Entrevista publicada en The Clinic
La mitad del comando de Michelle Bachelet, en la calle Tegualda, es una casa de ladrillos, vieja y noble, con muros altos y baldosas con dibujo, como las que se han puesto de moda últimamente, pero en versión original. La otra mitad es un galpón dividido con paneles baratos. La oficina de la ex presidenta fue uno de los dormitorios de la casona con fachada continua. Ahí conversamos durante más de dos horas. Algo que me cuesta definir cambió en su fisonomía. Está más angulosa. Quizás se deba a su nuevo corte de pelo. A propósito de otro asunto, comentó que no le era fácil sacarse la ONU de encima. Quienes aseguran que está llevando a cabo un plan minuciosamente pensado y diseñado en secreto a lo largo de sus años de ausencia, se equivocan. Ella no quería ser candidata. Yo lo diría de este modo: la forzaron las encuestas, la ausencia de mejores alternativas. Ella considera que se debe a su gente. La Concertación ya no es su jaula. La palabra “ciudadanía” no suena hoy en su boca igual que para la campaña anterior, el 2005. Hoy pareciera referirse con ese nombre a una gran organización, algo huérfana, pero poderosa. Ella sabe que los partidos políticos están ahí, y seguirán estando por mucho que les moleste su accionar displicente.
Les reconoce su importancia, pero hoy no son la linda de la fiesta. La carne fresca no entra en sus auditorios. Le ha gustado la música de la calle, pero le teme, al mismo tiempo. Sabe que allá afuera la cosa está brava. Ella quisiera marchar, pero le tocó ser candidata. Al despedirse, en Nueva York, dijo que echaría de menos el anonimato de extranjera. Yo le creo. Si se trata de leer rasgos, los suyos denotan más la preocupación por una tarea seria, que la exaltación de un candidato ganador. No tiene respuesta para todo. No llegó con una cartilla para leerle a los chilenos. Resulta evidente que una idea de país le ronda la cabeza, no así el modo de conseguirlo. Quiere ayuda, o colaboración. Si llega al gobierno, será el antónimo de lo que ha representado Piñera. Nuestro actual presidente se supone que está en todas, que conoce hasta los últimos detalles de cada asunto, que no se mueve ni una hoja sin que él lo sepa. La candidata Bachelet sostiene que su mayor talento es meterse en los zapatos de los demás. No es una intelectual, lo que está bien lejos de parecerse a la tontera.
Tampoco es eso que suele llamarse “animal político”. Y es raro, porque durante la última década se ha dedicado a nadar en ese mar de tiburones, y parece que no sólo ha sobrevivido. Su campaña recién comienza. Ayer mismo hizo unas declaraciones poco afortunadas respecto de la gratuidad en la educación. “Se trapicó”, diría la Charo Maldonado. Acá intenta explicarlo. Nos dio la primera entrevista que le concede a un medio escrito en Chile, desde que fuera presidenta. Es de imaginar que no tiene ganas de hacerle genuflexiones a los grandes magnates. A comienzos de la democracia, hasta Volodia Teitelboin soñaba con ser entrevistado por El Mercurio. Los tiempos han cambiado. Por ella, que un rostro nuevo hubiera estado en su lugar. Está consciente, en todo caso, que las grandes transformaciones no se dan de golpe y porrazo. Carga con el afecto irrestricto de muchos, y con la desconfianza de otros.
Hoy los jóvenes vuelven a marchar. La mítica reina del silencio, esto fue lo que nos dijo:
-Los periodistas andan demasiado ansiosos. Lo entiendo, ellos han estado hablando tres años de que yo soy candidata. Pero yo no he estado de candidata. Tengo que organizarme, buscar los equipos, no sé qué, no sé cuánto, mientras todo el mundo estaba convencido de que yo tenía todo armado, y que durante tres años estuve trabajando en esto. Por otro lado, yo entiendo lo que pasa con el silencio, pero, ¿tú te imaginas si yo hubiera opinado sobre cada una de las políticas que este gobierno determina? Hubiera sido de una irresponsabilidad republicana enorme.
Cuénteme más del silencio.
En primer lugar, llevo once días de candidata. Segundo: si al ser funcionaria internacional me comprometo a no meterme en la política contingente, no me meto no más. Soy disciplinada. Salvo que hubiera algo específico, como contestarle a la cámara de diputados o acudir al interrogatorio con la fiscal (por el 27 F), que son todas responsabilidades que evidentemente se cumplen, no me correspondía decir más.
¿Fue largo lo del interrogatorio?
Sí, fue largo (se ríe). Uno de seis horas, otro de ocho. Es lo normal, lo que corresponde. Pero el silencio… Mira, lo que pasa es que yo no coincido con ciertos cánones acostumbrados, entonces me leen con criterios que no me calzan, y por lo tanto extrapolan cuestiones que yo no soy. Y lo otro, y no sé si debiera decirlo en una entrevista, es que yo aspiraba sinceramente a que hubiera un recambio generacional. Se lo dije a cuanta persona pasó por allá, en comidas, en discusiones: “yo creo que es hora de recambio”. Pero no sucedió y por eso estoy aquí.
¿Por qué le costó tanto tomar la decisión de ser candidata? Porque le costó, ¿no?
En primer lugar, y creo que se lo dije a usted mismo en una entrevista, porque me parecía importante que asomaran nuevos liderazgos. Me parecía importante para la democracia. Además me comprometí con un trabajo muy relevante, con una responsabilidad grande, y por lo tanto, dejar ese trabajo a medio camino, con algunos pidiéndome que permaneciera… también es el peso de la responsabilidad. Pero además porque me parece que si bien los liderazgos son importantes, las sociedades no se construyen a partir de individuos solos. Se requiere de instituciones, de fuerzas sociales que permitan que un proyecto se haga realidad.
¿No le daba lata también?
A ver, yo diría que los incentivos para quedarse eran altos. Estaba en un trabajo precioso…
¿Hizo amistades importantes?
Hice amistades, sí. Conocí gente extraordinariamente interesante. Vivir en Nueva York es fascinante, aunque como soy trabajólica creo que aproveché muy poco de aquello.
¿Andaba por las calles como una civil más?
Totalmente. Y eso también es una experiencia grata. El día que regresé me hizo un almuerzo el Secretario General (Ban Ki-moon) con todos mis colegas, mis pares de otros programas, y me preguntaron qué era lo que más iba a echar de menos, y yo dije la libertad y la privacidad. En Chile, cuando se es una persona pública, uno y su familia pasan a estar expuestos. No es fácil. Ahora, por qué estoy aquí: porque yo quiero a mi gente. Tengo un compromiso fundamental con ellos. La decisión de volver tiene para mí muchos más costos que haberme quedado afuera.
¿Podría haberse negado usted?
Si hubiera nacido distinta, probablemente. Parece que en mi leche materna venían las palabras “deber” y “responsabilidad”. Muchos me recomendaron que no, con distintas intenciones, probablemente, pero también pensando que, humanamente hablando, esta decisión sería compleja y pesada.
El país está atractivo, pero no fácil.
Está muy interesante. No está fácil. Y se halla en un proceso que espero se pueda cambiar, de falta de amistad cívica y afecto. De descontento. Cuestión que tiene sus causas, especialmente la falta de sensación de pertenecer a un proyecto común.
Según usted, ¿a qué responde su popularidad? Eso que muchos llaman “conexión emocional”, ¿en qué consistiría?
Tal vez, en unos años más, analistas escriban sobre esto y se expliquen esta curiosa situación de una persona que está afuera, pero que está súper presente en la conversación, en el discurso, en la cotidianeidad, siendo que yo intenté ser prudente y dejar que todo el mundo hiciera lo que tenía que hacer acá, intenté no interferir, etc. Se dijo que mi presencia impedía el surgimiento de nuevos liderazgos y yo me fui a 10 horas de viaje en avión, y sin embargo, curiosamente, parece que estuve más presente que nunca.
Esto es usted y también una imagen de usted. ¿Qué cree que ve la gente?
Es difícil que uno conteste esto, pero yo podría arriesgarme, y puede que no todo el mundo crea y los que no me quieren pensarán lo que prefieran… Lo primero que debiera decirle es que nunca he buscado el poder. Jamás en mi vida pretendí ser presidenta de la república. La vida me ha ido poniendo en posiciones destacadas. Y yo creo que la gente se da cuenta de eso. De que aquí hay una intención genuina, más allá de si ha resultado o no lo que he intentado hacer.
¿No la vestían de presidenta cuando niña?
Nunca me vistieron de presidenta. Nunca estuvo en mi pensamiento. Nunca, jamás. Y supongo que eso se nota. Y lo otro, -aunque tal vez sea todo mentira y esto no tenga nada que ver con lo que le pasa a los chilenos conmigo-, fíjese que yo desde chica, y en momentos positivos o negativos, y con gente que admiro o que no admiro para nada, he sido siempre capaz de ponerme en los zapatos del otro. Eso que se llama empatía. Algunos dicen que soy simpática… no, es empatía.
LOS CAMBIOS Y LOS PARTIDOS
Usted ha dicho que Chile cambió durante su ausencia. ¿En qué consisten esos cambios?
Son resultado de muchos años de evolución.
Pero es un hecho que durante estos tres años algo pasó.
Sí. Más allá del cambio de gobierno y todo lo que eso ha conllevado, creo que también, producto de los propios procesos políticos y sociales anteriores, Chile ha sido capaz de generar una fuerza social mucho más organizada, una ciudadanía más consciente de sus derechos y más demandante. Una ciudadanía a la que ya no le basta con la democracia representativa y que quiere una mucho más participativa, donde su voz se escuche. Más impaciente, en el sentido de demandante, más preparada, más consciente de las problemáticas del país, y que, como me dijo un cabro el otro día, ya no quiere más aspirinas, sino cambios profundos. Y, por otra parte, se ha exacerbado algo que venía de antes: la falta de confianza y credibilidad en instituciones que antes fueron vistas como protectoras de los ciudadanos.
¿A qué se refiere?
Me refiero, por ejemplo, a los partidos políticos. Cuando uno ve cómo evalúa la ciudadanía a las clásicas instituciones de la democracia –Parlamento, Justicia, Partidos Políticos, Gobierno, Fuerzas Armadas–, hay un alto grado de falta de confianza.
Es un dato de la causa. ¿A qué se debe? ¿Qué han hecho mal los partidos políticos?
Yo creo en la necesidad de los partidos políticos. Quiero decirlo altiro. Creo que son indispensables en toda democracia, son las únicas estructuras con sentido de poder, en el sentido de aspirar a jugar un rol en la toma de decisiones que pueden presentar una imagen de país, de colectivo. Porque hay otras organizaciones estupendas, pero que generalmente responden a grupos de interés, a aspiraciones particulares y específicas. Hasta ahora, eran las organizaciones capaces de presentar ante la comunidad el modelo de sociedad en que se quiere vivir.
Hasta ahora.
Sí, hasta ahora. Efectivamente la forma en que la gente se interrelaciona ha cambiado en el mundo. Y es un desafío también para los partidos ver cómo se relacionan hoy ya no sólo con sus militantes sino con la ciudadanía. Yo creo que requiere una mirada muy nueva, distinta. Cuál era la lógica anterior: reuniones, asambleas… Ese no es el modo en que los jóvenes se vinculan actualmente. No es que no vayan a reuniones, pero esto ha cambiado. Esto debe considerarse también para aplicar modelos educativos más eficaces. El modo en que la sociedad se interrelaciona dista de cómo los partidos se relacionan con la sociedad. Y ese es un desafío. Y por otro lado, si bien los partidos políticos son muy centrales, no es el único tipo de organización válida. Hay que encontrar formas en que la sociedad civil organizada pueda tener una expresión para que sus necesidades y propuestas puedan participar en la toma de decisiones.
¿Y no será que los partidos se cerraron más de la cuenta? ¿Que se empezaron a juntar entre los mismos y dejaron de llegar invitados nuevos a la fiesta?
Todo eso es parte de la verdad, y uno podría hacer un tremendo listado de problemas. Se desconectaron de las bases, como se decía antes. Todo eso es cierto. Y puede tener muchas explicaciones, desde nepotismo, no sólo en el sentido familiar, etc. Pero también me parece que hay una gran dificultad para enfrentar los nuevos desafíos y comprender cómo la sociedad se está entendiendo.
Al final, son cosas bastante parecidas. Si no llegan nuevos testigos a contar lo que pasa afuera, prevalece la versión del club.
Así es. A propósito de un encuentro que yo tuve en la plaza Tahir (O Plaza de la Liberación, en El Cairo, a un mes de explotar la revuelta), con un grupo de niñas… bueno, al final yo tuve una reunión como con 7000 personas, porque ellas a través del twitter iban contando lo que hablábamos y, al final, se generó una convocatoria que probablemente los partidos políticos tampoco tenían ahí. Entonces, no es sólo un problema chileno. Hay procesos de globalización y de desarrollo tecnológico que han ido mucho más rápido que la velocidad de las estructuras tradicionales de adecuarse a ellas. O sea, no es solo un problema de malas prácticas, que yo creo que las hay, de ensimismamiento y de gente que perdió el norte, la perspectiva de por qué se milita. Los partidos son instrumentos y no fines, y hubo gente que confundió los instrumentos con los fines. Todo eso existe, pero no es sólo eso. Es un fenómeno más complejo. Porque si fuera así alguien podría decir “ya, desde mañana nos portamos bien, abrimos, incluimos…”, pero tampoco bastaría. Por otra parte, a mí no me parece que en una buena sociedad todos deban militar. No, a mí no me parece. No es necesario, no hay interés, y no tiene por qué ser así. Pero hoy hay nuevas formas de expresión ciudadana y habría que ver cómo se generan los canales para que esas formas de organización tengan influencia en la toma de decisiones. De lo contrario se genera frustración, y aumenta la desconfianza en esas instituciones.
¿Usted se siente orgullosa del Chile que hemos construido hasta acá, del fin de la dictadura en adelante?
Creo que hemos tenido avances extraordinarios. Y viajando por el mundo uno los puede valorar aún más. Pero nos falta tanto por avanzar. Y como yo no soy de los autocomplacientes, no lo he sido nunca…
¿Es de los autoflagelantes?
Trato de no ponerme apellidos, aunque soy más cercana, efectivamente. Intento mirar el mundo y decir qué hicimos bien, qué nos faltó por hacer, y qué hicimos mal. Y qué corresponde para adelante. Creo que hay cosas que hicimos bien, otras fueron muy insuficientes y hay que enfrentarlas ahora con una mirada fresca, para otras no hubo capacidad de llevarlas delante de modo más fuerte… Pero justamente estos cambios del país han generado en algunas áreas específicas las condiciones para plantearse metas más ambiciosas.
¿Qué le entusiasma del Chile de hoy?
Justamente esta fuerza, esta ciudadanía activa, esta energía social. Me entusiasma este país que se atreve mucho más. Pero, ese mismo Chile tiene una desigualdad profunda, profunda, profunda. Y si toda esa energía permite generar el proyecto de un país común, donde la gente se sienta parte de esto, y construir una sociedad más justa y con más derechos y oportunidades, yo creo que podemos dar mucho más. Los analistas afuera me pedían frecuentemente que les explicara Chile, porque no entendían que, a diferencia del mundo árabe, de España o de Grecia, tiene crecimiento económico y ha sido ejemplo de tantos progresos, supuestamente con más empleos, y, no obstante, la gente está descontenta, ¿me puede explicar por qué? Para muchos estudiosos extranjero era incomprensible.
Y usted, ¿cómo lo entiende?
Yo creo que pese a tratarse de un país con tantos aspectos positivos, se debe a la desigualdad, y no sólo en términos socio económicos, ese es sólo un ámbito, también la desigualdad en las oportunidades culturales, la sensación de desprotección de los ciudadanos o de los consumidores frente a los abusos.
¿Se sintió identificada con los movimientos ciudadanos, mientras estaba en EE.UU?
Encontraba bueno que en Chile hubiera movimientos luchando por causas tan importantes como la educación.
Y fueron más que la educación. Las primeras detonaron por Barrancones e Hidroaysén.
Sí, eran por un conjunto de cosas. Por una sociedad con un desarrollo sustentable y más democrática, diría yo. Lo comparto plenamente.
Uno podría preguntarse si las marchas por la educación eran sólo por la educación, o las contra Hidroaysén, sólo contra Hidroaysén.
Claro. Era por un conjunto de necesidades insatisfechas y por plantear un modelo de desarrollo distinto.
GRATUIDAD, LUCRO E IMPUESTOS
En el frontis de la Universidad de Chile, en el clímax de las marchas, habían colgando una imagen suya y una de Ricardo Lagos, señalados como parte de los responsables. ¿Qué le pasaba con eso?
Esas fotos no las vi, pero supe de ellas, y también de los gritos en las marchas. Pero yo me preguntaba si había conciencia de que más allá de si debimos o no poner la reforma de la educación como prioritaria, siendo que pusimos la reforma previsional y el sistema de protección social y el Chile Crece Contigo, además de enfrentar la crisis económica, más allá de eso, me preguntaba si la gente sabría que yo había enviado al Congreso un proyecto para poner fin al lucro el 2007, y que no logró mayoría en el parlamento.
Parece que quedó sepultado por la foto con los brazos en alto.
Es posible, pero el proyecto de ley se envió. No todos en el gobierno eran partidarios, pero yo tomé la decisión. Me parecía fundamental, pero requería un quórum calificado, no bastaba con la mayoría simple, y por lo tanto murió, porque la derecha votó en contra. Y lo segundo fue el fortalecimiento de la educación pública; el año 2008 enviamos el proyecto que incluía el proceso de cambio de la estructura administrativa municipal, etc.
No obstante lo que me cuenta, en esas marchas no apareció nunca un dirigente concertacionista. De hecho, no podría haber marchado.
No podía. Alguna vez consulté, y la respuesta fue “estás loca, nos habrían escupido”. No entiendo muy bien qué pasó que se generaron desconfianzas profundas, frustraciones tremendas, y la sensación de engaño, que es lo que yo he leído y escuchado de algunos dirigentes. Engaño no hubo nunca, y lo que sí hubo fue la incapacidad de empujar con fuerza proyectos que iban en la misma dirección de lo que quieren los estudiantes, y haber logrado avanzar. Ahora bien, ¿esos proyectos hubieran producido todos los cambios necesarios para conseguir una educación de calidad para todos? No, pero habrían permitido progresar. Querían derogación de la LOCE, derogamos la LOCE. Querían fin al lucro, enviamos un proyecto de fin al lucro. Querían fortalecimiento del sector público, lo enviamos. Sin embargo, mirando con la distancia de los años, creo que un esfuerzo por la educación tiene que ser infinitamente más integrador, más inclusivo, que se haga cargo de la calidad, de las barreras de acceso al financiamiento, de la segregación, siendo Chile uno de los países más segregados desde el punto de vista educacional, y que se haga cargo de
los temas de gratuidad.
¿Qué significa, específicamente, terminar con el lucro?
Significa que no se puede lucrar con los recursos públicos, esos que el Estado da.
O sea, el que quiere ganar plata con la educación, que lo haga sin pedirle apoyo al Estado.
Sí. Y el que recibe recursos públicos que los use en mejorar la calidad de la educación. Esto no quiere decir que tengan que desaparecer los colegios subvencionados pagados, etc. Los modelos pueden ser diferentes. Y eso es lo que le he pedido al equipo recién conformado: que genere respuestas técnicas a cómo se garantiza la calidad y el acceso a la educación, teniendo el fin del lucro como un aspecto fundamental.
¿Cuál es su definición de gratuidad en la educación? ¿Qué tan cerca está de la demanda del movimiento estudiantil?
Yo creo en el principio de gratuidad en la educación en todos los niveles y en la necesidad de avanzar como país hacia la universalidad de derechos. La reforma estructural al sistema de educación chileno que presentemos, no se agotará en el principio de gratuidad, tendrá además como principios básicos la universalidad, el fin al lucro, la educación pública y la calidad. Tengo claro que todos los cambios que requiere la educación no ocurrirán de un día para otro. Pero eso no nos debe frenar. Le he pedido al equipo que trabajará en el tema educacional y tributario que sueñen en grande, que no se corten las alas. Yo sé que existe desconfianza en algunos sectores sobre estos anuncios. Sin embargo, quiero insistir que no vamos a hacer una “reformita”, sino una reforma basada en el convencimiento de que el sistema educacional chileno como está hoy en día no da para más.
¿A usted le gusta la educación pública? Para algunos lo más importante es que el padre pueda elegir la educación de su hijo, para otros es más importante que el Estado garantice una educación más igualitaria para todos. Parece que esto último se llama educación pública.
Estoy absolutamente a favor de la educación pública, laica, gratuita y de calidad para todos. Pero también me interesa la educación pública, porque tiene como tarea generar patrones culturales de identidad de país, en las escuelas y las universidades. Para mí, la educación pública tiene un valor en sí mismo, lo que no quiere decir que los padres no tengan derecho a elegir, aquellos que puedan elegir, y ojalá todos pudieran, porque la educación que se les ofrece más cerca de su casa es de altísima calidad. Pero entre situaciones tan dispares, no existe un verdadero derecho a elegir. Hay un grupo muy grande de chilenos que no tienen esa libertad. Y siempre he creído que en una sociedad verdaderamente democrática lo que se debe conjugar es libertad con igualdad. La igualdad es la que permite realmente tener libertad, igualdad, por cierto, en el sentido de derechos, no de que seamos todos iguales, uniformados.
¿Y por qué habría que creerle de que hoy se avanzará en ese sentido, si durante los gobiernos anteriores de la Concertación no fue así?
Antes que nada, en educación hubo avances.
Pero no en la educación pública.
Se cuadruplicó o más el aporte a la educación. Hubo avances sustantivos en infraestructura… es decir, también en la educación pública hubo avances, comparado con lo que se recibió del régimen militar. Hubo avances en las condiciones de los profesores, de los asistentes de la educación, etc. Lo que pasa es que fueron avances importantes, pero que aún no han logrado expresarse en real acceso a educación de calidad para todos.
Pero en usted misma, ¿han cambiado los énfasis al respecto?
Sí, porque yo, a lo largo de mi gobierno, fui adquiriendo más conciencia de la obligatoriedad y urgencia de hacer reformas más profundas y estructurales, y además porque ahora me parece verdaderamente posible. Hoy existe un mayor grado de acuerdo nacional de que esto es fundamental. En ese sentido he cambiado mi prioridad. Creo que es urgente, que no puede pasar más tiempo. Es un imperativo ético, pero también es indispensable para el desarrollo del país. Y se puede. Económicamente hay que buscar los ingresos permanentes necesarios.
¿Cuáles son las grandes matrices de esa reforma tributaria?
No estoy en condiciones de darte todos los detalles. Llegué hace apenas 11 días. Estamos recién abocados a esto. Lo contrario sería decirte que llevamos tres años trabajando en ella y que tenemos una reforma desarrollada, lo que no es efectivo. Lo que te puedo decir es que consiste en la necesidad de contar con ingresos permanentes que permitan solventar gastos permanentes. Toda reforma debe ser sostenible en el tiempo, y eso implica responsabilidad fiscal, para que no haya que cortar los beneficios dependiendo de las circunstancias. Por eso tiene que ser una reforma tributaria de verdad, y no ajustes tributarios.
Lo que hizo Piñera, ¿qué fue?
Un ajuste tributario. Fue como del 0,3% del PIB, y eso en los organismos internacionales es calificado como ajuste tributario y no como reforma.
LEY ANTITERRORISTA: “UN ERROR”
¿Usted manejaría hoy el tema mapuche igual que en su anterior gobierno?
Siempre recuerdo que en una reunión con un grupo de mapuches, llegó un caballero y me mostró un lote de libritos. Tenía un ánimo constructivo, pero me dijo: “mire, este librito salió del primer gobierno, éste del segundo, éste del tercero. Yo no quiero llegar ahora con otro librito más”. No me cabe duda de que en cada una de esas iniciativas hubo la mejor de las intenciones y voluntad para avanzar, y en algunas cosas se avanzó, pero en otras no se logró. Incluso hubo situaciones dolorosas importantes.
¿Volvería a aplicar la ley antiterrorista?
En ningún caso. Eso fue un error. Bajo mi gobierno se presentó un proyecto de modificación de la Ley Antiterrorista que no prosperó en el parlamento.
¿Le parece a usted posible aumentar los niveles de autonomía y autogobierno de los pueblos originarios, así como de otras comunidades locales?
Yo creo que sí. Esto no es un decir: con Isla de Pascua lo trabajamos en un estatuto que en su momento elaboramos con representantes rapa nui. Apoyamos y logramos aprobar el convenio 169 de la OIT, luego de dormir muchos años en el parlamento. Ahora bien, no basta con las leyes ni los estatutos, porque hay que asegurar su implementación. Yo creo en la descentralización. Hay quienes insisten en la importancia de un Estado Nación, y que otorgar mayores grados de poder a las distintas comunidades va en contra de un país unido.
Como si no hubiera diversidad cultural…
Yo creo que somos una nación y un territorio, pero que tenemos una diversidad muy importante, cultural, geográfica. Y que eso tiene que tener una expresión en la institucionalidad. Y creo que hay experiencias internacionales que demuestran que es posible. Que no es completo autogobierno, pero que consiste en dotar de mayores grados de autonomía en las áreas que se puedan acordar, trabajar y que sean las prioritarias.
GIORGIO JACKSON Y LOS NUEVOS
¿El gobierno que usted encabezaría, de ganar, es un 5to gobierno de la Concertación (algunos hablan de un 6to), o sería otra cosa?
Este país ha terminado un ciclo económico, político y social, y yo he hablado de la necesidad de cumplir con los nuevos desafíos desde lo que hemos llamado una nueva mayoría. Por lo tanto, esto no puede ser la copia de ningún otro proyecto.
¿Hay el esfuerzo de refundar un nuevo gran conglomerado?
Eso es lo que yo creo, y a lo que yo aspiro.
Y además del PC y las otras siglas que rondan, ¿cómo incorpora a esa ciudadanía mayoritariamente sin militancias?
Esa nueva mayoría incluye naturalmente a esas organizaciones políticas históricas, pero creo que va más allá de los cortes tradicionales. Y el desafío es cómo se incorpora a esa ciudadanía que quiere un país distinto, una sociedad diferente.
¿También a Marco Enríquez-Ominami?
Dependerá de quiénes compartan esta visión y quieran empujar en esa dirección. Yo invitaría a todos los que quieran participar ahí y que entiendan que no se logrará terminar en cuatro años con la desigualdad, pero donde se plantea avanzar fuertemente en irla eliminando de nuestro país.
A los partidos de la Concertación parece que les ha costado entender esto y le han puesto difícil la pista a jóvenes, por ejemplo a Giorgio Jackson. ¿A usted le interesa que alguien como él participe en las próximas elecciones parlamentarias?
A mí me parece extraordinario que líderes como él puedan ser electos en el parlamento de Chile, si a los ciudadanos así les parece. Él representa una expresión de esto que hemos estado hablando y que tienen un profundo cariño por su patria. Me parece muy positivo que él pueda participar, y ojalá que tenga la posibilidad de ser parte de unas primarias de la oposición, si estas se realizan.
¿Le da importancia a las reformas políticas durante lo que sería su próximo período?
Sin duda, y ya iremos hablando de cada una de las prioridades que tengo. Creo que son indispensables. Considero que las reformas políticas, incluida la del binominal y otras, son fundamentales.
¿Le parece que tenemos una Constitución acorde a este Chile que, según usted misma ha dicho, cambió?
Yo creo que es necesario plantearse una nueva Constitución.
¿De qué modo? ¿Mediante una asamblea constituyente?
Habrá que ver cuál es el mejor mecanismo para hacerlo. Muy prontamente convocaré un grupo de especialistas para la generación tanto de un modelo de nueva Constitución, como para evaluar las opciones que permitan que esto sea una realidad.
Cuando habla de corregir el modelo, ¿en qué está pensando?
En que requerimos revisar todos los elementos del modelo de desarrollo que no han permitido que Chile crezca armónicamente, desde el punto de vista de los individuos, la economía, y del medio ambiente. Creo que los chilenos no están contentos con el modelo de desarrollo actual, que permite tremendas asimetrías. Esto es parte de lo que analizaremos y le propondremos al país.
¿Usted diría, como consideraba Bolívar, que América Latina es nuestra “Patria Grande”?
Provengo de una organización política que en su bandera tiene el mapa de América Latina, y por lo tanto para nosotros (los socialistas), Latinoamérica siempre fue esa patria grande. Lo que no se contradice con que cada país tenga sus intereses, y sea deber de los gobernantes asegurar que la nación florezca, y que en este florecer tenga la mejor relación con sus vecinos, y que todos sus ciudadanos tengan garantizada la satisfacción de sus necesidades y el desarrollo de sus potencialidades. Creo que una América Latina unida –me tocó ser la primera presidenta de UNASUR- permite enfrentar de mejor manera una serie de desafíos, puesto que hoy en el mundo, pensar que uno resolverá todos sus problemas aisladamente es completamente irreal. Desde temas de infraestructura, tecnológicos, energéticos, etc. Por lo tanto, más allá de las identidades nacionales, creo que hay mucho que ganar si somos activamente parte de una asociación con nuestros vecinos. Por otro lado, América Latina ha mostrado seriedad, responsabilidad y propuestas innovadoras muy interesantes. En los diálogos internacionales últimamente incluso se escucha decir: “deberíamos aprender de América Latina”. Nuestra imagen ya no es la del hombre con un sombrero de alas enormes durmiendo debajo de un árbol, en la siesta, en la fiesta permanente.
¿Le gustaría encontrar el modo de darle una salida al mar a Bolivia?
Me interesa que a Bolivia le vaya bien, y todos los temas que se puedan trabajar y que respeten los intereses de Chile, y que puedan permitir avanzar en asuntos que han sido complejos, creo que sería muy positivo.
¿Qué rescataría del legado de Hugo Chávez? ¿Y qué no le gustaba de su gobierno?
Hugo Chávez fue siempre un muy buen compañero, como colega. Como presidente uno podía o no estar de acuerdo con él, pero cuando se le necesitaba para asuntos fundamentales, en situaciones complejas, él jugaba un rol muy importante. Creo que Hugo tenía un profundo compromiso con la América Latina, y un profundo compromiso con los más pobres. Y muchas de las políticas que llevó adelante eran clara expresión de eso, lo que explica el gran apoyo que tenía.
¿Dónde se cayó?
Yo creo que era un poco apasionado.
¿Y cómo le cae Pepe Mujica?
Extraordinario. Es, en primer lugar, un gran hombre. Su historia de vida es muy emocionante. Con esa historia de vida, el adquirió una sabiduría admirable. Pudo engendrar intereses de venganza, hiper radicalizado, pero él es un hombre político, serio. Tiene un estilo muy particular. Una política de la mano de la filosofía, podríamos decir. Y de una gran humanidad. Esto se expresa en un conjunto de decisiones y propuestas que ha llevado adelante, muy importantes, modernas, innovadoras y progresistas.
LEGALIZAR EL ABORTO
Durante su anterior gobierno la marihuana pasó a ser droga dura, ¿está dispuesta a revisar ese punto? ¿Llegará el día en que el cultivo doméstico y el consumo sean legales en Chile?
Las sociedades cambian y debemos estar abiertos a debatir sobre éstas y otras materias sensibles. Por eso estoy dispuesta a revisar la eficacia de nuestra política de drogas, es decir, si lo que estamos haciendo es lo correcto en materia de prevención, educación y combate contra los narcotraficantes. En ese contexto es posible reevaluar si seguiremos calificando o no a la marihuana como una droga dura.
Pero, ¿considera más grave fumarse un pito que pegarse una borrachera?
No.
¿Y es partidaria, como Hillary Clinton, del matrimonio igualitario?
Que el matrimonio igualitario sea hoy un tema sobre el que se discute abiertamente, habla de un país que se mira a sí mismo con menos prejuicios y más sentido de realidad. Creo en un concepto de familia amplio, que se basa en las relaciones de afecto y redes de apoyo y cada vez menos en estereotipos. Por eso en las próximas semanas haré una propuesta al país sobre esta materia.
¿Y qué opina del aborto?
Yo creo que las mujeres deben tener acceso a derechos sexuales y reproductivos. Lo que significa que puedan tomar decisiones. El aborto nunca ha sido ni debiera ser un mecanismo de planificación familiar. Tienen que haber sistemas de educación sexual, de planificación familiar claros y accesibles a todo el mundo. Y frente al aborto, yo creo que acá debiera haber un gran debate nacional, porque no tengo las últimas cifras, pero el aborto sucede en nuestro país. Sucede en familias que pueden pagarlo, dentro y fuera de nuestras fronteras, en niñas que requieren aborto terapéutico, mujeres que no han tenido acceso a estrategias de planificación familiar, mujeres que no han tenido acceso a la píldora del día después, etc. Hoy, en colegios acomodados, las encuestas indican que muchas de sus alumnas se han hecho aborto o conocen a alguien que se lo haya realizado. Entonces, lo que no podemos hacer es esconder la cabeza debajo de una piedra. Tenemos que enfrentar este tema como sociedad, y debatir al respecto. En lo puntual, y para responder su pregunta, creo que debemos legalizar el aborto terapéutico y el aborto en caso de violación.
¿Tiene pensado diseñar un plan energético?
En mi gobierno hicimos avances en este sentido. Decidimos hacer un plan energético, definimos una política de cuencas hidrográficas –cuáles eran las cuencas que por ningún motivo debían tocarse y cuáles era posible intervenir–, que permitieran un desarrollo sustentable. Y eso lo definimos en una política energética, no en un plan.
¿No debiera ser el Estado quien licitara el dónde y cómo generar energía? ¿O le parece bien que llegue cualquiera y ponga una termoeléctrica donde se le plazca mientras no ronque la comunidad?
En nuestra política energética definimos generar incentivos para el desarrollo de energías renovables.
¿Qué significa eso, concretamente?
Significa generar incentivos económicos para aquellos que opten por estas alternativas. Ahora bien, en un nuevo período de gobierno y conociendo las nuevas circunstancias, hay que avanzar hacia una política energética con más fuerza, más enfática en lo renovable, y buscar cómo –todos queremos energía, porque el día que alguien no pueda tomarse un té caliente o darse una ducha, la gente flaquea en su convicción ecológica–, entonces, lo que tenemos que hacer es asegurar la energía, pero aumentar los incentivos para el desarrollo de las energías renovables.
¿Y qué pasa con Hidroaysén?
En mi gobierno este proyecto nunca fue aprobado. Recibió 1100 observaciones formuladas por los servicios públicos. Chile es un país que necesita energía para desarrollarse, y haremos un esfuerzo significativo en lograr una matriz diversa, limpia y eficiente. En todo caso, cualquier proyecto de esta envergadura no será a cuenta del patrimonio ambiental del país, de sus bellezas naturales y sin considerar a quienes habitan en los lugares.
¿Cómo evalúa el gobierno de Piñera?
Creo que lo importante no es cómo lo evalúo yo, sino cómo los chilenos lo evalúan.
Pero, ¿le parece que cometió faltas graves? ¿O no ha pasado nada terrible?
Lo que yo he escuchado en estos días de los pobladores con los cuales he estado reunida es una sensación de descontento y desprotección. Una sensación de que aquí se habla de alto crecimiento económico, pero parece que pasa por la puerta de afuera de mi casa. Pero son los chilenos los que tienen que evaluar eso.