El movimiento estudiantil chileno del año pasado, llegó a las páginas de prácticamente todos los grandes medios del mundo. Que un puñado de gringos entusiastas se instalen en Wall Street y hagan noticia, es normal, pero acá, donde la tierra termina, tiene que ser algo muy significativo lo que suceda para atraer la mirada de las metrópolis: una revolución, un premio Nobel, un Golpe de Estado, un terremoto.
La energía del movimiento estudiantil quedó enteramente concentrada, para el gran público, en la imagen de Camila Vallejo. Fue elegida una de las mujeres más valientes del planeta, personaje del año para The Guardian, se la comparó iconográficamente con el sub comandante Marco, de todos lados recibió invitaciones de gente u organizaciones que querían reunirse con ella. Y realizó muy bien su papel. No sólo supo ser glamorosa, como señaló The New York Times, en el mejor sentido de la palabra, es decir, mostrar la elegancia y belleza contenida en una causa popular, sino que fue parte de un grupo de dirigentes que supieron mantenerse unidos por encima de las filiaciones partidarias, a sabiendas de que no radicaba allí su corazón. Muy por el contrario, entre los gritos más repetidos durante las marchas, estaba “el pueblo, unido, avanza sin partidos”. Las decisiones se tomaban siempre en asambleas. Cada facultad universitaria y cada liceo tenía sus propias instancias de participación. Para quienes formaron parte del movimiento, se trató de un extraordinario ejercicio democrático.
A finales del año, los dirigentes estaban agotados y el espíritu unitario fue dando paso a las agendas particulares. Para las últimas elecciones estudiantiles, proliferaron las listas en pugna. Cosa inimaginable para quien veía esto de lejos, Camila Vallejo no ganó en su federación. Era la candidata del Partido Comunista, que esta vez corría sin alianzas. Llegó segunda. El movimiento ciudadano, en su cara más amplia, la de los que salieron por miles de miles a apoyar las demandas estudiantiles, no tenía nada de comunista. En los comienzos, no eran pocos los que habiendo votado por el actual presidente, lo apoyaban con entusiasmo. Se trataba de una demanda civilizatoria, propia de una sociedad que ha crecido y aspira a mayores progresos y justicias.
Pero la semana pasada, Camila estuvo en Cuba. Se reunió con una serie de entidades oficialistas y con Fidel mismo. La dirigenta social fue superada por la militante del PC. Yo dirijo una revista –The Clinic- cuyo nombre proviene de la clínica inglesa donde fue detenido Pinochet. Nacimos en 1998 para bombardear la herencia dictatorial. Desde las primeras movilizaciones nos manifestamos explícitamente cómplices de las demandas estudiantiles. Es más, pusimos nuestras páginas al servicio del movimiento, y le cedimos un número entero a sus cabecillas, para que hicieran con él lo que se les antojara. Marchamos juntos, porque nos sentimos cómplices de su espíritu oxigenante y transformador. Nada más lejos de eso que un régimen anti democrático. En fin, en la última tirada publiqué una editorial titulada “Fidelidad”. Aquí se las dejo.
FIDELIDAD
Lo que pasa en Cuba no es chacota, Camila, al menos para quienes valoramos la libertad. Por eso tus declaraciones, tras viajar a la isla, son un gravísimo error. Y digo error, para exculparte. A alguien de tu generación, sin deudas ni compromisos acumulados, no le corresponde seguir repitiendo como loro las consignas de sus antepasados. La realidad cubana está en las antípodas del mito gastado que algunos continúan defendiendo, ya sea por intereses espurios, terquedad o simple ignorancia.
Todos mis amigos de allá, los que viven adentro y los exiliados, son de izquierda (si acaso esta palabra significa algo), y detestan a Fidel. Han seguido con entusiasmo el movimiento estudiantil chileno. Se sienten identificados, porque han visto en él la irrupción de fuerzas frescas por una causa justa. Su equivalente en Cuba, sin ningún lugar a dudas, sienten que está en la oposición a la dictadura. Son los jóvenes rockeros, los escritores, los vanguardistas y los numerosísimos hastiados. Los Castro son la derecha dura. Actúan como los patrones de un gran fundo en el que los ciudadanos son tratados como inquilinos. Antes de transformarse en una vieja encorvada, Fidel se paseaba con un aire de superioridad insoportable. Tú dices que no viste nada raro: “No vi en ningún momento gases lacrimógenos, vi a la policía circulando por las ciudades sólo con su uniforme, sin cascos ni armas de ningún tipo. Ese nivel de cultura cívica, tanto del Estado como del conjunto de la sociedad, está a años luz de la represión que vivió el movimiento estudiantil el año pasado”.
Semejante declaración, Camila, sinceramente, está a la altura de los comentarios de las señoronas pinochetistas, para las que el Chile del régimen militar era un oasis de tranquilidad. El cineasta y actor cubano, Ismael Diego, hijo de revolucionarios, te lo explicó en una carta próxima y afectuosa: “Los coches lanza agua, los gases lacrimógenos y demás maquinaria represiva a las que usted está acostumbrada, no son la única forma de represión que existe. En Cuba se aplican otros métodos, en gran medida porque no va dirigida a una muchedumbre que se manifiesta en plena calle y que además responde con violencia, quizás justificada, ante la agresión. Aquí la represión va dirigida principalmente a grupos defensores de los derechos humanos, periodistas independientes, activistas políticos, blogueros, artistas e intelectuales, todas personas de ideas, de ideas incómodas para el sistema, pero de ideas. Personas pacíficas que, hasta la fecha, no han realizado ningún acto público que se asemeje a lo que usted ha experimentado, entre otras cosas, porque no tienen ese derecho. Y es ése, el acto de manifestarse a plenitud en las calles, el mayor temor que mueve al sistema represivo en mi país”. Para la visita del Papa, Camila, detuvieron a mucha gente, buena parte de los cuales siguen presos, solo por gritar en público.
Jamás autorizaría el gobierno una concentración en la Plaza de la Revolución. La ciudadanía teme expresarse. El nivel de control que se ejerce desde los CDR (Comités de Defensa de la Revolución), es impresionante. Están en todos los barrios, y caer en desgracia con sus funcionarios conduce a la ruina, cuando no a penas mayores. Últimamente no han sido pocas las pateaduras. Cuba no es Fidel, y el afecto por ese pueblo no se manifiesta avalando al sistema que lo oprime. Te preguntaron por la importancia de las redes sociales en la lucha de los jóvenes chilenos, y contestaste que había sido muchísima, y luego agregaste algo que no termino de comprender: que se trataba de una “herramienta del capitalismo”. ¿Los avances tecnológicos son “herramientas del capitalismo”?¿O lo capitalista es la interconexión? Porque no sé si te diste cuenta, pero allá en Cuba, salvo contadas excepciones, la internet está prohibida. Dijiste que en Chile la prensa estaba controlada por un duopolio –cosa harto cierta-, en la Meca de la falta de libertad de expresión. Allá no podríamos tener esta revista. Existen sólo el Granma y Juventud Rebelde, y ambos parecen folletos parroquiales.
Las verdaderas noticias circulan de boca en boca. “La bola”, le llaman ellos. ¿Viste en los noticieros de televisión a alguien hablando contra el régimen? Buena parte de la energía que tú encarnaste, aquí se vio traicionada. Los hermanos Castro no son ninguna luz ni guía para los que aspiramos a una sociedad más libre, participativa e igualitaria. Todo lo contrario. Tú pudiste ser la que se rebelara contra lo predecible, pero la disciplina fue más fuerte. En lugar de hurguetear tras bambalinas, te contentaste con el tour oficial, caíste de rodillas ante el barbón de los afiches, flameaste la bandera del Partido en vez de representar a tus auténticos cómplices habaneros. Las críticas que recibas de los que apoyaron a Pinochet, valen poco y nada. No tienen cara para quejarse de los abusos de una dictadura. Te recuerdo que varios de ellos evaden sus responsabilidades diciendo que de haber sabido lo que ocurría, no la hubieran apoyado. Estamos peleando por más y mejor democracia, ¿cierto, Camila?