral han creado su canal en YouTube. Así, Alfredo Pérez Rubalcaba (con 18.117 reproducciones totales del canal y 446 suscriptores) ha abierto un canal personalizado; como Josep Antoni Duran i Lleida (412.211 y 432). Mientras que, entre otros candidatos, Mariano Rajoy (609.535 y 3.315, y con un videoblog del candidato, también), Cayo Lara (114.278 y 1.141), Josu Erkoreka (29.358 y 130), Alfred Bosch (39.474 y 481), Joan Coscubiela (67.529 y 233), Rosa Díez (153.408 y 2.381) o Juan López de Uralde (6.971 y 288) han preferido hacerlo sobre el canal de su formación política.

2. Los vídeos de campaña. En estas elecciones, como en las pasadas municipales y en las autonómicas catalanas, la videopolítica esta jugando un papel importante, generando polémica y calentando el ambiente pre-electoral. El cruce de acusaciones entre las principales fuerzas, a cuenta del vídeo del PSOE sobre las supuestas amenazas a la educación si el PP obtiene una victoria, es un caso más. Y no será el último.

3. La política filmada. El videoactivismo (activistas, manifestantes con cámaras móviles en la mano, con smartphones inteligentes) se ha convertido en una poderosa arma de defensa y de denuncia. La política, y en particular las fuerzas de seguridad y de orden público, son filmadas en su actuación y las imágenes capturadas y editadas son utilizadas en las redes sociales como una información muy valiosa, con gran repercusión mediática y extraordinariamente viral. Cualquier extralimitación, error o abuso, tiene su respuesta digital en forma de video-denuncia.

4. La videología. Asistimos a un auge de videos oficiales pero, también, anónimos, que prodigan mensajes cortos e imágenes originales, divertidas o simplemente sorprendentes o polémicas. La política-imagen sustituye así a la ideología. La videología permite tres cosas que la hacen irresistible: entretenimiento, viralidad, provocación.

El poder del vídeo es cada vez mayor. Jaime Pelegrí, sales manager de Youtube en España, indicaba algunas cifras: la primera es que en YouTube el primetime no es a las 10 de la noche, sino que el primetime es “all-the-time” (todo el día, todo el tiempo). Segundo, los jóvenes ven más videos en YouTube que en la televisión. Y tercero, los vídeos en Internet (80% de los cuales se consumen en YouTube) tienen mayor impacto que los videos en medios offline.

La política que no hable el lenguaje audiovisual no tendrá audiencia. La oratoria se transformará en plasticidad sensorial si quiere seguir siendo el epicentro de la política democrática. Algún día la política será una canción, decía el poeta León Felipe. Ese día ha llegado. Con imágenes.

Estatura personal y altura política

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 28 oct 2011

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El pasado 18 de octubre se publicaba un estudio en la revista científica Social Science Quarterly que asegura que la ciudadanía prefiere a los líderes más altos. Los autores, Greg Murray y David Schmitz (Universidad Tecnológica de Texas- TTU) indican que la elección de candidatos físicamente más altos y corpulentos puede ser un comportamiento desarrollado evolutivamente para asegurar la supervivencia. Este rasgo -que otorgaría mayor probabilidad de victoria política a los de mayor estatura- se observa en distintas civilizaciones antiguas y se mantiene hasta llegar a la actualidad, constatándose a tanto a raíz de la bibliografía antigua consultada como de análisis psicológicos actuales realizados a 467 estudiantes de distintas universidades. En ellos, se les pedía que dibujaran la imagen de un ‘ciudadano corriente’ y la de un ‘líder nacional ideal’. El 64% retrató al dirigente con una mayor estatura. El análisis llegó también a la conclusión de que los hombres con mayor estatura son los que más se ven a sí mismos como dirigentes.

Este no es el primer estudio que intenta analizar la relación entre estatura y vida social. Ya en 1940, un grupo de psicólogos descubrió que los vendedores más altos tenían más éxito que sus colegas más bajos. En 1980, una encuesta indicaba que más de la mitad de los directores de 500 empresas estadounidenses listadas en la revista Fortune, medían al menos 1,83 metros.
Más actual es el estudio publicado  por el Journal of Applied Psychology que sugería que, concentrándose en la relación entre estatura e ingresos, a cada 2,5 centímetros por encima de la media le corresponden 789 dólares más de paga al año. Por lo tanto, alguien con una altura de 1.82 metros gana 4.734 dólares más por año que su colega -igualmente capaz- de 1.65 metros de altura.

En política, la estatura es también un rasgo destacable. De los 43 presidentes estadounidenses,  sólo 5 tuvieron una estatura inferior al promedio. Y de todas las elecciones, en el 58% de las ocasiones ha vencido el candidato más alto. Sin embargo, ciertamente también hay numerosos casos en los que no ha sido así. Por ejemplo, Napoleón (1,62 ó 1,67, según la fuente), Sarkozy (1,65), Gandhi (1,60), Aznar (1,71), Berlusconi (1,70), Putin (1,70)...

Sea como sea, parece que ganar centímetros puede convertirse realmente en una cuestión de interés estratégico o de estado. Es el caso del presidente francés Nicolas Sarkozy que ya usó un cajón durante su estancia en Estados Unidos, para igualarse a la estatura de Barack Obama. Anteriormente, en su primer viaje al Reino Unido con su pareja Carla Bruni, utilizó zapatos con alzas y tacones. No era la primera, ni será la última vez, que se quiere compensar o equilibrar una imagen simulando una mayor estatura, ya que -como indicaba el estudio de Murray y Schmitz- en comunicación política se puede asociar, a menudo, la altura a la idea de poder, y ser excesivamente más bajo que la persona con la que se está hablando puede transmitir esta sensación.

Alfredo Pérez Rubalcaba mide 1,70 frente al 1,88 de Mariano Rajoy. De hecho, sorprendentemente, no hay muchas imágenes gráficas de los candidatos juntos en donde esta diferencia se pueda observar claramente. Será muy interesante ver sus imágenes frente a frente, juntos, cerca… durante esta campaña, especialmente en el debate televisivo. Desconocemos el formato del mismo y si se va a imponer la tradicional mesa o vamos a los atriles que evidenciarían esta circunstancia.

Pero la política no es una cuestión de estatura personal (aunque parece que influye), sino de altura política. Va de neuronas, no de centímetros. Y la historia nos ha confirmado muchas veces como, en palabras de Nikesh Arora, vicepresidente y director de negocios de Google, “un pequeño rápido puede ganar a un grande lento”. Goliat sucumbió a David porque sólo le veía por su estatura. Viéndolo pequeño, no se dio cuenta de que, en su mano, llevaba el arma rural que le lanzó la piedra ganadora.

Merchandising: gorras, chapas y votos

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 27 oct 2011

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El merchandising político, la comunicación a través del objeto de una idea, valor o mensaje, es una técnica imprescindible para el activismo electoral. Esta comunicación puede generar relaciones de empatía y sentimientos positivos que permanezcan en la memoria, asociando un mensaje positivo a un candidato o partido concreto. Pero, sobre todo, incide en el aspecto emocional a través de la identificación y la integración. Comparto colores, símbolos y objetos… como muestra de mi sintonía y proximidad. Las campañas son, cada vez más, combates culturales y estéticos

En España, PP y PSOE abrían sus tiendas online en el año 2006 ofreciendo productos diversos -fundamentalmente con la marca del partido-, todavía lejos del merchandising centrado en campañas o valores que se desarrolla en otros países. En Estados Unidos, por ejemplo, éste no se basa solo en las tradicionales corbatas, tazas, gorras, bolígrafos, caramelos, pegatinas, camisetas o llaveros, sino que se experimenta con nuevas ideas –sin miedo- salgan o no salgan bien.

Aquí, este tipo de iniciativas están asociadas al concepto de “reclamo publicitario” que, siendo útil para la comercialización de productos y servicios (de hecho genera una actividad económica importante), es insuficiente para identificarlo como un esfuerzo inteligente, sorprendente y diferente de comunicación. No se trata de reproducir el logo en objetos más o menos útiles, usándolo –simplemente- como estímulo activista, sino de transmitir los valores, las emociones y las ideas políticas a través de objetos, sea cual sea su funcionalidad, utilidad o coste. Se trata de imaginación, no de reproducción. Como decía Morris Hite, fundador y CEO de The Hite Comunications, “la publicidad mueve a la gente hacia las cosas, los productos de merchandising mueven las cosas hacia la gente”.

Estos son algunos de los productos de merchandising político que seguramente NO veremos estas elecciones y otros que se imitan de la manera más burda:

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Elecciones sin errores

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 26 oct 2011

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El político mexicano Jesús Reyes Heroles decía que, “en política, las formas son fondo”. Las formas en comunicación política no son accesorias y mucho menos irrelevantes. Por sí mismas, pueden contribuir al logro de determinados objetivos estratégicos. Y también a impedirlos: los errores se pagan muy caros. La obsesión de todo equipo electoral es evitar los errores e impedir que los juicios de sus candidatos sean percibidos como prejuicios de estos hacia grupos de electores, territorios o cualquier otro elemento de identidad relevante.

Esta larga precampaña electoral ha arrancado con dos sonoras disculpas. La primera de Esteban González Pons (vicesecretario de Comunicación del PP y cabeza de lista al Congreso de los Diputados por Valencia), que -durante un mitin en Valencia- dijo: “No hay ningún español tan idiota que quiera la continuidad del PSOE”. Estas palabras desataron tal polémica que, anteayer, González Pons rectificaba a través de un mensaje en su cuenta de Twitter: “El PSOE me acusa de insultarles. No es verdad. Pero no le voy a dar vueltas. Si alguien se siente ofendido, retiro la palabra. Mis disculpas".

La segunda es la disculpa de Josep Antoni Duran i Lleida, cabeza de lista de Convergència i Unió. La pasada semana salían a la luz unas polémicas declaraciones en Vanity Fair donde defendía las terapias psicológicas para curar a los homosexuales. Estas declaraciones fueron respondidas desde amplios sectores políticos, pero también por parte sus propios compañeros de federación electoral, Convergència Democràtica de Catalunya. El político envió un correo electrónico pidiendo disculpas, dirigido a la corriente homosexual de CDC, Convergais, e hizo una declaración aprovechando una entrevista en El Periódico donde señaló que “se sacaron de contexto" sus palabras. "La homosexualidad no es ninguna enfermedad. (…) Otra cosa es que yo discrepe con el hecho que se haya legislado correctamente respeto al matrimonio o la adopción”.

Sin embargo, pedir disculpas no es lo mismo que pedir perdón. Pedir perdón es un acto de arrepentimiento que lleva implícito un cambio de actitud. Los electores quieren que las disculpas públicas no sean una penitencia cínica para seguir pensando o haciendo lo mismo. Y, en política, las escenificaciones públicas de contrición, cuando son sinceras, suelen traer consigo notables beneficios. Y son negativas cuando la disculpa es el peaje barato para seguir insultando o provocando.

Pedir perdón, en política, es una de las formas más importantes para recuperar la iniciativa y mejorar tu reputación. En primera instancia porque hacen al político más humano (con sus errores y virtudes), acercándole a sus electores. Transmiten un mensaje en el que identificarse: soy como tú, también hago y digo cosas de las que acabo arrepintiéndome. Además, al reconocer que se ha cometido un error pero que se está dispuesto a enmendarlo, se predispone al elector para que pueda ofrecerle una segunda oportunidad. Y, en último término, la historia de la persona que toca fondo y que es capaz de superar las adversidades es impagable en términos de relato político.

Pedir disculpas se queda en tierra de nadie y tiene como objetivo evitar más o mayores daños. Justo lo que, en este comienzo de campaña, parece que ha ocurrido. Ambos dirigentes han seguido una misma estrategia: intentar apartar la mirada del problema político, para centrarla en exagerar los errores de los otros, e insistir hasta la saciedad en que sus palabras se sacaron de contexto. No admiten que sea culpa suya pero, por si acaso, piden disculpas.

Queda mucha campaña por delante y las formas (que son fondo) pueden traer más de una sorpresa, como mover al electorado en la dirección no prevista. Los errores se pagarán caros.

El País

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